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    Galeria Kevorkian. El esplendor de la cerámica islámica

    Armenios de Turquía, los Kevorkian emigraron a Irán a principios de siglo XX, época en la que realizaron múltiples prospecciones y descubrimientos en el campo del arte antiguo y el de las artes islámicas. Convencidos del interés de esos descubrimientos, fueron de los primeros en mostrar obras de arte de las civilizaciones de Oriente Medio en Occidente. Esta numerosa familia se dispersó por el mundo, instalándose en Bombay, Teherán, Londres, Nueva York [donde tiene su sede la Fundación Kevorkian], y París.
    En la capital del Sena, la galería Kevorkian nació en la Rive Droite, barrio donde se establecieron los mejores anticuarios de la capital, próximo al Hotel des Ventes en la calle Drouot. Entre las dos guerras, Carnig Kevorkian abandonó la calle Le Peletier por la Rive Gauche y se instaló en el Quai Malaquais, frente al Museo del Louvre. En esta misma dirección Annie Kevorkian, al finalizar sus estudios de historia del arte en la Universidad de Columbia, sucedió a su padre en 1964. La hija de Anne-Marie, Corinne, estudiante en el Institute of Fine Arts de la Universidad de Nueva York y diplomada en la Escuela del Louvre, se asoció con su madre en 2006.
    Nuestra revista tuvo la oportunidad de conversar con Anne-Marie y Corinne Kevorkian, madre e hija, que nos ilustraron sobre el mundo de la cerámica antigua árabe.

    Antes del Islam, la cultura árabe ya se había desarrollado surgiendo reinos, ciudades y estilos artísticos. ¿Fueron importantes las influencias de motivos decorativos procedentes de las culturas bizantina, griega y romana?
    Existe una influencia grecorromana transmitida por el arte bizantino, en Siria, al principio del periodo Omeya, aunque este ascendiente desapareció rápidamente.
    La influencia bizantina se encuentra de nuevo en la arquitectura otomana de Turquía. Así, Ayasofia (Santa Sofía) en Estambul es una antigua basílica cristiana transformada en mezquita y la mayoría del resto de mezquitas otomanas y sus cúpulas, se inspiran en modelos bizantinos. Hay cierto hieratismo en la representación de los seres animados en el arte islámico que se asemeja al del arte bizantino. Pero se explica también por razones religiosas propias del Islam y otras tradiciones estéticas orientales, como la de la Persia Sasánida (226- 652 d.C.).
    Generalmente las tradiciones estéticas locales, fueron integradas, reinterpretadas y transformadas por los conquistadores musulmanes. Este fenómeno se produjo desde la época de los primeros califatos (Omeya en Siria y Abásida en Mesopotamia) hasta el periodo de los grandes imperios (el Mogul en India).

    ¿Cómo definiría al arte islámico y qué periodo abarca?
    El término ‘arte islámico’ es ambiguo porque da a entender que se trata de un arte religioso. En realidad, la mayoría de las producciones artísticas islámicas que se ven en los museos y en el mercado del arte pertenecen a un contexto secular y no tienen ninguna función religiosa. Pero es cierto que este arte refleja una visión del mundo que podríamos definir como ‘musulmana’.
    Un común malentendido sobre el arte islámico es el que se refiere a las imágenes. A menudo se cree que la civilización islámica es iconoclasta. En verdad, las producciones de este arte rebosan de figuras humanas y animales, ya sea en las cerámicas, los metales, las miniaturas, o la decoración arquitectónica. Lo que existe es una prevención religiosa contra la idolatría y la tentación inmodesta de imitar la obra de Dios. Esto tiene dos consecuencias: la ausencia, salvo pocas excepciones, de representación de seres animados en contextos religiosos (por ejemplo mezquitas, escuelas coránicas, coranes); y desde el punto de vista estilístico, que el artista musulmán se aleja del naturalismo, del ilusionismo: como la perspectiva, la representación de las sombras, el relieve, la profundidad, etc. Se trata de un arte en dos dimensiones más que en tres dimensiones, donde la línea es imperante.
    Este concepto de arte se desarrolla en dos de los temas más característicos del arte islámico. El primero es la ‘caligrafía’ que ocupa un puesto preeminente en el mundo islámico. La escritura es considerada la primera creación que Dios regaló a los hombres. Declinada en muchos estilos caligráficos, no se limita al arte del Libro sino que cubre todas las superficies: desde objetos en cerámica o metal hasta paredes de edificios. El segundo tema es el ‘arabesco’ que parece no tener ni principio ni fin, donde el ojo del espectador circula sin poder pararse.
    Otra característica del arte islámico es la casi ausencia de escultura y, en menor medida, de pintura fuera de los libros. El arte del Islam se desarrolla en objetos que suelen tener una función utilitaria. Pero se trata de arte y no de simple artesanía. Es más bien un arte cotidiano cuya ornamentación tiende un puente entre el mundo terrenal y el del más allá, un arte que ofrece una visión intelectualizada del mundo, observado a nivel divino más que humano.

