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    Un espíritu sin fronteras

    Grazyna Kulczyk empezó su colección cuando aún era estudiante de la Facultad de Derecho movida por la necesidad de llegar a la esencia de su país mediante el arte. Los ejes de su colección son el arte abstracto y conceptual, la mujer en las artes visuales y la memoria colectiva. El foco central son artistas polacos como Magdalena Abakanowicz, Roman Opalka, Zofia Kulik o Wojciech Fangor, creadores que hasta el final de la URSS trabajaron casi en total anonimato y que actualmente son reconocidos internacionalmente como grandes figuras del arte contemporáneo. La colección cuenta igualmente con una nutrida representación del arte internacional encarnado en las figuras de Anselm Kiefer, Olafur Eliasson, Donald Judd, Jenny Holzer, Sam Francis y Antoni Tàpies.
    «Las condiciones de vida en Polonia, la laboriosa tarea de reconstruir el país tras la devastación causada por la Segunda Guerra Mundial y las tensiones derivadas de formar parte del Bloque del Este sometido al control soviético, no propiciaban la creación de una colección privada que reflejara el desarrollo del arte contemporáneo –ha explicado Grazyna Kulczyk- Sin embargo logré llevar a cabo este proyecto gracias a los conocimientos que adquirí durante mi labor como empresaria pionera y comprometida. Me convertí, en esencia, en mi propia patrocinadora. Reunir mi colección exigía prudencia y determinación, y tambien osadía. Me formé como abogada. Mi padre, piloto del escuadrón 305 de la Royal Air Force, participó en la Batalla de Inglaterra. De no haber sido por las convicciones patrióticas de mi madre, médico y activista social, que convenció a mi padre para que regresara a Polonia tras la Guerra, yo habría nacido en Londres. Probablemente eso me habría proporcionado unas condiciones mejores para desarrollar mi talento empresarial, pero nunca habría tenido la oportunidad de reunir una colección de arte tan extraordinaria. Hace poco más de diez años, creé en Poznán, una de las cuatro ciudades más grandes de Polonia, un distrito artístico y comercial único con un espacio especialmente diseñado y reservado para las actividades artísticas. Se encontraba en un revitalizado complejo postindustrial de edificios conocido por el nombre de su función histórica: Stary Browar [vieja fábrica de cerveza]. En el centro comercial Stary Browar se encuentra el Museo, que acoge cada año un gran número de exposiciones de arte. También alberga la Art Stations Foundation, que organiza talleres, conferencias y festivales con artistas y expertos de toda Europa. Durante el desarrollo de estos proyectos, he descubierto que mi filosofia empresarial se puede resumir en un principio sencillo, que establece que en mi actividad arte y negocio deben repartirse al cincuenta por ciento, con independencia de que el proyecto se lleve a cabo en Poznán, en Nueva York o en Londres. Este principio aporta orden y equilibrio a todas las facetas de mi vida. Soy consciente de que pertenezco a un micromundo de mujeres coleccionistas profesionalmente activas. Siento una gran curiosidad por conocer la reacción de los espectadores españoles ante esta colección concebida de un modo sencillo y muy personal, que nació en un lugar y un momento únicos en la historia de Europa.»
    Con el título de Everybody is Nobody for Somebody [Todos somos nadie para alguien] se presenta en la Fundación Banco Santander de Madrid una selección de esta prestigiosa colección particular que sale por primera vez de Polonia y reúne 100 obras de 57 artistas que combinan pintura, escultura, fotografía, instalación y vídeo. Vanessa García-Osuna

    ¿Recuerda su primera experiencia memorable con el arte? Mi atracción por el arte surgió siendo aún estudiante de Derecho. Los círculos artísticos de mi ciudad eran sumamente activos y ejercieron una enorme influencia sobre mi. En aquella época solía comprar carteles de artistas gráficos polacos pero pasaron muchos años antes de que me convirtiera en auténtica coleccionista. Sucedió cuando comprendí que el arte era mi pasión, que estaba adquiriendo obras que, junto con las que ya poseía, formaban un todo coherente, o al menos establecían un discurso narrativo entre ellas.

    ¿Cómo empezó a coleccionar arte contemporáneo? ¿Cuál fue su primera adquisición importante? Una vez comienzas a entender el arte moderno y éste empieza a inspirarte en actividades que no tienen nada que ver con el arte, entonces el deseo de rodearse de obras de arte se vuelve una necesidad diaria. Los maestros polacos del siglo XX fueron determinantes en mi comprensión del arte. El gran paso, sin embargo, se produjo tras adquirir trabajos de artistas polacos vivos así como creaciones de figuras como Andy Warhol y Antoni Tàpies. Aquellas fueron mis primeras compras de artistas «mundialmente famosos».

