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    Pierre Moos: El embajador del arte tribal

    Las pintorescas calles del barrio parisino de Saint-Germain-des-Prés, cuyo espíritu bohemio sedujo a filósofos, artistas, políticos y escritores que se citaban en los afamados cafés Les Deux Magots y Flore, acogen cada año la gran fiesta del arte tribal. Cerca de 60 prestigiosos comerciantes especializados en las artes de África, Asia, Oceanía y las Américas muestran sus propuestas más exquisitas durante la feria Parcours des Mondes. Detrás de esta gran cita con las artes primeras está el savoir faire de Pierre Moos, un apasionado coleccionista que hace cinco años tuvo la visión de tomar las riendas de este certamen para convertir París en la capital mundial del arte tribal. Entusiasmado con el proyecto, Moos –dueño también de la influyente Tribal Art Magazine- asegura que, aunque cada vez hay menos piezas en el mercado, quedan todavía muchas por descubrir, y afortunadamente existen grandes marchantes. Tres galerías españolas (Arte y Ritual, Galería Guilhem Montagut y David Serra-Art Tribal) participan en este esperado evento que congrega a más de 10.000 visitantes.

    Usted empezó coleccionando arte moderno, especialmente dibujos cubistas y surrealistas, ¿cree que fueron el cubismo y el surrealismo lo que le llevaron al arte africano?
    Sí, así, es. Empecé a coleccionar muy pronto, en 1962. Al principio compraba pequeñas figuras de barro porque no tenía dinero para hacerme con piezas importantes [dice sonriendo]. De hecho, he seguido el camino inverso al de los artistas: he partido de la pintura moderna para llegar al arte africano y oceánico mientras que los artistas partieron del arte africano para llegar al cubismo. En mis primeros viajes a África me regalaron algunos objetos, que todavía conservo; en realidad son «souvenirs» pero me impulsaron a visitar museos y a comprar libros para ampliar mis conocimientos sobre las artes primeras. Me he pasado la vida yendo a museos y galerías, mirando imágenes y coleccionando. Soy coleccionista también de arte moderno, de objetos de bakelita y de muchas otras cosas. ¡Éste es mi universo!. Y he transmitido esta afición a mis hijos y mis nietos. Mi hija es una reconocida marchante de arte moderno, y mi nieto, que tiene ahora 18 años, empezó a coleccionar a los 11, y ya ha reunido una bonita colección de pequeñas máscaras africanas… [dice divertido].

    ¿Sigue usted coleccionando?
    Sí, ¡demasiado! [sonríe con aire satisfecho] ayer mismo adquirí un cuadro. Me interesa mucho la Escuela de París, especialmente los años de La Ruche, la residencia en la que se instalaban los artistas que llegaban a París con escasos recursos económicos, como en aquel momento Modigliani, Chagall, Soutine, Archipenko… Tengo muchas piezas, y sigo comprando arte tribal oceánico, particularmente de Nueva Irlanda. Hará unos diez años que mi curiosidad por Oceanía empezó a crecer, porque había llegado un momento en que tenía la impresión, equivocada, por cierto, de que lo sabía todo sobre el arte africano, y me centré en Oceanía, que es la colección que hago ahora. Mi colección, sin embargo, tiene un espectro muy abierto, porque incluye también piezas de la cultura nazca y precolombina en general.

    ¿Qué visión tuvo de Parcours des Mondes cuando decidió comprarlo?
    Ya era un apasionado de la revista Tribal Art Magazine y, como ésta tenía dificultades, la compré. Ahora es la más prestigiosa del mundo en su especialidad. Y luego adquirí Parcours des Mondes para dinamizarlo. No puede compararse con las ferias de arte contemporáneo más influyentes, como la de Basilea, pero en arte tribal es la más importante del mundo. ¡Es apasionante!. Participan las galerías más afamadas y los mejores marchantes del mundo, que son los españoles Antonio y Ana Casanovas, con galería en Madrid [Arte y Ritual]. Reflexioné mucho antes de comprar esta feria, pero tras la apertura en París de un museo de arte tribal, el Musée du Quai Branly, el mejor del mundo, pensé que Parcours des Mondes representaría a los mejores marchantes, convirtiendo a París en la capital internacional del arte tribal. De esto hace cinco años y vistos los resultados podemos afirmar que hemos superado el reto. No hay ninguna feria comparable a ésta. Nuestro certamen es como una gran fiesta porque todos los coleccionistas vienen a París, los más reputados y los que no lo son tanto, los que tienen muy buen gusto y no demasiado dinero, y también los que tienen mucho dinero y encuentran piezas excepcionales. Los marchantes reservan sus mejores piezas para esta cita. Hay 60 galerías de arte tribal en el mundo, y tres de ellas en España. No son muchas si lo comparamos con las de arte contemporáneo que pueden existir en un solo edificio de Chelsea, o en Nueva York.

    ¿Cómo ha evolucionado el interés de los coleccionistas?
    De forma espectacular. Pienso que gracias a nuestros esfuerzos hemos estimulado la aparición de nuevos coleccionistas de arte tribal. Son compradores de cuadros de arte moderno y contemporáneo que acaban vinculándose al arte africano. Estos coleccionistas que no tienen problemas económicos han contribuido a la subida de los precios del arte tribal, a pesar de la crisis económica generalizada. En mi opinión, esta tendencia continuará, ya que la demanda de piezas tribales es superior a la oferta y el diferencial continuará acrecentándose, porque ya no hay producción de arte tribal, y actualmente es muy difícil encontrar obras. Como coleccionista, pienso que algunas de las piezas realizadas hasta los años 50 pueden considerarse arte tribal, pero a partir de ese momento ya no hablamos de arte tribal, sino de decoración.