    El arte islámico abarca una extensa zona geográfica: España, Marruecos, Afganistán, África subsahariana, India y Sudeste Asiático, etc. ¿Existen diferentes estilos artísticos islámicos? ¿Cuáles fueron los centros de producción más importantes?
    La civilización islámica se ha desarrollado desde hace trece siglos sobre un territorio extremadamente amplio y sus manifestaciones artísticas, aunque revelan una innegable unidad, no pueden reducirse a una fórmula única. Así, en la caligrafía, encontramos estilos locales como la escritura maghribi, una derivación del kufí en España y Norte África, el nasta’liq originario de Irán o el diwani de la Turquía Otomana. Además, ciertas regiones han destacado en el uso de técnicas particulares: las artes pictóricas, muy escasas en el mundo árabe, se han desarrollado mucho en Irán y la India mogul; España y Egipto sobresalen en el trabajo del marfil; la Siria de los Mamelucos en la metalistería y el trabajo del vidrio esmaltado; India y Turquía en el trabajo de las piedras preciosas, etc.
    Uno de los centros artísticos más fecundos del mundo islámico es Irán (que según los periodos abarca también Asia Central y Afganistán). Algunos ejemplos de este paroxismo artístico son los bronces selúcidas de Jorasán, las purísimas cerámicas samánidas con decoración caligráfica, el altísimo nivel técnico alcanzado por las cerámicas esmaltadas minai al final del siglo XII, los azulejos de brillo metálico del periodo il-khanide, las alfombras de Kashan y la edad de oro de la miniatura bajo la dinastía safávida en el siglo XVI.

    Las leyes islámicas prohibían comer y beber en recipientes de oro o plata, lo que desencadenó la producción de utensilios más sencillos como la cerámica o el vidrio. ¿Hasta qué punto las normas islámicas han influido en el desarrollo del arte?
    Toda obra humana rivalizaba con la creación divina, pudiendo considerarse un ultraje al Islam. El hombre no puede reproducir la forma humana, ni pretender un poder eterno por el uso de materiales duraderos. Es así como la escultura de bulto redondo es prácticamente inexistente en el arte islámico, y el oro y la plata únicamente se aplican a título absolutamente excepcional, mayormente en épocas tardías, influídos por Occidente, como en la época Kadjar. Las reglas son limitadoras, pero pueden ser, si no quebrantadas, al menos soslayadas, abriéndose la puerta a nuevas direcciones y a una creatividad técnica y artística. En ese sentido, la prohibición de usar materiales imperecederos, favoreció el desarrollo de las artes del fuego, el vidrio y la cerámica, artes todas ellas que pueden considerarse por Oriente como artes menores. Ciertamente, se trata de materiales efímeros, ya que la mano del hombre únicamente puede crear la ilusión, el reflejo de lo que no puede aplicar. Así nacerá el ‘reflejo metálico’, ese efecto de lustre obtenido por el empleo de óxidos de cobre sobre un soporte arcilloso o silíceo. De esta forma se experimentarán todas las técnicas de decoración propias del latón: esgrafiado, champlevé, cloisonné, esmaltes, calados, etc.

