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    Dejan Sudjic: El lenguaje [secreto] de las cosas

    Nunca tantas personas hemos poseído tantas cosas como ahora, aún cuando hagamos cada vez menos uso de ellas. Además de aumentar en número, nuestras posesiones han ganado volumen hasta ponerse a la altura de la epidemia de obesidad que aflige a la mayoría de los países occidentales”, estas líneas sirven de prólogo al ensayo El lenguaje de las cosas (Ed.Turner Noema), escrito por el periodista y crítico Dejan Sudjic, actual director del Design Museum de Londres, en el que reflexiona sobre el papel que juegan los objetos contemporáneos en nuestra vida diaria haciendo una crítica al consumo compulsivo –“el mayor lujo sería liberarnos de vivir con tantas cosas” dice el experto. Coincidiendo con la presentación en el IED de Madrid de la edición española de este libro, hablamos con Sudjic sobre cómo vivimos y cuánto nos cuestan el lujo, la moda o el arte. Parafraseando a Roland Barthes, Stephen Bailey, el primer director del Design Museum, aventuraba que Miguel Ángel hoy diseñaría coches para la Ford en vez de perder el tiempo tallando tumbas de mármol.

    ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
    Mi editorial inglesa, Penguin, que también publicó el famoso libro de John Berger Modos de Ver, me pidió que escribiera un texto que fuera el equivalente en el tema del diseño a lo que Berger hizo para la comprensión del diseño.

    Este libro fue escrito antes de que estallara la crisis. ¿Han cambiado algunas de sus ideas?
    Curiosamente, las medidas de estímulo para salir de la crisis han llevado a muchos gobiernos a urgir a sus ciudadanos a que se endeuden para comprar coches nuevos que reemplacen a los viejos… antes, por el contrario, nos pagaban para deshacernos de ellos…

    Si el arte se define como aquellos objetos inútiles que justamente apreciamos por su ‘inutilidad’. ¿Es el diseño arte?
    El diseño trata sobre la utilidad, sobre la producción en masa, y ciertamente no es arte, aunque eso no significa que los diseñadores no puedan ser también artistas. Es revelador ver cómo cuánto más caro es un objeto, más inútil suele fabricarse. Cuando la chaise-longue de Marc Newson alcanzó el millón de dólares en subasta, se garantizó, más o menos, que ya nadie volvería a usarla para sentarse.

    Un proverbio español dice que ‘no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita’…
    Creo que todos necesitamos menos de lo que pensamos…

    Algunos diseñadores quisieron transformar el mundo a través de objetos, otros, sin embargo, aplican su creatividad para vender cualquier cosa …
    La compañía americana IDEO produjo un prototipo de transportador de agua para comunidades rurales pobres –donde habitualmente son las mujeres las que tienen que recorrer largas distancias con los recipientes sobre sus cabezas y, además, preocuparse por su pureza. Inventaron un triciclo en el que conforme se pedaleaba se ponía en marcha un mecanismo que hacía moverse al agua activando un sistema de purificación; en el otro extremo estaría el teléfono móvil de diamantes ideado por Vertu.

    ¿Es nuestra relación con los objetos de diseño inocente o consciente?
    Creo que los humanos, en su mayoría, somos muy conscientes sobre las cosas.

    El iMac o el móvil Y2K son ya casi piezas de museo. Ninguna de nuestras flamantes posesiones resisten el contacto con la realidad…¿qué ha pasado con los diseños que perduraban para siempre?
    La razón es que quienes crean ahora esos objetos no están interesados en que sea así y, además, estamos en medio de una profunda serie de cambios tecnológicos que transforman las relaciones que tenemos con nuestras posesiones.

    ¿Están los actuales diseñadores más preocupados por hacer diseños estilosos que por resolver problemas funcionales?
    Los problemas funcionales son una historia que también merece ser contada…

    Usted dijo que «algunos diseños son menos útiles que otros, pero precisamente son éstos los que gozan de mejor estatus que el resto»
    Los objetos muy caros suelen utilizarse menos; una clásica –y carísima- silla de Jean Prouve goza de superior consideración que una silla de oficina producida en masa –aunque ésta última sea más útil. Y los zapatos diseñados por Christian Louboutin son menos útiles que las zapatillas para correr…

    ¿Son los diseñadores de los objetos que nos rodean simples genios del marketing que nos hacen comprar por encima de nuestras necesidades y presupuestos? ¿O todavía tienen algo de responsabilidad en el diseño industrial?
    ¡Los diseñadores tienen la obligación de morder la mano que les da de comer!

    Clara Benet

    Sudjic

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