• Museo Ruso
  • tendencias del arte

    El Belén napolitano: de capricho de reyes a tradición popular

    Belen Napolitano

    Existe una polémica muy antigua a la hora de situar el origen del pesebre –Alemania, Italia, Cataluña…- , pero lo más probable es que naciera en Nápoles a finales del siglo XVII. Durante el siglo XVIII esta tradición formó parte del florecimiento cultural del Barroco en la Corte de Carlos III que proyectó su afición belenística por la Provenza, Cataluña, Valencia y Murcia. Apasionado de los nacimientos, este monarca hizo mucho por su difusión e incluso realizó los suyos ayudado por artistas y escenógrafos, mientras la reina María Amalia diseñaba vestidos para ser producidos en las fábricas reales.
    El belén más reputado fue el del monarca Carlos III, quien dio un fuerte impulso al belenismo en España. Del suyo, salido de la Real Manufactura de Porcelana de Capodimonte y expuesto allí, se sabe que ocupaba varias estancias del palacio y que la cabalgata de los Reyes, sin duda la parte más vistosa de toda la representación, tenía cerca de 100 personajes, ataviados con ricos ropajes, exponentes de varias razas y en la que el escueto relato evangélico quedaba desbordado por la fantasía italiana en beneficio del arte.
    Las figuras del belén napolitano son especialmente frágiles. El cuerpo está formado por un armazón de alambre forrado con estopa, materiales muy flexibles, que permiten crear figuras en muy diversas posiciones siguiendo la expresividad estilística del dinamismo barroco.
    Las extremidades son de madera; la cabeza, de terracota policromada con los ojos de pasta vítrea, trabajados con notable minuciosidad para conseguir la máxima expresión del rostro; y los vestidos, de sedas o tejidos de la época, con pasamanería, y las mujeres adornadas con puntillas, joyas y abalorios.
    Las piezas raramente van firmadas porque en la elaboración de una figura intervenían muchos artistas: escultores, pintores, plateros, sastres y hasta arquitectos para diseñar toda la ciudad, con sus casas y montañas. Y si finalmente se optase por la atribución de la autoría, siempre se le otorgará al que haya hecho la cabeza. Para las ofrendas y la caracterización de los personajes se utilizaba el barro, la plata, el cristal, el marfil y el ébano.

    Exquisita artesanía
    Los rostros de las figuras se realizaban en barro cocido, posteriormente pintado con óleos según la encarnadura que se les quisiese dar y se les dotaba de ojos de vidrio; brazos y piernas se hacían en madera tallada; el cuerpo de alambre y estopa, se cubría de primorosos trajes cuyas telas (de seda, terciopelo o raso) salían en buena parte de la Real Fábrica de San Leucio. Hubo artistas dedicados a hacer figuras del Misterio, otros de Reyes Magos, los hubo de animales, los cacharros de cobre se encargaban especialmente, así como la vajilla que aparece en las bien servidas mesas o los cestillos con frutas y verduras. Estos belenes, aparte de su extraordinaria calidad – algunos eran articulados sobre un armazón de alambre que permitían adoptar distintas posiciones en brazos y piernas, con cabezas, pies y manos de terracota –, son un exponente etnográfico de primer orden donde vemos reflejada en ellos la vida de Nápoles, con sus tipos populares, vestimentas, mercados, edificios – entre los que no faltan las ruinas –, alimentos, instrumentos musicales, armas y miles de detalles de esta abigarrada y populosa ciudad mediterránea.

    El esplendor napolitano
    La escenificación y configuración plástica del Nacimiento alcanzó en el Reino de las Dos Sicilias un periodo de esplendor en la segunda mitad del siglo XVIII, desbordando el ámbito religioso para pasar a la Corte, la nobleza y alta burguesía y finalmente a ambientes populares. Los Belenes napolitanos se caracterizan por su espectacular escenografía y por la profusión de figuras que incluyen escenas y tipos populares de gran realismo y expresividad. La escena del Nacimiento se ve rodeada de escenas de mercado, el mundo de los pastores, de los vendedores ambulantes, de los gremios, de músicos y danzantes, ofreciendo una gran riqueza iconográfica de indudable interés etnológico.