    ¿Hay alguna obra que tenga un significado especial para usted? Siento un vínculo personal especial con las obras de Roman Opalka de la serie OPALKA 1965/1infinity. Su acercamiento trascendente al arte me resulta muy inspirador; me ayuda a creer que sólo algo único y excepcional te permite dejar una huella perdurable en la historia. Reunirme con Roman Opalka en su estudio de Francia, y también durante una visita a mi museo de Poznan mientras exponíamos obras suyas, hablándome del pasado y de sus motivaciones -como artista y pensador – me dejó una impresión indeleble. Opalka calculó y sistematizó la vida. Era indiferente a las opiniones de críticos, marchantes y coleccionistas. Sus pinturas están numeradas ofreciendo un comentario vital, un diario de su vida. En la exposición de Madrid, por primera vez desde la muerte del artista, muestro sus pinturas de mi colección en forma de octágono. Se trata de un método de presentación inventado por él que permite una recepción reflexiva de su arte.

    ¿Por qué decidió dedicar una sección de su colección a las mujeres artistas? Los trabajos de mujeres artistas en mi colección son increíblemente variados, tocan una gama muy amplia de temas y no pueden encasillarse sin más en lo que los críticos denominan «arte feminista». Las obras que sí encajan en esta categoría, como las de VALIE EXPORT, Zofia Kulik, Natalia LL o Alina Szapocznikow son sólo uno de los distintos tipos de arte femenino de la colección. El resto son artistas cuyo trabajo responde a una extraordinaria disciplina intelectual, que linda con la ciencia, así como con misteriosos experimentos formales, como los de Gego o Jadwiga Maziarska. Hay artistas que desbordan completamente el marco de las convenciones establecidas por los historiadores de arte, como Rosemarie Trockel, Erna Rosenstein y la jovencísima pero increíblemente sugerente Agnieszka Polska. Posiblemente sea el ejemplo más heroico de arte feminista– crear obras que eviten cualquier etiqueta. Los artistas que colecciono son personalidades extraordinarias. Aparte de sus maravillosas obras de arte, me interesan sus biografías personales. Durante siglos los hombres han dominado el mundo del arte, al igual que el de los negocios en el que yo me muevo como empresaria, y quizás por ello siento tan cercanos los destinos de estas artistas.

    Los coleccionistas dicen que no hay nada como el descubrimiento, la caza y la captura. ¿Cuáles han sido sus hallazgos más excitantes? Estoy de acuerdo con la tesis de que los coleccionistas somos, antropológicamente, recolectores-cazadores. Yo me veo más como una recolectora que, de vez en cuando, se transforma en depredadora y cazadora. Cuando estoy reuniendo obras soy extraordinariamente cuidadosa al escoger aquellas que sean representativas de las principales tendencias de mi colección. Pero, al mismo tiempo, adquirir obras de arte no es una operación aséptica, ¡todo lo contrario!. En ocasiones las emociones me han llevado en direcciones inesperadas -hay algunos ejemplos de estos «arranques» en mi colección- pero pronto regreso a la estrategia prevista y disfruto con creaciones como las de Mary Martin, a quien descubrí hace poco, o con piezas relacionadas con Ernst Benkert, insigne representante polaco del Op-Art.

    ¿De qué obra no querría separarse nunca? El cuadro Composición [Imagen residual] de Wladyslaw Strzeminski, un estrecho colaborador de Kazimir Malevich, que fue un pionero de la vanguardia constructivista de los años 20 y 30 y creador de la teoría del unismo. Strzeminski fue el instigador y co-creador de la Colección Internacional de Arte Moderno de Lódz en 1931, uno de los primeros museos de arte moderno en esta parte de Europa. En 1945 cedió su legado artistico al Museo de Arte de Lódz, y diseñó el Espacio Neo-Visual, que es una parte integral de la exposición permanente del museo.

    ¿Podría evocar la emoción que sintió al ver algunas obras por primera vez? Hace unos años, durante una visita a una galería de Nueva York, descubrí una obra diminuta de Gertrudis Goldschmidt (Gego). La pieza no era mucho más grande que un paquete de cigarrillos, pero en ella se condensaba todo su universo. Esta gran artista, realizó obras de gran escala, construyó también pequeñas maquetas que posteriormente transformaba en intervenciones urbanas.

    ¿Qué conoce del arte español? Una de las primeras y más importantes adquisiciones para mi colección, como le comentaba antes, fue una obra de Antoni Tàpies. Años más tarde, incorporé a mi colección otro lienzo de este artista excepcional. Las dos obras pueden verse en la exposición de Madrid. Sueño con poseer creaciones de grandes maestros españoles de la vanguardia, como Juan Gris y Jorge Oteiza.

    ¿Ha encargado alguna vez una obra? No, nunca.

    ¿Cuál sería su obra soñada? Hay muchas, y cada año, más. Se trata de hacer descubrimientos, de conocer nuevos artistas y nuevas creaciones. Sin embargo, siempre he dicho que mi sueño sería tener una obra de Kazimir Malevich, un polaco que compartió la pérdida de muchos de mis compatriotas, cuyas historias fueron subsumidas en una herencia cultural diferente.

    grazyna-kulczyk

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