En las Cuevas de Altamira, la Capilla Sixtina del arte rupestre, está pintado un bisonte cuyo ojo sigue intimidando a quien lo mira, incluso más de veinte mil años después. Esta es una de las obras del arte universal que han dejado huella en Carmelo Gómez (Sahagún, León, 1962), que también se emociona con la pintura más desgarrada de Goya o con un cuadro como Las hilanderas de Velázquez, en el que el genio sevillano hizo un alarde de sus capacidades narrativas. Cerca de cuarenta películas, con títulos emblemáticos como El viaje a ninguna parte, El perro del hortelano o Secretos del corazón, y montajes teatrales en los que ha trabajado a las órdenes de lo más granado de nuestra escena, como Miguel Narros, José Luis Gómez o Mario Gas, le han valido premios como el Goya, el Ondas o el Fotogramas. El actor leonés se sube estos días a las tablas del Teatro Bellas Artes de Madrid para representar un texto de Miguel Delibes, Las guerras de nuestros antepasados, un emocionante alegato contra la violencia. [Raquel García-Osuna. Foto: Javier Naval]
