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    Zhang Huan: «El arte es mi fe»

    Zhang Huan (Anyang City, China, 1965) es uno de los artistas contemporáneos más vitales, influyentes y provocadores. Después de vivir y trabajar durante ocho años en Nueva York, Huan regresó a Shanghai en 2005, donde redescubrió la tradición y la espiritualidad budista de su país. Pace Gallery de Londres acaba de exponer Spring Poppy Fields [Campos primaverales de amapolas] una serie de catorce óleos, de vivo colorido, que han ocupado al artista entre 2011 y 2014. Aludiendo a las máscaras budistas y su iconografía, la serie se inspira en numerosos viajes de Zhang Huan al Tíbet, Nepal, Bután y la India. Su obra se ha impregnado de su intensa vida espiritual pues, desde hace nueve años, es un ‘kulapati’ o budista laico, es decir, un devoto que sigue la doctrina budista en la intimidad de su hogar sin necesidad de recluirse en un templo. Vanessa García-Osuna

    ¿Siempre quiso ser artista? ¿Cuáles fueron sus primeras influencias? El arte es mi fe, mi creencia y mi vida. Mi primer profesor fue el señor Gu Xijiu, mi profesor de arte de la escuela cuando era niño.

    Se le considera un artista provocador. ¿Se pone algún límite? ¿Es importante provocar? El arte debe ser libre, traspasar los límites y derribar patrones fijos.

    Ha cultivado la fotografía, la instalación y la escultura, ¿por qué eligió la pintura de caballete para Spring Poppy Fields? No soy una persona que siga siempre las reglas. Me gusta probar cosas distintas. En mi mente siempre estuvo la pintura al óleo. Después de fracasar durante más de una década al fin logré hacer cuadros de los que me siento bastante satisfecho.

    ¿Qué importancia tiene el simbolismo en su obra? ¿Por qué aparecen tantas calaveras? Creo que en mi anterior vida fui tibetano y comparto el concepto sobre la vida y la muerte que propugna el budismo tibetano. Para mí, es un tema misterioso, maravilloso, aterrador, solitario, eterno e insuperable de la vida humana. Se supone que mi destino será el campo de amapolas [dice parafraseando el título de su serie] Cuando se ve lo que sucedió en el cementerio del cielo, uno empieza a cuestionarse a sí mismo y quiere hacer cambios. Empecé a dibujar cráneos de personas reales cuando tenía 14 años. Las calaveras tibetanas son los símbolos del budismo zen. El budismo trata de los problemas de la vida y la muerte, y esto tiene que ver, en definitiva, con la cuestión de la mortalidad. Las calaveras tibetanas son muy exageradas, torcidas, irreales y salvajes.

    ¿Qué significa el desnudo para usted? Utilizar el cuerpo como medio de expresión artística me hace sentir seguro. Me involucraba físicamente en las obras porque me daba cuenta de que el cuerpo era el camino más directo para comunicarse con la sociedad, y también la prueba de la propia identidad. Además, cada persona es el personaje más importante de la obra desde el principio al final. La necesidad de mi corazón conduce al cuerpo a actuar en el estado adecuado a fin de cumplir con mis intenciones. En este sentido, el cuerpo físico es el portador de mi corazón interior.

    ¿Qué le motivó, al comienzo de su carrera, a utilizar la performance como lenguaje? Todo parece ser acto de Dios. Es importante para un artista elegir el objeto de acuerdo con sus propias normas para hacer lo que mejor conoce, y también encontrar la parte esencial de la vida a fin de crear arte a su manera.

    Usted ha dibujado con cenizas de incienso y ha creado enormes esculturas budistas. ¿Quiere que sus creaciones tengan una dimensión espiritual? Creo que la divinidad es, en realidad, la humanidad. Las imágenes de dioses y humanos representan la materia más común y el espíritu. Aunque tengo dudas sobre la existencia y las funciones de Dios, todavía puede funcionar como una advertencia para la gente en el mundo del arte contemporáneo, ayudándoles a abandonar la brutalidad y los pensamientos desviados y a tratar todas las cosas con amabilidad. El hombre propone y Dios dispone.

