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    El sueño americano de Jorge Pérez

    Una de las instituciones culturales más prestigiosas de Estados Unidos lleva, por primera vez en su historia, un nombre español: el Perez Art Museum Miami (PAMM) en honor a Jorge M. Pérez, un emprendedor cubano-americano considerado por la revista Time una de las personalidades hispanas más influyentes de Norteamérica.
    Jorge M. Pérez es el fundador y presidente ejecutivo de la compañía inmobiliaria The Related Group, la más importante empresa americana propiedad de una familia de origen hispano, que con sus lujosos edificios ha transformado el paisaje del sur de Florida. Pero, junto a su extraordinario talento para los negocios, Jorge Pérez, de 64 años, posee, un encomiable sentido de la justicia social y sostiene que hay que devolver a la comunidad parte de lo que se ha recibido de ésta; este compromiso le ha llevado a sumarse a la iniciativa promovida por Bill Gates y Warren Buffett de entregar al menos la mitad de su fortuna a causas filantrópicas. Su donación de 40 millones de dólares al Miami Art Museum en 2011, del que ha sido un generoso valedor durante años, ha sido el primero y más espléndido de sus gestos. El regalo, la mitad en dinero en efectivo y la otra parte en obras de arte de su colección privada, tenía como condición que el museo fuera rebautizado con su nombre a perpetuidad. El resultante Perez Art Museum Miami (PAMM) abrió sus puertas en 2013 en una gala que coincidió con la feria Art Basel Miami. Ahora muchas de las obras que en su momento decoraron las paredes de la residencia del filántropo en Coconut Grove, pueden ser admiradas por el público en su flamante sede diseñada por los arquitectos Herzog & De Meuron. Además Pérez ha logrado sumar adeptos a su causa y ha conseguido que el museo reciba numerosas donaciones de otros mecenas de su círculo de amistades, hasta la fecha, más de 90 millones de dólares. Tendencias del Mercado del Arte ha conversado con este afamado coleccionista que hace bandera de su pasión por el arte y las causas sociales. Vanessa García-Osuna


    Usted nació en Argentina, de padres cubanos, se crió en Colombia y emigró a Miami en la adolescencia. ¿Cómo nace su interés por el arte? 
    El arte me gustó desde siempre. Empecé coleccionando obra gráfica de artistas como Miró y Kandinsky que en aquella época eran muy baratas y cuando me instalé en Nueva York me hice asiduo de museos como el MoMA y el Metropolitan, que estimularon aún más esta pasión. Con el poquito dinero que tenía entonces empecé a hacer mis primeras adquisiciones de arte contemporáneo. Ahorraba 200 dólares y, por ejemplo, me hacía con una litografía pequeña. Todavía hoy conservo muchas de las primeras que compré, hace ya más de cuarenta años… En aquel momento no me planteaba formar una colección sino simplemente rodearme de cosas que me gustaban para decorar mi modesto apartamento estudiantil.

    Empezó a coleccionar con apenas veinte años. ¿Le asesoraba alguien? No, nadie, me guiaba por mi propio instinto. Leía muchos libros, visitaba museos y compraba lo que me gustaba y estaba a mi alcance. Cuando se tienen grandes limitaciones, y en aquella época yo casi no tenía dinero, se compra no solo lo que a uno le gusta, sino lo que puede permitirse. Recuerdo que en aquel momento me encantaba el arte impresionista, Monet, Manet, Gauguin y Van Gogh, pero no podía soñar con comprarme un cuadro suyo, a todo lo que podía aspirar era al póster de una exposición. Sin embargo, en aquella época la obra seriada de grandes maestros como Picasso y Miró era accesible. Podían conseguirse muy baratas obras de ediciones amplias (100 ejemplares). Y así empecé a coleccionar. Los precios del arte no eran tan altos como ahora y se podían comprar estampas bastante asequibles.

    ¿Cuáles fueron las compras más especiales? Todas lo fueron. Me siguen deleitando los grabados de Miró, un pintor que siempre me ha encantado. Tengo una litografía deliciosa de Man Ray que es una de mis predilectas. Todavía sigue colgada en mi cuarto.

