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    Jessica Lange. Dos vidas al instante

    Al tiempo que desarrollaba una intensa carrera en el cine y el teatro, Jessica Lange cultivaba en silencio y lejos de miradas indiscretas, su otra gran pasión: la fotografía. En nuestro número de enero hemos charlado con la famosa actriz que nos revela detalles de su faceta como fotógrafa y coleccionista.
    La mirada felina y el halo de femme fatale de Jessica Lange (Minnesota, 1949) fueron las llaves que le abrieron las puertas de Hollywood y del circuito teatral de Broadway; en los dos ámbitos, la celebridad y el reconocimiento le llegaron gracias a una galería de heroínas torturadas, personajes que vivían peligrosamente en el lado oscuro, convirtiéndose en la musa etérea de dramaturgos como Tennessee Williams tras interpretar a tres de sus personajes femeninos más emblemáticos. 1982 marcó un punto de inflexión en su carrera. Produjo y protagonizó Frances una adaptación de la autobiografía de la actriz Frances Farmer, el papel que siempre ha considerado su mejor trabajo. Fue durante aquel rodaje cuando conoció al actor y dramaturgo Sam Shepard, el hombre que sería padre de dos de sus tres hijos y con quien entablaría una sólida relación sentimental que ya dura tres décadas (anteriormente había tenido una hija con el bailarín Mijaíl Baryshnikov). Fue Shepard quien años después le regalaría una Leica M6 con la que la actriz retomaría su afición por la fotografía. Jessica Lange cuenta en su haber con dos Oscar por las películas Las cosas que nunca mueren y Tootsie, cinco Globos de Oro, dos premios Emmy, y un premio del Sindicato de Actores (SAG), tres de los últimos por su interpretación en American Horror Story, la serie que ha revitalizado su carrera y con la que ha iniciado su despedida del mundo del espectáculo. “Otra obra de teatro, quizá una o dos películas, una temporada más de American Horror Story… y eso es todo para mí. Porque creo que es suficiente. Quiero retirarme en lo alto” contaba en una reciente entrevista. Posiblemente, alejada de los focos pueda dedicar más tiempo a su otra pasión, la fotografía. Entre sus actuales proyectos fotográficos figura una exposición en México DF en la Galería Hispánica Contemporánea y otra muestra en São Paulo, comisariada por Anne Morin y diChroma photography, en el MIS-Museu da Imagem que se inaugura el 10 de febrero. “Cuando hago fotografías me dejo guiar por las emociones –explica Lange- Me tomo todo el tiempo para escucharlas. Estoy tan atenta a ellas como a lo que sucede fuera, en el mundo. La fotografía refleja la coincidencia de lo que pasa dentro de mí y de lo que ocurre en el exterior. A veces, no lo puedo explicar, es algo instintivo. En este sentido, deambular por distintos lugares es importante. Este movimiento me permite dejar que las cosas surjan, sin provocarlas. Vanessa García-Osuna

    Usted tiene lazos especiales y profundos con España. ¿Qué le ha traído por nuestro país esta vez? Es cierto que mantengo un vínculo muy estrecho con España, desde hace muchos años. Es un país en el que me encuentro bien. Conservo muchos recuerdos de cuando era joven. Atravesé en varias ocasiones la península de punta a punta, des- de Andalucía hasta Asturias, de Barcelona a Madrid. Esta vez, acabo de pasar una temporada en las Islas Canarias por temas de trabajo.

    Visitó por primera vez nuestro país en los años 60. ¿Qué le llamó la atención entonces? Ha pasado mucho tiempo ¡y todo ha cambiado tanto!. En aquella época no hacía fotografía, la vivía desde fuera, pero conservo, sobre todo, intensos recuerdos de los paisajes. Me impresionó la aridez, la sobriedad que pueden tener los paisajes del sur, en oposición a la exuberancia de los del norte. Es quizás lo que más me ha marcado en comparación con los gran- des espacios americanos cuya diversidad se extiende por superficies más extensas.

