El París revolucionario cobra vida a través de las pinturas atrevidas y lúdicas de Louis-Léopold Boilly que trabajó en un periodo políticamente turbulento. Fue testigo de la Revolución Francesa, el ascenso y caída de Napoleón y la Restauración de la monarquía. Desde las polémicas y seductoras escenas de interiores, que lo llevaron a meterse en problemas con las autoridades, hasta las escenas callejeras y los ingeniosos trompe l’oeils (término que él mismo inventó para su presentación en el Salón de 1800, donde utilizó una técnica para «engañar al ojo» a través de imágenes realistas que crean la ilusión de que los objetos pintados tienen tres dimensiones), esta exposición muestra las audaces respuestas de Boilly al cambiante entorno político e incluso al mercado del arte de la época, y destaca su aguda capacidad de observación y fina ironía.
