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    Visiones deslumbrantes. La Colección de Konrad y Eva Seitz

    La cultura mogol, bajo el mando de Akbar, Jahangir y Shah Jahan, fue una de las más exquisitas que el mundo haya conocido, muy superior a otras culturas islámicas contemporáneas como la safávida de Persia y la otomana de Turquía.
    La magnificencia de sus palacios y tumbas, la pompa y el boato de su corte, las espléndidas fiestas y ceremonias, la fama de sus poetas, intelectuales, pintores y músicos, la suntuosidad de los trajes de los cortesanos, y el deslumbrante esplendor de las joyas del emperador, contribuyeron a crear una cultura aristocrática de extraordinaria riqueza y grandeza inmortalizada en sus miniaturas.
    Las miniaturas iban dirigidas a un exclusivo círculo. Su “público” era el emperador y su corte, junto con las reinas y las princesas del harén, y la vida que plasman es el esplendor cortesano y el drama de la caza y la batalla. La cultura mogol había sido creada por una pequeña élite, y estaba modelada a la imagen de Persia, inspirada en la de la corte timúrida de Herat del siglo XV, y su lengua era el persa, por lo que sólo quienes conocían este bello idioma indoeuropeo podían participar de ella. Los libros -especialmente aquellos lujosamente ilustrados con exquisitas miniaturas- desempeñaban un papel esencial y gozaban de un estatus inimaginable hoy en día. Se encontraban entre los objetos más valiosos y, ciertamente, más preciados del tesoro imperial.
    A la muerte de Akbar su biblioteca personal, que abarcaba 24.000 libros, se valoró en 6 millones y medio de rupias de plata. Esta cifra superaba los 6 millones de rupias que, cuarenta años antes, el Shah Jahan había invertido en el levantamiento del Fuerte Rojo, en Delhi, con sus palacios erigidos en mármol y piedras preciosas, y era el triple de lo que el propio Akbar había gastado construyendo su capital, en Fatehpuh Sikri.
    Solo el valor de los manuscritos ilustrados de su biblioteca rebasaba con creces los 6 millones y medio de rupias. Esto revela que las miniaturas no estaban concebidas exclusivamente para su disfrute privado, sino que eran objetos de prestigio, que evidenciaban la enorme riqueza y sofisticación del emperador. Se utilizaban, también, para agasajar a importantes nobles y gobernantes extranjeros.
    Durante sus primeros veinte años de gobierno Akbar cimentó el prestigio imperial mediante el proyecto monumental de ilustrar el Hamzanama, una historia de aventuras fantásticas que narraba los hazañas de Amir Hamza en sus batallas contra tiranos, monstruos, herejes zoroastrianos y ateos.
    Fue un proyecto colosal que tardó en completarse quince años y suscitó gran polémica por su extraordinario costo. Se pintaron 1.400 miniaturas, con un formato de 68 x 52 cm, de las que hoy se conservan apenas 150.
    Entre 1580 y 1590, Akbar encargó a sus artistas manuscritos que ilustraran historias de sus antepasados y las gestas de su reinado, legitimando y glorificando el imperio mogol; se iluminaron también las traducciones de los poemas épicos sagrados de los hindúes, con el fin de profundizar en el conocimiento de las dos principales religiones del imperio; y pintaron a los súbditos cristianos, y sobre todo imágenes de la Virgen María, para recordar a los espectadores que la reina Alanquwa, la progenitora de los timúridas, había sido, al igual que María, bañada por un rayo de luz divina, y había transmitido esta luz a los mogoles.
    El Museo Rietberg de Zurich (Suiza), fundado en 1952 y dedicado al arte no europeo, ha presentado bajo el título de Dazzling Visions, una de las colecciones particulares de miniaturas indias más importantes de Europa, propiedad del matrimonio alemán Konrad y Eva Seitz. Comprende 60 ejemplares que transmiten una maravillosa panorámica de la pintura india entre 1575 y 1850 en dos de sus áreas de producción más emblemáticas: la corte de los gobernantes mogoles del norte de India, y los talleres de la meseta del Decán, en el centro-sur del subcontinente, una zona que hasta ahora había recibido poca atención por los expertos.
    Con una dilatada trayectoria como embajador de Alemania en varios países, Seitz se reconoce un coleccionista nato: “De joven solía coleccionar sellos, libros y monedas griegas y romanas.
    Más tarde, y ya de manera más rigurosa, empecé a coleccionar libros ilustrados franceses del siglo XVIII.”

