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    Regalo de Picasso a Dora Maar

    El anillo que Pablo Picasso diseñó y confeccionó para apaciguar un enfado de su entonces amante, la también pintora y fotógrafa francesa Dora Maar saldrá a subasta el 21 de junio en Sotheby’s Londres por un precio inicialmente fijado en 570.000 euros. En un paseo que ambos daban por el Puente Nuevo de París, el artista reprochó a su musa que le había convencido para que vendiese una de sus obras a cambio de un anillo de rubí, a lo que Maar respondió quitándose el anillo y lanzándolo impulsivamente a las aguas del Sena. 
Picasso que se sintió culpable, diseñó entonces y realizó con sus manos una joya que incluía un retrato de Maar, que ella conservó hasta su muerte en 1997. No es la única joya que ideó el artista malagueño. En 2011, se celebró en el Museum of Arts and Design de Nueva York la exposición Picasso to Koons: The Artist as Jeweler, en la que se exhibieron un total de 180 piezas de joyería diseñadas por 135 artistas. Dora Maar, hija de un arquitecto croata que hizo fortuna en Argentina, fue pintora y fotógrafa y formó parte de los círculos más vanguardistas del París de los años veinte y treinta, frecuentando las mesas de los cafés a los que eran asiduos los artistas de la época. Entró en 1936 en la vida de Picasso, a quien sirvió de inspiración y modelo en sus obras. Además realizó una serie de fotografías del pintor en su taller mientras trabajaba en el Guernica. Esa labor sirvió para documentar todo el proceso de creación de la obra más conocida de genio malagueño. Ambos mantuvieron una relación apasionada y tormentosa hasta que, en 1943, el pintor la abandonó por Françoise Gilot, 20 años más joven que ella y quien tenía 40 años menos que él. Maar inició entonces un descenso a los infiernos, que incluyó su estancia en una serie de hospitales psiquiátricos, hasta abrazar la religión católica. Sus últimos años de vida los pasó en absoluta reclusión. Ferviente católica, solo trataba con su confesor, su asistenta, su vecina y un par de amigos. Poco a poco había ido abandonando su rica vida social dentro del círculo artístico e intelectual de las vanguardias que llenaban París. En la soledad de su piso en el número 6 de la rue de Savole, que solo abandonaba para trasladarse a su casa de Ménerbes – también regalo del artista – alimentaba el mito de su enigma.
    Dora maar

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