    ¿Dónde las conseguía? Solía comprar en galerías de Nueva York. En aquellos momentos yo estudiaba en las afueras de la ciudad, y los fines de semana, junto con un grupo de compañeros bastante intelectual, íbamos a pasear por Nueva York y visitábamos museos y galerías. Solíamos jugar al póquer y como a mí se me daba especialmente bien, con as ganancias que obtenía compraba arte. En aquella época me dedicaba a estudiar, aún no trabajaba, y el póquer era una fuente de ingresos (dice sonriendo).

    Cuando empieza a coleccionar en serio, ¿con qué criterios plantea su colección? ¿Le interesa de forma especial alguna época, movimiento o temática? Después de graduarme y cursar un máster en la universidad, entre 1975 y 1976, tomé la decisión de quedarme en los Estados Unidos. Siempre había pensado que regresaría a Sudamérica pero cuando acabé de estudiar me di cuenta de que, por distintas razones, no iba a volver a mi país. Pero no quería perder mis raíces, olvidar mi herencia cultural, mi razón de ser como hispanoamericano y, por consiguiente, de forma absolutamente consciente, decidí coleccionar arte latinoamericano para mantener vivo el vínculo con mi tierra.

    ¿Sólo adquiría artistas latinoamericanos? Sí, exclusivamente. Al principio me decanté por artistas modernos, clásicos latinoamericanos, con los que me había familiarizado durante mi etapa universitaria. Me atraía mucho la Escuela de Torres García, el muralismo mexicano, colombianos como Alejandro Obregón y Fernando Botero que ya eran muy populares cuando vivía en el país. Y también empecé a interesarme por el arte cubano, por la herencia de mi padre, quien de niño me llevaba a los museos y me hablaba de artistas cubanos como Wifredo Lam, Amelia Peláez o Mario Carreño. En definitiva, mi primera colección se nutría de los clásicos modernos. En esos tiempos el arte latinoamericano, por suerte para mí, casi no se cotizaba por lo que trataba de comprar todo lo que podía en las subastas de arte latinoamericano que Sotheby’s y Christie’s celebraban dos veces al año, en mayo y en noviembre. Aquellas ventas permitían que los coleccionistas sudamericanos nos reuniéramos durante una semana, para hablar, no solo de arte, sino de Latinoamérica y sus avatares.

    ¿Cómo ha evolucionado el mercado del arte latinoamericano?  Los precios del arte, en general, han subido de forma increíble, mucho más de lo que jamás hubiera imaginado. El negocio de la compraventa de arte, en los últimos diez años, ha alcanzado dimensiones colosales. Las subastas de Sotheby’s y Christie’s baten nuevos récords cada año.

    ¿Interesa el arte latinoamericano a los coleccionistas anglosajones? El arte latinoamericano también ha subido mucho aunque no tanto como el resto del arte contemporáneo internacional. Los grandes latinoamericanos de mi colección, como Diego Rivera, Frida Kahlo, Wifredo Lam y Torres García, se han revalorizado pero no al mismo nivel que sus coetáneos europeos o americanos como Robert Motherwell o incluso como el arte chino. Todos se venden por muchísimo más que los latinoamericanos. Pienso que todavía hay muy buen arte latinoamericano a precios relativamente baratos en comparación con el resto del mercado. Por ejemplo, un gran Diego Rivera que hace diez años se compraba por 200.000 dólares hoy en día se cotiza en 2 millones.

    ¿Piensa en la inversión al comprar arte? No, no es un aspecto que me preocupe, aunque, obviamente a todo el mundo le gusta que sus adquisiciones se revaloricen. Pero la revalorización que yo busco no es económica sino personal. La satisfacción de que un creador logre reconocimiento artístico. Yo nunca he vendido ninguna de mis obras así que si su precio sube o baja no me quita el sueño pues mi colección no va a venderse sino que irá a un museo. Lo que sí me importa es que la consideración de los artistas de mi colección aumente, pues así el obsequio que le daré al museo será aún más valioso.

    ¿Cuántas obras forman su colección? He entregado al museo casi doscientas piezas, imagino que hoy en día puedo tener unas trescientas o cuatrocientas obras de arte, pero no sé su número exacto.