    ¿Cómo surgió la idea de coleccionar miniaturas indias?
    El coleccionismo, digamos, ’menor’ (sellos, monedas…) quedó atrás el día en que aterricé en Nueva Delhi, en mayo de 1968, en medio de un sofocante calor veraniego, para tomar posesión de mi nuevo destino como diplomático en la embajada de Alemania. Durante la primera noche que pasé en Delhi descubrí en la librería de mi hotel un libro sobre las pinturas indias y ya quedé cautivado para siempre. A partir de entonces, dediqué casi todo mi tiempo libre a estudiar la pintura india, también visitaba a los vendedores y frecuentaba a algunos de los grandes coleccionistas indios como Jagdish Mittal.

    ¿Tiene una temática concreta su colección?
    Las miniaturas son pinturas que ilustraban libros y álbumes, y pueden compararse con los libros iluminados medievales europeos. Eran obras cortesanas, concebidas para los reyes y sus cortes. Existían tres tipos de cortes: la del emperador mogol, las de Rajput de los rajás hindúes y maharajás en el Rajastán y en la región de Pahari (Himalaya), y las musulmanas de los sultanes en el Decán. De sus talleres salieron miles de pinturas. Las cortes de Rajput ejecutaron generalmente grandes series que ilustraban los libros sagrados, como el Ramayana, o la poesía del amor que, a menudo, era como la poesía religiosa (el Gitagovinda), la celebración del amor divino entre Krishna y Radha.
    Sin embargo, la mayoría son –como sucede en el arte europeo- una mera repetición de modelos establecidos, a veces de buena calidad, aunque normalmente parecen sin vida. Sólo una de cada cien es una excitante obra maestra.
    Además de los retratos y otras pinturas individuales, las obras maestras suelen proceder de un número pequeño de estas grandes series. Conseguir las mejores miniaturas de estas series es la ilusión de todo coleccionista. ¡También la mía!. En mi caso, conforme iba adquiriendo miniaturas, fui madurando la idea de formar una colección exhaustiva y representativa de la pintura de Rajput. Me atraía estudiar su evolución -desde la pintura Jaina hasta la que se hacía durante el periodo británico- y a través de este estudio llegar a comprender la cultura india.

    ¿Podría contarnos curiosidades de su colección?
    ¡Podría contarle tantas historias que ocuparían un libro!.
    Así que permítame decirle tan solo unas palabras acerca de mi época dorada como coleccionista. No fue durante mi etapa en India, sino después de haber dejado el país para instalarme en Nueva York, durante los años 1972 a 1975, donde fui destinado en mi segunda misión diplomática. Fue allí, donde mi objetivo de formar una colección completa de Rajput se reveló factible.
    En aquellos años, el mercado del arte de Nueva York ofrecía en abundancia excelentes pinturas de Rajput. Habían sobrevivido –pasando desapercibidas durante un siglo- ocultas en los almacenes de los palacios reales y, tras la independencia india, habían sido enviadas a los mercados del arte de Occidente.
    Nueva York era el centro de estos mercados. Las pinturas de Rajput eran todavía un arte desconocido, y un coleccionista con un ojo entrenado podía descubrir muchas gangas. Incluso las que eran consideradas por la crítica como ‘gran arte’, eran increíblemente baratas, comparadas con los precios de hoy. Y ¡la suerte estaba conmigo!. Mi esposa y yo nos hicimos amigos de Willy Wolf, el comerciante de esculturas de India y el Sudeste asiático más influyente de América. En aquel momento Wolf había decidido involucrarse en el campo de las miniaturas y me nombró su asesor, brindándoseme el privilegio de comprarle obras a precio de costo. De hecho, muchas de mis pinturas de Rajput más importantes las adquirí entonces.

