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    El ascenso del «Noveno» arte

    Llamado el ‘noveno’ arte, el cómic vive un momento glorioso: ha alcanzado estatus de arte serio, el coleccionismo joven lo reivindica y su mercado no puede estar más boyante.

    Céline Moine
    Analista de Artprice.com
    «Un cómic histórico puede costar como un Braque»
    Albert Uderzo, Astérix el Adivino ©Galerie Daniel Maghen

    ¿Cómo ha evolucionado el mercado?
    En los últimos años, el cómic ha emergido como un arte autónomo, aunque sus fronteras son porosas con las artes plásticas. Bocetos, planchas originales, álbumes vintage conforman el universo popular del cómic que juega en la primera división del mercado. Hablamos, por supuesto, de «piezas de museo» y «obras históricas» del llamado «noveno arte».

    Las capitales del cómic, París y Bruselas, concentran la mayor parte de los acontecimientos relacionados y su casas de subastas se disputan las más bellas planchas. La prueba de que es un sector particularmente en boga, o incluso de futuro para las subastas europeas, es que firmas como Sotheby’s celebraron sus primeras ventas monográficas en París en 2012, compitiendo con Artcurial que había abierto su departamento en 2005; Christie’s París acaba de abrir el suyo propio el pasado mes de abril, porque también aspira a su trozo del pastel.

    ¿Cuáles son las cifras?
    La cuota de mercado es cada vez más apetitosa: la pionera Artcurial facturó en 2012 cerca de 12 millones de euros solo en sus ventas de tebeos, una cifra que supone un aumento del 82% respecto a 2011. En Estados Unidos, la empresa Heritage Auctions de subastas online está especializada en el mercado del «cómic» mientras que el mercado japonés lo lidera, fundamentalmente, Rakuten Auctions que vende originales de manga por miles de euros.

    ¿Cuál es el perfil del coleccionista?
    El cómic ha conquistado a los coleccionistas ricos que se disputan los mejores dibujos al precio de un óleo original de Braque o Léger. Por piezas históricas se pagan cientos de miles de euros mientras que algunas rarezas pueden superar incluso el millón.

    Eric Leroy
    Director del departamento de Comic de Artcurial, París
    «Tintín en América superó el millón de euros»

    El 24 de mayo Artcurial celebra una subasta monográfica dedicada a Tintín que recorre toda la carrera de Hergé desde los años 30 hasta finales de los 70. Las estrellas son: Pages de garde (1937) un dibujo a tinta china valorado entre 700.000 y 900.000 euros, y la cubierta del álbum La isla negra (1942) cuya estimación oscila entre 600.000 y 800.000 euros.

    ¿Cómo ha evolucionado este mercado?
    El mercado del cómic se refiere principalmente a los comics nuevos o en muy buen estado. La condición del libro es determinante para calcular su valor. Hay que buscar ediciones originales o comics perfectamente conservados.

    ¿Quiénes son los autores y personajes más demandados?
    Los autores más buscados son los creadores de las tiras cómicas más populares de los periódicos como Hergé, André Franquin, Edgar P. Jacobs o Albert Uderzo. Entre los contemporáneos, Enki Bilal es, sin duda el más caro, a gran distancia de Nicolas de Crecy y Jacques Tardi. Bilal ha vendido en subasta un dibujo por 177.500 euros.

    ¿Cuáles han sido los hitos?
    El récord del mundo para un cómic en subasta corresponde a la cubierta a color de Tintín en América realizada por Hergé para la edición original de 1932. Se remató en 1,3 millones de euros.

    ¿Cómo definiría el perfil de los coleccionistas?
    Es difícil definir al típico coleccionista de tebeos porque todo el mundo ha leído cómics alguna vez de joven. Ésa es la fortaleza del comic: es tremendamente popular y su mercado muy activo y pujante.

    Daniel Maghen
    Galerista y coleccionista
    «Los mejores dibujantes figurativos hacen hoy cómic»

    Daniel Maghen dirige una galería pionera dedicada al comic, la Daniel Maghen Gallery de París. Christie’s se alió con él para celebrar su primera subasta especializada el pasado 5 de abril. 900 aficionados se interesaron por los 200 trabajos originales que formaban el catálogo. El resultado fue apoteósico: ventas por valor de 4 millones de euros y doce récords mundiales. El lote estelar lo firmó Hergé –Tintín en el Tíbet– un dibujo por el que se pagaron 289.500 euros.

    ¿Cómo habla tan bien español?
    En la escuela se me daba fatal pero luego viajé a España para conocer a sus dibujantes, muy valorados por el mercado francés, y como no hablaban francés ni inglés me tocó aprender un poco de español [dice riendo]. La primera vez fui a visitar a Jordi Bernet a su estudio de Barcelona. ¡Acabamos mezclando el catalán y el francés para entendernos!.

