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    El secreto de los Barilla

    Barila

    El apellido Barilla hace pensar en Italia y su producto estrella, la pasta. Descendientes del fundador de la fábrica de pasta más importante del mundo, que este año celebra su 135º aniversario, Giovanni Barilla y su esposa Gabriella, crearon una de las colecciones de cerámica y porcelana más notables de Europa.
    Si Pietro Barilla era famoso por su Fundación de Arte Contemporáneo en Parma que custodiaba las obras de Marino Marini y Giorgio Morandi, Giovanni y Gabriella reunieron una valiosa colección de porcelana que incluía figuras históricas de Meissen –eran dueños de algunas de las primeras figuras que se hicieron de la Comedia del Arte- así como rarezas de Capodimonte y del Buen Retiro. También atesoraron pinturas y muebles venecianos del siglo XVIII, mayólica del siglo XVI y Libros de Horas iluminados.
    Cerca de 400 piezas de su colección salieron a pujas el pasado mes de marzo en Sotheby’s recaudando 5,5 millones de euros.

    Para alguien como yo, que creció en Italia, el nombre de Barilla es sinónimo de pasta. Giovanni Barilla era hijo de Riccardo Barilla, descendiente del fundador, quien, en 1877, estableció la que se convertiría en la más famosa fábrica de pasta del mundo. A principios de la década de 1970, Giovanni decidió abandonar Italia permanentemente para instalarse junto a su familia en Suiza; posteriormente vendió sus acciones en la empresa familiar y se dedicó a las finanzas.
    La pasta, sin embargo, continuó siendo una pasión familiar y algunos de los recuerdos más maravillosos que tengo de mis visitas a Giovanni y a Gabriella en su casa en Ginebra, tienen que ver con las espléndidas comidas y cenas que compartimos –nos descubre Mario Tavella, director del departamento de mobiliario de Sotheby’s Europa e íntimo amigo de los coleccionistas– Gabriella era una estupenda cocinera y no era extraño que sirviera la pasta acompañada de tres deliciosas salsas diferentes, que a menudo había preparado ella misma.
    Recuerdo estas citas con gran cariño y nostalgia. Si yo llegaba sin previo aviso al aeropuerto de Ginebra, podía auto-invitarme, incluso en el último minuto, para ir a su casa a almorzar o cenar.
    El encuentro sería, como siempre, muy agradable. Gabriella me saludaría desde su sofá rococó veneciano situado en medio de su sallotino delle porcellane o gabinete de las porcelanas, rodeada de sus queridos bulldogs y gatos siameses. En la habitación contigua, los tallarines humeantes que habría preparado siguiendo la mejor tradición de [la región de] Emilia, nos esperarían mientras nos lanzábamos a conversar.”

    En la Colección Barilla están representados los géneros temáticos más icónicos en el arte de porcelana italiana (Commedia dell’Arte, Parejas de cortejo, Vida doméstica y Sainetes de Nápoles). Entre las ‘joyas’ se incluye una dinámica escena protagonizada por dos ratones muy escurridizos llamada Los cazadores de ratones, un rarísimo grupo modelado por Gricci, alrededor de 1750, paradigma de la destreza del célebre artesano. Su modelado complementa armoniosamente la pasta de porcelana producida en Capodimonte, mientras que su paleta de colores es ligera pero efectiva, perfecta para resaltar los detalles mostrando la lisa superficie blanca de la mejor porcelana napolitana. La escena está tomada de la vida cotidiana del siglo XVIII y es como mirar por la ventana de una de las casas de la burguesía napolitana de la época.

