• tendencias del arte

    Jorge Galindo: pintar como respirar

    La formación de Jorge Galindo (Madrid, 1965) en los Talleres de Arte Actual del Círculo de Bellas Artes de Madrid sería el punto de partida para una exitosa carrera que empezaría en 1988. Admirador de la Escuela de Nueva York desde sus inicios, su pintura se justifica también por el propio acto vital de pintar, de ahí que afirme que su pintura es su vida. Su obra, enmarcada en una cierta abstracción gestual, se desarrolla a través de series en las que conviven distintas técnicas con collage y assemblage, introduciendo en ellas parte de un entorno cotidiano, ya sea cercano o lejano, vivido o incluso con la nostalgia de lo no vivido, como son revistas, vinilos y objetos de su colección. Marga Perera. Foto: David García Torrado

    ¿Recuerda su primera experiencia con el arte? Sí, a los 6 ó 7 años. Fue en un concurso de pintura infantil en el colegio, la temática era el deporte y yo hice un cuadro de un combate de boxeo, con su ring, sus boxeadores y su público; el boxeo estaba muy de moda en España a principios de la década de 1970. El concurso era a nivel nacional y a los dos meses me llamaron porque había ganado el primer premio, me entregaron el cheque en una ceremonia en el Palacio de los Deportes… Fue el primer cuadro que vendí, todavía guardo los recortes de prensa de aquello.

    ¿Cómo fue su formación como pintor? Empecé Bellas Artes en la Complutense pero a los dos años decidí dejarlo e irme a los Talleres de Arte Actual del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Para mí la libertad y la conexión con artistas del momento era mucho más interesante. El Círculo, a mediados de los 80, era como la universidad de arte paralela, donde daban cursos autores consagrados y llegaban alumnos de todas partes de España y de fuera; allí coincidimos artistas que estábamos empezando como Antonio Murado, Santiago Sierra, Javier Riera o el mexicano Gabriel Orozco. Para mí fue crucial el taller que hice con Carlos León, cuando terminó nos animó a continuarlo, alquilando un taller con él y varios alumnos… fue mi primer estudio…También fue fundamental el de Julian Schnabel, que hice un par de años más tarde; Julian era el artista internacional más reconocido del momento y apareció en Madrid para impartir un breve pero intenso taller de una semana; recuerdo su empatía y generosidad, y después de su primera visita a mi estudio me ayudó muchísimo, hablando de mi trabajo a mucha gente… entablamos una amistad que aún dura, más de veinticinco años después.

    ¿Cuándo empezó a sentirse artista? En realidad me recuerdo pintando siempre; mi infancia está ligada a estar todo el día pintarrajeando con ceras de colores… ahora hago lo mismo pero a otra escala.

    ¿Quién le dio su primera oportunidad? Mi primera individual la hice en la galería Víctor Martín en Madrid en 1989. Rafael Doctor trabajaba allí como asistente de Víctor y fue él quien le enseñó fotos de mis cuadros y le insistió en que tenía que hacerme una exposición. La siguiente la hice con Soledad Lorenzo. Ella me dio la oportunidad de poder vivir de mi pintura sin preocuparme de nada más… hice diez muestras individuales en su galería.

    Ahora es artista de Helga de Alvear Yo trabajaba con Soledad Lorenzo, en Madrid, y en el momento en que cerró su espacio, para mí fue un paso natural entrar a trabajar en la galería de Helga porque la conocía desde hacía años y ella apreciaba mucho mi obra. De hecho, en el momento en que se empezó a hablar de que Soledad Lorenzo iba a cerrar su espacio, fue inmediato. Helga era una buena coleccionista mía, incluso antes de empezar a trabajar juntos, y en su colección tiene muchas obras mías, diría que una pieza de cada una de las series que he hecho. En los últimos años, en las ferias internacionales Helga presenta un solo artista, a mí me dedicó un stand individual hace dos años en Art Basel, así que este año irá con otro artista.

    ¿Cuáles son sus referentes artísticos? En esa época, mucha pintura americana de la Escuela de Nueva York, la pintura “Heroica”… mucho De Kooning, Rauschenberg, Pollock, Twombly… y en España, Guerrero.