    ¿Cómo ha influido la filosofía budista tibetana en su visión artística? Soy un devoto laico budista en mi casa. Para el budismo tibetano, el propósito final es resolver el dilema de la vida y la muerte. La gente en el Tíbet hace una peregrinación diaria simplemente para conseguir un mejor renacimiento. Siento un verdadero amor por la religión y la cultura tibetanas; esto me ha llevado a creer en el renacimiento y a prestar más atención a las condiciones de vida de la humanidad. Por influencia del budismo tibetano, en mi obra suelen aparecer temas como el destino, el deseo y la muerte.

    ¿Qué le llevó a establecerse en Nueva York y por qué se marchó luego a Shanghai? Me fui a Nueva York en 1998 y volví a China ocho años después. Vivir en Nueva York cuando era joven fue como un sueño. Me pasé ocho años viviendo en la otra punta del mundo y viajé a muchos países en esa época. Estar tan lejos de mi tierra natal me permitió ser más consciente de mi tradición y del tesoro de [la herencia] mis antepasados??. Sin embargo, Nueva York dejó de tener su sentido de misterio, encanto y vitalidad. Mientras que las cosas en China eran justo al revés en aquel momento. Así que decidí volver a mi país a finales de 2005. Allí encontré una nueva inspiración y también los medios para crear. Al igual que las hojas caídas vuelven a la tierra, la cultura china es la raíz de mi arte. Así que cuando regresé a China me sentí íntimamente ligado a las tradiciones de mi tierra natal y a sus creencias espirituales. Me deleitaba con la ceniza del incienso quemado en los templos en Shanghai y sus alrededores, y también observando las viejas ventanas y puertas de madera de los edificios antiguos en las afueras de la ciudad. La tradición es la esencia del país, y las creencias son el espíritu de la nación. Me sentí como un pez que volvía al agua. Mi responsabilidad ahora es reivindicar la tradición y avivar [el legado de] los antepasados.

    ¿Cómo fue ser retratado por su colega Chuck Close? ¿Le gustaría colaborar con algún artista en particular? Chuck es un gran artista. Cuando hizo mi retrato en su estudio de Nueva York, me sentí como alcanzado por un rayo o más aún fue como estar en el cielo en el día del Juicio Final. En cuanto a colaboraciones, me encantaría hacerlo con los maestros de las inscripciones en piedra de la Dinastía Wei del Norte (386-557) de la historia china.

    Usted es un viajero impenitente. ¿Cuál fue el primer país que visitó? ¿Qué lugares le han inspirado más, y por qué? En 1996, me invitaron a actuar en el Festival de Arte de China en Munich. Era la primera vez que me invitaban fuera de China. Recuerdo que el día que llegué a Munich el tiempo estaba nublado. Las calles estaban vacías, no se veía a nadie y yo me preguntaba dónde se había metido la gente. Todo estaba demasiado tranquilo. Vi a una sola persona de pie en un cruce, esperando la luz verde del semáforo. No había coches y nadie más, excepto yo y mi acompañante, pero el hombre seguía esperando para cruzar. Era completamente diferente a China. Luego me fui a París, y por primera vez en mi vida vi obras maestras del arte con mis propios ojos. Quedé profundamente impresionado.

    Ha expuesto varias veces en España. ¿Cuáles son sus mejores recuerdos de nuestro país? Hice el Camino de Santiago en 2001. Es una ciudad religiosa y para mí, es el Tibet de Europa. Esta pequeña y antigua ciudad montañosa cuenta con más de cuarenta magníficas, sagradas y solemnes iglesias, y en la antigüedad, los peregrinos europeos viajaban allí para adorar y buscar su hogar espiritual. Madrid es, al mismo tiempo, antigua y moderna, una ciudad de toros locos [sic]. ¡Me encanta!.

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