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    Christie’s apuesta por El Greco

    «Pinto así porque los espíritus no dejan de susurrarme en la cabeza» decía Doménikos Theotokópoulos, conocido como El Greco, nacido en 1541 en la isla griega de Creta, y criado en uno de los pocos bastiones de la iglesia ortodoxa griega donde todavía se producía arte bizantino un siglo después de la caída de Constantinopla. Con apenas 22 años, ya se había convertido en un maestro del gremio de artistas locales y hacia 1567 viajó a Venecia, donde estudió con el maestro italiano Tiziano. En Italia, captó el espíritu de la pintura veneciana basada en exuberantes y ricas superficies texturizadas. Después de pasar un tiempo en Roma, la obra de El Greco también adoptó las figuras retorcidas y las perspectivas inusuales asociadas con el estilo manierista. Pero el artista griego nunca pudo quitarse su reputación de extranjero.  Se embarcó entonces rumbo a Madrid en 1576, buscando el patrocinio del rey Felipe II de España. Al no encontrar trabajo, se marchó a Toledo, la capital religiosa del país. Allí finalmente logró forjarse una carrera pintando por encargo altares católicos, retratos de la aristocracia y escenas devocionales. En Toledo además encontró un mercado cautivo para sus retratos de San Francisco, santo patrón de la ciudad, que contaba con no menos de siete conventos de frailes franciscanos y tres de monjas. 
    En 1606, el pintor, que era también un astuto negociante, encargó a su discípulo Diego de Astor la realización de un grabado de una de sus pinturas de San Francisco, para su difusión entre los posibles compradores. Antes de El Greco, los artistas solían representar a San Francisco en el momento de su estigmatización, pero el cretense adoptó un enfoque diferente. En San Francisco y el hermano León meditando, uno de los lotes estelares que subasta Christie’s en Londres el 7 de diciembre valorado entre 5,5 y 7,5 millones de euros, plasmó al santo en actitud contemplativa a la entrada de una cueva en el monte Alverna, junto a su fiel compañero, el hermano León. Esta obra es un clásico de El Greco en todos los sentidos pues posee los elementos que cabría esperar en una composición suya: una luz sobrenatural, pinceladas trémulas y vibrantes, y la figura misteriosa y alargada de San Francisco. El Greco murió en 1614 y durante décadas su obra cayó en el olvido. Hubo que esperar hasta el siglo XIX para que coleccionistas y galeristas volvieran a interesarse de nuevo por él. Todos, desde Delacroix y Manet hasta Cézanne, Modigliani, Van Gogh, Picasso y Schiele se inspiraron en él, de hecho, Jean François Millet se enorgullecía de tener un cuadro suyo sobre el cabecero de su cama. 

    El Greco

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