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    Carlos Garaicoa, la fiebre del oro

    Interesado por el fracaso de la utopía política y social, la obra de Carlos Garaicoa (La Habana, 1967) habla del pasado y del presente a través de la memoria, la decadencia y el anhelo. Representado por la Galería Elba Benítez de Madrid y la Galleria Continua de La Habana, el artista cubano participa este mes en Art Basel, en la sección Art Unlimited, con Saving the Safe, una instalación que trata de la crisis financiera de los últimos años, poniendo en duda el papel de los bancos en las más recientes crisis políticas y económicas. Marga Perera

    ¿Cómo fue su primera experiencia con el arte? Fue en la Casa de la Cultura, una especie de centro comunitario de barrio donde recibí clases de teatro y pintura. De todas maneras, mi acercamiento primero fue a través de la literatura; mi padre fue un gran lector y desde muy pequeños nos contagió, a mi hermano y a mí, con su pasión por las letras; también intenté escribir un poco, los títulos de mis obras son quizás lo que queda de ello.

    ¿Cómo nació su interés por la fotografía? También por mi padre, pero ya de mayor; fue la vía que encontré para paliar la ‘laguna’ técnica que existía entre mis compañeros de clase y yo, ya que ingresé al Instituto Superior de Arte con un aprendizaje autodidacta, mientras la mayoría de mis colegas habían tenido una formación escolar en bellas artes desde la temprana adolescencia. Y luego se ha convertido en una metodología ineludible en mi trabajo, que casi siempre funciona a partir de la documentación fotográfica inicial para transformarse en otra imagen u objeto, ya sea intervenido, transformado, idealizado…

    Usted vive y trabaja entre Madrid y La Habana. Teniendo en cuenta que en su obra explora la relación entre hombre y ciudad, ¿qué es La Habana para usted? La Habana está en todo lo que hago; nací en pleno corazón de La Habana Vieja y mis primeras fotos, mis primeras obras, son todas en ese contexto. Quería captar la belleza en la decadencia absoluta, intentar congelar en el tiempo una arquitectura formidable que sufría de muerte anunciada, y al mismo tiempo documentar una realidad muy cruda, que reflejaba el fracaso de una utopía política y social. Aún hoy, que vivo la mayor parte del tiempo fuera de Cuba, hago muchas fotos cada vez que voy; no logro, ni quiero, desprenderme de su encanto.

    ¿En qué términos le interesa abordar la arquitectura y su impacto en el paisaje urbano? Llego a interesarme por la arquitectura a través de la fotografía y a través del uso de lenguajes propios del arte post-conceptual. Mis primeras obras eran en la calle, buscando que el público no avisado en arte pudiera reflexionar sobre su entorno, (su) historia y sobre esos signos a veces erráticos, a veces premonitorios que encontramos en las calles de cualquier urbe. De ahí nace mi interés por la planeación urbana, el tejido social conformado por la arquitectura. Me interesan en relación con la historia con mayúscula y con minúscula, con la política, y también un poco para cuestionarme la ética del artista o arquitecto en su relación con el poder.

    Sostiene que no le interesa mucho leer la crítica de arte, “al menos, la que habla de mi propio trabajo. Me resulta bastante inútil y muchas veces, nociva”. ¿Qué es lo que le parece inútil y por qué? La crítica de arte en general, en mi opinión, suele estar anquilosada en una época en que la descripción era el eje central y la opinión del crítico iba a las antípodas, te amaba o te odiaba. Hoy, muchas veces se queda solo con la parte descriptiva y funciona más como lo que en inglés se llama un spoiler que como un activador de la imaginación del lector. La opinión del crítico, en ese sentido, no me interesa. No quiero decir que no haya críticos excelentes, pero son una gran minoría. Ellos son los que no temen exponerse, y aportan su interpretación a sabiendas de que pueda ser errada. No me preocupa en absoluto que estén errados, lo único que me inquieta es que no quieran pensar.

    ¿Es coleccionista? Sí, mi esposa, Mahé Marty, y yo tenemos una pequeña colección. Como en el caso de muchos artistas, el origen estuvo en los trueques que hacía con artistas amigos o con los que exhibía. Tengo la suerte de tener grandes amigos artistas y de haber expuesto con muchos autores importantes, así que nuestra colección es modesta en cantidad y formato pero está llena de obras hermosas y que representan mucho para nuestra familia. A principios de mi carrera nuestra casa estaba llena de mis obras, ahora hay cada vez menos o ninguna, las paredes se han cedido felizmente a Cildo Meireles, John Baldessari, Mira Schendel, Ignasi Aballí, Jorge Macchi, Sandú Darié, Julio Girona, Loló Soldevilla, Gustavo Pérez Monzón, Ezequiel Suárez, Sandra Ceballos, Sandra Ramos, Lawrence Weiner, Rémy Zaugg, Silvia Bächli, Beate Gütschow, y muchos artistas jóvenes cubanos, como Loidys Carnero, Yaima Carrazana, Reynier Leyva Novo, Yoan Capote, Wilfredo Prieto.

    ¿Qué presentará este mes en Art Basel? Saving the Safe es un proyecto en el que vengo trabajando desde 2013, cuando presenté el primero de estos bancos hechos en oro en la Galería Ruth Benzacar, de Buenos Aires. Se trataba de un edificio que combinaba las fachadas principales del Banco de la Nación Argentina, por un lado, y el Banco de la República Argentina, por el otro. Fueron los bancos que habían estado involucrados en el ‘corralito’ argentino. Básicamente, la idea de la obra es reproducir, en una escala que remite al lingote, la imagen de los bancos más potentes que han estado detrás de la crisis económica desde 2008 (Lehman Brothers, el Bundesbank, el Banco Central de Brasilia, el de Hong Kong, el Banco de España, etc.). Estos edificios representan simbólicamente el verdadero Poder, que nos afecta y controla en el mundo contemporáneo, y mi búsqueda por tratar de definir nuestra sociedad a partir de la ideología del dinero; ese poder de facto que rige las acciones de los políticos, y por qué no, hasta del arte. La “globalización” de la crisis ha devenido en globalización de las angustias económicas y de nuestro enemigo más visible: los grandes bancos con su aparato ejecutivo, dispuestos a violar nuestros derechos humanos más triviales, coartar nuestras vidas y la sociedad del bienestar, tan bien argumentada en las democracias contemporáneas, dejando en entredicho a la clase política, y abriendo más y más las brechas de los nuevos estados-nación, más nacionalistas y temerosos que nunca de abrir sus puertas al “otro”, cada vez más peligroso y desconocido.
    Carlos Garaicoa

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