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    La mímesis telúrica de Cecilia Paredes

    “Entrar en el mundo de Cecilia Paredes es hacerlo en el intrincado archivo de su imaginación, recinto secreto de una naturalista y recolectora de indicios terrestres”, así describe el historiador del arte Luis Fernando Quirós el personal universo de la creadora multimedia Cecilia Paredes (Lima, 1950), una de las artistas más influyentes de la escena latinoamericana. La artista, que vive y trabaja entre Filadelfia y Lima, ha hecho de la migración y la naturaleza el eje central de su discurso. Su producción abarca escultura, dibujo, instalación, arte sonoro y fotoperfomances, en las que pinta su cuerpo metamorfoseándose en animales o seres mitológicos, o fundiéndose en ornamentos florales. Unos versos de Jorge Luis Borges (“Hay tanta soledad en ese oro”) han inspirado el proyecto que presenta hasta el 9 de noviembre en la galería Blanca Berlín. [Cecilia Paredes. Blue landscape, 2007. Cortesía Galería Blanca Berlín]. Vanessa García-Osuna

    ¿Recuerda sus primeras experiencias con el arte? Me acuerdo especialmente de un momento muy significativo. Yo tenía cuatro años y estaba jugando con una caja llena de arena y mi maestra se agachó y me susurró al oído: “cierra los ojos y siente la arena.” Y efectivamente sentí la diferencia o la belleza de “ir” a un mundo paralelo y realmente sentir la arena en mis manos, y aquella sensación especial me ha acompañado hasta hoy. Yo no sobresalía como la alumna más aplicada en arte, para nada, sin embargo, vivía construyendo objetos con ramas y hojas. Algo debía haber ahí dentro de mí… luego fue emergiendo como una necesidad y ya en la universidad, empecé a estudiar artes plásticas.

    Entre sus referentes ha citado a mujeres poderosas como Remedios Varo y Leonora Carrington. ¿Qué artistas le alumbraron el camino? Aparte de los grandes maestros como Caravaggio, Van Eyck, Leonardo, Goya o Cranach, citaría también a Kiki Smith por lo valiente, aguerrida y trabajadora; a Gego, por no abandonarse jamás, a Remedios y Leonora ambas migrantes en México que abrazaron lo local y nunca abandonaron lo suyo; pero también me guían Vik Muniz, William Kentridge y Anselm Kiefer.

    ¿Cómo fueron sus inicios en su Lima natal? Dejé Lima a los 33 años, así que creo que aún estaba en una fase de descubrimiento e investigación. Antes de partir, recibí dos premios nacionales por grabado y serigrafía. Mi carrera realmente se desarrolla en Costa Rica donde viví 24 años. Durante los 90 el ambiente artístico costarricense especialmente para el arte contemporáneo era extraordinario gracias, fundamentalmente, a las personas que lo activaban, gente como Klaus Steinmetz consultor de Art Nexus apuntando con su crítica sin concesiones; o Virginia Pérez Ratton que asumió la dirección del Museo de Arte Contemporáneo y puso en el mapa el arte costarricense centroamericano y del Caribe. Virginia era una fuerza de la naturaleza y convocaba a curadores como Santiago Olmo, Rachel Weiss, Catherine David o Harald Szeemann quien nos invitó a participar en la Bienal de Venecia. Antes nadie sabia que se hacía en la región. Y el efecto se contagió a Guatemala y Nicaragua y se hizo conocido el trabajo de Isabel Ruiz, Patricia Belli, Raúl Quintanilla, Luis González Palma y tantos otros talentos más. La galería Jacobo Karpio trajo artistas extranjeros como Wim Delvoye o Guillermo Kuitca… se hacían encuentros y todo el mundo crecía. El Centro de Cultura Español conocido como El Farolito abrió en el 92 dirigido por Lydia Blanco y la política inclusiva que desarrolló lo convirtió en un lugar de exhibición muy prestigioso. El Goethe otorgaba becas para artistas… ¡fue una época envidiable!.

    Como si fuera un camaleón humano, usted entra en simbiosis con sus propias obras. ¿Qué pretende transmitir al usar su propio cuerpo como lienzo? La idea de utilizar mi propio cuerpo fue solo porque pensaba que nadie podía ser sometido a tamaño sacrificio pues las sesiones de pintura pueden durar cinco o siete horas. El día de la performance solemos empezar hacia las siete de la mañana. El “set” esta listo desde el día anterior, es decir, la tela preparada y montada en su sitio, mesas, sillas, todo en su lugar. Se procede entonces a preparar los colores y tener la paleta lista. Empezamos a pintar en total silencio. Hacemos un par de pausas pero se puede decir que todo se desarrolla de corrido. Cuando estamos listos empezamos con la medida de la luz que puede ocupar media hora. El registro fotográfico de la performance es lo más rápido, tarda solo unos minutos. El fin de la sesión, usualmente viene seguido por un tiempo de reflexión importante que, a veces, al menos a mi, me acompaña durante varios días. Más tarde descubrí que estaba escribiendo una especie de diario en mi propia piel, contando mi propia historia.

