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    Florence y Daniel Guerlain. Aromas de papel

    En la pintoresca localidad de Les Mesnuls, a media hora de Versalles y a unos 50 kilómetros de París, en una coqueta población de apenas un millar de vecinos, tiene su sede la Fundación de Florence y Daniel Guerlain, considerados unos de los más renombrados coleccionistas de dibujo contemporáneo del mundo.
    El apellido Guerlain es sinónimo de exquisitez, siendo Daniel uno de los descendientes de Pierre-François-Pascal Guerlain, el más antiguo perfumista de Francia, fundador de la maison Guerlain en 1828. Concretamente, el coleccionista es tataranieto del fundador y nieto de Jacques Guerlain, otro de los miembros más famosos de la dinastía y creador de míticos perfumes como Shalimar, la atemporal fragancia concebida en 1925 inspirándose en la exuberancia de la India.
    Durante más de 150 años la marca fue propiedad de la familia Guerlain, hasta 1994 cuando la vendieron al conglomerado francés de bienes de lujo LVMH (Louis Vuitton-Moët-Hennessy).
    La pareja, que comparte año de nacimiento, 1945, es la discreción personificada, alérgicos a la prensa rosa viven a caballo entre su apartamento de París y su casa de campo en Les Mesnuls, el feudo familiar, donde se alberga su colección y donde también residen otros miembros de la familia, aunque pasan mucho tiempo viajando por todo el mundo, visitando talleres de artistas.
    Además Florence es vicepresidenta y Daniel, tesorero, de la ADIAF (Asociación para la Difusión Internacional del Arte Francés), el mayor colectivo de coleccionistas privados y amantes del arte contemporáneo en Francia, que otorga el Premio Marcel Duchamp en una ceremonia que tiene lugar en la feria FIAC.
    En 1996 crearon la Fondation d’art contemporain Florence et Daniel Guerlain, que llevó a cabo una intensa programación de exposiciones en Les Mesnuls que, tristemente, no logró seducir al suficiente público por lo que cerró sus puertas en 2004. Desde 2008 la Fundación se dedica en exclusiva a su Premio de Dibujo, reservado a aquellos artistas, franceses o no, que posean un vínculo especial con Francia (a través de exposiciones, obras…) y para los que el dibujo constituya una porción significativa de su trabajo, independientemente de cuál sea su principal medio de expresión (pintura, escultura, fotografía…). En su última edición, celebrada el pasado mes de marzo durante el Salon du Dessin en el Palais de la Bourse de París, el primer premio recayó en el holandés Marcel van Eeden.
    Tendencias del Mercado del Arte ha hablado con los prestigiosos mecenas, grandes apasionados del arte contemporáneo, que hace un par de años decidieron subastar su colección de fotografía, un centenar de imágenes firmadas por Man Ray, Sophie Calle, Candida Hofer, Vik Muniz, Antoni Miralda, Shirin Neshat, Marina Abramovic, o Hiroshi Sugimoto, entre otros, para centrarse en exclusiva en los dibujos, de los que ya atesoran más de 400.
    Los franceses han estado durante mucho tiempo a la vanguardia del coleccionismo internacional por sus gustos eclécticos y cosmopolitas, y Florence y Daniel Guerlain son un brillante ejemplo de ello.
    Daniel es un apasionado del lápiz y la línea. Paisajista de profesión, siempre se ha sentido atraído por este medio: no en vano un jardín comienza siempre con un dibujo.
    “El dibujo es la base de todo, dice Daniel, es la aplicación inmediata de la idea al papel, la extensión del pensamiento. Los antiguos maestros hacían dibujos antes de encargar las pinturas a sus alumnos. El dibujo ha sido siempre el medio más sincero. Actualmente, es raro ver dibujos preliminares de artistas, excepto entre los escultores. El dibujo se ha convertido en una obra completa con la que el artista se dirige al público de forma espontánea. Se reivindica como obra acabada que pone de manifiesto la sensibilidad del artista, así como la del coleccionista. Coleccionarlos requiere un compromiso total, porque te obliga a vivir en la oscuridad para que la luz no dañe las obras. La intimidad que se siente con ellos también es especial, pues el dibujo posee la intimidad del gesto primero.”

