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    Michael Haneke: «Me seduce el arte de los siglos XVII y XVIII»

    Michael Haneke

    Flamante Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el aclamado cineasta Michael Haneke (Munich, 1942) nos descubre en esta entrevista su faceta más íntima como coleccionista de arte. El prestigioso director evoca sus primeras visitas, cuando todavía era un niño, a la casa de subastas vienesa Dorotheum por cuya señorial sede sigue dejándose caer a la caza de alguna antigüedad que le enamore. Haneke vive su mejor momento, el galardón español se suma a la larga lista de premios cosechados por su última película, Amor, entre ellos, la Palma de Oro del Festival de Cannes, el Globo de Oro y el Oscar.

    Considerado “el poeta del desasosiego cinematográfico”, Michael Haneke estudió Filosofía, Psicología y Teatro en la Universidad de Viena. Su penetrante y radical mirada sobre la sociedad le ha permitido explorar terrenos desconocidos hasta convertirse en uno de los más destacados autores del cine contemporáneo europeo.

    Su última película, Amor, ha ganado varios premios. ¿Está buscando una nueva vitrina en Dorotheum para exponer todos los trofeos que se ha llevado a casa?
    No, la mayoría de los premios están en Wega-Film. Los trofeos por si solos son poco más que objetos para coger polvo [risas]. Debo decir que la mayoría son bastante feos. El más original que he recibido fue en un país africano, ¡y estaba tejido con punto! Encantador. Bueno, algunos son bastante bonitos –el Premio de Cine Europeo, el César… y el Oscar también es adorable.

    ¿Qué le trae por Dorotheum? ¿Cuándo empezaron a interesarle las casas de subastas?
    Soy un asiduo desde mi infancia. Mi madre, que era actriz en el Burgtheater de Viena, solía citarse con mi tía aquí, cuando ésta estaba de visita en la ciudad. Hace años yo vivía a la vuelta de la esquina de Dorotheum. Mi casa estaba prácticamente al lado. Yo venía por curiosidad, pero nunca pujaba ni compraba nada. Me deleitaba mirando las pinturas y los muebles expuestos. Desde entonces, dejarme caer por aquí –siempre con la esperanza de conseguir una ganga– se ha convertido en una costumbre. He tenido suerte un par de veces y he podido adquirir piezas al precio de salida porque no había más interesados en la sala, algo que jamás hubiera creído posible. Pero los precios han aumentado de forma increíble. Me interesan, sobre todo, las obras de arte de los siglos XVII y XVIII, que se han vuelto notablemente más caras.

    Muchas personas han descubierto el arte como una modalidad alternativa de inversión
    A veces estás de suerte y te cruzas con una obra que, por alguna razón, nadie parece encontrar deseable. Pero de cada cinco piezas que quiero, solo consigo una. No hago pujas astronómicas, eso siempre es muy peligroso. Una vez hice una oferta más alta –según mi criterio– por una pintura de Lavinia Fontana, pero me quedé ridículamente lejos del precio por el que finalmente se adjudicó.

    ¿Se pone límites antes de pujar?
    Por supuesto, no soy millonario. Planifico, cuidadosamente y por adelantado, si entra dentro de mis posibilidades. Debo estar locamente enamorado de una pieza para pagar un precio irracionalmente alto. Por cierto, el cuadro de Lavinia, se vendió en la misma subasta en la que se batió el record de aquel artista holandés.

    Aquella pintura de Frans Francken se vendió por más de 7 millones de euros. ¿Cómo vivió, como guionista y cineasta, los últimos minutos de aquella subasta desde un punto de vista dramático?
    Sólo me interesan las piezas que espero conseguir. No presto atención a nada más durante una subasta. En aquella ocasión coincidió que yo estaba allí por otro cuadro, y eso es todo. No hice caso a la pintura de Francken –jugaba en una liga diferente, era algo para grandes coleccionistas. Me encanta delegar mis pujas en la señora Wohlgemuth, agente de Dorotheum. Porque cuando haces una oferta en persona, puedes sentirte presionado para tomar decisiones que más tarde podrías lamentar.

    Antes hablaba de enamorarse de una pintura ¿Realmente puede sentir emociones tan fuertes por una obra de arte?
    En ese caso en concreto, sí. He experimentado sensaciones así en ocasiones. Y, al final, estas obras resultan siempre las mejores adquisiciones. Hace años adquirí un escritorio, en una época de mi vida en la que no tenía demasiado dinero. Entré a hurtadillas en la tienda repitiéndome que estaba fuera de mi alcance. Al final lo compré, y hasta el día de hoy siento un estremecimiento de felicidad cada vez que lo miro. Es lo mismo que me pasa con la ropa: cuando es amor a primera vista, siempre vale la pena.

    Así que, por mucho que reflexione, su instinto sigue siendo su mejor consejero
    Sí, sin lugar a dudas. Cuando compro algo, principalmente me dejo llevar por un presentimiento. No compro cosas como una inversión –ésta nunca ha sido mi motivación. Las compro porque me gustan. Y ésa es también la razón principal de que venga a pasar el rato a Dorotheum. Vienes aquí, descubres algo inesperado que hace que se te ocurra una idea –podría ser un mueble perfecto para un rincón… A menudo vengo a ver de cerca cosas que ya he visto en el catálogo, o me dejo caer tan sólo porque estoy en la ciudad y me apetece echar un vistazo a lo que se oferta. Es realmente muy divertido.