    ¿Cómo se refleja Perú en su arte? He vivido más tiempo fuera, y eso ha definido mi vida como ser humano y como artista. He mantenido sin embargo el vínculo con el país siempre, y soy además un animal político. Quisiera pensar que el arte puede ser un agente transformativo en la sociedad. Jamás hay que olvidar que cuando todo lo otro falta o desaparece, el arte reconforta, sostiene y es alimento espiritual.

    ¿Tiene su obra una connotación política? Sí que la tiene y no la puedo concebir de otra manera. Las razones fundamentales que me mueven son todas políticas, la violencia, el abuso en todas sus formas, los deberes y derechos y las minorías en todos los géneros. Participo de lo que pasa, voy a marchas contra la violencia, he sido miembro de Transparencia, entidad que vigiló la votación electoral en el Perú cuando Fujimori intentaba su fraudulento tercer mandato que terminó en su fuga del país. Hoy en día existen terribles enemigos, inimaginables por su crueldad y manipulación sin nombre que utilizan la religión para solapar su cinismo. ¿Su principal aliado? La falta total de educación y la prohibición de cualquier manifestación artística. No tenemos que irnos hasta los Boko Haram. Los tenemos aquí en Nueva York, como los judíos hasídicos ortodoxos que no permiten a sus hijos o mujeres recibir educación o tener ninguna manifestación o tan siquiera una reproducción artística en absoluto. Y ojo, no pagan impuestos, porque son religiosos. El control absoluto crea más monstruos que Goya.

    Por haber vivido fuera de su país desde joven, ¿es la migración una preocupación fundamental en su obra? La migración y su proceso íntimo de acomodo, reconocimiento, territorialidad y confrontación con un nuevo entorno ha sido una constante en mi obra pero más importante aún es la naturaleza, el origen de todos los orígenes. La gran madre. La performance en la que me camuflo es parte de un todo. Empieza siendo un ejercicio de adaptación y termina siendo una creación de un paisaje propio. De ahí que las últimas obras de esta serie, como La dorsal, tengan el fondo negro. El paisaje ya esta contenido en la persona.

    Es curioso que construye sus instalaciones a partir de elementos naturales de desecho Utilizo elementos descartados por la naturaleza. En la exposición en la galería Blanca Berlín hay una pieza hecha con huesos de pollo que nosotros llamamos “huesos de la suerte”, que he anudado con hilo de cera. También hay una obra con trocitos de coral encontrados en la playa que trencé para confeccionar un gran manto. O unas blusas que hice con nidos abandonados de orugas cuando se convierten en mariposas.

    ¿Cómo es su proceso de trabajo? El punto de partida fundamental de esta exposición ha sido nuestra insignificancia ante el cosmos. Una vez sentada esa premisa, observo, me documento e intervengo imágenes de la bóveda celeste, seres mitológicos, naturaleza, poesía y una forma de ver la vida desde nuestra condición humana. Las imágenes de motivos y de diversas procedencias son “puentes”, es decir cruzo y sobrepongo lecturas del firmamento de la India, Rusia, Europa y del mundo árabe y las sitúo a veces una encima de otra y otras una al lado de la otra, siempre unidas o cercanas.

    En algunas de sus últimas obras ha bordado frases o versos extraídos de poemas. ¿Cómo describiría su vínculo con la literatura? La literatura, la poesía y la música son fundamentales en mi proceso creativo. Hay una conexión muy fuerte entre lo que leo y la obra que creo. Para empezar, la obra poética de Antonio Cisneros me ha acompañado toda mi carrera. He realizado exposiciones enteras basada en sus temas como por ejemplo su poemario El Niño Jesús de Chilca, donde él narra de forma poéticamente maravillosa, la transformación que sufre un pueblito, donde se acumulaba sal marina y esta a su vez se intercambiaba por agua pura que venia de la sierra ayacuchana, (práctica desde el tiempo de los antiguos peruanos) y se vivía del mar. A esta tranquila caleta de pescadores, llega el progreso con máquinas, rejas con ‘prohibido el paso’, urbanizadoras, desfigurando el Perú…

    Otro autor que le ha acompañado siempre es Borges. Sí, me arrimo a él como a un viejo mago que lo sabe todo y jamás habla de amor. Su mundo de tigres, espejos, ajedrez y laberintos me hace volar. Todas las respuestas a mis preguntas las tiene Borges. También Dulce María Loynaz está muy presente en esta ultima exposición… Me interesan por supuesto otros autores. ¿A quien no le cambia la forma de ver el sur norteamericano después de leer a Toni Morrison?. A veces son una fuente de inspiración, otras, te incitan a reflexionar y, siempre, te brindan conocimiento.

    Cecilia-Paredes,-Blue-landscape

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