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    Bill Wyman, una memoria viva del rock

    Nacido William George Perks Jr. en el barrio de Lewisham, al sur de Londres, el 24 de octubre de 1936, Bill Wyman comenzó a tomar clases de piano a los 10 años. Con 23 se compró su primera guitarra eléctrica enamorándose del sonido del bajo después de escuchar uno en un concierto de los Barrons Knight. Adoptó como nombre artístico el de Lee Wyman (que cambió más tarde a Bill Wyman), tomando el apellido de un amigo con el que había servido en la Royal Air Force. Su vida daría un giro radical el 7 de diciembre de 1962 cuando fue al pub Wetherby Arms para hacer una audición para los Rolling Stones. Lo que vino después ya es historia del rock. Pero el pretexto de esta entrevista no es hablar de sus glorias musicales, sino de su faceta como coleccionista. “Coleccionar y archivar ha sido uno de los grandes placeres de mi vida” asegura Wyman quien ha ido almacenando con el rigor de un documentalista miles de objetos desde guitarras emblemáticas hasta la factura de un pub. Ahora, a los 84 años, ha decidido desprenderse de un millar de ellos en la casa de subastas Julien’s Auctions, con sede en Beverly Hills, que en septiembre sacó al mercado una pléyade de piezas, entre instrumentos, trajes, premios, material promocional, correspondencia, fotografías, posters y demás objetos personales de quien fuera fundador de la legendaria banda de rock británica. [Vanessa García-Osuna. Foto: Judy Totten].

    En conversación con Tendencias del Mercado del Arte, el legendario bajista desvela: “Hay dos objetos a los que guardo un cariño especial: la guitarra Gibson Gold Top que Brian Jones usó en el concierto y en la película The Rolling Stones Rock and Roll Circus, y por supuesto, el amplificador Vox, que el grupo adoraba”. De hecho, fue este altavoz (que salió a subasta valorado en 85.000 euros) la razón principal de que la banda le admitiera en sus filas tal como confesó Keith Richards: “¡Bill tenía un amplificador! Vino a la audición completamente equipado. Un amplificador Vox AC-30 estaba fuera de nuestro alcance. ¡Lo adorábamos! Solíamos mirarlo y arrodillarnos ante él.”
    Los mitómanos creen que los objetos quedan impregnados del aura de la estrella que los poseyó, sin embargo, Wyman tiene una visión bastante más prosaica de la fama: “En realidad, nunca me he parado a pensar en ella. He tratado de mantener los pies en la tierra, pero admito que la fama resultaba útil para conseguir billetes de avión o reservas en restaurantes cuando era difícil.” Los más de cien millones de discos vendidos demuestran que lo vivido con Jagger y compañía no fue un sueño aunque a Wyman a veces se lo pareciera: “Vivimos infinidad de momentos increíbles a lo largo de los años, pero lo que ninguno de nosotros pudo haber predicho es donde acabaría llevándonos aquella primera audición.” Wyman no echa de menos los “viejos tiempos” aunque si pudiera darle la vuelta a las manecillas del reloj tiene claro qué momento le gustaría revivir con sus colegas: “Probablemente sería el concierto que dimos al aire libre en Hyde Park un precioso día de verano, el 5 de julio de 1969. ¡Se reunieron allí 300.000 fans!. Fue un gran tributo a nuestro compañero Brian Jones que había fallecido apenas dos días antes.”
    En 1976, mientras grababan Exile on Main Street, los Stones se instalaron en el sur de Francia; Wyman alquiló una villa en Bastide St Antoine, cerca de Grasse, a pocos kilómetros de la casa de Picasso en Mougins. Uno de sus ilustres vecinos era el pintor Marc Chagall, ya octogenario, con quien solía tomar el té. “La primera vez que nos encontramos me dijo: ‘Oh, llevas el pelo muy largo’ a lo que le respondí: ‘Sí, pero nosotros empezamos a llevarlo así en 1962, fuimos los primeros. ‘Ah, replicó él, entonces eso está bien.” En recuerdo de aquellas veladas, el músico publicó un libro de fotografías, Wyman shoots Chagall, en el que captaba al artista ruso en la intimidad cotidiana. “Chagall siempre me trató como a un igual, y eso me hacía sentir de algún modo incómodo –nos confiesa- Nuestras conversaciones giraban principalmente en torno a la naturaleza y su arte, pero también me contaba algunas cosas sobre su vida anterior.”
    Gran aficionado al arte, y él mismo conspicuo fotógrafo, en su panteón particular destaca un nombre: “Idolatro a Leonardo, y tengo copias de sus diarios –los Códices Madrid- Ya me hubiera gustado conseguir aunque fuera un 5% de lo que él logró en términos de diversidad creativa.” Aunque, obviamente, esté lejos de emular el torrente inventor que desplegó Da Vinci, a su modo, también ha dado cauce a su creatividad de múltiples formas: músico, fotógrafo, inventor… Una faceta poco conocida y que sin embargo le ha reportado prestigio en los círculos académicos es la de arqueólogo aficionado: “Siempre he sentido un enorme interés por las civilizaciones antiguas, desde que era niño”. Wyman se enorgullece de que el Museo de Historia Natural de Stuttgart haya puesto su nombre a un fósil de cien millones de años de antigüedad recién descubierto.
    Fue precisamente su interés por la arqueología la que está detrás de una de sus aficiones más inesperadas: la de detector de metales, de hecho, ha patentado su propio artilugio, el Bill Wyman Signature Metal Detector. “Todo comenzó en 1968 cuando compré mi castillo de Gedding Hall que data de 1480, y empecé a buscar monedas antiguas y artefactos en los jardines con la ayuda de un detector. Lo más excitante que he descubierto fue un yacimiento romano del que no se tenían noticias –explica con entusiasmo- También he localizado alrededor de 200 monedas y fíbulas romanas de los siglos III y IV.” Desdiciendo una de las canciones más populares de los Rolling, esa que reza “No puedes conseguir siempre lo que deseas” Wyman parece haberlo tenido todo: fama, dinero y amor (se ha casado en tres ocasiones). ¿Qué aspiraciones le quedan por cumplir? “¡Sueño con que se acabe el confinamiento! Aunque este aislamiento tiene una ventaja innegable: me ha permitido terminar de archivar mis colecciones.”

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