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    Plasticarium, la utopía de Philippe Decelle

    Presentada como una gran casa utópica, esta colección de obras de arte, mobiliario, televisiones y electrodomésticos firmados por los más grandes artistas de la época en la que el plástico se impuso por sus colores vivos nos permite descubrir la atmósfera de la cultura pop, haciendo hincapié en culto al objeto de la sociedad de consumo y en el arte óptico. El Plasticarium, museo insólito recién inaugurado en Bruselas, nace gracias a la pasión por el diseño del ingeniero y artista belga Philippe Decelle, propietario de la más importante colección de mobiliario de plástico del mundo con quien hemos tenido la oportunidad de hablar. “Había completado mi colección de cristal iridiscente y estaba empezando a interesarme por el plexiglás -tenía también una silla de poliuretano de Peter Ghyczy con forma de huevo que me parecía bonita-, cuando un día, en el contenedor de basura de un edificio de mi barrio, encontré una silla de plástico del mítico diseñador industrial italiano Joe Colombo. Así entró el plástico en mi vida. La idea de crear un museo surgió de manera natural, porque mi casa ya tenía demasiadas piezas y requerían un sitio específico” –nos cuenta Decelle- “una vez que empecé a coleccionar lo encontré tan estimulante e imaginativo que no dejé de hacerlo”.
    Habiendo comenzado su colección en 1986, cuando incluso las mejores muebles en plástico eran muy baratos, Decelle pronto se encontró con que su colección había crecido tanto que era imposible albergarla en su propio apartamento. Deseoso de compartir su pasión con el público, adquirió un bello edificio Art Decó en Bruselas y lo transformó en pequeño museo donde las piezas se exponían y mostraban previa cita a pequeños grupos de interesados. Pero dado el vertiginoso ritmo de sus adquisiciones muy pronto las tres plantas del espacioso edificio estaban atiborradas de objetos de todas las formas imaginables desde cuberterías a teléfonos pasando por la decoración completa de una discoteca traída directamente de un hotel de Italia.
    “Decidí no vivir con mi colección, hubiera sido de locos imaginar una vida en una casa de plástico rodeado de mesas de plástico, sillas de plástico, ¡hasta las bandejas, la televisión y la radio son de plástico!. Y en las paredes… ¡obras de arte hechas con polímeros!.
    Incluso hay una creación mía que hice cuando tenía veinte años”. Para el coleccionista “siempre llega un momento en el que hay que ser modestos y ceder las colecciones a un museo. No me preocupa que la colección sea mía o no, lo que realmente me hubiera entristecido mucho es que se hubiera subastado desperdigándose por todo el mundo” –y subraya que “lo interesante de un museo institucional es que se aprovecha de todo el esfuerzo que he realizado acumulando estos objetos. Y considero que cuando la colección entra a formar parte de la vida pública ya no me pertenece más”.

    Libres y optimistas
    Hay quienes consideran que el propio concepto de muebles de plástico constituye un anatema: una utopía de producción masiva a bajo coste, olvidada, más tarde resucitada y finalmente distinguida con tratamiento museístico. Pero más allá de sus cualidades estéticas, estas obras de plástico reflejan la historia de su tiempo. El radical pupitre semicircular blanco de Maurice Calka que da la bienvenida a los visitantes es igual al que hizo famoso el presidente de Francia en el palacio del Elíseo. O una radio Spoutnik o el brillo del plástico rojo de una máquina de escribir Valentine que diseñó para Olivetti Ettore Sottsass. “Este es el mobiliario revolucionario de mi juventud. De niño me parecía muy excitante porque era radicalmente diferente a las imitaciones Luis XV de los muebles del apartamento de mis padres con los que me crié. Desprenden un sentimiento de libertad y optimismo. Su apogeo va desde los años 60, cuando se elabora el primer mueble de plástico, hasta la crisis del petróleo a principios de los 70, cuando el plástico desapareció del panorama como material de diseño vanguardista. Pero con el paso del tiempo ha ido recuperando la posición perdida, de repente cualquiera podía hacerse con elegantes mesas de plástico o cuencos para ensalada de diseño”, nos explica Decelle.

    De cómo surge un nuevo mercado
    EL plástico es un material económicamente asequible por lo que cabe preguntarse: ¿afecta eso a los precios de estos objetos y su valor de mercado?. Decelle es taxativo: «de ningún modo. Si el molde ya no existe, estos objetos no pueden volver a hacerse. En 1987 el mercado no existía y creo que el catálogo Architectural Foundation of Brussels. L’Utopie du tout platique 1960-1973 que escribí durante dos años y medio contribuyó a crearlo.

    Españoles en la colección
    «En mi colección tengo dos obras españolas: Hombre Fotógrafo de Darío Villalba y Una columna, de Paloma Navares», detalla Decelle quien, además, brinda un consejo para un futuro coleccionista: «que siga sus sentimientos e instinto, se haga con buena documentación de las piezas y se ciña estrictamente a lo que uno comprende y conoce».

    V. García-Osuna

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