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    El arte en la UVI

    Portada Octubre

    Durante la II República, el presidente Manuel Azaña manifestó en diferentes oportunidades, que más importante que la elección entre el régimen republicano o monárquico, que también se postulaban entre los ciudadanos españoles en aquellas lejanas calendas, el verdadero sentido de avanzadilla al país se lo otorgaba la presencia de las colecciones del Museo del Prado, para algunos historiadores la primera pinacoteca del mundo. El presidente Aznar, casi tres cuartos de siglo después, suscribió las opiniones de Azaña, e igualmente de categórico sostuvo que el Prado era el más preciado de nuestros emblemas. Qué alejadas del tiempo presente parecen las circunstancias que sufre el primer museo de España que ha entrado en recesión con una merma significativa en la cantidad de visitantes y que ha reconocido más de seis millones de euros de pérdidas en el pasado ejercicio de 2013.

    Hace escasos días el gerente del Museo Reina Sofía aseguraba que para reducir más los gastos de la emblemática pinacoteca dedicada al arte moderno y contemporáneo únicamente les quedaba apagar la luz o, en tono más dramático e inimaginable, echar el cierre porque la drástica disminución del presupuesto que el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes había otorgado al Reina en el último lustro, con una tala económica cercana al 50 por 100, hacía insostenible o muy difícil mantener una programación de notable calidad como la llevada a cabo desde que este museo se puso en marcha, con la aquiescencia de todos los actores del ámbito artístico, hace más de tres décadas.

    Pocas fechas después de que el Prado y el Reina Sofía reconociesen sus dificultades presupuestarias, también el Museo Thyssen (propietario de una colección que en su día fue tasada en más de trescientos mil millones de las antiguas pesetas y que se quedó el Estado pagando en cómodos plazos el 10 por 100 de esa cifra) argumentaba sus aprietos económicos que le llevaban a asumir los números rojos del último ejercicio, cifrados en más de cinco millones de euros. Muy atrás quedaban las singulares exposiciones que patrocinaba en los primeros años de su singladura Caja Madrid con más de tres millones de aportación en algunas de ellas, lo que hacía que las partidas de las subvenciones anuales fuesen recibidas con alegría pero no como un SOS antes del naufragio.

    No hay varitas mágicas para combatir la situación catastrófica que vive el arte español en el actual periodo de todo tipo de zozobras que parece instalado en la sociedad del siglo XXI y que, aunque algunos visibilizan brotes verdes y raíces profundas que la mayoría no perciben, se está llevando por delante algunas galerías emblemáticas que no han podido mantenerse ante el embate de una crisis a cuya superación no ayuda el desproporcionado IVA que soportan sus escasas transacciones.

    Por eso, y una vez desde estas páginas, solicitamos la aprobación inmediata de una Ley de Mecenazgo que haga posible que los museos y las galerías de nuestro país puedan sobrevivir con la generosa aportación de mecenas y coleccionistas que dinamicen un sector que está en almoneda, en la unidad de vigilancia intensiva, a punto de transformar la decrepitud en mortandad sin paliativos.

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