El Museo Goya Colección Ibercaja ha reabierto sus puertas con sus fondos artísticos enriquecidos y un discurso expositivo renovado para convertirse en el centro de referencia de la obra de Goya en Aragón. Francisco de Goya nació en marzo de 1746 en Fuendetodos y desde su niñez estuvo vinculado a Aragón. En Zaragoza aprendió sus primeras letras en el colegio de las Escuelas Pías y se inició en el oficio de pintor. En Aragón se conservan sus primeras pinturas, realizadas entre 1760 y 1781, y otras obras de distintas épocas y técnicas.
El renovado Museo Goya Colección Ibercaja se ubica en la casa renacentista que perteneció en origen al infanzón Jerónimo de Cósida, construida entre 1535 y 1536 por Juan de Lanuza. El museo zaragozano alberga ahora 500 piezas, entre otras, catorce pinturas, un dibujo y las cinco grandes series que Goya grabó. La cronología de estas obras, que abarca desde la época juvenil zaragozana (1762-1774), hasta su estancia en Burdeos, donde muere en 1828, hacen de este museo uno de los centros de referencia para el conocimiento de la obra del pintor aragonés.
Las obras de Goya están acompañadas de una pléyade de piezas de autores anteriores, coetáneos y posteriores al artista de Fuendetodos que permiten ofrecer una lectura histórica de su aportación a la historia del arte. Entre las novedades destacan varios trabajos de los hermanos Bayeu e importantes creaciones de autores aragoneses como José Luzán, Mariano Barbasán, Marcelino de Unceta, Francisco Pradilla, Pablo Gargallo y los Grupos Pórtico y El Paso, entre otros.
Junto con Durero y Rembrandt, Goya es una de las grandes figuras de la historia del grabado. El museo zaragozano es el único del mundo que exhibe permanentemente la obra gráfica completa de Goya, que se compone de 244 grabados. Su producción gráfica fue amplia y se plasmó esencialmente en varias series de grabados: Los Caprichos (1799), Los Desastres de la Guerra (1810-1814; editada en 1863), La Tauromaquia (1816) y Los Disparates o Proverbios (1816-1824; editada en 1864). Todas y cada una de ellas constituyeron hitos en el proceso de investigación gráfica y de creación desarrollado por Goya, que culminaría en las litografías de Los Toros de Burdeos (1825). Con esa última serie demostró su capacidad de aprendizaje permanente y su sentido de modernidad. El maestro aragonés dominó todas las técnicas de grabado de su época: el aguafuerte, el aguatinta, la punta seca, llegando a converger varias de estas técnicas en una misma estampa. En 1825, con setenta y nueve años, experimentó con una técnica nueva: la litografía. Concibió el grabado como válvula de escape de sus pensamientos y sentimientos. Fue también la forma más directa y democrática de conectar con sus contemporáneos, con lo que consiguió sacar al grabado del anquilosamiento que sufría en el siglo XVIII. [Autorretrato, Francisco de Goya, c. 1775].