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    Elio Berhanyer: «Me hubiera gustado ser arquitecto»

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    Las láminas que recreaban las fantásticas plantas y flores descubiertas en Colombia por el botánico gaditano José Celestino Mutis en el siglo XVIII iluminan el vestíbulo de la casa madrileña del diseñador cordobés Elio Berhanyer quien nos recibe exultante por la concesión del Premio Nacional de Moda “debo ser el decano de la moda española, y posiblemente de la mundial.
    Creo que ya no queda ningún modisto de mi generación en activo, el único que podría acercarse a mi edad es Valentino, pero él ya está retirado…”
    En 2002 recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y la pasarela Cibeles celebró en 2009 su medio siglo en la moda. El periódico The New York Times le dedicó entonces un artículo en el que se le saludaba como uno de los más veteranos diseñadores del mundo que seguía desfilando.
    El modisto, que a sus 82 años conserva un porte distinguido y jovial, nos conduce al salón donde se acomoda en uno de los sofás blancos situado junto a unos ventanales desde los que se ve el Museo del Prado. Sobre la mesa de centro se apilan libros sobre moda y obras de arte, una pieza del escultor Miguel Ortiz Berrocal y antigüedades egipcias, griegas y romanas. Gran amante del arte clásico, ha llenado las paredes de su vivienda, que proyecta modernidad, de bustos y estelas que le inspiran a la hora de crear sus modernos trajes; igual de inspirador es un delicioso librillo, cuyo original se conserva en el Museo Nacional de Hamburgo, que contiene las ilustraciones que realizó un dibujante del séquito de Carlos V durante el primer viaje a España del emperador. El diseñador pasa las páginas con delectación haciendo observaciones sobre los dibujos que recrean la vestimenta de los españoles retratados por el dibujante del rey. Posee también otro facsímil relacionado con el rey Carlos V.
    Se trata de un volumen monumental que reposa sobre un atril en un lugar preferente, en el que se documenta a través de preciosas iluminaciones la genealogía del rey.
    Un poderoso lienzo de gran formato de José Hernández, gran amigo del modisto, es el único cuadro que cuelga en el salón. Con el pintor, Berhanyer, autor de más de cien colecciones y 22.000 trajes, comparte infancia de sacrificios y espíritu de superación.

    Usted fue un niño autodidacta, ¿recuerda su primera experiencia con el arte?
    Mis primeras experiencias fueron los figurines que diseñé para [la bailarina] Mariemma, La danza fantástica taurina. Me inicié en el vestuario teatral de la mano de Gustavo Pérez-Puig y he estrenado grandes piezas como La cantante calva de Ionesco, El arquitecto y el emperador de Asiria de Fernando Arrabal o Anillos para una dama de Antonio Gala. Con el TEU [Teatro Español Universitario] inauguré el Corral de Comedias de Almagro con Ifigenia en Aulide de Eurípides. En 1960 presenté mi primera colección propia. Era muy pequeña, unos 20 trajes.
    La Cámara de la Moda me eligió para representar a España internacionalmente y mostré mis colecciones en 32 ciudades de todo el mundo. Todo iba bien hasta que en 1974 el ministerio de Hacienda decidió que la alta costura era un lujo para España y nos puso un impuesto del 60%. ¡Se cargaron la moda española!. Fue entonces cuando Italia eliminó aranceles a la industria textil, lo que le permitió expandirse. Aguantamos hasta el 78 y ese año cerramos Pedro Rodríguez, Manuel Pertegaz y yo, un poquito antes ya había cerrado Balenciaga. Ninguno quiso hacer prêt-à-porter y el único que se reconvirtió a la confección en serie fui yo. Ya estaba demasiado enamorado de mi trabajo como para abandonarlo. Llevo 66 años en la profesión y sigo con proyectos nuevos.

