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    Angel o demonio, Yoshitomo Nara

    Uno de los más renombrados artistas japoneses contemporáneos, Yoshitomo Nara es conocido sobre todo por sus pinturas de niños y animales con expresiones diabólicas y posturas provocativas, aislados contra un fondo de color pastel. Al explorar el universo psicológico de la infancia, el mundo de Nara aborda asuntos como la imaginación infantil, la ansiedad de los adultos y la rebelión. Sus pinturas hechas a base de capas diligentemente pintadas de tonalidades luminosas, revelan una amplia gama de influencias artísticas y culturales que van desde el modernismo japonés y la pintura occidental, hasta los cuentos infantiles ilustrados y la música (folk, rock y punk).
    Saludos desde un lugar de mi corazón, título de la exposición que acoge el Dairy Art Centre de Londres hasta el 7 de diciembre, deja patente la preocupación del artista por hacer accesible su discurso mediante el uso de una paleta de colores más suaves, más vivos, algo evidente en cuadros como Silencio de medianoche (2014) y Yo quiero ser (2013). Las miradas serenas y los ojos abiertos de par en par de los niños que retrata en estas obras ofrecen un sorprendente contraste con los personajes más familiares y amenazantes que plasma en lienzos como Vampiro de medianoche (2014), recreado en colores más sólidos. Esta muestra comprende una nutrida selección de sus pinturas y esculturas así como una retrospectiva única de su producción dibujística de los últimos 30 años. Se exhiben piezas seminales, algunas de ellas se ven por primera vez en Reino Unido, así como un gran corpus de obras recientes e inéditas.  Yoshitomo Nara concede a Tendencias del Mercado del Arte una de sus contadas entrevistas en las que repasa sus tres décadas de carrera y se felicita de que el éxito no le haya cambiado. [Foto: Esther Keate]. Vanessa García-Osuna

    Usted es ahora una figura relevante del arte contemporáneo, pero ¿cómo fueron sus inicios? ¿Cuando descubrió que podría vivir de su pasión? Lo que hago, la verdad, no me parece que sea un trabajo. Sencillamente pinto lo que quiero pintar y hago lo que me apetece. Debería estar agradecido porque mis obras, incluso después de que hayan dejado mis manos, todavía sean tratadas bien. Pero sigue resultándome extraño que esto inyecte dinero a mi cuenta bancaria. La mayoría de los artistas jóvenes llevan sus carpetas a las galerías, participan en concursos y se esfuerzan por forjar una red de contactos con la gente de la industria, todo enfocado a triunfar. Pero yo jamás hice nada de esto. Un galerista que estaba de visita en la Akademie vio mi trabajo y me invitó a exponer en su espacio. Y así empezó todo. Mi trabajo no nace con la intención de ser mostrado al público, sino que la pintura es más bien una transgresión natural de mi propia introspección. El hecho de que hoy exponga en galerías comerciales me hace sentirme, haciendo un símil, como ese niño que corría descalzo por los bosques al que de repente entregan unas zapatillas deportivas y que lo siguiente que sabe es que está corriendo por las pistas del Estadio Olímpico Nacional.

    Sus pinturas de figuras ambiguas con grandes cabezas y miradas malévolas se han convertido en su marca personal. ¿De donde surgen estos personajes? Hasta donde soy consciente, cuando alcancé la edad de la razón, estas figuras ya estaban en las bases de mi expresión. Esto, unido a mis experiencias personales pasadas y a mi propia relación con la sociedad, ha desembocado en una pintura profunda que posee varios estratos complejos que se articulan sobre la superficie.

    Usted estudió en Alemania, en Dusseldorf y Colonia. ¿Resultaron enriquecedoras para su carrera aquellas experiencias? Pienso que ha sido la suma de todas las cosas, ya sean recuerdos felices o tristes, la que me ha guiado hasta donde estoy ahora. Aunque no hubiera estudiado en Dusseldorf o incluso de no haberme dedicado al arte, pienso que habría tenido una vida rica.

    Suele utilizar papel usado o papeles que ya tienen cosas escritas. ¿Utiliza alguna vez papel nuevo? Utilizar papel usado, como el reverso de un sobre desechado o un viejo documento, es mi forma de reciclar.  Y me siento más liviano cuando dibujo ahí que cuando tengo que hacerlo sobre un folio blanco nuevo. Además la calidad gastada del papel hace que lo sienta como más cercano, me alivia la tensión y estimula mi imaginación. A veces también dibujo en papeles nuevos, pero les tengo aversión, me pongo tenso, es como estar en una reunión con gente desconocida.