    Los alfareros musulmanes produjeron una espectacular gama de objetos cerámicos, de gran calidad y perfección técnica…
    La esencia misma del Islam sitúa en primer plano la escritura como expresión artística y las artes del Libro tuvieron mayor relevancia en el Islam que en otras civilizaciones. Las variaciones alrededor de la escritura son infinitas y confieren un verdadero sentido a la caligrafía. El arte de la cerámica, soporte a menudo de la escritura, ocupa un lugar relevante en la jerarquía del arte islámico. En efecto, las prohibiciones islámicas permitieron el desarrollo de las artes del fuego, principalmente la cerámica, que puede compararse por su excelencia y diversidad a la de China. El número de técnicas de fabricación o de decoración experimentadas, es inmensa. Cerámicas arcillosas vidriadas al plomo, decoración esmaltada, incisiones de esgrafiado, grabados, calados en ‘grano de arroz’, silueteado, champlevé, lustrado a fuego, etc. Sin olvidar ciertas producciones raras de gran dificultad, como las cerámicas a doble pared o las vasijas incisas y esmaltadas con decoración cloisonné, llamadas ‘lakabi’.
    La cerámica musulmana tiene dos aspiraciones primordiales: rivalizar o suplantar la latonería y paliar la ausencia de caolín tratando de imitarlo. Esto estimuló una creatividad que hicieron de la cerámica islámica una de las más creativas e ingeniosas del mundo.

    La orfebrería y la caligrafía influyeron en las formas y motivos ornamentales que se utilizaban para la cerámica. ¿Qué criterios se deben tener en cuenta al valorar una pieza?
    En el terreno de la cerámica, el estado de conservación de una pieza no es el principal criterio de calidad. No podemos exigirle a la cerámica islámica lo que esperaríamos de una cerámica china, de las lozas o las porcelanas europeas o cualquier cerámica funeraria. Las cerámicas de excavaciones medievales del Islam no provienen de tumbas sino que han sido encerradas por accidente. Fracturadas en el transcurso de los siglos, sólo excepcionalmente se conservan intactas. Los criterios fundamentales de calidad serán más bien el estado del vidrio, la fuerza de su diseño y composición, así como la belleza de su escritura. El mismo tornasolado, que es una descomposición del vidrio, puede añadir un mayor encanto a una pieza siempre que no altere su decoración.

    El tratado de Ibn Ukhuwwa (m. 1329) escrito durante el periodo mameluco establece la necesidad de elegir un supervisor de alfareros y porcelana: “la porcelana debe ser de textura uniforme, los recipientes deben ser sólidos y sin que se rompan entre las manos, siendo los defectuosos desechados”. ¿Por qué eran tan perfeccionistas?
    Porque no se trata de un arte menor. El prestigio de la cerámica es tal que figura entre los presentes ofrecidos con motivo de ocasiones excepcionales: fiestas de Año Nuevo, regalos a soberanos o dignatarios extranjeros… Sin embargo, en detrimento de la calidad incontestable de las obras y de la destreza de los artesanos, el término ‘perfección’ no es el apropiado para la obra del hombre, término que únicamente puede aplicarse a lo divino. Así, el artesano, más que dominar o terminar la obra, dejará una parte al azar permitiendo, por ejemplo, que se vierta una pieza vidriada antes que recubrirla de manera uniforme y completa.

    Aunque los alfareros musulmanes admiraban la delicada porcelana china y trataban de imitar sus formas y diseños, no tenían acceso al tipo de arcilla adecuado para fabricar la verdadera porcelana, como tampoco podían hacer que sus hornos alcanzasen temperaturas suficientemente elevadas. Aún así, la influencia de la cerámica y porcelana china fue muy importante en el desarrollo de la artesanía islámica. ¿Qué rasgos de la decoración son los que más influyeron y en que periodo?
    El mundo islámico es, al igual que China, una de las grandes civilizaciones de la cerámica. En este campo el arte islámico ha alcanzado un nivel tecnológico y de invención decorativa insuperable. Por ejemplo, el brillo metálico fue aplicado por primera vez a la cerámica por los alfareros abásidas en Irak en el siglo IX. Los iraníes dominaron la técnica de la cerámica esmaltada, al final del siglo XII con la cerámica mina’i o haft rang [siete colores, en farsi], cinco siglos antes de Europa. Estas dos técnicas y estilos, típicamente islámicos, no deben nada a la influencia china, que sin embargo no se puede minimizar. Los musulmanes siempre admiraron la cerámica y la porcelana china y tenemos pruebas materiales de importaciones de piezas de esta región desde el periodo Abásida. Los alfareros musulmanes trataron de imitar su blancura y finura. Pero aunque tenían la destreza técnica, no disponían de las materias primas como el caolín y tuvieron que experimentar con sus propios medios. Así, los iraquíes abásidas inventaron la fayenza: una pasta arcillosa, cubierta con un vidriado tratado con óxido de estaño que emulaba la blancura de la porcelana china. Por su lado, los ceramistas iraníes elaboraron en el siglo XII una pasta silícea muy dura (mezcla de arcilla, cuarzo y esquirlas de vidrio), cuya finura se aproximaba a la translucidez de los modelos chinos. Pero los artistas de Oriente Medio nunca se conformaron con una imitación servil de los modelos chinos; siempre los adaptaron con la adición de colores y temas decorativos que se alejaban de ellos hasta alcanzar un carácter específicamente islámico.

