Tiene obra en museos de todo el mundo, en ciudades de muchos países, en la selva brasileña, en los fiordos noruegos y en el fondo del mar. Es Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956), Premio Nacional Artes Plásticas 1999. Inició sus estudios de arte en Barcelona explorando el campo del dibujo y la cerámica, formación que completó en la School of Arts de Londres a principios de los años ochenta. Su carrera emergió al ser seleccionada para representar a España en la Bienal de Venecia en 1986 y 1993. Posteriormente la exposición individual que le organizó el museo Guggenheim de Nueva York en 1997 supuso su consagración definitiva en el ámbito internacional, pasando a engrosar las colecciones de algunos de los principales museos del mundo. La exposición organizada recientemente por el Reina Sofía de Madrid, con más de cincuenta piezas, ha sido su mayor retrospectiva hasta la fecha. Techos suspendidos, pasajes, pozos, celosías… sus esculturas se integran con la arquitectura del lugar y el medio que las acoge, estableciendo relaciones entre lo natural y lo cultural, donde intervienen luz, agua, vegetación y sonido. La Fundación Francisco Godia de Barcelona, donde Cristina Iglesias está representada con una espléndida pieza al aire libre, en el patio, Habitación Vegetal XV (Doble Pasaje), de 2008, la ha invitado para participar en un ciclo de conferencias para hablar de sus obras preferidas del Museo del Prado.
¿Cuál fue su primera experiencia memorable con el arte?
Diría que lo más importante es el momento en que te atreves a decir que lo que haces es una obra con voz propia. Un momento significativo fue cuando utilicé por primera vez un tapiz en una escultura, una obra en la que combino hierro, cemento, tapiz y cristal; es una pieza de 1987 que está en el Reina Sofía, y la considero un trabajo clave porque es cuando pienso que realmente esa imagen construida conjuga ideas. Fue entonces cuando decidí explorar ese camino. A veces defino como esculturas construcciones que, habiéndose inspirado en la pintura, tienen una presencia física, y creo que pueden ser definidas como tales. Pueden ser piezas que te rodean, en una secuencia de percepciones, de recorridos y lenguajes… No sé exactamente de dónde viene, pero he leído, he escuchado música, he vivido experiencias que afectan a mi manera de hacer y a definirlo como escultura.
Haber estudiado química, ¿ha tenido alguna influencia en su trabajo?
Influencia directa no, pero creo que todo aporta; me fascina la ciencia, los avances del conocimiento. Esos avances pensados como lugares de abstracción absoluta por no llegar a entender… seguramente me ha influido en el sentido en que veo mi estudio como un laboratorio, pero no solo de materiales, sino más bien de ideas.
Usted, como escultora, se considera constructora de lugares, ¿podría hablar de la relación entre su escultura, el lugar y el individuo?
Mi obra incluye una experiencia física y mental, muy propia de las instalaciones. Unas veces construyo lugares físicos y otras espacios más imaginarios. Las serigrafías son fruto de un montaje que es una ficción espacial, con muchas capas, cada una tiene su razón de ser para construir ese lugar ilusorio. En cuanto a la experiencia del individuo, son sensaciones personales. Sentir provoca reflexiones, pero cada espectador es distinto, no pretendo que mi obra despierte nada específico; por ejemplo, el agua en el pozo puede suscitar sorpresa, miedo, paz por el sonido del agua, una paz que hipnotiza, también intriga…
En sus creaciones hay una presencia de lo natural: vegetación, agua… ¿podría hablar de su sentimiento de la naturaleza y de esta manifestación en su obra?
Como le decía antes, un tapiz es una representación artificial de la naturaleza, y lo utilizo casi de manera perversa, me interesa mantener la relación con la historia y con el aquí y ahora, y ser transgresora de los límites, del ilusionismo. Me interesa el paisaje y la idea de lo que está detrás.
Usted tiene una obra en el fondo del mar… ¿es la pieza que ha supuesto el mayor reto para usted?
