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    Éxtasis y tormento. La colección de Pier Luigi Pizzi

    Pizzi

    Formado en el Piccolo Teatro di Milano junto a Giorgio Strehler, Pier Luigi Pizzi (Milán, 1930), el influyente director de escena italiano es, también, un insigne coleccionista de pintura del Seicento. Viejo conocido de los teatros españoles, sus montajes sobre la trilogía de Haendel y Monteverdi se han escenificado durante las tres últimas temporadas en el Teatro Real de Madrid.
    Luca Giordano, José de Ribera, Giuseppe Maria Crespi, Il Guercino, Cecco del Caravaggio, Guido Reni son algunos de los artistas seleccionados con atención e inteligencia crítica por este licenciado en Arquitectura que empezó su colección de arte en la madurez, cuando ya tenía 60 años.
    Aunque al principio mostró interés por la figura humana, las arquitecturas pintadas y los bodegones, poco a poco su mirada fue centrándose en la mística del dolor, reuniendo una excepcional galería de rostros entregados al éxtasis y al tormento. Los suntuosos salones de siete metros de su palacio veneciano, el mismo en el que vivió Tiziano se impregnaron de una atmósfera tenebrista al poblarse de retratos de Cristo, mártires cristianos y héroes de la mitología clásica.
    Las 46 pinturas que componen su colección han abandonado el palacio veneciano sobre las aguas en el que viven para visitar la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid –que ante el éxito de público ha prorrogado la exposición.
    Son cuadros de gran valor e impacto visual salidos de los pinceles de los mayores representantes de un siglo que exalta los sentimientos, las pasiones extremas, y que revelan una espléndida puesta en escena representativa del Barroco, en cuanto auténtico teatro del mundo, con todos sus elementos dramáticos e inquietantes.
    Destaca un filón temático concentrado en el arte figurativo, siguiendo las dos principales corrientes estilísticas del siglo XVII: el naturalismo y el clasicismo. Formada en los últimos veinte años, su pinacoteca particular reúne principalmente lienzos con un único protagonista – sin paisajes, sin vistas, si se excluyen cuatro naturalezas muertas y dos perspectivas.
    Predominan los retratos de San Sebastián, la piedad de su martirio y su desnudez, que ofreció a muchos pintores motivos para investigar sobre el sufrimiento humano, para presentarlo como ideal de belleza, de esperanza y de fe- como en el caso del San Sebastián de Luca Giordano, de Giuseppe Maria Crespi y del Guercino.
    Todos estos sujetos retratados según la hagiografía de la Contrarreforma nos ofrecen una intensa reflexión. Un cielo que se oscurece sobre el cuerpo lívido de un mártir, en un escorzo audaz; el tema de la purificación y el de la seducción, todos juntos devuelven al espectador el ideal puro de la belleza, el placer estético, estimulando los aspectos más recónditos y oscuros de la imaginación.
    Carmelo Di Gennaro, director del Instituto Italiano de Cultura de Madrid, que fue director adjunto del Teatro Real de Madrid durante cinco años, ha conseguido traer esta espléndida colección a la Real Academia de San Fernando.
    “El maestro Pizzi es un hombre extraordinario, encantador, un genio… tenemos amistad desde hace casi veinte años, es culto y amable, hemos pasado horas hablando de arte, literatura, teatro… charlar con él es un placer, es refinado sin ser presumido y es un anfitrión magnífico cuando se va a su casa -señala Di Gennaro- Me interesaba mucho, como director del Instituto Italiano de Cultura, dar a conocer la faceta de coleccionista de Pizzi porque, de algún modo, es como el heredero de la figura del mecenas de Papas y Príncipes, que medían su grandeza por los encargos de obras de arte. El mecenazgo es algo muy vinculado a la historia de Italia y los coleccionistas como Pizzi cumplen una misión muy importante conservando las grandes obras de arte”.
    La exposición muestra la colección en su integridad, casi medio centenar de cuadros. “En ella existe una línea barroca, muy puntual, en la que destacan lo teatral y las pasiones, con su natural oposición entre el sufrimiento y el gozo, y dentro de esta línea barroca. Hay una sublínea de once cuadros –añade Di Gennaro- cuyo tema es San Sebastián, una de las figuras en las que el sufrimiento y el gozo están muy presentes; entre ellos, hay dos de Luca Giordano, uno de Salvatore Rosa, que es bastante inhabitual puesto que la mayoría de su obra se centró en el paisaje, y uno de Guido Reni, del que se conocen seis versiones, una de las cuales está en el Museo del Prado; hay que añadir aquí que, según el historiador inglés Sir Denis Mahon, este Guido Reni de la Colección Pizzi es la versión más bonita de las seis porque despunta ya como una obra de madurez del pintor. Al lado del San Sebastián, hay otras piezas también estupendas.”
    Pizzi empezó a interesarse por la pintura barroca a los 60 años pues antes era un conspicuo coleccionista de arte contemporáneo. “Se desprendió de la colección de arte contemporáneo para iniciar la colección de pintura barroca. Siempre subraya que el primer cuadro que compró, al que tiene mucho cariño, es una obra de Cecco del Caravaggio, que fue asistente y amante de Caravaggio. Recientes estudios apuntan a que en esta pintura podría estar la mano del maestro. También son especiales un Ribera de 1631, muy bonito, y otro Luca Giordano, además de un Guercino, una cabeza de gentilhombre, que introduce un contraste interesante en la colección, que en su mayoría es de arte sacro, aportando la visión del arte profano.”
    El milanés sigue comprando con muy buen ojo y gusto exquisito. “Compra en alguna subasta, pero él no quiere hablar mucho de esto. Es amigo de muchos anticuarios y cuando hay alguna pieza buena que pueda interesarle, se la ofrecen” dice Di Gennaro, “Su colección tiene la particularidad de que ha comprado cuadros porque le gustaban y le parecían obras de gran calidad y luego han resultado ser obras de artistas importantes, como un Luca Giordano, certificado por Nicola Spinosa, experto en pintura napolitana de los siglos XVI y XVII –explica Di Gennaro- Es una colección muy interesante para los estudiosos, que siguen investigándola, ya que algunas obras han pasado por atribuciones distintas; por ejemplo, el Salvatore Rosa había sido anteriormente atribuido a Ribera.”
    Conseguir pinturas del siglo XVII de gran calidad no es tarea sencilla. “Es verdad –concede Di Gennaro-principalmente porque hay que tener una buena posición económica para acceder a ellas.”
    Debido a su formación como arquitecto Pizzi se dedicó a la escenografía atraído por su naturaleza efímera. “Todos los creadores de teatro se sienten atraídos por lo efímero, que es una estética muy barroca. Ahí se ve también la atracción de Pizzi por el Barroco, no es solo que se vean obras maestras en su casa…”
    Visitar la vivienda-museo del escenógrafo es un privilegio reservado solo a unos pocos “Hay que ser amigo suyo” admite sonriendo Di Gennaro.
    ¿Es Pizzi un esteta? Di Gennaro lo tiene claro: “Si con ese término consideramos que la estética no tiene ética, no es el caso. Toda estética tiene que ir acompañada de ética, como decía Nietzsche; en este caso, sí, podríamos decir que es un esteta.”

