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    Gabino Diego: «Colecciono para contar una película»

    Gabino Diego

    Resulta sorprendente que alguien que practica el yoga, doctrina que predica el desapego a los bienes materiales, sea a la vez un voraz coleccionista.

    Gabino Diego se ríe al comentar esta aparente contradicción que le ha llevado a formar una colección con más de 300 fotografías. Una parte de estos fondos han sido objeto de un catálogo y varias exposiciones auspiciadas por Bancaja bajo el epígrafe truffautiano de Las mujeres y los niños… primero.

    Como relata el actor en el catálogo de la exposición: “La primera foto que compré fue Holly, un retrato precioso de la hija de Robert Freeman, mi amigo y fotógrafo de los Beatles. También Oriol Maspons me regaló un christmas en forma de foto, titulada Cupidos castellanos asaeteando a mi pobre caganet en un bosque en el año 3000, que inmediatamente enmarqué”.
    La otra foto que proyecta el inicio de esta ‘pasión-obsesión’, la descubrió en internet, era De donde no se vuelve, de Alberto García Alix [que dio título a su retrospectiva en el Museo Reina Sofía] y le conquistó por su halo de melancolía. Ése fue el punto de partida de la colección a la que han ido incorporándose fotos de diversas épocas y estilos, con presencia mayoritaria de fotógrafos españoles como Cristina García Rodero, Leopoldo Pomés, Ramón Massats, Gabriel Cualladó, Joan Fontcuberta, Francesc Catalá-Roca, Toni Catany, Joan Colom y Fernando Gordillo, entre otros.

    “Desde el principio escogí piezas que me ‘tocasen’ y que formaran un conjunto coherente -cuenta-. Mi primera idea era crear una colección sólo de fotógrafos españoles, que me parecen maravillosos, y recuerdo que Pep Benlloch, de la Galería Visor de Valencia, me aconsejó que para ampliarla fuera a las raíces, a los ‘históricos’. De esta forma empezó a evolucionar mi colección en la que, al final, están representados diez Premios Nacionales de Fotografía”, explica el intérprete, ganador del premio Goya al mejor actor de reparto en 1991 por su papel en la película ¡Ay Carmela! de Carlos Saura.

    Gabino atravesando el espejo

    Me encanta conocer a los fotógrafos que admiro y saberlo todo sobre la foto que compro. Disfruto visitando los estudios porque me permite tener una visión más íntima del artista y su obra. ¡Es como sumergirte en su universo personal!. Fue muy estimulante visitar los de Leopoldo Pomés y Virxilio Vieitez -con quien estuve cuatro veces en el pueblo de Soutelo de Monte hasta que conseguí que su hija Keta me fotografiara emulando los retratos de su padre de los años 50 y 60, en los que la gente posaba con el cuerpo rígido y la mirada dura, seria y directa a la cámara-. Me impresionó mucho Cristina García Rodero a la que sólo conocía a través de sus fotografías, desgarradas y auténticas que destilaban una mirada áspera, casi masculina, ¡nunca imaginé que fueran de una mujer y de serlo pensé que sería casi una guerrillera!. Y en vez de eso me encuentro con alguien que era la dulzura y la delicadeza personificada; me pasó lo mismo con Alberto García-Alix, quien lejos de la crudeza de sus fotos es pura pasión, alguien frágil e hipersensible y tremendamente generoso…”

    El viaje a alguna parte

    “Veo mi colección como un todo” explica Gabino a quien si se le planteara la disyuntiva de tener que desprenderse de alguna foto no sabría cuál escoger “antes de elegir ¡preferiría deshacerme de toda!” resuelve entre risas.
    “Cuando una foto nueva entra en la colección es como un niño que acaba de llegar, tarda un tiempo en hacerse un sitio y en entrar en diálogo con las demás –sostiene el protagonista de El Rey pasmado- para quien “cada foto es como un fotograma que ayuda a que la película vaya tomando cuerpo. Los coleccionistas son creadores de películas, de historias, directores de una orquesta. Yo colecciono fotos para contar una película que tiene que ver conmigo. La primera ha sido Las mujeres y los niños …primero, pero luego, tal vez, vengan otras muy diferentes como, por ejemplo, sobre el sentido de la vida. Pero, sobre todo, no le encuentro sentido a coleccionar si no es para mostrarlo, para compartirlo con los demás, por eso me gustaría que mi colección siguiera viajando”.

    Una rara avis

    “Continuamente bromeo diciendo que ¡soy un coleccionista con hipoteca!. Pienso que es más importante crear una colección que tener un chalet. Siempre me ha parecido primordial gastar dinero en lo que yo llamo ‘alimentos para el espíritu’ que en mi caso son los discos y la fotografía…¡prefiero no comer para acudir a un concierto que voy a recordar toda la vida!”. “Mi madre me decía ‘¡todo lo que ganas te lo gastas en discos!’ –cuenta riéndose-. He llegado a tener más de 4.000, y también he producido algunos de jazz. Lo que más me gustaba era reunir a mis amigos en casa, poner música y pasar la velada viendo libros de fotografía. Ahora he sustituido los libros por las propias fotografías, es como una exposición, algo muy bonito”.
    Gabino recuerda que un amigo, tras comentarle su imposibilidad de adquirir una foto, le conminó a hacerlo con el lema de ‘¡no se come, pero hay que tener la foto’. “Al final –bromea el actor- pude hacerme con ella, gracias a la generosidad de mi doctora de toda la vida que me ofreció el dinero porque sabía que no tenerla podría ser perjudicial para mi salud”.
    Aquella foto era Life (Vida) de Jan Saudek y muestra un poderoso torso masculino que estrecha entre sus brazos a un bebé. Para Gabino “fue su mezcla de masculinidad y fragilidad lo que me sobrecogió desde que la ví. Además, ese bebé podría ser yo porque fue tomada en 1966, el año en que nací. Además de su inherente belleza, fue su lectura en clave personal la que me conmovió íntimamente. Es una de mis favoritas”.

    Los dados del destino

    “A veces, el destino te reserva maravillosas sorpresas y fotografías que dejaste escapar vuelven a cruzarse en tu camino años después –cuenta Gabino- Eso me ocurrió con El espacio poseído (1988-1989) de Javier Vallhonrat, una serie que me fascinaba y que estaba agotada, y me decía a mi mismo que hasta que no la tuviera mi colección no estaría completa. Y, aquí entra el azar, un día me llama Dominique Abel, la modelo que protagonizaba la serie, para venderme las pruebas de artista que Javier le había dado a ella como pago por posar de modelo. ¡Fue algo mágico!”. En su casa, las fotografías se han adueñado de todo el espacio, no queda un centímetro libre. Antes de despedirse Gabino emerge por detrás de un espectacular Googlerama de Joan Fontcuberta sosteniendo delicadamente un pequeño collage hecho por su hija con fotos de los dos, y admite con una amplia sonrisa “ésta es mi obra de arte más valiosa”.

    V. García-Osuna 

    Foto: Vicente López Tofiño

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