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    Eduardo Momeñe, la mirada cómplice

    Eduardo Momeñe

    Todo un universo de posibilidades se abrió ante Eduardo Momeñe (Bilbao, 1952) cuando de niño recibió de manos de su padre su primera cámara de fotos. Su primera exposición la realizó en la galería Nikon de Barcelona en 1974. Al año siguiente se trasladó a París, donde trabajó en el taller de Uwe Ommer, centrándose en la fotografía de moda. Dos años después, pondría en marcha su propio estudio en Madrid, dedicado a la fotografía editorial, de moda e ilustración. En los 80, retrató a personajes del ámbito de la cultura como Wim Wenders, Robert Mapplethorpe o Ian Anderson. En la actualidad es director del Máster Internacional en Documentalismo y Narración Fotográfica de la escuela EFTI. Momeñe acaba de exponer en la galería Van Dyck de Gijón una selección de sus fotografías en las que reflexiona sobre el espacio y los elementos textuales que rodean a la imagen.

    ¿Cómo recuerda sus primeras experiencias con la fotografía? ¿Conserva su primera cámara?
    Crecí entre cámaras y reveladores. Mi padre era un gran aficionado de fin de semana, y de niño me llevaba a fotografiar paisajes. Me regaló mi primera cámara, una Brownie con flash. Era mágica, utilizaba película 120. La regalé, fue por una buena causa, pero nunca me he arrepentido lo suficiente.

    Joan Brossa decía que el lenguaje de la poesía visual es como el esperanto, que tiene el poder de desvelar una realidad oculta. ¿La cámara no miente?
    La fotografía es poesía visual y desvela realidades ocultas, de hecho le encantan las sombras. La cámara no miente, pero sí lo hace el mundo. Lo inquietante y apasionante es que la fotografía no está capacitada para decir cuando el mundo miente, ya que no puede explicar ni interpretar nada. Es un medio de expresión mudo. Pienso que esta “incapacidad” dota a la fotografía de una magia, de un misterio, de una capacidad de extrañamiento, que la hacen ser extraordinaria y brutal como medio de expresión.

    Cuando dice que la fotografía es un lenguaje primitivo. ¿A qué se refiere?
    Es una forma rápida de decirlo [dice sonriendo]. Es primitivo si lo comparamos con nuestro lenguaje verbal, porque es otra manera de hablar. No es que sea un lenguaje limitado sino que es visual, criptado, y que hay que descifrarlo. No puede traducirse a palabras, pero las necesita para actuar.

    Celebró su primera exposición en 1974 y desde entonces ha expuesto en los principales museos e instituciones. Si tuviera que escoger las imágenes que condensan sus logros como fotógrafo ¿cuáles elegiría?
    Es difícil decirlo, hay algunas fotografías que han tenido vida propia más allá de mi gusto personal, o de que yo lo haya provocado. Quizá Die Welt ist schön de 1980 sea un buen punto de partida en mi trayectoria. Pudiera ser también Retrato de Alicia Baldwin de 1982 que fue portada de uno de los primeros números de La Luna y es un pequeño icono de la llamada ‘Movida’. Hay otras muchas fotografías que han sido obtenidas con la idea de “ilustrar” Europa, una Europa habitada por guerras y por turistas, fotografías que me gustan y que aún no están muy visibles. Confío en que las mejores estén por llegar. Me siento seguro con la fotografía, más que antes.

    En los años 80 retrató a muchas de las personalidades que pululaban por Madrid. ¿Cómo recuerda aquella época y a sus protagonistas?
    Fue una etapa curiosa, aunque la viví algo tangencialmente porque no hice una vida social muy intensa. Había gente excelente haciendo cosas muy buenas en pintura, literatura, fotografía, cine… por desgracia algunos se quedaron en el camino. Lo importante es que fue una cultura generada desde la calle, no forzada por instituciones ni por grandes medios. En música, me sentía algo lejano, lo mío eran los 70 anglosajones (me hice fotógrafo por culpa del rock). No me gustó la música de los 80 -exceptuando a Wim Mertens [sonríe]-, ni aquí ni fuera, no me gustó como década. A otra escala, era como David Bailey en su estudio de Londres en los 60: lo lógico era que fuesen pasando todos los que “estaban y eran” por nuestros estudios. Mantengo una buena amistad con muchos de ellos. Fue divertido… ¡y sucedió hace mucho tiempo!

    Como teórico del medio fotográfico y experto en el género del retrato. ¿Cómo entiende el retrato y su puesta en escena?
    El retrato es uno de los grandes “asuntos” de la fotografía, disfruta de una extraordinaria salud y probablemente le quedan miles de años de vigencia. Me gusta mucho el retrato, la figura, el espacio donde ocurren estas representaciones teatrales de 1/500 segundos. Nunca lo he entendido como un medio para mostrar “el alma de los retratados”, sino como fotografías en las que el objeto de la misma, es una persona, un cuerpo consciente. Me preocupo por el control del espacio, e intento ser muy cuidadoso con el lenguaje corporal y la relación del cuerpo con el espacio. Estos son los elementos con los que trato de “escribir” un retrato. Formalmente soy clásico, con el autorretrato de Van Eyck o con “sus” Arnolfini, siento que no necesito indagar mucho más.