    ¿Con qué criterio elige una pieza?, ¿ha comprado alguna por un enamoramiento, o es algo más racional?
    Lo primero es el enamoramiento, que siempre es una cuestión estética, después se atiende a los detalles, como la técnica, la pátina, la fabricación, si ha sido confeccionado y utilizado realmente por las tribus… Para esto hace falta mucha experiencia por eso hay que comprar a los marchantes. Pero a veces, el precio ¡puede hacer que el enamoramiento se desvanezca!. Hay que estudiar también la procedencia, de quién es, quién lo ha coleccionado, dónde… Una vez superada la fase de enamoramiento, se pasa a analizar la técnica, incluso, si son piezas relevantes, con análisis científicos, como el Carbono 14 y la termoluminiscencia, que pueden determinar un período, y aunque no pueden dar una fecha, ofrecen una escala posible, nunca cierta, pero es preciso hacerlo. En un buen enamoramiento está todo: la forma, la pátina, el color… es lo mismo que ocurre con un cuadro, de entrada, gusta o no gusta… y también sucede cuando un hombre mira a una mujer, o una mujer a un hombre: al principio se trata de encontrarse atractivos, después es el momento de fijarse en los detalles [sonríe]. Existen también los flechazos, pero son más raros.

    Algunos coleccionistas “hablan” con sus piezas y establecen un diálogo…
    Es cierto… para dialogar con las piezas es más fácil el arte tribal porque es figurativo. Con una máscara siempre se puede empezar un diálogo; con un Rothko, por mucho que te gustara, no sé si se podría… pero eso es la continuación del flechazo: se acaricia la pieza, se le habla… es como una locura.

    ¿Ha hecho algún «descubrimiento»?
    Todos los días… pero llegó un momento en que ya no hacía descubrimientos en arte africano, y ésta es la razón por la que empecé a coleccionar arte oceánico.

    ¿Qué piensa del arte aborigen australiano?
    Creo que es decorativo, pero no es tribal porque se conoce desde los años 60, y el arte tribal oceánico es más antiguo. El arte aborigen australiano es contemporáneo, está muy mediatizado y se encuentran cuadros porque todavía hay producción, puede coleccionarse pero no es arte tribal, y aunque sea muy bonito y pueda darse una explicación de su simbolismo, no es tribal. Por otra parte, yo estoy habituado al volumen y los cuadros son planos… el arte tribal tiene tres dimensiones.

    Usted vendió su colección de vanguardia rusa para empezar a coleccionar arte de Oceanía. ¿Recuerda cuál fue la primera pieza que compró de arte oceánico?
    La primera… [dice pensativo]… ¡sí, sí! fue un «crochet«, una figura-gancho; generalmente son piezas ceremoniales con uno o dos ganchos de suspensión. Estos ganchos tenían dos funciones diferentes. Una de ellas era la de colgar los alimentos para protegerlos de los roedores, como los ganchos de los carniceros. Otra era la de colgar los cráneos de los enemigos ya que ellos creían que conservando el cráneo también conservaban el vigor del contrincante.

    ¿Cómo han evolucionado el valor y el precio de las artes primeras en los últimos años?
    Están en constante evolución. Los precios siguen aumentando porque cada vez hay menos piezas en el mercado.

    ¿Cree que las subastas han contribuido al aumento de precios?
    Sí y eso es bueno porque da credibilidad. Afortunadamente existen grandes marchantes que ofrecen piezas de excelente calidad a muy buenos precios… y exponen en Parcours des Mondes.

    En los últimos años, el interés por el arte oceánico ha crecido entre los coleccionistas de artes primeras…
    En los últimos quince años había pocas galerías especializadas en arte oceánico. En cuanto al arte africano, había muchas piezas importantes pero también muchos marchantes; entonces, la gente, por gusto y por necesidad, empezó a fijarse en el arte oceánico, era distinto, colorista, y ahora suscita gran interés. Existen islas habitadas que producían objetos para sus habitantes y hay piezas de cuando llegaron los primeros exploradores en el siglo XIX, pero son rarezas. En los catálogos de subastas, así como en Parcours des Mondes, el 10% de las piezas de artes primeras son de Oceanía, y el resto de África. Hay regiones tribales poco conocidas por los coleccionistas, como el Sudeste asiático (Tíbet y Nepal) y Filipinas en donde hay piezas extraordinarias, como por ejemplo las que exhiben la Galerie Bovis y la Galeria Manfredi. Actualmente hay una bella exposición en el Museo del Quai Branly sobre arte filipino, que aconsejo visitar. Afortunadamente aún quedan objetos por descubrir [dice con entusiasmo].

    ¿A qué precio puede encontrarse una pieza interesante de Filipinas?, ¿de qué tierras o culturas son las piezas más asequibles?¿A partir de qué precios se pueden encontrar piezas en Parcours des Mondes?
    Aparte de Alain Schoffel y Alex Arthur, quienes en los años 1970 y 1980 coleccionaron este tipo de piezas, no existen otros coleccionistas de arte tribal filipino. Apenas hay piezas disponibles en el mercado actual. Solo hay dos o tres marchantes que ofrecen esporádicamente algunos objetos. Por eso es prácticamente imposible determinar los precios. Pero a priori las obras presentadas son accesibles. Lo que es bello y antiguo es siempre accesible. En Parcours des Mondes se pueden encontrar piezas a partir de dos mil euros y con la garantía de recibir un consejo profesional acertado.

    ¿Ha llegado a los coleccionistas chinos el interés por el arte tribal?
    Existen coleccionistas chinos atraídos por el arte tribal, pero en general se interesan por su propia civilización y su propio arte.

    M. Perera
    Del 10 al 15 de septiembre
    Varias sedes. Saint-Germain-des-Prés. París
    www.parcours-des-mondes.com

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