    “¿Mis favoritos? Resulta difícil escoger pero varios objetos despiertan recuerdos muy felices para mí –señala Mario Tavella-
    La primera obra con la que se cruzaron mis ojos en mi primera visita al hogar de los Barilla, en el 22 del Chemin de l’Ecorcherie, fue un impresionante busto de héroe clásico realizado en mayólica por Della Robbia. Gabriella casualmente le había arrojado un sombrero de paja sobre su cabeza, y la escultura llevaba un botón de alarma prendido en una cadena alrededor de su cuello. ¡Cada vez que me acuerdo no puedo evitar sonreír!. Y también una muy singular vista de Venecia pintada sobre seda con un marco italiano policromado, lacado y dorado. Es un testimonio del amor que profesaban Giovanni y Gabriella a esa ciudad.”
    Otro objeto muy elogiado es un rarísimo plato Vezzi; es el segundo diseñado por la manufactura veneciana del que se tiene constancia. Su decoración es atribuida en los documentos de la factoría de Vezzi a un pintor llamado Duramano, y es excepcional por su tamaño, condición y la frescura de su vívida paleta, que evoca la fantasía de las chinoiseries, siendo similar en estilo y gusto a la decoración lacada de los muebles venecianos del siglo XVIII.

    Mientras que Gabriella se propuso conseguir las mejores cerámicas y porcelanas, Giovanni Barilla consagró sus esfuerzos a adquirir el mobiliario veneciano más elegante. “A Giovanni le encantaba recalcar, con su marcado acento de Parma, que él nunca se había desprendido de su mobiliario ‘veneciano’, y que muchos de sus muebles habían sido referenciados en libros y originalmente habían pertenecido al ingeniero Giuseppe Gatti Casazza, quien legó la mayor parte de su colección al Museo de Arti Decorative de Ca’ Rezzonico en Venecia. Sin embargo, en su colección apenas había ejemplos de las típicas lacas y dorados que uno podría asociar con los muebles venecianos.
    Sus piezas, cuidadosamente escogidas, se definían por una extrema elegancia, e incluso por su sobriedad. Sus elecciones reflejaban a la perfección su personalidad serena y reservada. Se sentía muy orgulloso de su cabinet del siglo XVIII –que se vendió por 320.000 euros- y de un conjunto de espejos italianos del siglo XVIII con escenas mitológicas grabadas.”

    En la biblioteca de los Barilla podíamos hallar joyas como un Libro de Horas del siglo XV, notable por sus recreaciones del reino animal, extremadamente inusuales, y por contener una de las primeras y raras representaciones de un elefante. Elaborado en Francia hacia 1465, la riqueza de sus iluminaciones, con caprichosos personajes, a menudo seculares, incluye osos tocando una gaita, jabalíes heridos que caminan sobre muletas y gatos lavándose a sí mismos. Todos ellos aluden a detalles pequeños e incluso mundanos de la vida diaria. Tiene también creaciones fantásticas que nos llevan más allá de Europa, como la escena de un moro a lomos de un camello que va tocando un tambor, o la de un elefante que sostiene sobre su espalda un intrincado castillo de piedra.

    El traslado de la familia Barilla a Ginebra supuso la introducción del matrimonio en el mundo de las subastas internacionales. A partir de ahí empezaron a coleccionar con mayor rigor la porcelana barroca de la mejor calidad. “Entre 1970 y 1980 realizaron adquisiciones que documentaban la historia de la porcelana europea –manifiesta Tavella- En aquella etapa, eran asesorados por especialistas de casas de subastas, expertos y conservadores de museos. Cuando empezaron a interesarse por las hermosas figuras esculpidas por Giuseppe Gricci –finalmente lograrían atesorar la más importante colección de figuras escultóricas de Capodimonte-, Giovanni y Gabriella trabajaban como un equipo. Giovanni escrutaba con detenimiento los colores y la temática de sus posibles adquisiciones, mientras que Gabriella se dejaba llevar por su intuición artística, y valoraba el mérito estético de cada obra. Tomados en conjunto, los dos enfoques les permitían escoger las mejores piezas que aparecían en el mercado.”
    En las subastas los Barilla eran rivales temibles porque disfrutaban de la emoción visceral de competir por una obra de arte. “Gabriella se empeñó en adquirir la porcelana El comedor de macarrones, a pesar de que era consciente de que la pieza no podría salir nunca de Italia, y luchó obstinadamente para hacerse con ella en la subasta –recuerda Tavella–.