    ¿Por qué decidió consagrarse en exclusiva a la interpretación y dejar la fotografía? En realidad empecé a cultivar la fotografía y a tomármela en serio hace unos veinte años. Nunca me planteé sustituir mi profesión de actriz por la fotografía, sino “compaginar” ambas pasiones. Las dos se retroalimentan. La fotografía me permite ver el mundo. Es una cuestión de posición, de distancia, de equilibrio entre ver y ser vista.

    La fotografía quedó en un segundo plano hasta hace quince años, cuando su marido Sam Shepard le regaló una Leica. ¿Qué le motivó a coger de nuevo la cámara? En mi hogar, yo era la encargada desde siempre de documentar los acontecimientos familiares, en especial, desde que llegaron niños a nuestras vidas. Sentíamos la necesidad de atesorar los recuerdos, de archivarlos y de crear una memoria. Cuando llegó a mis manos la Leica, que aún sigue conmigo y me acompaña en muchas ocasiones, entendí que lo que iba a hacer con esta herramienta iba a ser distinto. Aunque sigo fotografiando en un contexto privado, esta cámara me permitió dar un paso más allá y fotografiar “lo que veo” fuera de mi entorno más íntimo e inmediato. Muchas veces doy largos paseos allá donde me encuentre y tomo fotografías de lo que me llama la atención de manera intuitiva.

    Como fotógrafa usted parece atraída por la noche, ¿por qué? ¿es cierto que no utiliza flash? Más que la noche, y particularmente México, lo que me llama la atención es ese breve intervalo en el que se anuncia el final del día, y el principio de la noche, donde las evidencias engañan y se hacen apariencias. Es un momento en el que se confunde lo real y lo imaginario. Se superponen imágenes y se crea una materialidad y una densidad extraña. No utilizo el flash justo por esta razón, para no destruir esa materialidad. Prefiero captarla con tiempos de ex- posición más prolongados donde siempre existe un margen de tiempo que permite que sucedan “accidentes fotográficos.”

    ¿Qué rasgos deben tener en común una actriz y una fotógrafa? Una faceta equilibra y compensa la otra. Es una cuestión de posición, de relación con el mundo. En la primera situación, estoy expuesta, estoy en escena, soy visible, pero estoy fuera del mundo, pues es una ficción; en la otra situación, soy observadora, estoy dentro del mundo y soy invisible. Cada una de las posiciones tiene sus atributos. La fotografía me permite ser partícipe del mundo y a la vez testigo de él. Es una proyección de la realidad. Por ese motivo me interesa particularmente fotografiar lo banal, lo cotidiano, lo que pasa desapercibido, y no lo espectacular.

    México ha inspirado gran parte de su obra. ¿Por qué este país es tan especial para usted? Me siento muy bien allí, es un país que siempre me ha atraído. Voy a menudo, cada vez que puedo. ¿Qué me atrae? La luz, la gente, la sencillez, la calidez de las personas. Es un país extraordinario, enorme, donde siempre hay cosas por descubrir.

    Cuando trabaja como actriz, ¿le gusta hacer fotos del rodaje, de sus compañeros…? No, es algo que nunca hago, ni he hecho. Diferencio muy bien los dos mundos. Fotografiar en un set no es algo que me interese. El mundo real, en cambio, sí.

    Usted ha sido retratada por importantes fotógrafos. ¿Quiénes fueron los más especiales? No sabría decirle. Retratar a alguien es una cosa y ser retratado, otra. Para mi no es una experiencia memorable, ni singular.

    Además de fotógrafa usted es una exquisita coleccionista de fotografía. ¿Hay alguna obra de la que no quisiera separarse nunca? Formar una colección exige tiempo. Tengo imágenes de Cartier Bresson, de Josef Koudelka, de Walker Evans… Son obras importantes para mi porque me han influido a la hora de mirar el mundo, de fotografiar, pero, en la actualidad, poseerlas no lo considero relevante. Las poseo y disfruto contemplándolas, pero estoy en un momento de mi vida en que prefiero simplificar, es decir, vivir con menos, descargarme, deshacerme de objetos, de lo material en general. Me atrae más vivir experiencias, emociones, algo que afortunadamente me procura la fotografía.

    Jessica Lange
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