    Los artistas de las vanguardias se preguntaban por la función social del artista. ¿Cree que el artista actual debería cuestionárselo también? El arte es un espejo de la sociedad, ésa es su función social, trabajamos en un contexto contemporáneo enfrentados a la realidad.

    ¿Cómo ve la situación del arte actual español? Penosa… de postguerra. Con varias generaciones de grandísimos artistas viviendo de la “pirueta“. En España se ha pasado del cierto espejismo en los años del entusiasmo… a la falta de interés por el arte contemporáneo y ahora directamente al desprecio, al cierre de galerías a causa de la crisis, al hundimiento de la cotización de los artistas apuntillado por las casas de subastas…. el mercado del arte haciéndose el harakiri.

    Asegura que “pintar hoy es un acto de impertinencia”. Me refería a que aquí, cuando empezaba a exponer, se denostaba la pintura como algo “viejuno”… que un artista joven pintara era algo así como anacrónico; lo pertinente era que hiciera otras cosas… por eso sentía que pintar era un acto de impertinencia, un acto a la contra…

    También ha dicho: “Veo toda mi obra como un conjunto, el estilo, el tema no importan, lo importante es la pintura”. Me refería al acto de pintar como actitud ante la vida, como forma de vida. El estilo y el género no importan, he pintado de todo, figuración, abstracción.etc… Hice una exposición que se titulaba Pintura de todos los géneros, por eso. Siempre he hecho los cuadros que menos se esperaban de mí, queriendo mantener ese sentimiento de sorpresa… sorprenderme yo primero con lo que estaba haciendo, no tener ni idea de lo que voy a pintar mañana. Mi intención cuando pinto es seguir pintando al día siguiente. Francis Picabia decía: “Después de fumar un cigarrillo, no estoy interesado en la colilla”, pues eso.

    ¿Se enfrenta a un cuadro con una intencionalidad previa o se deja llevar más por el azar? Normalmente, sí tienes una intencionalidad previa; el azar viene después, en el momento en que empiezas a desarrollar lo que tienes en la mente, aunque la mayoría de veces ya no tiene nada que ver con lo que habías pensado. Lo que me interesa principalmente es pensar en el proceso; yo soy un pintor que cambio de estilo en cada serie. Primero me interesa pensar cómo voy a plantear la serie que voy a pintar, cómo voy a trabajar, qué material voy a usar, tipo de pintura y de soporte… eso conlleva problemas técnicos para realizar las obras y también tengo que pensar
    en cómo voy a pintarlas porque puedo hacerlo con las manos, con brocha, con palos, con los pies… En el momento en que estás planteando cómo hacer la serie, sí que hay una intencionalidad clara, pero lo interesante y divertido es que no sabes lo que vas a pintar mañana ni cómo vas a hacerlo porque entonces sí que interviene el azar y te lleva hacia otros sitios, así que después cambia mucho. Esto es importante porque te da una capacidad de sorpresa que para mí es interesante mantener siempre. Cuando doy por cerrada una serie ya he aprendido cómo hacer esos cuadros y entonces me parece monótono seguir haciéndolos.

    Comparte estudio con Felicidad Moreno, ¿también ideas?, ¿hay algún tipo de influencia entre ambos? Compartimos la vida, los estudios los hemos tenido siempre separados, cada uno tiene su mundo en su taller.

    ¿Qué le llevó a vivir a Londres? Fui por mis hijos; quería que estudiaran en Inglaterra, pero eran adolescentes y lo que no me hacía gracia era separarme de ellos y verlos sólo durante las vacaciones, así que decidimos trasladarnos toda la familia. En principio era para un año, pero al final fueron cinco, de 2010 a 2015. Durante este lustro, como inicialmente iba a ser una estancia provisional, fui cambiando de estudio y conocí un poco la escena de Londres, pero tengo que decir que me parecen mucho más interesantes los pintores españoles de mi generación que los que pude conocer allí. Londres es un mercado enorme y un sitio con una palpitación especial en el mundo del arte, pero en cuanto a artistas de mi generación prefiero los españoles. El arte contemporáneo lo protegen como un activo cultural de primer orden, una industria, donde los artistas están integrados en la sociedad y se les respeta, como aquí a los médicos o a los abogados, por eso era el centro del mundo del arte. El arte está presente en todo, por ejemplo, el fallo del Premio Turner lo retransmiten en directo en el telediario de la BBC, aquí algo así sería impensable. Durante los años de Londres produje muchísimo, gran parte de esa obra nunca la he expuesto y un día me gustaría juntarla en una muestra; de hecho, muchas ideas y proyectos de esa obra fueron el germen de los cuadros que estoy pintando ahora.