    Vivir en la casa Tiziano
    “Pier Luigi siempre tuvo casa en Venecia; vivía en el Palazzo Contarini delle Figure, pero era una casa alquilada y él quería encontrar una vivienda para comprarla. Finalmente encontró un palacete cerca de la Iglesia Maria Gloriosa dei Frari, que tiene la particularidad de que está allí la maravillosa Asunción de la Virgen de Tiziano, y además, ahí está la tumba de Claudio Monteverdi. El palacete que compró había sido la casa taller de Tiziano y tiene las paredes de color rojo pompeyano, por eso nos pidió que pintáramos de este color las paredes para la exposición, para recrear la atmósfera en la que están las pinturas en Venecia” explica Carmelo di Gennaro.

    Un coleccionista con criterio
    “Pizzi se inició con Cecco del Caravaggio y luego empezó con arquitecturas pintadas, tiene dos cuadros de gran envergadura de este género; luego siguió con los bodegones –explica Carmelo Di Gennaro-. Lo que es deslumbrante en su colección es que está marcada por una línea muy puntual; muchas colecciones tienen distintos autores, diversos conceptos… Pizzi es capaz de rechazar cuadros de primer nivel porque no encajan con la unidad que quiere dar a la colección. Es un hombre muy conocido a nivel internacional, pero esta colección nos ayuda a entender su mundo, las fuentes de su inspiración para realizar sus puestas en escena, algunas de las cuales han hecho historia, como ha pasado con Rinaldo de Händel, Alceste de Glück, Orlando el Furioso de Vivaldi, que tal como lo escenificó Pizzi fue un redescubrimiento de Vivaldi como compositor de ópera, Semiramide de Rossini… toda la estética entre lo barroco y lo neoclásico; claro que no son cuadros que uno colgaría en el salón de su casa porque son muy dramáticos, pero él valora estos efectos y los tiene en su casa.”

    M. Perera

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