    ¿Qué proyectos teatrales fueron los más gratificantes?
    Bueno… hice el vestuario de ¿Por qué corres Ulises? de Antonio Gala, diseñé la túnica que llevaba Victoria Vera. ¡El primer destape en el teatro español!. Quizá el mayor desafío fue Anillos para una dama porque la historia está ambientada en la época del Cid pero los personajes utilizaban un lenguaje moderno, fumaban, las niñas eran contestatarias… Quise hacer ropa apropiada para la época del Cid, pero que si una de las actrices se la dejaba puesta después de la función para ir a una fiesta no pareciera que iba disfrazada, es decir, un vestido que sirviera para dos épocas tan distintas como la medieval y los años 70. Conseguir ese equilibrio era difícil, pero creo que lo logré. ¡Es lo más difícil que he hecho en mi vida!.

    Cuando usted era pequeño y trabajaba en una obra como listero, cogía los planos que había dejado el arquitecto y dibujaba cosas que no estaban proyectadas en los edificios. ¿Cómo nació su interés por el dibujo?
    Casualmente hace un par de semanas mi hermana Plinia me trajo dibujos de cuando yo tenía 6 o 7 años. Siempre me ha gustado dibujar pero aprendí solo, no me enseñó ningún maestro. A mi padre lo fusilaron en la Guerra Civil -el mismo día que a Federico García Lorca- cuando yo tenía 7 años. Con 9 me puse a trabajar, nunca pude ir al colegio.
    Mi primer trabajo fue de listero en una obra. Tenía que poner una rayita debajo del nombre de cada obrero que se había llevado una pala para controlar que la devolvían y no la robaban. Eran tiempos muy duros y la pobreza era enorme.
    Yo dormía en la misma obra, en sacos, y me alimentaba de lo que me daban los obreros. Al mediodía el arquitecto se marchaba a comer y dejaba los planos en una mesita, yo los cogía y dibujaba encima.
    La arquitectura es mi gran pasión. Si mi padre hubiese vivido posiblemente habría estudiado la carrera. Con el primer dinero que gané me compré un libro de Le Corbusier. Y cuando hice mi primera colección me dije ‘que ya que no puedo ser arquitecto, haré “la casa” que llevamos a cuestas’.
    La ropa es para las personas como el caparazón de los caracoles. Por eso mis primeras colecciones eran absolutamente arquitectónicas. Cogía telas y las pegaba unas con otras para que tuvieran una estructura dura. En el Museo del Traje de Madrid hay trajes míos de aquella época que no sé como tuvieron éxito porque eran durísimos, totalmente arquitectónicos.
    Mi primera tienda en Barcelona la diseñé yo mismo, aunque no pude firmar el proyecto. Era un espacio extraño y desconcertante porque la ropa no se veía, estaba como empotrada al fondo y todo era redondo y blanco. Mis colecciones de alta costura siempre se cerraban con trajes blancos y negros como tributo a mi tierra. De Andalucía detesto la feria, los colorines, los lunares… Mi Andalucía es blanca y negra, la cal de los cortijos de los pueblos blancos y esa mujer vestida de negro al atardecer chismorreando… Azorín escribió algo que me gusta mucho: “Campo, campo, campo, y entre los olivos, los cortijos blancos”.

    ¿Nunca pensó en dedicarse a la pintura?
    No. De hecho, cuando empezaba hice una exposición en Cali (Colombia) que inauguró el que entonces era embajador de España, Alfredo Sánchez Bella. ¡Se vendió todo!. Pero decidí no pintar más.

    ¿Qué temática tenían?
    ¡Muy desagradable!. Eran cabezas de Cristo, era un Cristo desenterrado, un poco ‘podrido’ que, sin embargo, tenía los ojos brillantes, nuevos, hermosos. Admito que no eran bonitas, pero se vendieron todas a coleccionistas privados. Ahora casi toda la colección está en Colombia. El Museo de Arte Moderno de Cali todavía tiene algún cuadro mío de aquella época…