    ¿Qué piezas son las más emblemáticas? Las más especiales se las doné al museo de Miami. Les entregué toda mi colección latinoamericana que incluía un Diego Rivera de su etapa europea, una naturaleza muerta de 1908; un Wifredo Lam increíble, La mesa blanca, de 1939; dos Torres-García extraordinarios, y uno de los primeros óleos que pintó Roberto Matta,Crucifixión, de 1939; uno de estos lienzos lo tengo yo y el otro es del Museo de Chicago. Y un Francisco Toledo espectacular, probablemente el cuadro más grande que ha hecho. Todas estas obras las tiene hoy el PAMM aunque las sigo considerando mías, desde un punto de vista sentimental, cuando las veo siento que me pertenecen. Pero soy de la opinión de que cuando las obras se exponen al público pasan a ser de la comunidad. Además he dejado de coleccionar artistas muertos, ahora solo me interesa conocer a creadores que estén en activo y poder relacionarme con ellos.

    Me gustaría que nos hablara de su relación con España y el arte español Luis Gordillo es el más clásico, no sé si el más importante, pero sí el más clásico de todos los españoles que he comprado. A Secundino Hernández, lo conocí cuando era casi un niño, todavía es muy joven y le he comprado muchas piezas, creo que va a ser un gran maestro, ya es un gran artista, ahora está en España y también en Berlín, y hemos forjado una relación de amistad. También he creado una linda amistad con los fotógrafos españoles Lluís Barba, Ángel Marcos, Daniel Canogar y Patricio Reig.

    Como asiduo de ARCO. ¿Cuáles son sus mejores recuerdos de la feria? En ARCO he comprado cientos de piezas. No solo me gusta la feria, sino que me divierto mucho en ella. Tengo una relación maravillosa con galerías españolas como Heinrich Ehrhardt, Luis Adelantado, Maisterravalbuena, Max Estrella, Guillermo de Osma, Elba Benitez y Travesía Cuatro, entre muchas otras.

    ¿Suele hacer encargos? He hecho muchos y ahora varios artistas españoles están creándome obras site-specific para el museo de Miami como, por ejemplo, Cristina Iglesias. A la galería Luis Adelantado, por ejemplo, le acabo de comprar una pieza importante de Darío Villalba que ha tenido una gran exposición en el Reina Sofía.

    ¿Con qué artistas tiene una relación de amistad? Entre los españoles citaría a Cristina Iglesias, Secundino Hernandez, Ángel Marcos, Lluis Barba y Luis Gordillo. De los más cercanos que viven aquí en Miami, claro está, José Bedia, Julio Larraz, Martínez Celaya y otros muchos que viven en lugares diferentes como Vik Muniz, Frank Stella, Ray Smith, Jef Geys, Fernando Botero, Cruz-Diez o Sandro Chia, entre otros.

    ¿Qué le motivó a donar 40 millones de dólares al Center of Fine Arts de Miami que ahora se llama Perez Art Museum Miami? Creo que las personas que han tenido la fortuna de ganar mucho dinero, están en deuda con la comunidad. Miami es una ciudad joven que todavía no cuenta con un sistema cultural desarrollado y por eso para mi era imprescindible que se convirtiera en una ciudad seria, importante, que tuviera un gran museo. La iniciativa más ambiciosa que he llevado a cabo como filántropo ha sido regalarle mi colección particular de arte valorada en más de 20 millones de dólares al Museo de Miami, al que bautizaron con mi nombre. Pero esa donación no ha sido más que una parte de mi contribución, pues casi todos los años les he entregado grandes sumas de dinero además de adquirir obras de arte para sus fondos. No solo les doy el dinero para que organicen sus adquisiciones sino que siguiendo sus instrucciones compro yo mismo obras que luego les entrego. Acabamos de abrir un fondo de un millón de dólares para el museo, por ejemplo, para la compra de arte afro-americano, ya que creía que la colección del museo tenía lagunas en este área. Con este fondo acabamos de comprar dos obras importantes de Rashid Johnson y Faith Ringgold.

