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    Banksy: el origen

    Nacido en Bristol –al igual que su famoso representado- sus primeros trabajos estaban alejados del glamur del mundo del arte – en una granja de pollos y una cementera- antes de dar el salto a la fotografía profesional. Fue en esa faceta, mientras trabajaba en una sesión de fotos para Sleazenation, una revista de moda y estilo de vida, cuando Banksy entró en su vida. Los dos congeniaron rápidamente, y Lazarides comenzó a vender la obra del graffitero –al principio lo hacía «encima del capó de mi coche en el aparcamiento de un pub”. Lazarides recuerda la irreverencia de este período con cariño: «En los primeros años me pasaba los días conduciendo mi destartalado Escort MK 2 repartiendo los pequeños libros que hacía Banksy por todas las tiendas de Londres, y rellenando portaplanos con fajos de pegatinas enrolladas. Fueron días caóticos pero en los que no sentíamos miedo.” No pasó mucho tiempo antes de que el interés por el arte urbano, y en particular por Banksy, explotara. Además de la calidad y el humor inteligente de su obra, acciones como soltar ratas vivas dentro de una galería o colarse en museos como la Tate y el Louvre para colgar una de sus obras, le granjearon la fama instantánea. Lazarides estaba detrás de este ascenso meteórico y gracias a sus dotes empresariales poco a poco, las láminas del graffitero empezaron a cosechar precios notables. El dinero que ganaban con las estampas les permitía financiar otros proyectos más arriesgados. «Fue una de las mejores épocas de mi vida, y sin la venta de la obra gráfica no hubiera sido posible abrir mi propio espacio (Lazarides Gallery).”
    Lazarides fue pionero en llevar el graffiti de la calle a las galerías, y entre sus contribuciones figura la página web, Pictures on Walls, dedicada a la difusión de este tipo de arte. Andrew Childs del Financial Times comentó: “Si hay alguien a quien atribuir la fiebre por el arte urbano, ése es Steve Lazarides”.
    Publicamos en abril una reveladora entrevista con el gran embajador del Street Art. Vanessa García-Osuna

    ¿Cómo llega al mundo del graffiti? Fue a principios de la década de los 80. Yo solo era un chaval de doce años que iba a la escuela en Bristol. En aquel tiempo el graffiti era un arte nuevo, realmente fascinante y rebelde, pero, por desgracia, yo era un artista muy malo así que decidí dejar el spray y coger la cámara de fotos. El Bristol de los años 80 era un hervidero de creatividad, en el colegio, en mi mismo curso, había gente como 3D o Inkie, que más tarde se convertirían en famosos graffiteros. Tras estudiar fotografía en la universidad entré a trabajar en una revista y en 1996 conocí a Banksy porque me habían encargado hacerle un retrato. El resto ya es historia…

    ¿Cuáles son sus mejores recuerdos con Banksy? Son los de los primeros tiempos, y sobre todo, los de su primera exposición en París. Me acuerdo de que Banksy metió todas las obras dentro de una maleta y así pasamos la aduana. En aquella época vivíamos ajenos a la presión, nos movía la pura diversión, el pasárnoslo bien, y eso es lo que hoy evoco con más cariño de nuestra relación.

    ¿Qué exposición estableció la reputación internacional de Banksy? Con toda seguridad fue la que celebramos en Los Angeles en 2006. Se titulaba Barely Legal, y las obras estuvieron retenidas en la aduana durante dos semanas. Fue angustioso. Hasta el último momento no tuve la seguridad de que la exposición pudiera celebrarse. Las piezas llegaron, al fin, dos días antes de la inauguración. Aquella muestra consiguió un éxito clamoroso, inesperado. Incluso celebridades como Brad Pitt y Angelina Jolie se acercaron a visitarla. ¡Era una locura! Al principio no sabíamos si vendría alguien a verla, pero se formaron colas enormes en las que los famosos se mezclaban con la gente anónima. En ese sentido, fue una exposición democrática.

    ¿Cuáles han sido los movimientos más interesantes que ha detectado en el Street Art? Desde un punto de vista artístico, cualquier chaval de 16 años puede empezar a pintar en las calles, no hay nada nuevo en esto. Este es un movimiento que lleva en marcha desde los años 60 y, en términos generales, no se han producido grandes novedades, salvo que parece que ya no se pinte por las calles. Sin embargo, algunas personas que todavía siguen haciendo cosas interesantes en la calle y que me encantan como el artista portugués Vhils, que trabaja con el graffiti inverso, o JR, que utiliza fotografías. También está Mark Jenkins, un escultor americano que emplea la cinta de embalar para crear sus instalaciones urbanas. Y Shamsia Hassani, que tiene 25 años y está estudiando el doctorado en la universidad de Kabul, que pinta por las calles mujeres vestidas con el burqa. Su arte posee una poderosa carga política que me atrae. Y también hay gente que me ha gustado desde siempre como Conor Harrington. Sin embargo, si me preguntan por las caras nuevas que veo en la escena artística, me temo que no hay muchos tipos interesantes. De hecho, sigo esperando que salgan, confío en que aparezca alguien capaz de sorprenderme. En cuanto al aspecto comercial, está estrechamente unido al artístico. Aunque no es justo generalizar pues existen artistas como el italiano Blu totalmente desinteresados del aspecto comercial. ¡Y precisamente por eso le amo!. Lo que sí diría es que el mercado del arte actual no se parece en nada al de hace quince años. Ha cambiado muchísimo.

    Ha subastado obras de su colección privada en Sotheby’s y Bonhams. ¿Cuáles eran las más especiales? ¿Cuáles consiguieron los precios más altos? Una de las piezas más especiales para mi era Rude Copper, que se subastó en Bonhams en enero de 2014 [en imagen]. Fue el primer grabado que vendimos de Banksy, y durante meses estuvo colgado detrás de la puerta de mi dormitorio. Banksy tenía una pila de unas 200 copias, y un día me explicó que pensaba venderlas por cinco dólares cada una en una feria de libros. Le propuse comprárselas y luego revenderlas por quince dólares. Y así fue. Lo divertido es que Rude Copper se adjudicó en Bonhams por 44.000 euros. Otra obra que me gustaba muchísimo la licitó Sotheby’s. Era Pest Control – Banksus Militus Vandalus. Plasmaba a una rata gorda –que habíamos traído del Museo de Historia Natural- que llevaba una mochila y gafas de sol. Pasamos la rata a escondidas y la fotografiamos; en el Museo la tenían metida en hielo para matar los posibles gérmenes que pudiera tener, luego nos la devolvieron y de ahí fue a las oficinas de Sotheby’s.

    ¿Cómo ve el futuro del coleccionismo de Arte Urbano? El movimiento comenzó a mediados de los años 60 y contaba con mega estrellas como Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, o Mc Escher, que empezaron a trabajar en la calle y luego dejaron de hacerlo. Desde mi punto de vista, se produjo un punto de inflexión entre los años 2005 y 2007, cuando cualquier gilipollas podía llamarse artista urbano. Eso hizo que el mercado se fuera al garete. Ahora, vuelve a ser estable porque el arte que no tenía calidad ha desaparecido. Ahora los artistas hacen arte contemporáneo, da igual si se llama arte urbano, graffiti o Street Art, y así es como debería ser. No hay que encasillarlos en el gueto del arte urbano o del Street Art. Hacen arte, bueno o malo, y eso es todo. El actual es, más que nunca, un mercado global, especialmente debido a Internet. Esto quiere decir que el arte llega de Rusia, de Australia, de América o de Europa. No viene de un país concreto sino de todo el mundo.

    Steve Lazarides
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