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    Chema Madoz: imagen, objeto, idea

    Chema Madoz juega con el equívoco para convertir lo que es en lo que puede llegar a ser, con un simple gesto, una elección. De este modo se venga a cada paso, como hacía Man Ray, de la realidad vulgarmente útil y arbitrariamente normativa, para dar una vuelta de tuerca más a lo reconocible, transformando su obviedad nominal en otra suerte de lógica aberrante que cobra diferente y pleno sentido si miramos con detenimiento.  Premio Nacional de Fotografía y primer fotógrafo español vivo al que el Reina Sofía dedicó una muestra individual, es uno de nuestros creadores más personales y sugerentes.  Conversamos con él con motivo de su última presentación en la galería madrileña Elvira González. Amalia García Rubí. Foto: Alex Mena

    Han pasado tres años desde su anterior individual en la galería Elvira González ¿ha cambiado su obra? No en lo fundamental. Sigo trabajando sobre elementos que ya he empleado con anterioridad pero en esta muestra se pone de manifiesto cómo el mismo objeto puede ir generando diferentes lecturas. Siempre hay imágenes nuevas que amplían las perspectivas en el lenguaje de lo visual como por ejemplo el ciprés/espadaña que simultáneamente se acerca a la idea del paisaje, olas escaleras mecánicas donde ahondo en el concepto de representación de un ámbito más allá del objeto. Son escenarios que pasan de la neutralidad a la recreación. Luego están las obras más cercanas al bodegón clásico pero haciendo hincapié en el propio medio fotográfico, subrayando el valor icónico del objeto…

    Este año expuso en Düsseldorf junto al fotógrafo Duane Michals, quien definió su obra como “un armario de curiosidades” en el texto crítico del libro de Chema Madoz editado por La Fábrica en 2009 Sí. Para mí Michals es un referente imprescindible que influyó en mis primeros años, tanto en el modo de concebir la imagen en blanco y negro cuanto en la manera de entender la fotografía como un medio para trabar determinadas narraciones y secuencias. Ese estar en el límite del entendimiento, creando imágenes que se hallan envueltas en cierto extrañamiento, presente en casi toda la obra de Michals, siempre me ha atraído.

    También hace unos años expuso su obra junto a la de Joan Brossa en Caixaforum Girona ¿qué le une al gran poeta catalán? Descubrí la obra de Brossa en una exposición del Reina Sofía en los 90, indagué en su trayectoria y me interesé mucho por los Poemas Civiles. Entendí poco a poco el trasfondo de sus poemas visuales y me sorprendió la coincidencia que se daba en la base de su trabajo y el mío, ambos girando en torno al objeto. Aunque el acercamiento del objeto a la poesía se hace más evidente en Brossa, mis imágenes, como las suyas, también echan mano de ciertos recursos poéticos, metáforas, paradojas, polisemias…

    A veces sus fotos en blanco y negro pueden tener cierto aire de factura manual, de un dibujo de precisión en grafito sobre papel Sí, puede haber cierta relación entre dibujo y fotografía en algunos casos, aunque no sea una preocupación consciente por mi parte. Por ejemplo, ese empleo de los negros, grises y blancos, los valores lumínicos, el volumen de los objetos… Entiendo que exista a veces esa similitud porque en mis fotos busco los contrastes formales y la pulcritud de lo fotografiado puede tener algo que ver con lo hecho según procesos manuales.

    ¿Prefiere la fotografía analógica a la técnica digital? Para esta exposición he utilizado cámara digital en algunos casos, pero el tipo de archivo sigue siendo producto de una fotografía sin ningún tipo de retoque o falseamiento de la imagen tomada. Todos mis objetos están situados en un determinado orden, iluminados y luego fotografiados, aunque durante el revelado puedan surgir pequeñas correcciones, claro.