    ¿Qué significa que uno de los museos más prestigiosos de Estados Unidos lleve un apellido hispano? Es algo histórico porque es la primera institución cultural pública de Estados Unidos con nombre hispano. Siento que le estamos dando un ejemplo a los hispanos que viven en el país y que también están contribuyendo a su prosperidad. El arte es esencial para mi pero también lo son los proyectos que desarrollamos relacionados con el diseño, la arquitectura y la medicina. Creo que hay que contribuir a la comunidad en la que uno vive y en Estados Unidos la cultura de dar está muy arraigada. He intentado que todos los artistas de mi entorno, como Martínez Celaya, José Bedia y Julio Larraz, se involucren en nuestros proyectos. Un artista gran amigo mío y al que he comprado mucho porque me encanta, Fernando Botero, también se ha implicado. He tratado de promover el arte, porque considero que no debe ser solo para la gente con dinero o con formación académica, sino que debe formar parte de la vida de todos. Uno de nuestros proyectos consiste en que los niños que estudian en las escuelas públicas visiten un museo al menos una vez al año para que empiecen a comprender la belleza e importancia del arte.

    ¿Con Colombia tiene previsto algún tipo de proyecto de colaboración? Le hice una donación a Gloria Zea que es la directora del Museo de Arte Moderno de Colombia, y también me concedieron un premio. He ayudado a Colombia, al presidente Álvaro Uribe cuando tramitaron el Acta del Mercado de Libre Comercio. Adoro Colombia y la visito a menudo, por ejemplo, no suelo perderme la feria ArteBo de Bogotá. Pero hoy mi comunidad y mi país son los Estados Unidos. Quiero seguir promoviendo el intercambio cultural con Hispanoamérica, pero Miami es mi ciudad. Me siento muy latinoamericano y siempre estaré orgulloso de mi herencia latina, pero soy ciudadano norteamericano.

    La revista TIME le considera una de las personalidades hispanas más influyentes de Estados Unidos. Con éxito en los negocios y un museo propio… ¿le queda algún sueño por cumplir? Soy una persona tremendamente afortunada. Deseo dejar un ‘legado’, no quiero que se me conozca como el tipo de los 2.000 millones de dólares, eso no me importa. Me gustaría que se me conociera por los grandes edificios que he construido, por haber creado importantes ciudades, por haber contribuido al arte, a la comunidad, cosas que son mucho más significativas para mí. El dinero me da la oportunidad de hacer todo esto. Adoro lo que hago. Cuando ideo un edificio nuevo me digo ‘vamos a buscar al mejor arquitecto del mundo, al mejor diseñador de interiores…’, por eso me inspira trabajar con los más grandes, como Patricia Urquiola o Philippe Starck. Y cuando digo que trabajo con ellos, me refiero a que me siento con ellos en una mesa a diseñar y eso me encanta.

    ¿Ha tenido siempre ese deseo de dejar un legado para la posteridad? Cuando tenía veintipocos años no tenía la menor idea de lo que iba a hacer con mi vida. No me atraía el mundo de los negocios sino tener una profesión más intelectual. Lo curioso es que siempre pensé que acabaría siendo profesor, planificador urbano o algo así, pero, cosas de la vida, me surgió la oportunidad de introducirme en el negocio inmobiliario que me cautivó y al que he consagrado mi carrera. Afortunadamente me fue muy bien, pero siempre he tenido una conciencia comunitaria, la convicción de que quienes tienen dinero están obligados a compartirlo con los demás para ayudar a la sociedad. Por mis ideas me identifico como liberal y demócrata. Quisiera que mi familia viviera en una sociedad más justa y mejor.

    ¿Su familia comparte su pasión por el arte? Sí, aunque tengo un hijo de diez años al que solo le gusta jugar al fútbol, y cada vez que le llevo a un museo me dice: ‘¡ay papá!’ [cuenta con una sonrisa], pero está aprendiendo y disfruta cada vez más. Y mis hijos mayores, aunque son hombres de negocios, están desarrollando también un sentido comunitario. Mi hija estudió Trabajo Social porque desea ayudar a las personas necesitadas y a los niños. Cuando yo tenía la edad de mis hijos era muy consciente de las desigualdades sociales, quizás porque me crié en Colombia y no podía ignorar la pobreza, la violencia y los problemas sociales. Tal vez ahí resida la explicación de mi anhelo por mejorar el mundo en el que vivimos.

    jorgeperez

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