    También me viene a la memoria una soberbia colección de vasos de porcelana de Meissen del siglo XVIII que representan figuras de la Comedia del Arte y que adquirió en una licitación en Alemania en 1997. ¡Sus pujas fueron tan audaces que dejó a los demás coleccionistas terriblemente frustrados!. Dos de sus trofeos eran un par de excepcionales figuras Höchst del Dottore Boloardo y Scaramouche modelados por Johann Christoph Ludwig von Lücke, hacia 1752. La factoría de Höscht hizo sus primeras porcelanas en 1746 y su reputación se justifica principalmente por los productos que creó durante un periodo muy breve (1746 a 1753), y gracias a sus figuras de la comedia del arte. Gabriella buscaba con desesperación las figuras más extravagantes de la Commedia dell´Arte y para hacerse con estas dos no se arredró cuando tuvo que pagar un precio muy alto para vencer a otros grandes coleccionistas”, evoca con una sonrisa Mario Tavella. La estrella de la subasta, no obstante, fue una figura modelada por el maestro J.J. Kändler en 1738, titulada Arlequín asustado, que triplicó su precio de salida entregándose por 145.000 euros.

    La porcelana italiana
    Se atribuye al gran duque Francisco I de Médicis el impulso para lograr producir porcelana con éxito por primera vez en Europa. Su factoría experimental funcionó en Florencia entre 1575 y 1587: hoy se conocen unos 64 ejemplares de su producción. Capodimonte es la más famosa de las fábricas italianas y fue fundada en esa localidad napolitana, en 1743, por Carlos IV, rey de Nápoles.
    Produjo una bonita porcelana blanda translúcida. El maestro modelista fue Giuseppe Gricci quien hizo figuras soberbiamente modeladas, inspiradas en la Commedia dell’Arte y en temas contemporáneos, e hizo también las fantásticas habitaciones de porcelana estilo chino de los palacios de Portici y de Aranjuez.
    La primera fábrica veneciana fue la de Vezzi, que Francesco Vezzi y C.C. Hünger, de Meissen, hicieron funcionar entre 1720 y 1727. Su especialidad era la vajilla con decoración octogonal, inspirada en diseños de plata barrocos.

    Tardes con Gabriella
    “Mi obra favorita es Capricho de ruinas romanas clásicas –el lote más cotizado, rematado en 420.000 euros- una composición bellamente atmosférica pintada por Sebastiano y Marco Ricci. Además de por sus evidentes cualidades estéticas, esta pintura me trae recuerdos entrañables –relata Tavella-.
    Aunque siempre comenzaba mis reuniones con la señora Barilla en su gabinete de porcelanas, después de cenar nos retirábamos a tomar café a su salón veneciano, donde estaba colgado este cuadro. ¡Gabriella era una compañía fascinante!. Tuvo la suerte de envejecer muy elegantemente y su inteligencia e insaciable curiosidad por la vida y sus novedades permanecieron intactas. Nuestras despedidas tenían siempre lugar, cuando caía la tarde, frente a esta pintura maravillosa.”

    Un tesoro nacional
    “Para Gabriella, quizás las dos piezas más especiales, ¡y esto no es una sorpresa! –dice Mario Tavella- son las que están relacionadas con el negocio familiar de la pasta. La más preciada era El comedor de macarrones, con Colombina y Polichinela, el grupo de porcelana de Capodimonte modelado por Giuseppe Gricci. Reviste tal importancia histórica para Italia, que a pesar de haberla comprado allí, la señora Barilla no pudo sacarla del país para llevársela a su casa de Ginebra. Sentía adoración por esta figura. La conservó en su residencia italiana y disfrutaba de ella cuando volvía a su tierra natal.”

    V. G-O

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