No es que sea la pieza de mayor reto, sino que el desafío es ser capaz de construir una obra que tenga autonomía, ya sea en la ciudad o en la naturaleza, porque la obra debe tener autonomía de voz y de pensamiento. Esta pieza está en el Mar de Cortés o Golfo de California, en México. La hice admitiendo que la naturaleza devorará parte de lo que yo he construido para crear una arquitectura animada. Es un símbolo de creación de refugios marinos.
¿Ha buceado para controlar el montaje de la obra?
Sí, tuve que aprender a bucear. Ahí radicaba parte de la dificultad y del miedo, porque había que montarla en una zona en la que hay épocas con mucho plancton que crean la percepción de neblina en el agua. Hay que bajar a 17 metros de profundidad y estar en ellas. La obra es una celosía con un texto de Historia natural y moral de las Indias, del siglo XVI, del jesuita Fray José de Acosta, que habla de la idea poética de la Atlántida. Desde arriba, en la superficie, se ve una topografía de la obra; ahora mismo está muy habitada por peces y coral. Es una zona protegida. Cuando el agua es más transparente, en los meses de octubre y noviembre, se puede bucear y verla en su totalidad. Es una intervención en la naturaleza con intención simbólica. Construir con parámetros de lo remoto… Imponer una pieza en un lugar tan bello me daba respeto, pero ha sido una gran experiencia. Trabajé junto a biólogos marinos para elegir el lugar donde crece el coral, al lado de un manglar, un lugar donde las corrientes limpian lo construido y ayudan a fortalecer el arrecife. El proyecto forma parte de una acción después de recuperar la isla de Espíritu Santo para devolverla a la República federal. La Fundación Mexicana para la Protección Ambiental (FUNDEA) me pidió una obra que fuera un monumento a esa acción… nunca se me hubiera ocurrido intervenir en una isla donde no se puede construir, por eso planteamos una obra que propiciara un arrecife de coral. Reúne muchas condiciones que la hacen única. Está hecha con cemento de pH neutro para que no altere el ecosistema. Es una zona muy protegida, es una isla escondida que hay que buscar.
¿Qué proyectos han marcado un punto de inflexión en su carrera?
Hay muchos: la Fuente Profunda en Amberes (1997-2006) acabó de construirse diez años después de ser aceptada y definida. En ella el agua aparece y desaparece, hay un tiempo y una secuencia, que luego me ha llevado a otras piezas como los pozos. La obra de Amberes te afecta, te atrapa, está construida con una idea de tiempo. Se completa en una secuencia de una hora. Y también las Puertas del Museo del Prado. Es un proyecto público en un edificio emblemático, imponente, que incluye un componente de tiempo y movimiento. Las puertas, que se mueven cada dos horas cambiando de posición, fueron una oportunidad de crear una obra pública en una ciudad, dialogando con el arquitecto Rafael Moneo, en la mejor pinacoteca del mundo. Las puertas del Prado, Entrada-Umbral (2006-2007) tienen una inspiración vegetal aunque crean una total ficción. Son puertas ceremoniales, no es la entrada al Museo, pero tienen que abrirse todos los días. Ambas obras están pensadas calculando el tiempo que tarda el visitante en entrar o salir del museo para que pueda ver el ciclo del movimiento. Me interesa la idea de bosque que crece, que rodea. Cuando digo que me interesa la idea no es obviamente solamente la imagen de ello. También crear una secuencia en el tiempo. Esta obra ha creado un lugar en sí mismo para el viandante, para el ciudadano.
¿Es coleccionista?
No soy coleccionista; tengo cosas que he ido comprando, que me han regalado y que he heredado, y he intercambiado también con otros artistas. Una obra muy importante para mí es una pieza de Juan Muñoz, que hizo para nuestros hijos; y otra muy especial también es un dibujo de Ed Ruscha con un barco de vela, que está navegando en un difuminado mar californiano y tiene escrita la frase «Brave men run in my family».
¿Le gustaría hacer algún proyecto en colaboración con otro artista?
No sé. Lo difícil es encontrar el momento y el proyecto. He hablado con Rita McBride de hacer algo juntas; con Thomas Struth haremos una exposición conjunta el año que viene. También tengo algún proyecto de colaboración con un artista de otra disciplina.
Marga Perera