    Inicialmente usted quería ser músico o actor. Así que la música como manifestación artística debe estar muy cerca de su corazón, tanto como la literatura y las artes escénicas. Parece que las Bellas Artes están en último lugar…
    En mi vida solo descubrí tarde la pintura. No me atraía demasiado en mi juventud, excepto el arte renacentista, aunque no tanto su aspecto formal como el literario y el contenido. Pero creo que con los años mi interés por las bellas artes no ha dejado de crecer.

    ¿Qué le fascina de la pintura del Renacimiento, su belleza? ¿El enigma?
    En primer lugar, el hecho de que las pinturas están primorosamente realizadas. No son realistas ¡y sin embargo son tan minuciosas! Hay en ellas más de lo que parece a simple vista –al igual que un poema es algo más que una simple ristra de palabras. Y cuanto más conoces un cuadro, mejor puedes detectar sus referencias.

    Usted ha dicho que disfruta yendo al cine para sentirse perturbado y molesto. ¿Siente que hay demasiada belleza y muy poca irritación en las bellas artes?
    No, Francis Bacon, por ejemplo, puede ser muy irritante. Pero también es mi favorito entre los artistas modernos.

    Así que le van Bacon y los maestros antiguos, ¿no le interesan las acuarelas de flores?
    Exactamente. Normalmente compro pinturas de los siglos XVII y XVIII –el Renacimiento, un Bellini, por ejemplo, está por encima de mis posibilidades. Pero cuando cuelgas un cuadro en tu casa, admito que un paisaje puede ser muy decorativo. Hace que una habitación parezca más grande de una manera muy inspiradora.

    ¿Qué le seduce de Bacon, los diferentes niveles de tiempo, la crueldad de sus pinturas?
    ¡Hay tanta energía y dinamismo en ellas! Supongo que todo el mundo responde de manera diferente a un cuadro. No me entusiasman las pinturas impresionistas, por ejemplo, aunque obviamente son grandes obras. Es lo mismo que sucede con todo, con la literatura, por ejemplo. La pregunta es: ¿qué le estimula personalmente? La literatura y el teatro tratan del lenguaje y la comprensión. La música y la pintura, por el contrario, poseen un atractivo inmediato. Para mí, se trata de una forma superior de arte.

    ¿Qué es lo que más le atrae de una obra de arte? ¿Su perfección?
    Una de las pinturas que tenía muchas ganas de poseer era todo menos perfecta. Pero los personajes retratados estaban tan vivos que literalmente saltaban sobre ti. Y eran increíblemente hermosos, como en una pintura del Renacimiento veneciano –que, por supuesto, nunca podré pagar. Imagínese: ¡yo y un Bellini! Pero me gusta visitar museos. He dirigido una ópera en Madrid [Cosí Fan Tutte en el Teatro Real], y durante mi estancia fui al Prado tres veces –en mi opinion, es el museo más bonito del mundo.

    Su esposa Susanne es galerista. ¿Cómo influye en sus decisiones?
    Cuando se trata de muebles, no compro nada sin consultarle primero. Tiene un gusto exquisito, y nuestras ideas de belleza son muy similares. En nuestro hogar tenemos una agradable mezcla de cosas antiguas y modernas.

    Cuando rueda una película parece sentir preferencia por ciertas composiciones. ¿De dónde viene su inspiración visual? ¿De movimientos artísticos como la Nueva Fotografía?
    August Sander fue, sin duda, una referencia para La cinta blanca. ¡Hay un brillo tan asombroso en sus imágenes, son increíbles técnicamente para aquella época! Sus fotos retratan realmente la sociedad, lo que las convirtió en una gran fuente, genuina, para nosotros. Cuando ruedas un drama histórico necesitas hacer mucha investigación, pero lo mismo vale para una película que se ambienta en el presente, donde también debes ser muy meticuloso para captar el ambiente correctamente.

    ¿Qué papel juega el arte en sus películas, en particular la pintura?
    Ninguno principal. En mi última película, Amor, hay cuadros –paisajes deshabitados- que ayudan a recrear la atmósfera. Nos sugirieron unos maravillosos paisajes escandinavos pero estaban todos en Estocolmo, así que conseguimos algunos lienzos de galerías de París. Es un tema, esencialmente, de intuición. Los cuadros hacen que una escena cobre vida. Mi esposa me es de gran ayuda: diseñó los interiores de las habitaciones de la mansión de La cinta blanca y la escenografía de Amor. Siempre discutimos sobre cómo debería ser, pero al final encontramos el camino. Colgar un cuadro en una casa es un arte en sí mismo, y mi esposa tiene un ojo clínico para eso.

    ¿Colgaría un Francis Bacon en su casa?
    Absolutamente, me encantaría hacerlo.

    Doris Krumpl
    Cortesía: Dorotheum Magazine

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