    De las 52 miniaturas que atesora, ¿Cuáles tienen un significado especial para usted?
    La más querida es una pintura zodiacal: el signo Capricornio adopta la forma de un antílope de mar, emergiendo del agua bajo los rayos de un radiante sol, y nos presenta el nuevo año.
    Una atmósfera de paz universal impregna la escena. Lo curioso es que esta obra me hubiera pasado inadvertida cuando me la ofrecieron, si mi esposa no llega a advertir su mística belleza.

    ¿Cuáles son las más valiosas?
    La mayor parte de mis miniaturas datan del siglo XVIII, un periodo que empieza a valorarse ahora. En este campo mi colección es representativa y aporta información sustanciosa para conocer mejor aquella época. Las pinturas más valiosas, sin embargo, son las de los periodos Akbar, Jahangir y Shah Jahan.

    En sus compras ¿Se guía por su instinto o sigue el consejo de los expertos?
    Siempre basándome en mi instinto; mi consejera ha sido mi esposa, Eva, que tiene un excelente ojo.

    ¿Ha perdido alguna vez el tren?
    ¡Oh, sí!. Hay algunas joyas que están ahora en el Museo Metropolitano de Nueva York, y en otras grandes colecciones, que pudieron haber sido mías.

    ¿Tiene rivales cuando va a hacer nuevas adquisiciones?
    Se producen luchas enconadas en las subastas. Al mismo tiempo, la mayoría de los coleccionistas somos amigos, pertenecemos a la misma comunidad. También puedes forjar relaciones estrechas con intermediarios importantes, para que, de vez en cuando, piensen en ti como primera opción a la hora de ofrecer una gran obra.

    ¿Ha pensado ya cuál le gustaría que fuera el futuro de su colección?
    Las miniaturas que he coleccionado con mi esposa, forman parte de nuestra vida. Pero cuando te das cuenta de la importancia de tu colección, comienzas a sentirte responsable de protegerla.
    Las grandes obras son, al fin y al cabo, patrimonio cultural de la humanidad. Nosotros ya hemos donado algunas de nuestras mejores pinturas Pahari al Museo Rietberg, que se ha convertido en el museo más importante de Europa para pinturas Rajput y, gracias a sus exposiciones y publicaciones, en un centro de investigación de referencia. Actualmente, preparan una espectacular muestra: Los 40 Grandes Maestros de la Pintura India: 1000-1900, artistas que, sin duda, pueden parangonarse a Durero, Miguel Ángel o Vermeer.

    Un récord en el horizonte
    “No hay un solo mercado, sino dos: el de las miniaturas mogoles y el de las de Rajput” aclara Seitz quien recuerda que las mogoles se conocen en Europa desde el siglo XVII, y ya Rembrandt era un conspicuo coleccionista suyo. “Siempre han sido muy caras, y ahora, con Qatar y otros países árabes abriendo museos, las pocas que quedan disponibles solo están al alcance de los multimillonarios.
    Le avanzo un dato: probablemente en abril el mercado mogol alcance un punto álgido cuando se subaste la colección de arte islámico de Stuart Cary Welch. Solo una de las miniaturas persas que venderá Sotheby’s tiene una estimación previa de 2,3 a 3,3 millones de euros. Las pinturas Rajput de primer nivel, por otro lado, han estado infravaloradas entre 1950 y 1970, y han mantenido precios moderados durante veinte años (entre 1980 y 2000). Pero ahora, sus cotizaciones están igualándose a las mogoles. En 2008, una exquisita miniatura del renombrado pintor Nainsukh de Guler se vendió en Christie’s Nueva York por 1,6 millones de euros.”

    V. G-O

    Seitz1

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