    ¿Qué importancia tiene la técnica? ¿Qué vendrá después de la fotografía digital?
    Para mí, es necesario conocer la técnica que necesito, tan solo la que necesito, no quiero emplear mucho más tiempo en ello. Por fortuna, la técnica que necesito para conseguir lo que quiero, es simple. Sí me exijo que las fotografías estén bien resueltas técnicamente, y me desagradan las que delatan negligencia en el proceso. Me gusta lo que está correctamente hecho. Es como andar en bicicleta, pronto dejas de pensar en ello porque ya te lo tomaste en serio en su momento.

    ¿Cómo surgió la idea de hacer la serie de televisión sobre fotografía La Puerta abierta?
    En los 80 una productora de vídeo vino a verme y me propuso hacer un documental sobre mi trabajo. Yo les hice la contraoferta de rodar una serie sobre fotografía, y a partir de ahí, dos años de intenso trabajo escribiéndola y dirigiéndola. Lo curioso del caso es que siempre se ha movido bajo tierra, es una serie “underground”, desconocida. La han visto cientos de personas, sin que yo llegue a saber cómo lo han conseguido pues no era fácil verla. Es gratificante comprobar que hoy es más popular que cuando se hizo, hace veinticinco años. Mi referencia era la serie Civilización de Kenneth Clark, así es cómo entendía que debían ser las series documentales para televisión.

    ¿De dónde sacó el título La Puerta Abierta?
    Es el de una fotografía de William Henry Fox Talbot incluida en el primer libro fotográfico de la historia, y al que Fox Talbot llamó El Lápiz de la Naturaleza. Un libro excepcional de 1844 y del que hizo varios ejemplares. Con esta fotografía ilustró su comentario de que uno de los usos de la fotografía podría ser el de intentar hacer obras de arte. Me gusta el título, pero menos que otro de Fox Talbot que me parece extraordinario porque eso es exactamente la fotografía: Acerca del arte de fijar una sombra. Pero lo vi pedante para la serie.

    ¿Qué proyectos tiene a corto plazo?
    Un trabajo llamado Las Fotografías de Burton Norton, donde confluyen fotografía, literatura y vídeo, y se plasma en formato expositivo, digamos, “multimedia”, además de un libro de texto y fotografías. Ya ha sido expuesto en tres ocasiones, y el libro sale después de navidades. Llevo varios años implicado en este proyecto, lo vivo como una obra abierta que continuará construyéndose.

    Como editor ha desarrollado proyectos de referencia como el libro La visión fotográfica.
    La Visión Fotográfica
    ha sido para mí un éxito inesperado y estimulante. ¡Ya va por la octava edición!. Siempre animo a quienes deseen hacer un libro, la autoedición y la autodistribución. Contaba con que vendería pocos ejemplares, tan solo quería recuperar mi inversión, pero parece ser que ha cubierto un hueco didáctico. Aconsejo a quienes quieran hacer un libro que controlen todo el proceso, y que tengan las ideas claras antes de lanzarse. Quizá me equivoque pero pienso que es una mala idea salir a un escenario antes de saber tocar bien el piano. Me gusta recordar la contestación de David Gilmour cuando le preguntaron la causa de que se vendieran tantos millones de discos del álbum The Dark Side of the Moon. Su respuesta fue: ‘Porque era muy bueno’. Pienso que es así como funcionan las cosas.

    También editó la revista Fotografías
    Fue una pequeña apuesta en un tiempo (principios de los 90) de incertidumbre cuando lo digital asomaba la cabeza pero aún no proponía nada concreto; además yo vivía el ambiente fotográfico, al menos en Madrid, como una travesía del desierto, lógica tras el silencio que dejaron aquellos ruidosos 80. Fue una propuesta humildemente contracultural con unas páginas abiertas a todo aquel que quisiera publicar su fotografía.  Hoy en día es curioso ver como convivían grandes fotógrafos con aquellos que mandaban su encantadora fotografía familiar tomada durante las vacaciones.  Tras doce números, la propia filosofía de la revista condenada a ser efímera y el cansancio de todos los que trabajamos en ella, nos llevó a pasar a otras cosas. Curiosamente, he comprobado que ahora tras veinte años hay quienes la coleccionan.

    Ante la sobreabundancia de imágenes que nos rodean ¿cómo podemos educar nuestra mirada?
    Sin duda, queriéndolo. Poniendo todos los medios para conseguirlo. Imagino que estudiar la historia del arte es bueno e ir de vez en cuando al Prado porque los que están allí saben mucho de miradas. Leer a los mejores autores, a personas interesadas por el mundo y que reflexionan sobre ello… Conviene ponerse orejeras, confiar en nosotros mismos, y olvidarnos de los cantos de sirena que quieren distraernos.

    ¿Se ha traducido esta profusión de imágenes en nuevas ideas en el medio fotográfico?
    En mi opinión, no, en absoluto. Pienso que las nuevas ideas surgen en otros lugares más silenciosos.

    La fotografía es el medio artístico mas dinámico de la actualidad. ¿Cómo imagina su futuro?
    No estoy seguro de que a un fotógrafo  -de los que hacen fotografías tan solo para obtener fotografías-, le interese mucho el término “artístico”, en principio podría incluso desconfiar de él. Un fotógrafo hace sus mejores fotografías posibles,  y será un regalo si gustan a lectores ávidos de un sólido pensamiento visual. No puedo imaginar al joven Keith Richards autoproclamándose un artista, en lugar de trabajar para hacer mejores canciones. El futuro de la fotografía es un presente continuo, y depende tan solo de aquellos que quieran utilizar el lenguaje fotográfico para ampliar sus límites; para seguir hablando claro y conciso con él.

    Raquel García-Osuna

    Fotos: ©Eduardo Momeñe

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