    ¿Cómo le han influido los frescos del Renacimiento? ¿Qué importancia tiene el color en su obra? Lo que realmente me gusta no es la superficie recién pintada del fresco, sino las pinturas que llevan años siendo contempladas por la gente. También las obras antiguas, entre las que se incluyen la mayor parte de las pinturas al fresco, que fueron creadas con fe religiosa y desprenden un sentimiento tan poderoso como si fueran objetos sacros. Incluso los colores que languidecen y las superficies que se desconchan me parecen hermosos.  Es como esa escultura que perdió un fragmento de su cuerpo pero que puedo apreciar sin echar en falta nada. Tengo la sensación de que, con el paso del tiempo, el color y la decoración excesiva acaban por desaparecer revelándose entonces la auténtica belleza que encierran.

    Ha reconocido que suele poner música muy alta –sobre todo punk- mientras pinta. ¿Le gusta crear una atmósfera especial para que la creatividad fluya? La música siempre está alrededor mío, pero no creo que tenga nada que ver con mi producción artística. Incluso la gente que no pinta, si son melómanos, tendrán siempre música en sus vidas, ¿no cree?

    El poeta alemán Rilke escribió “La auténtica patria de un hombre es su niñez”. ¿También lo ve así? Estoy absolutamente de acuerdo. Pienso que la patria que cambia con los tiempos y la que perdura en nuestros recuerdos, no son el mismo lugar. Cuando era niño, en primer lugar tomé conciencia de mi forma de expresarme e hice mío el mundo que aparecía ante mis ojos. Conforme he ido haciéndome mayor, he tenido que aceptar el hecho de que soy un miembro más de la sociedad. Hoy en día mi patria es más bien como el plató de un cine.

    Usted es hoy uno de los artistas más cotizados. ¿Se siente presionado por el mercado del arte? Quiero mantener la misma mentalidad que tenía cuando pintaba solo para mí, así que he ido limitando el número de exposiciones con obra nueva, y evito pintar simplemente para montar una muestra. Sólo en los últimos tiempos he llegado a aceptar que no soy un artista profesional (hace veinte años escribí en mi diario una entrada que decía: ‘no escogí la profesión de artista, pero sí el modo de vida del artista’). He vivido a mi manera, viajé al sitio donde trabajó mi abuelo en la isla de Sakhalin (antiguo territorio japonés, actual Rusia), visité el norte de Japón donde está establecida la cultura indígena Ainu, he organizado festivales benéficos de música y también he publicado cedés para recaudar fondos para las víctimas del terremoto y el tsunami que asolaron el noroeste de Japón. Y durante todo este tiempo no he dejado de pintar. Como trabajo solo, sin ayudantes, el volumen de trabajo y la velocidad de producción irá disminuyendo paulatinamente en paralelo al declive que experimente mi cuerpo. Sin embargo, pienso que estoy vivo y no para el invisible mercado del arte, sino para el mundo real que tiene un genuino sentido de humanidad. Por todo ello no siento ninguna presión del mercado.

    ¿Qué podría contarnos de su exposición Saludos desde un lugar de mi corazón que presenta en el Dairy Art Centre? ¿Cuál considera su mayor logro como artista? Esta exposición comprende obras (pinturas y esculturas) que hemos logrado reunir y algunas piezas nuevas. A pesar de su escala es una muestra importante pues permite ver de una sola vez mis talentos y mis límites. Además expongo 200 dibujos que abarcan treinta años de carrera, desde 1984 hasta 2013. Mi deseo es que el público observe el curso de este flujo, creativo y que viajen del pasado al presente con el artista.

    Usted ha colaborado con museos españoles como el CAC de Málaga. ¿Qué recuerdos tiene de nuestro país? Creo que tengo una afinidad especial con los países que comen arroz, al margen de los asiáticos, me gusta Italia con su risotto, y España con su paella. Viajé por Europa solo cuando tenía 20 años, y sentí que los países latinos eran muy amables con los extranjeros que venían de Oriente. Noté que se acercaban a mí con una bondad y calidez innata que desborda la lengua y las diferencias culturales. Desde entonces, he regresado a España en varias ocasiones, cuando estaba estudiando y también para exponer, y mi impresión no se ha modificado. En el CAC de Málaga tenían un gran equipo, la instalación fue bien y las bebidas con las que lo celebramos fueron excepcionales. A veces pienso que hago exposiciones no por hacerlas sino porque disfruto del proceso de montaje con el equipo de producción local.

    Yoshitomo-Nara

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