    ¿Recuerda su primera cámara? ¡Por supuesto!. Me compré una para hacer fotos de mis viajes, vacaciones, etc. Era una Olympus OM-2. Cuando años después comencé a fotografiar con una Olympus Reflex de 35 mm, entendí la necesidad de tener en cuenta al observador. Comprendí que estaba haciendo un ejercicio de comunicación con la persona anónima que luego iba a ver mis fotos. Una regla de oro en la que hasta ese momento no había reparado. Empecé a estudiar Historia del Arte en la universidad que alternaba con los cursos en talleres del Centro de Enseñanzas de la Imagen. Quería encontrar la manera de contar cosas que tuvieran relación con mi propio entorno cotidiano. Buscaba localizaciones y construía mis primeros escenarios, mis maquetas, etc. Me di cuenta de que tenía una tendencia especial a preparar escenografías para luego fotografiarlas. Siempre fui lento a la hora de hacer una foto, por eso era difícil que me dedicara a la instantánea… (risas)

    ¿Cuál fue su primer objeto fotografiado? Creo que fue una llave con una embocadura que había alterado para darle una apariencia incongruente. Fue algo muy sencillo porque solo había que limar el anillado y convertirlo en la parte de la llave que se usa para abrir, algo que de entrada ofrecía una confusión de funciones trastocadas y absurdas. Esa primera imagen me abrió todo un mundo de posibilidades dadas a los objetos cotidianos, del que no me había percatado hasta ese momento.

    ¿Nunca ha tenido la tentación de fotografiar seres vivos, retratos, desnudos…? En una etapa inicial de mi trayectoria de vez en cuando aparecen personas, pero casi siempre son fragmentos y están quietas, porque de alguna manera son precursoras de mi obra posterior. Sin embargo, con el paso del tiempo me di cuenta de que trabajar con objetos era la forma más directa de abordar conceptos, que es lo que realmente me interesa. Igual que para el escritor, la palabra es su material de trabajo, su herramienta para expresarse, las cosas inanimadas son mis útiles para trabar cierto discurso. La carga semántica del objeto es muy parecida a la que posee la palabra, como bien demostró Magritte.

    Su trabajo destaca por su vuelco hacia el objeto estático tratado de manera singular ¿es éste el primer contacto con el observador? Creo que mis imágenes son casi siempre un reencuentro del espectador con alguien al que ya conoce, aunque haya cosas que se mantienen y otras que vayan cambiando con el tiempo. En primer lugar, la idea escogida tiene que merecer la pena. Detrás de cada imagen hay un trabajo extremadamente cuidado para conseguir que el objeto fotografiado adopte esa especie de levedad, de ligereza que abre una puerta a diferentes lecturas. En el momento en que la obra se cuelga, el fotógrafo deja de tener poder sobre ella y es el público quien la hace suya y la lee según su propio entendimiento.

    Da mucha trascendencia a la pulcritud técnica. ¿La nitidez formal es tan importante como la contundencia conceptual? Soy partidario de que el trabajo o el esfuerzo invertido en la realización de una obra se quede en la trastienda porque no siempre está relacionado con el valor final. A veces sorprendentemente, ocurre que la intuición primera produce magníficos resultados, aunque todo está medido y estudiado. Empleo unos elementos mínimos para construir una imagen y eso me obliga a centrar toda mi atención en que cada cosa ocupe su lugar exacto, guardando un orden estricto que además pone en evidencia el desorden lógico de esos mismos elementos cuando se combinan.

    ¿Qué suele hacer con sus maquetas y cosas una vez que las fotografía? ¿Haría una exposición con todo ese trabajo preparatorio? Depende, unas veces las destruyo o desecho y otras las guardo, pero en cualquier caso, después de haber fotografiado un montaje creo que los elementos del atrezo no tienen mayor relevancia. Quizá una selección de aquellos objetos que pudieran poseer cierto empaque, se podrían exponer pero no me lo he planteado, la verdad. Aunque creo que la magia lograda mediante las claves de iluminación, composición, escala… para hacer de la percepción fotográfica algo atractivo, se pierde en la cosa tridimensional.