    ¿Consiguió que Saatchi conociera su obra? No, no era el objetivo [dice sonriendo]; la escena inglesa está llena de grandes coleccionistas como Saatchi, su galería es estupenda pero en cuanto al pulso de las exposiciones hay otros sitios en Londres mucho más dinámicos. Al segundo año de estar allí, Helga de Alvear me presentó en Frieze con un stand individual y una estupenda puesta en escena, y pasaron por allí prestigiosos coleccionistas.

    Algunos artistas, ya mayores, me han comentado que la aparición de la televisión en los hogares fue acabando con los encuentros y tertulias, y que fue una pérdida. ¿Se ve usted con otros colegas? Mi experiencia personal es que esto se ha globalizado gracias a las redes sociales; por ejemplo, yo soy un gran seguidor de Instagram. Gracias a este tipo de encuentros en la red se crea un vínculo con artistas que conociste hace años y vuelves a retomar el contacto aunque uno esté en San Francisco y otro en Manila. No es una tertulia como las de antes, pero es una tertulia virtual o una visita virtual al estudio de algún artista conocido, del que habías perdido la pista, y también creas contactos con artistas nuevos que te interesan o que tú les interesas a ellos. Es una relación curiosa; yo no soy seguidor de redes sociales más que de Instagram porque creo que para los artistas es un punto de encuentro muy bueno porque se basa en la imagen pura y dura; no hay texto, solamente se comparten imágenes; de hecho estás compartiendo tu estudio y entrando en el de otros artistas de una manera virtual.

    De esta manera se pueden crear influencias entre artistas de diferentes generaciones y países Sí, sí… la mejor manera de entrar en mi estudio es conectarte con mi página de Instagram, y estás viendo lo que estoy haciendo esta semana, igual que entras al estudio de Francesco Clemente, Jeff Koons, Damien Hirst o al estudio de amigos míos españoles, que uno está pintando en Los Ángeles y Manolo Campo, que está en Manila… Luego tenemos los correos privados para hablar entre nosotros… ¡Es una cosa fantástica! También es una plataforma para que los artistas jóvenes entren en contacto con otros artistas experimentados… Hubiera sido genial para mí cuando tenía 17 años.

    ¿Es coleccionista? Lo he sido desde muy pequeño. De hecho, hace un año y medio hice una exposición, titulada El gran juego, en la que el comisario, que era Rafael Doctor, me pidió que planteara una especie de diálogo con la colección de José Lázaro Galdiano, el gran coleccionista de principios de siglo. Entonces planteé una muestra a modo de instalación en el salón de baile del palacio donde tiene su sede el museo y sustituimos cuadros de la colección de Lázaro Galdiano por algunos de mi colección, que está constituida sobre todo a base de intercambios con otros artistas, una colección de trueque; era la primera vez que sacaba mis cuadros de casa. También soy un gran coleccionista de discos, libros y objetos. Es divertido porque parte de este “vicio” de coleccionar este tipo de cosas lo he introducido en mi propia obra, de ahí han salido los fotomontajes, que están hechos con revistas antiguas, o las piezas que están hechas con carátulas de vinilos… es como una manera de juntarlo todo en mi obra porque, como digo, es mi vida.

    De las obras de su colección, ¿a cuáles les tiene un cariño especial? Por ejemplo, los retratos de mis hijos y el de mi mujer que hizo Julian Schnabel, que también los expuse en el Museo Lázaro Galdiano. Uno está pintado con platos, otro con telas antiguas, como los de una serie que hizo él, y el retrato de mi mujer se pintó en un viaje que hicimos a México, en la playa. A estos les tengo un cariño especial. En los años en que estuve en Londres nos veíamos a menudo con Schnabel, y seguimos manteniendo una relación maravillosa.

    jorge-galindo-1

  • Portada

     

  • Caixaforum

  • Barcelo La Pedrera

  • Museo Picasso Malaga

  • Chillida Leku

  • Museo Mares

  • Unicaja

  • Museo Goya