    Coleccionismo pujante
    En la última década, la Sala Retiro de Madrid ha subastado cuatro belenes napolitanos, todos procedentes de colecciones particulares. El Estado adquirió, a través del Ministerio de Cultura, el de mayor relevancia en 2002 por 300.000 euros. Constaba de 29 figuras y en la actualidad se exhibe en el Museo de Cerámica y Artes Suntuarias de Valencia. El 12 de diciembre de 2007 adjudicaron en 150.000 euros un nacimiento compuesto por 24 figuras que medían entre 12 y 40 cm. 7.500 euros pagaron el 21 de noviembre de 2007 por ocho figuras que tenían una altura que oscilaba entre 39 y 51 cm, mientras un grupo de cortejo en el que únicamente había dos pajes, una figura femenina y un elefante se remataba por 6.000 euros en junio de 2007.
    En diciembre de 2008, sin embargo, no encontró comprador Escaparate con la Epifanía, de Doménech Talarn (1812-1902). Este nacimiento en terracota policromada al óleo, parcialmente dorado, se compone de 25 figuras enmarcadas en un columnado de 97 x 75 cm. La fragilidad del material en que están hechas hace que se valore fundamentalmente su excepcional estado de conservación y la brillantez de su policromía, que se debe al pintor Mariá Fortuny (1838-1874). Este maravilloso conjunto se puede comparar con los grandes “pesebres” de Talarn, actualmente conservados en el Museo del Monasterio de Pedralbes, en el Palacio del Marqués de Dos Aguas en Valencia y en el Museo de Artes, Industrias y Tradiciones Populares de Barcelona.

    Técnica y materiales
    Las figuras, de unos 30 a 35 cm, tamaño que permitía manejarlas con cierta facilidad, eran móviles, constituidas de un armazón de alambre recubierto de estopa, con las extremidades talladas en madera y la cabeza modelada en terracota. Los artistas, que se han podido identificar en ocasiones, modelaban el conjunto de cabeza, cuello y pecho (testinas) y a veces el cuerpo entero (academias). Las figuras se completaban con la incrustación de ojos de vidrio, ropajes de variadas telas y accesorios de metal, plata, ébano, hueso, marfil, barro, cera, etc.

    Exuberante escenografía
    Una característica de los belenes napolitanos es el paisaje que sirve de fondo a las escenas. La gruta franciscana original se cambia en un templo pagano en ruinas que recordaba a las recientes excavaciones en Herculano. A esto se añadían casas y otras arquitecturas para la ambientación de las escenas. Este tipo de escenografías, típicamente napolitana, es introducida por Giovanni da Nola. Otro recurso escenográfico utilizado fue el de la iluminación y los efectos creados con la luz.

    Los Belenes en la colecciones públicas
    Entre los nacimientos napolitanos pertenecientes a colecciones institucionales destacan el del Museo de Valladolid que cuenta con 184 figuras entre las que destacan las que representan a tipos populares de Nápoles y una gran diversidad animalística. El de la Fundación Juan March de Palma de Mallorca llegó de Italia en 1970 adquirido por Bartolomé March y su conjunto supera las 800 figuras entendiendo algunos historiadores que tras su elaboración estaba el popular belenista del siglo XVIII, Giuseppe Sanmartino.
    El que se exhibe en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid fue reunido durante la posguerra por un embajador en el Vaticano.
    Patrimonio Nacional expone estos días al público en el Palacio Real de Madrid [hasta el 15 de enero de 2012] un espectacular belén con el que sigue una tradición que se remonta varios siglos. El rey Felipe V en su viaje a Italia en 1702, recibió como regalo un belén, y su hijo Carlos III rey de Nápoles desde 1735, se trajo otro en 1760 para colocarlo en el Palacio del Buen Retiro. El que se exhibe, compuesto mayoritariamente por piezas napolitanas y algunas al estilo genovés fruto de sucesivas adquisiciones, contó en su momento de mayor esplendor con casi seis mil piezas, con todos los accesorios animales y los adornos o finimenti de cada una de las figuras o escenas: la posada, la taberna o el mercado que unidos formaban un bello conjunto. Para montarlo participaba toda la Familia Real, hasta la Reina y sus damas colaboraban confeccionando indumentaria para vestir las figuras.

    Raquel García-Osuna

  • Portada

     

  • Manifesta

  • La Pedrera

  • FAB París

  • TEA

  • Biaf

  • Museo Picasso Malaga

  • Marq