    ¿Qué ha valorado de los españoles Ana Miralles y Enrique Corominas para publicarlos en Francia? ¿Le interesan otros ilustradores españoles?
    Ana y Enrique me encantan, y también me interesan Nicolás Alvarado, José Luis Munuera y Rubén Pellejero, que además hablan francés lo que facilita la comunicación. La ‘vieja generación’ como Vicente Segrelles, Jordi Bernet o Esteban Maroto, no hablan idiomas y eso dificulta su internacionalización.

    Empezó a coleccionar a los 19 años, ¿cómo empezó a coleccionar?
    Cuando tenía 16 años estuve ingresado en el hospital por una operación de apendicitis. Mi madre me regaló dos libros de historietas de Hugo Pratt que me cautivaron…y me cambiaron la vida. El cómic se volvió mi pasión y tuve la suerte de tener una librería en mi barrio y que el encargado me hiciera descubrir a grandes dibujantes como Prado, Bernet o Pratt. Con 18 años, al finalizar el instituto, me matriculé en la Facultad de Derecho pero descubrí que no me interesaba nada. Me pasaba el tiempo haciendo firmas de autores. Conocí entonces a un dibujante llamado Agneau, que me dijo: «Daniel, tienes que venir a mi casa para ver originales». En aquella época se desconocían los originales, porque no había mercado para ellos en Francia. Fui a casa de Agneau y cuando vi sus ilustraciones me emocioné. Me fui derecho al banco y con el dinero que tenía ahorrado para costearme los estudios empecé a comprar originales. Vendía, por ejemplo, cuatro páginas, para poder quedarme con cinco para mi propia colección.

    ¿Fueron duros los inicios?
    Tardé diez años en crear un mercado para el cómic en Francia. Existía uno en Bélgica, pero en Francia fue tremendamente costoso. Me dediqué a visitar los salones de cómic belgas y alemanes, y luego iba casa por casa, con mi maletín visitando a los aficionados para mostrarles los dibujos. ¡Como si fuera un visitador médico!. Pasaron años hasta que pude abrir mi primera galería en 1996.

    ¿Cómo ha evolucionado este mercado?
    Totalmente. Yo he vendido a Enki Bilal, uno de los grandes dibujantes franceses. Sus hojas costaban 3.000 euros en 1998 y ahora valen 40.000. Mi generación le ha dado la vuelta completamente al mercado. Yo tengo 44 años y pertenezco a la generación que descubre el cómic. Hay que matizar que hay dos familias de cómic: los tradicionales que leemos con la familia, como Tintín y Astérix; y hay cómics para adultos, de autores como Carlos Giménez o Prado. Mi generación descubre este segundo tipo de cómic como un libro para adultos.

    El actual mercado del cómic es muy fuerte
    En mi galería, por ejemplo, hace 10 años vendíamos 300 o 400 dibujos al año y hoy en día vendemos muchísimos más. En las subastas este mercado ha subido mucho lo que confirma la condición del cómic como forma artística de primer orden, equiparable a la pintura o la escultura. Mi clientela es mundial. Una página de Tintín se vende en 13.000 euros en Alemania, y una de Astérix por 12.000 euros en Hong Kong. Estos datos revelan que los precios del cómic siguen en alza. De la nueva generación destacaría a Enrique Corominas cuyos dibujos ya se cotizan en 20.000 euros. Los mejores dibujantes figurativos, en mi opinión, hoy están en el cómic. No hay otro sitio para ellos. Yo los comparo con los grandes dibujantes del siglo XVIII como Degas, Delacroix, Toulouse-Lautrec.

    De los ejemplares que han pasado por sus manos, ¿cuáles han sido los más raros y valiosos?
    Hay que distinguir la calidad de la obra de su dimensión afectiva. Yo fui el galerista de Bilal en 1998 y me diseñó la tarjeta de visita de la galería. Aquel dibujo tiene un significado importante para mi. Y le contaré otra anécdota. La primera hoja de cómic que vendí a los 19 años volvió a mis manos años después. Era un dibujo de Arnaud Dombre (ARNO) cuando se me volvió a ‘cruzar’ lo adquirí y entró de nuevo en mi colección. Es fundamental la calidad del dibujo, pero también establecer un vínculo con su creador.

    ¿Qué aprecia más un coleccionista: el dibujo, la historia, el autor, la escasez…?
    Lo que más se valora es que el dibujo sea bueno y también su historia. Es lo que ocurre con Hugo Pratt; sus acuarelas tienen un innegable impacto artístico pero detrás hay también una gran historia. Cuando se unen los dos aspectos el éxito es total.