    Sus prendas se caracterizan por sus líneas geométricas, pero en ellas también se aprecia la elegancia histórica española, la de la pintura de los siglos XVIII y XIX. ¿Qué artistas le han inspirado?
    He intentado tener mi estilo propio. Balenciaga me quiso llevar con él a París y Nueva York, pero yo era muy tímido, no hablaba inglés y la idea de irme de España me aterraba.
    He presentado mis colecciones por todo el mundo pero siempre he vuelto a mi país. Siempre albergué la esperanza de que España se convertiría en la tercera potencia en moda de Europa, después de París y de Italia. Desgraciadamente me equivoqué. En los años 60 y 70 las cuatro grandes casas de costura eran Balenciaga, Pertegaz, Pedro Rodríguez y yo, y los cuatro vendíamos a todos los grandes almacenes americanos. Los almacenes Bergdorf Goodman de Nueva York me contrataron durante tres años. Creaba para ellos colecciones especiales, distintas a las que hacía para España.

    De sus viajes por todo el mundo ¿qué personalidades le han impresionado más?
    Estuve una semana alojado en el Palacio de la Moneda [sede del presidente de la República de Chile] invitado por Salvador Allende y acompañado por la editora del Vogue americano. Allende había nacionalizado las fábricas textiles y las había entregado a los obreros. Quería poner en marcha una genuina industria de la moda evitando lo que había ocurrido en la China de Mao, donde todos iban vestidos iguales. La editora de Vogue y yo íbamos a seleccionar a los diseñadores chilenos que dirigirían las fabricas y crearían una moda más vanguardista y original.
    Pensé que Allende me impresionaría mucho pero no fue así. Yo trataba de hablar de arte con él pero solo se tomaba en serio la política… lo demás le importaba ‘un pito’. ¡He conocido a tanta gente!
    He cenado con los duques de Windsor, he presentado colecciones en las embajadas de España en Washington y Londres…

    ¿Ha estado la alta costura subestimada respecto a las Bellas Artes? ¿Qué le parece el Museo del Traje de Madrid?
    Es verdad que la moda no se ha incluido entre las seis Bellas Artes, pero tampoco lo estaban los toros, y ahora sí. El de Madrid es el mejor museo del mundo. La única pega que le pondría es que no haya cuadros que acompañen a los trajes porque la pintura y la moda están indisolublemente unidas. También lo está con la arquitectura y la música. Yo fui el primero en poner música en mis desfiles. En cierta ocasión, una duquesa se levantó indignada de la silla muy ofendida porque pusiera canto gregoriano en un desfile. En Cibeles los trajes de noche siempre los he presentado con óperas.

    ¿Se siente profeta en su tierra?
    Claro que sí. Incluso ahora se han emitido sellos de Correos con mis trajes. Pero todavía recuerdo que en los años 80 un alcalde de Córdoba llamó a Madrid diciendo “a ver si ese señor extranjero presenta su colección en Córdoba”. ¡No sabían que yo era cordobés!. Mucha gente cree que soy judío, por mi apellido, pero es que los andaluces tenemos sangre judía, árabe y romana. El solideo que me pongo es un homenaje a mi tierra. Es un símbolo de las tres religiones monoteístas que convivieron en el califato de Córdoba en paz. Yo soy árabe los viernes, judío los sábados y cristiano los domingos [dice sonriendo].

    Dalí y los quesos
    “Con Dalí tengo anécdotas buenísimas. Le envié algunos de mis trajes a Port Lligat y él los incluyó en unas fotografías maravillosas con aquellos huevos gigantescos de los que salían las maniquís. Estas fotos se hicieron para el Sunday Times de Londres y por desgracia el único ejemplar de la revista que yo tenía se perdió…
    Dalí y yo nos conocimos cuando ambos colaborábamos con los almacenes Bergdorf Goodman. Me hicieron un homenaje y me pidieron que invitara a una cena en el Hotel Saint Regys a los españoles que estaban en aquel momento en Nueva York. Mis invitados fueron Dalí y Alfonso de Borbón.
    Un día quedé para almorzar con él y se presentó con dos cachorros de tigre –les permitían la entrada porque Dalí les había arrancado las garras y los dientes y los alimentaba con biberones. Aquella excentricidad me enfureció. Yo adoro a los felinos, he tenido guepardos y ocelotes. Otro día fui a buscarle a su suite en la tercera planta del Saint Regys, cogí el ascensor y, de pronto, detecté un olor horroroso. Cuando estaba en la puerta de su habitación comprobé que era de allí de donde salía aquella pestilencia. ¡Dalí había colgado quesos españoles por las paredes!. Estas extravagancias las hacía de cara a la prensa, en la intimidad no era tan loco. Era muy inteligente y daba gusto escucharle. Cuando él hablaba ¡yo no abría la boca!.”