    El empleo del ready made o del objeto parlante ¿bebe en alguna medida de las vanguardias? Soy consciente de que es un territorio muy cercano a mi manera de entender la imagen mecánica. Yo empecé a hacer fotografía en los 80, un momento en el que el arte contemporáneo estaba muy de espaldas a esta disciplina, salvo si se acogía a una ortodoxia específica. Cuando comencé a fotografiar cosas pensaba ingenuamente que era algo original, hasta que indagué en la Historia del Arte y descubrí todos esos autores dadaístas y surrealistas. Tomé conciencia de mis antecedentes y me alimenté de ellos precisamente para no caer en lo ya hecho por otros, en el remake fácil.

    ¿La fotografía moderna ha de ser siempre innovadora? ¿Cómo analiza su evolución en los últimos años? Hubo un tiempo en los años 80-90 cuando comenzó a abrirse hueco en el arte contemporáneo, donde la fotografía era muy ortodoxa; existían algunos paladines que dictaban lo que estaba bien y lo que estaba mal. Yo me mantuve al margen y también tuve suerte porque desde el primer momento mi trabajo despertó cierta curiosidad al emplear medios poco habituales, aunque eso de crear escenarios artificiales para luego fotografiarlos era casi un sacrilegio para el documentalismo o la imagen instantánea tan en boga. Con el tiempo, el panorama fotográfico fue abriendo su amplitud de miras, por fortuna. En el momento actual la fotografía está revisando sus propios límites, las múltiples aportaciones de las nuevas tecnologías pueden crear obras impactantes en cuanto a técnica, resolución etc, que a veces se quedan solo en lo espectacular. Sin embargo, creo que en este caos inicial existe también una potente marea de fondo que terminará siendo enriquecedora.

    Además de su archivo personal de fotografías, ¿colecciona algún otro tipo de arte? Ocasionalmente he adquirido alguna pintura o escultura, además de fotografías. No tengo una preferencia marcada, me puede interesar tanto lo figurativo como lo abstracto.

    ¿Qué encuentra en la pintura que no halla en la fotografía? La capacidad para la pintura es algo que envidio, porque sería imposible tan solo el hecho de plantearme hacer un cuadro, y por eso valoro al pintor. La fotografía ha sido siempre mi medio, donde me siento cómodo porque es un lenguaje que domino, al que me siento unido y con el que me asombro cada día.

    ¿Tiene algún artista que le atraiga especialmente? Bueno, son muchos y muy distintos los autores que me han interesado por varios motivos, algunos me han influido quizá indirectamente, otros no tienen una relación evidente con mi trabajo. Hablábamos antes de Duane Michals, pero también admiro la obra de Waltercio Caldas, Cildo Meireles, Perejaume…

    ¿Cuáles son sus proyectos futuros más inmediatos? Estoy preparando obra para el Paris Photo 2019 y para otra exposición que también celebraré en París, donde tengo bastante contacto con galerías. Fue en esta ciudad en la que expuse por primera vez mis fotos hace alrededor de treinta años.

    ¿El factor tiempo está impreso en su obra o tiende a crear algo intemporal? Bueno, creo que a todo artista le gustaría ser intemporal, pero es el tiempo el que tiene la última palabra y el que nos dará una perspectiva de si realmente existe ese anclaje inevitable a una época. Aunque empleemos elementos poéticos o abstractos, todo artista es irremediablemente hijo de un momento histórico y eso a la larga se manifiesta en mayor o menor grado a través de su trabajo.

    ¿Le preocupa el futuro? ¿Piensa seguir fotografiando objetos? Sí, voy a seguir fotografiando cosas para desarrollar ideas o narraciones que puedan tener interés. Aunque cuando termino un proyecto y expongo su resultado, siempre me hago la misma pregunta: ¿seré capaz de contar algo más a partir de ahora? Y confieso que me aterra un poco, me entra cierto vértigo porque se queda un interrogante abierto. Luego me respondo a mí mismo que seguramente me agote yo antes que las infinitas posibilidades existentes que desconocemos sobre el objeto. En cualquier caso, hay algo fundamental que me invita a seguir en la fotografía: sigo aprendiendo, sigo disfrutando y me sigo sorprendiendo a mí mismo. Yo soy el primer espectador de estas imágenes.
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