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    Arte en las venas

    La familia Koetser lleva casi un siglo suministrando obras selectas de Maestros Antiguos a museos y coleccionistas de todo el mundo.

    La primera galería de los Koetser fue fundada antes de la Primera Guerra Mundial en el Speigelgracht, uno de los famosos canales de Ámsterdam donde se arraciman las galerías de arte y antigüedades. En la capital holandesa permaneció abierta hasta que Henri Koetser se mudó con su familia a Londres en 1923 donde sus tres hijos ya mayores entraron en el negocio. Desde el principio los Koetser se labraron una reputación como expertos en las Escuelas Holandesa, Flamenca e Italiana. Posteriormente la compañía se expandió abriendo sede en Nueva York facilitándoles el acceso a coleccionistas privados de todo el mundo así como a museos de Estados Unidos. En 1967 abrieron su sede de Zurich, en la que trabaja la tercera generación, que constituye el núcleo de la empresa familiar.

    Hoy la galería suiza está dirigida por David H. Koetser que es uno de los ocho miembros fundadores de la feria holandesa Tefaf Maastricht.

    El anticuario es también un generoso mecenas. En 1987 él y su esposa Betty crearon una fundación para posibilitar la donación al museo Kunsthaus de Zurich de una parte de su importante colección de pintura holandesa, barroca italiana y veneciana del Settecento. Entre las 70 obras entregadas, había telas firmadas por Memling, Isenbrandt, Brueghel el Viejo, Willem van de Velde el Joven, y Bellotto.

    David H. Koetser entró a trabajar con su padre en la galería de Londres en 1965, tras licenciarse en Historia del Arte en la Universidad de la Sorbona. Su progenitor le enseñó a mirar las pinturas y a valorar la estructura y calidad de una obra. Koetser recuerda que, durante años, dedicó dos días a la semana para ver de cerca el trabajo de los restauradores. Aprendió cómo se limpiaban las pinturas y cómo podía calcularse la antigüedad de los diferentes repintes. Aquel aprendizaje fue esencial para saber juzgar el verdadero estado de un cuadro y por tanto, establecer su valor. En 1980 entró a trabajar en la sede familiar de Zurich y allí ha permanecido desde entonces.

    Tal vez el aspecto más apasionante de su profesión sea la posibilidad de hacer descubrimientos. «He descubierto muchas pinturas que habían sido erróneamente atribuidas y cuyas firmas eran invisibles –dice Koetser- En cierta ocasión demostré que un gran cuadro, que estaba mal atribuido a Frans Hals (valorado en unos 20.000 euros) resultó ser un Hals auténtico (cuyo precio era de 10 millones de euros). Fue algo emocionante y gratificante para el dueño. «Cuando uno tiene acceso a grandes pinturas, separarse de ellas puede ser una pesadilla. David Koetser solo se lamenta de haber dejado marchar una de ellas: «Era un hermoso florero de Ambrosius Bosschaert el Viejo, pintado sobre cobre. El ramo tenía una bonita flor de azafrán color amarillo. Era una obra maestra y una de las primeras pinturas de flores pintadas. Ahora está en el Louvre.»

    Este mes, la exquisita pintura holandesa y flamenca que expone el reputado anticuario será uno de los grandes atractivos de Paris Tableau.

    ¿Recuerda su primera experiencia con el arte?
    Me crié en una casa llena de pinturas maravillosas y en cuanto crecí lo suficiente para poder contemplarlas, decidí que les dedicaría mi vida.

    ¿Qué cambios ha experimentado este mercado?
    En los últimos veinticinco años la gente ha conocido un nuevo mercado y una nueva generación de marchantes que son auténticos expertos en la promoción de los artistas contemporáneos. El mercado clásico moderno y de Maestros Antiguos en particular, se ha mantenido al margen de esta enorme oleada de nuevos artistas y nuevas fortunas. Sin embargo, tal como me confesó el propio Jeff Koons, él mismo ve a los Maestros Antiguos como los cimientos en los que basa su propio trabajo. Y, de hecho, él es un gran coleccionista de Maestros Antiguos.

    De los cuadros que ha vendido ¿con cuál le hubiera gustado quedarse?
    Me hubiera gustado quedarme con un gran Zurbarán –El martirio de San Serapio– que vendimos al Hartford Museum de Estados Unidos. Hace un año estuvo expuesto en la National Gallery de Londres. Es una pintura sobrecogedora.

    Háblenos de su generosa donación al Kunsthaus de Zurich
    Betty y yo siempre hemos querido compartir nuestras pinturas con el público, ya fuera en la Kunsthaus de Zurich o en cualquier otro sitio. Continuamente prestamos obras tanto a largo como corto plazo. Tenemos obras cedidas en grandes museos norteamericanos y en importantes exposiciones.

    ¿Cuáles han sido las obras más singulares que han pasado por sus manos?
    Es muy difícil decir cuáles han sido las más especiales. Es una cuestión de estado de ánimo, al igual que sucede con la música. A veces será un maravilloso Rubens, lleno de color y vitalidad, que hayamos vendido, o podría ser un sereno bodegón de Pieter Claesz, un lienzo de Willem Heda, o un cuadro de cualquiera de los pintores de la Escuela de Haarlem del siglo XVII. Cuando veo una naturaleza muerta ésta debería impregnar de “música” a la composición. Se trata de vivir de una manera diferente.

    ¿Quedan suficientes obras de calidad para satisfacer la demanda?
    Las obras de calidad siempre tienen una lista de espera de clientes. Para nosotros como comerciantes, son las más difíciles de conseguir pues sus propietarios son reacios a dejarlas marchar. Con el tiempo y gracias a que tenemos contacto directo con muchas familias coleccionistas, logramos satisfacer la demanda, pero cada vez es más complicado.

    ¿Cómo ve el futuro de la pintura antigua?
    Con mi experiencia de casi 48 años y teniendo en cuenta que la gente lleva más de 500 años coleccionándola, estoy convencido que así seguirá. El mercado del arte, no obstante, experimenta algunos cambios de ritmo. Por ejemplo, en los años 50 se pusieron de moda las pinturas de los primitivos con fondo de oro que ahora vuelven a tener gran demanda. Y qué decir de los impresionistas, que entraron en declive cuando los japoneses dejaron de comprarlos para volver a centrarse en los antiguos maestros holandeses. Así que ¿quién sabe qué suerte correrán las cientos de miles de pinturas de artistas contemporáneos?. Los Maestros Antiguos, por el contrario, acreditan una dilatada historia de supervivencia. Y cuando ves su calidad, realmente no es ninguna sorpresa.

    A. Nin
    Paris Tableau
    Del 13 al 17 de noviembre
    Palais Brongniart. París
    www.paristableau.com

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