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    Alberto Ammann, en torno al arte

    La fama le tocó con su varita mágica y, en apenas un año, Alberto Ammann (Córdoba, Argentina, 1978) pasó del anonimato a acaparar los flashes. En 2008 ganó Caras Nuevas, una iniciativa de la agencia Kuranda para descubrir jóvenes talentos que también había servido de trampolín a estrellas en ciernes como Penélope Cruz, Jordi Mollá o Elena Anaya. Su papel en la película Celda 211 le lanzaría al estrellato en España, donde reside desde hace más de una década, además de proporcionarle el Goya al mejor actor revelación. Su belleza tampoco pasó desapercibida para la Maison Chanel quién lo reclamó para acompañar a la actriz Keira Knightley en el anuncio del perfume Coco Mademoiselle. La agenda de Ammann echa humo. Mientras espera el inicio del rodaje de la segunda temporada de Mars, una superproducción del National Geographic Channel sobre el planeta rojo, sigue encarnando al traficante Pacho Herrera en la serie Narcos de Netflix, y en breve encabezará el reparto de Apaches, la nueva ficción de Antena3. En esta entrevista, el actor reflexiona sobre sus experiencias personales con el arte rememorando un viaje inolvidable a Italia, su debilidad por Rembrandt y su particular obsesión con el Hermitage. [Retrato: Paco Navarro (detalle)]. Raquel García-Osuna

    ¿Recuerda su primera experiencia memorable con el arte? Fue en clase de teatro en el jardín de infancia, cuando tenía 5 años. Un día nos pusieron a representar animales para que imagináramos como se expresaban y sentían. Fue mi primer contacto guiado y con cierto compromiso con la búsqueda de una expresión artística. Lo recuerdo como un descubrimiento total. Luego, en primaria (a partir de los 6 años) teníamos por la tarde clases de Plástica (dibujo, pintura), Música y Teatro. Estas tres fueron siempre mis asignaturas preferidas y gracias a ellas desarrollé gran interés por el arte. Con 10 años viajé a Italia con mis padres para la Internacional Humanista en la que mis padres iban a intervenir. Y entre reunión y reunión aprovechamos para hacer excursiones. Me llevaron a la Capilla Sixtina en Roma, a la Plaza del Duomo en Milán, también visitamos Florencia y Venecia. Quedé absolutamente fascinado de todo lo que vi. Creo que fue entonces cuando me enamoré de la pintura y la arquitectura. Recuerdo ir pertrechado con una audio-guía donde te iban explicando la historia de cada obra de arte. ¡Para mí era como si me contaran un cuento increíble!.

    ¿Qué maestro le hubiera gustado conocer, y qué le preguntaría? ¡Muchos! Si tuviera que escoger me quedaría con tres: Nicola Tesla, para que me hablara de sus principales postulados, la composición de la energía y las posibilidades de manejarla. Y le preguntaría ¿qué falló de su estrategia? ¿qué errores cometió para ser estafado, relegado y olvidado?. A Mozart le pediría que tocara para mi [dice con un guiño] ¡y no le quitaría el ojo de encima! trataría de no perderme detalle y aprender de lo que viera. Y no me resistiría a preguntarle por Salieri… También me hubiera encantado conocer a Marlon Brando para preguntarle por qué no materializó aquella “Isla para artistas” que tenía pensada. Por qué se quedó en el mundo de las ideas y no bajó a la tierra ninguno de esos proyectos tan grandes y constructivos que había imaginado para el arte.

    Un museo o lugar que le inspire de forma particular. Aunque nunca he estado allí, diría que el Hermitage de San Petersburgo. Después de ver aquella maravillosa película El Arca Rusa realizada en un (supuesto) único plano secuencia, me puse a estudiar un poco para saber más de aquel increíble lugar, y tengo pendiente en algún momento de mi vida ir a visitarlo. Lo elijo porque es muy particular la forma en la que ha influenciado mi imaginación siendo un sitio que no he pisado. Creo que tiene que ver con el registro interno que me dejó aquella gran película y su personaje principal que hace de guía del museo. Otro lugar que me inspira son las Sierras de Córdoba, en Argentina. La naturaleza de mi provincia
    me conecta con algo único que nunca podré encontrar en otro sitio: mis raíces. Estar en contacto con la naturaleza me despierta una sensibilidad con la que no logro estar tan en contacto cuando habito la ciudad.

    Un encuentro que le haya dejado huella. Un encuentro, con Morgan Freeman. Fue en una cena en Milán a la que nos habían invitado para un desfile de moda. Ya le había visto durante toda la tarde (siempre compartiendo los mismos espacios) pero no me atrevía a acercarme. Tampoco se me ocurría qué decirle, me decía a mi mismo “vas a salir con que le admiras mucho y qué se yo…” en fin, prejuicios. Entonces, después de la cena, cuando ya había tirado la toalla y regresaba al salón, mientras subía unas escaleras, me lo encontré de golpe. Y no hubo nada que pensar, simplemente le dije mientras le extendía mi mano “señor Freeman, sólo me gustaría estrechar su mano”, me miró con cierta sorpresa, se sonrió como sólo él sabe hacerlo, con esa amplitud y esa bondad que le caracteriza y alegremente me dijo “Of course!”, mientras me miraba con cierta incredulidad y alegría. Nadie dijo nada más. El apretón de manos duró unos cuantos segundos, extraños. El nunca separó su mirada de la mía. Y por supuesto yo nunca olvidaré ese primer plano suyo.

