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    Alberto Reguera: «El arte del mañana será más espiritual»

    Las composiciones celestes que nos regala estos días el cielo inusualmente límpido de Madrid ejercen una poderosa fascinación en Alberto Reguera (Segovia, 1961) que se deleita, desde la ventana de su casa, con la fantástica visión de las nubes. Fotografiar estas etéreas “montañas de luz” le hacen sentirse más próximo al universo que inspira su obra pictórica –y que comparte en sus redes sociales con la esperanza de ofrecer un mensaje positivo en estos tiempos oscuros.

    ¿Cómo está viviendo esta crisis? Este momento estoy en mi casa-estudio de Madrid. Físicamente me encuentro bien, pero a nivel existencial, algo abrumado al ver tanto sufrimiento. Admirando a todos aquellos que nos están dando una lección de humanidad y de entrega. Parece como si a algunos se nos hubiera olvidado que somos una mota de polvo en el universo.

    ¿En qué ocupa su tiempo durante estos días de confinamiento? Desde hace años vengo fotografiando – y a veces plasmando en el lienzo- algunos aspectos que a mi me parecen los más abstractos de la naturaleza. Por ejemplo, las nubes. Me fascina su lado efímero. Un estratocúmulo o un cumulonimbus nunca serán los mismos ante nuestros ojos un instante después. Desde mi ventana, observo las composiciones celestes que estos meses nos regala Madrid. Esas “montañas de luz”, tan etéreas y poderosas a la vez nos muestran lo inmaterial del color azul. Con mi cámara voy captando aquellos momentos que me acercan al pequeño universo que siempre he querido transmitir. Esos encuadres (fragmentos de naturaleza ) en los que identifico mis abstracciones celestes. Una parte de esta serie la comparto en Instagram. Intento ofrecer un mensaje positivo. Luz y movimiento para contrarrestar estos tiempos oscuros. En algún momento, y desde mi ventana, me dejo llevar por mi imaginación, transportándome a una playa de Saint-Malo, donde sus cielos son verdaderas pinturas en movimiento. Aparte de pintar, he estado escribiendo algunos textos que aún tenía pendientes terminar.

    ¿Qué lecturas, películas o música le ayudan a sobrellevar la situación? Tengo debilidad por el cineasta español Pablo Berger. Desde a aquella Blancanieves que tanto me impresionó, hasta la más reciente, que se llama Abracadabra. Una película de desbordante imaginación, muy plástica, a veces con esos rápidos movimientos de cámara. Respecto a los libros, estoy leyendo El universo en tu mano, de Christophe Galfard, que trata de manera amena el tema de la expansión del universo. También el de la gran pintora Amalia Avia titulado De puertas adentro donde narra sus recuerdos de la vida cultural de aquella época, con su marido, el pintor Lucio Muñoz, o con Antonio López, entre otros. Todo ello escrito con una gracia y una elegancia envidiables.
    En cuanto a la música, todo Haydn. Destaco su obra Strum und Drang que me transmite mucha fuerza a la hora de pintar. Volviendo a la vena francesa, escucho a Henry Dutilleux pero también a sus ancestros como Camille Saint-Saëns, Debussy, Rameau y por supuesto, Erik Satie.

    ¿Está trabajando en estos momentos? Durante las primeras semanas, era incapaz de pintar. Tenía que digerir la situación. Era un confinamiento diferente al que estoy acostumbrado. Pero enseguida he “pintado” con mi cámara, capturando esos cielos madrileños que comentaba. Luego ya he retomado mi trabajo en las diferentes vertientes que paralelamente sigo desarrollando. Y en eso estoy.

    ¿Cree que esta experiencia tendrá reflejo en su obra de alguna forma? Antes de este “imprevisible“ episodio, y en mi opinión, el arte contemporáneo se hallaba en plena mutación en sus diferentes vertientes. Por una parte, ya trascendía a los aspectos formales y técnicos, siendo más interactivo con el espectador. Por ejemplo, que éste pudiese deambular no solamente físicamente en una instalación pictórica sino que también pudiera participar virtualmente de ella. Zambullirse con su mirada y generar su propio punto de vista. Incluso componer su propio campo pictórico visual. Desde el punto de vista de desarrollo de mi propio viaje interior, me resulta impredecible vislumbrar cómo me influirá esta situación a la hora de materializar en el lienzo mis paisajes abstractos, mi pintura expandida o la manera de llevar a cabo mis performances pictóricas. Pienso que, al mismo tiempo, de manera paralela y fruto de la reflexión y del momento que estamos viviendo, se acrecentará el gusto por la contemplación de una obra de arte, de manera tranquila, en el hogar de cada uno. El arte de mañana tendrá una mayor dimensión espiritual. En definitiva, más interacción y más espiritualidad para el arte que viene.

    ¿Cuál sería el primer museo que le gustaría volver a visitar en cuanto sea posible? El Thyssen de Madrid. Volver a revisitar las obras de esos inmensos pintores holandeses, las vistas panorámicas de Philips Koninck o Ruisdael entre otros. Y seguir esa línea del horizonte que conduce hasta el espectacular Rothko de la colección.

    Alberto Reguera

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