    ¿Es el cómic una buena inversión?
    Es muy difícil hablar de inversión porque es algo nuevo. Pero pienso que es un mercado que sólo puede crecer, está en efervescencia, en pleno auge. Los coleccionistas adquieren obras a 1.000 euros pero también a 100.000. ¡Son grandes apasionados del dibujo!.

    ¿Es un mercado europeo y americano, o también hay interés en otras partes del mundo?
    A día de hoy, nuestra clientela es, sobre todo, europea. El mercado de Estados Unidos es algo diferente, ellos tienen sus propios superhéroes de cómic. Con la subasta de Christie’s del 5 de abril las cosas han cambiado. Recibimos ofertas de Asia, de Arabia, de Estados Unidos, de clientes que compran dibujantes europeos porque les gustan.

    Hugues Jean Lamy
    Coleccionista y director de Galería Lamy de Bruselas.
    «El cómic contemporáneo tiene un futuro brillante»

    ¿Cómo se convirtió en coleccionista de cómics?
    De forma natural, un belga tiene muchas probabilidades de convertirse en coleccionista.

    ¿Cuáles son sus personajes favoritos?, ¿y los del mercado?
    Tintín, Astérix, así como Adèle Blanc-Sec, Pascal Brutal, Thorgal, Monsieur Jean y muchos otros, pero no me dejo influir por los criterios del mercado.

    ¿De qué obras no se desprendería usted nunca?
    No compro con un objetivo financiero o pensando en una revalorización, sino simplemente porque me gustan. Podría desprenderme de los repetidos, pero para mí, ante todo, es algo placentero.

    ¿Qué valora más en un cómic?
    Lo fundamental es la mano, por lo que el dibujo es muy importante, y luego, colocar el dibujo en una historia apasionante que haga vibrar y soñar. La relación entre el artista y el guionista es esencial y a menudo totalmente complementaria.

    ¿Cómo ve el futuro del cómic y de los ilustradores contemporáneos?
    Creo que el cómic contemporáneo tiene un futuro esplendoroso. El mercado se ha abierto considerablemente en los últimos 10 años.

    Francesc Mestre
    Director de la Galeria Francesc Mestre de Barcelona.
    «El cómic español es aún muy asequible»

    ¿Hay un coleccionismo de cómic en España?
    Sí, el coleccionismo de cómics, también llamados historietas o tebeos, nace a finales del siglo XIX, pero de manera más acentuada desde mediados del XX.

    ¿Quiénes son los dibujantes más apreciados?
    Entre los europeos Hergé, André Franquin, Morris y Uderzo, autores, respectivamente de Tintin, Espirú, Lucky Luke y Astérix. De los americanos destacaría a Joe Shuster, Walt Disney, Schulz, Quino, creadores de Superman, Donald, Snoopy y Mafalda.

    ¿Y de los españoles?
    Cataluña ha contado con grandes ilustradores como Opisso, Coll y Benejam de TBO, o Junceda, Llaverias y Cornet que trabajaron para Patufet. De Valencia destacaría a Ambrós, autor del Capitán Trueno; Boixcar, dibujante de Hazañas bélicas, e Ibáñez creador del inolvidable Mortadelo. Y cómo no citar a los colaboradores de La Codorniz y Hermano Lobo, Chumy Chúmez, Forges, Andrés Rábago –en sus personalidades de OPS y El Roto- o Mingote. Quisiera hacer mención especial a Lola Anglada por ser una extraordinaria pionera, y recordar a los dibujantes de las revistas Papus y Por Favor: Oscar Nebreda, Ivà, Ja, Toni Batllori, Perich, Cesc… No olvido a Moebius ni a Milo Manara ni a los dibujantes de manga japoneses… ¡y me estoy dejando tantos nombres en el tintero!. Por cierto, en mi galería, se nos han agotado las obras de Ibáñez, Walt Disney y Ops-El Roto.

    ¿Qué precios tiene el cómic en nuestro país?
    Muy asequibles. Oscilan, en su mayoría, entre 300 y 1.000 euros. Algunos sobrepasan esta cifra, pero son excepciones.

    ¿Hay un perfil del coleccionista?
    El perfil es tan variado como el de los dibujantes. Suele haber un componente nostálgico, pero cada vez más vemos como los coleccionistas jóvenes sienten fascinación por obras que no habían podido ver publicadas, pero de las que admiran su técnica e ingenio. Éste es un coleccionismo adictivo, estimulante, agradable y satisfactorio. ¡Y resulta tan asequible como comprar discos o libros!. Mi pronóstico es que va a crecer exponencialmente en el futuro próximo.

    Vanessa García-Osuna

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