    Una personalidad que le haya dejado huella. Diría que la de Mario Luis Rodríguez Cobos (Silo), filósofo, pensador y escritor argentino, fundador del Movimiento Humanista, que dio origen varios años después al Partido Humanista. Pude conocerle porque mis padres fueron colaboradores directos suyos y activistas políticos desde antes de que yo naciera. Desde que tengo uso de razón me vi sumergido en un mundo donde la filosofía, la política y los temas relacionados con las necesidades humanas (de toda índole), eran los asuntos más habituales de conversación, y para mí los más interesantes. Creo que mi interés por lo artístico está totalmente relacionado con la búsqueda del entendimiento de lo humano, y la necesidad de representación de lo que nos rodea, y de lo que también se experimenta dentro del cuerpo y a través de él. Expresión, preguntas, búsqueda y liberación. Tanto me marcó la relación personal con Silo (y tantos otros amigos que fueron y son parte de lo que puedo considerar una familia), así como la lectura de sus increíbles Obras Completas: Mirada Interna, Humanizar la Tierra, Apuntes de Psicología o Cartas a mis Amigos. Profundo, brillante e inspirador.

    ¿Qué famosa obra de arte se llevaría a su casa? Pues me debatiría entre Filósofo meditando o Descanso en la huida a Egipto. Ambas de Rembrandt.

    ¿Qué pieza icónica le hubiera gustado crear? He llegado a la conclusión de que no quiero albergar siquiera la fantasía de apropiarme de nada que alguien haya creado. Y eso no quiere decir que no haya envidiado, competido, tenido celos y sentido rabia. O simplemente anhelado el haber hecho algo que alguien más hizo. Y entonces me pregunto ¿por qué? ¿para qué? ¿y por qué te hubiera gustado hacerlo a vos? ¿y si simplemente me permito disfrutar de aquello
    que alguien ha creado, o aprendo algo de ello, en vez de codiciarlo “para mi”? ¿que pasaría?… Hace tiempo que llegué al convencimiento de que sólo quiero aprender a disfrutar de las aportaciones de los demás, no quiero fantasear con “adueñarme” de nada. ¡Aunque sigue siendo difícil lograrlo!

    Un creador que le haga soñar o por el que sienta una afinidad especial. Nicola Tesla, otra vez. Creo que ha sido el mayor inventor de nuestro tiempo. Su deseo de realizar una contribución que liberara a las personas de la dependencia de energía (gestionada por una compañía que concentra el poder), y proporcionar energía libre a todo el mundo, y todo lo que eso conlleva a nivel de reestructuración absoluta del sistema social y la forma de vida (esclava) que sigue en práctica hoy en día. Todo este gran aporte a la humanidad hace que para mí sea una persona admirable.

    Un descubrimiento excitante. En el cerro de Mogotes, en el Macizo Los Gigantes, en mi Córdoba natal, en Argentina (un lugar de muchas rutas de escalada en roca), encontré uno de los mas bellos espectáculos naturales. Al atardecer y sobre la cima del cerro con unas vistas del enorme valle teníamos, a un lado, la puesta de sol (naranja sobre nosotros y completamente despejado), y del otro lado, completamente gris, una pantalla de niebla. Las nubes descendían rapidísimo pasando de un lado al otro siempre bajo nuestros pies, como si fuera una cascada, hasta perderse en el fondo. De golpe los rayos del sol formaron un arcoiris sobre la pantalla de niebla que teníamos detrás, pero al no tener una superficie éste era un círculo perfecto. Fascinados empezamos a gritar y a movernos señalándolo y nos dimos cuenta de que sobre la cima (daba igual donde uno se ubicara), nuestra sombra siempre estaba en el centro de ese arcoiris redondo. Es una de las cosas más bellas que he visto en mi vida.

    ¿Qué interpretaciones le han marcado? La lista es muy larga; entre las que ahora mismo me vienen a la cabeza, citaría las de John Lone y Peter O’Toole en El último emperador; la de Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco; las de Marlon Brando en La ley del silencio y El padrino; la de Al Pacino en
    El padrino II, la de Sean Penn en Mystic River; la de Javier Bardem en Antes que anochezca o la de Daniel Day-Lewis en Pozos de ambición. Y también la de Glenn Close en Las amistades peligrosas, y las de Meryl Streep en La duda y La dama de hierro.

    Una obra o un artista que tengan un significado personal. Las Sinfonías 40 y 41 de Mozart. En realidad la figura de Mozart y su obra completa. Recuerdo que de niño, con 9 años y durante varios años más, ponía el CD de la Sinfonía Júpiter de Mozart y enfrentado al reproductor, muy cerca, interpretaba al director de orquesta. Podía quedarme horas, o mas de una vez al día durante largos ratos. También lo hacía con Beethoven y Tchaikovsky, pero Mozart siempre fue mi preferido. Cada vez que escucho música clásica y en especial a estos compositores me traslado a entre mis 11 y 15 años, periodo en el cual fui a muchas temporadas en el Teatro San Martín de Córdoba, gracias a un gran amigo de la familia, Ricardo Boix, gran melómano, de quién aprendí mucho.

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