    Probando a Ava
    La lista de clientas del mundo del espectáculo de Elio Berhanyer es larga e incluye a leyendas de Hollywood como las actrices Cyd Charisse y Ava Gardner.
    “Ava Gardner, aparte de ser clienta, fue una gran amiga. ¡Salíamos muchísimo!. Era muy aficionada al flamenco, todas las noches íbamos a Zambra, un tablao que había cerca del Hotel Ritz. En aquel momento Ava estaba rodando la película 55 días en Pekín y tenía que estar en el plató a las 9 de la mañana. ¡Venía a probarse a las 6 de la madrugada sin dormir o habiendo dormido tres horas!. No llevaba maquillaje y poseía una belleza extraordinaria. Sin duda es la mujer más guapa que he visto en mi vida.
    También vestí a la actriz mexicana Dolores del Río. Con ella me sucedió algo insólito.
    Vino a España y me encargó tres trajes. Al año siguiente regresó y dijo que no quería ver la nueva colección ¡quería los mismos modelos del año anterior pero en otros colores!. Y un año después me pidió lo mismo. ¡Nunca me ha vuelto a suceder nada igual!.”

    Zurbarán revisitado
    “En mi cátedra estamos trabajando en un proyecto precioso y pionero. Estamos reuniendo todas las santas que pintó Zurbarán (en España tenemos una media docena, las demás vamos a solicitarlas a museos extranjeros, a ver si podemos reunir 14 o 15 cuadros). Mis alumnos reinterpretarán, actualizando, estas vestiduras extraordinarias. Para un niño que jamás fue al colegio tener un cátedra en la universidad es emocionante.”

    De copas con Francis Bacon
    “Uno de mis grandes amigos del mundo del arte fue Claudio Bravo, de quien tengo algunos dibujos.
    Claudio se había trasladado a Tánger, donde había comprado una mansión preciosa y me invitó a visitarle. Allí coincidimos con Francis Bacon. Solíamos salir de copas los tres juntos por las noches y me acuerdo que una vez, de regreso al hotel, Bacon se puso en medio de la calle a gritarle a Claudio “¡tu pintura es una mierda!”. Claudio, claro, no sabía donde meterse –recuerda riendo Berhanyer- Bacon era un artista extraordinario, único, muy original.
    Una noche le acompañé a su hotel y me asusté cuando me enseñó el tugurio en el que se había metido a vivir. Fue un milagro que no le ocurriera nada grave.”

    El cuadro de Pepe Caballero
    “Este cuadro de Pepe Caballero, que hizo diseños para el grupo de teatro La Barraca de Federico García Lorca, es muy importante para mi” dice apuntando hacia un impactante lienzo que ocupa en solitario la pared de uno de los salones de su casa. “Ha desfilado por toda Latinoamérica y por Nueva York, y ahora lo voy a prestar para una exposición en Málaga y en Cádiz. Yo tuve una época durante la cual todo en mis colecciones era redondo -¡hasta los bolsillos!- nada estaba acabado en punta, todo eran redondeces. Pepe me comentó: ‘Elio me has influido tanto que yo también voy a empezar a pintar redondo’. Y un día me llamó y me dijo: ‘Toma, he pintado esto en tu honor’. Y me regaló este cuadro. De cerca se ve que tiene incrustadas en el lienzo varias letras ‘A’. Cuando le pregunté qué
    significaban me respondió: ‘la A es la primera letra del alfabeto, y tu eres el primero.”

    Carlos García-Osuna

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