    Existe una rica variedad de tipos de cerámica: de reflejo metálico, sultanabad, lajvardina, etc. ¿Se cotizan todas por igual?
    Los gustos de los coleccionistas de cerámica islámica han evolucionado a lo largo de los años. Hasta principios del siglo XX, se centraba principalmente en la cerámica de Iznik y de brillo metálico. El interés por un estilo tan escaso como la cerámica haft rang o minai (cuya producción duró unos cuarenta años), tan apreciada hoy, sólo apareció en la segunda década del siglo XX. A partir de los años 1920, la cerámica abásida, con las excavaciones de Samarra y la cerámica barnizada samánida empezaron también a tener éxito. En cuanto a la cerámica irania en general, su éxito culminó con una grandiosa exposición dedicada al arte persa en la Burlington House de Londres en 1931. También ciertos cambios políticos y económicos afectaron el mercado de la cerámica y al del arte islámico: la caída del Shah en Irán, el boom del mercado turco y del arte otomano que desembocó en la inflación de los precios de la cerámica de Iznik, el reciente interés de compradores del Golfo por el arte islámico y más específicamente árabe…

    Durante el periodo musulmán español, especialmente durante los siglos XIV y XV se realizaron numerosas piezas cerámicas de gran calidad, ¿Qué considera más interesante del arte musulmán español?
    Los ceramistas hispano árabes de los siglos XIV y XV produjeron múltiples obras maestras, sobre todo en materia de loza lustrada, proveniente de los talleres de Valencia. Una de las más célebres es el ánfora de la Alhambra de Granada. Si bien la técnica era la misma de los artesanos de Oriente, las formas y las decoraciones difieren. De mayor tamaño se trata de soberbias bandejas con tetón central o albarelos decorados con personajes, animales, blasones de gran fuerza acompañados de inscripciones árabes o góticas cuyos dorsos comportan igualmente una profusión de motivos decorativos. Un maravilloso ejemplo es el bellísimo plato con gacela que exhibe el Museo del Louvre, rodeado de una inscripción cristiana, que ilustra a la perfección la ósmosis de las dos tradiciones: la musulmana y la cristiana.

    La cerámica de reflejo dorado era una técnica difícil y hubo pocos especialistas. En la España musulmana la producción fue abundante. Las crónicas cuentan que en Málaga se fabricaba una cerámica de reflejo metálico que se exportaba a los países más remotos. ¿Por qué no son tan apreciadas fuera de España? ¿Por qué no alcanzan los precios de las cerámicas de Iznik?
    En Occidente siempre ha existido interés por la cerámica lustrada española. Así lo testimonian las colecciones de los museos americanos o europeos (Museo del Louvre, Victoria & Albert, etc.). Es cierto que quienes compran las lozas hispano-moriscas son coleccionistas de Alta Época más que de arte islámico. Encontramos en esas mismas colecciones muebles de Alta Época, terciopelos y textiles antiguos, esculturas y objetos de arte medieval y cerámicas de Iznik. Para el amante del arte, la cerámica española es más reveladora del arte occidental que la del arte turco del mundo otomano. En nuestros días, los principales coleccionistas son originarios de los países productores. España para unos, Turquía para otros, y el precio de los objetos depende esencialmente del poder adquisitivo de los compradores. No podemos decir que el arte otomano sea más apreciado que el arte español. En ambos países existe una producción de gran calidad, sobre todo en el siglo XV en España, el siglo XVI en Turquía, y una producción masiva «decadente» en el siglo XVII. La calidad y la rareza de las primeras, la profusión de las otra, justifica la diferencia de precios. Para el resto, se trata de gustos y moda: el lustre metálico gusta a todos, la moda ya no se decanta por las grandes bandejas suspendidas en las paredes, la Alta Época no está menos solicitada de lo que estaba anteriormente, las decoraciones muy depuradas del Islam retienen más la atención de los amantes del arte contemporáneo. Víctor Hugo escribía en Las Orientales: «España es todavía Oriente». La cerámica española sufre, tal vez, ser la frontera entre Oriente y Occidente».

    Lorena Mingorance

    Kevorkian

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