    Ustedes empezaron coleccionando pinturas, esculturas, fotografías… ¿Cuándo deciden especializarse en la obra sobre papel?
    Florence Guerlain (FG): Desde el principio, nuestra colección ha incluido pinturas, esculturas, de interior y monumentales, fotografías y dibujos. Decidimos conceder mayor peso a las obras sobre papel en 2004, cuando creamos el “Premio de Dibujo Contemporáneo” de nuestra Fundación. De hecho, subastamos nuestra colección de fotos en 2009 [24 de octubre. Artcurial] porque ya no nos quedaba espacio para exponerla. Nos apetecía que las obras se fueran a vivir con otros coleccionistas apasionados y que las contemplaran otras miradas.

    ¿Tiene su colección alguna temática?
    Daniel Guerlain (DG): Los conservadores de museos que la han estudiado aluden a “la ausencia o la presencia del cuerpo”, incluso en la parte que parece hablar más sobre arquitectura. Esto se debe probablemente a que mi abuelo materno, arquitecto distinguido con el Gran Premio de Roma y profesor de Arquitectura en Harvard, me transmitió el sentido de la línea. Mi profesión de arquitecto paisajista ha reforzado este planteamiento.

    En sus elecciones ¿se guían por su instinto o por los consejos de asesores?
    DG y FG: ¡Siempre por nuestro instinto!. Nunca recurrimos a expertos, aunque, obviamente, al estar permanentemente en contacto con conservadores es inevitable que puedan llegar a influirnos en algunas elecciones.

    De los centenares de dibujos que componen su colección, ¿Cuáles tiene un significado especial para ustedes?
    FG: La serie sobre el poeta maldito Antonin Artaud de Nancy Spero es muy interesante, histórica y gráficamente, y pone de manifiesto la gran artista que fue esta mujer de palabra franca.
    Sus dibujos mezclados con fragmentos de textos políticos de su amigo Artaud son de un asombroso realismo.
    DG: Las tres series del artista catalán Javier Pérez (Barcelona, 1968), cruel, sensible y dulce, hablan del cuerpo en toda su belleza y su sufrimiento; y la serie de Giuseppe Penone (Italia, 1947) se acerca mucho a mi ideal de la naturaleza.

    ¿Tienen un presupuesto fijo? ¿Cómo planifican sus adquisiciones?
    FG y DG: Efectivamente, nos marcamos un presupuesto a comienzos de cada año, pero no hacemos un plan de adquisiciones, sería demasiado frustrante. Curiosamente, casi siempre nos salimos del presupuesto, ¡pero es una alegría que suceda!.

    ¿Están siempre de acuerdo en sus elecciones ?
    Sí, la mayoría de las veces.

    La escritora Susan Sontag escribió una vez que coleccionar con otra persona es antinatural: la gente desea poseer en exclusiva… ¿Reconocen este sentimiento?
    FG: Como los dos somos coleccionistas, nos resulta muy difícil responder a esa pregunta. En ningún momento sentimos que estemos compitiendo.

    ¿Hay artistas entre sus amigos? ¿Les gusta visitar sus estudios?
    DG y FG: Sí, pero somos de una prudencia extrema pues sabemos que podemos decepcionarnos mutuamente. ¡Los artistas son, como los coleccionistas, seres muy sensibles!
    FG: El premio de dibujo que hemos creado nos acerca a los artistas en cierto modo. No elegimos nosotros solos a los artistas seleccionados y al ganador sino que hemos establecido una comisión compuesta por tres conservadores de museo (el Museo Nacional de Arte Moderno–Centro Pompidou, el Louvre, la Escuela de Bellas Artes), un coleccionista y nosotros mismos.
    Cada uno aporta informes de artistas (una treintena). Tras largas sesiones de trabajo, preseleccionamos siete u ocho candidatos. La comisión visita entonces los talleres, que pueden estar en cualquier país, y habla con los artistas de su trabajo.
    Una nueva reunión permite seleccionar tres nombres que se someten a un jurado de coleccionistas privados franceses y extranjeros que, tras haber recibido los informes y haber conocido a los artistas, podrá votar por el ganador, quien recibe 15.000 euros. Se ofrece una obra suya a la comisión de adquisiciones del gabinete de artes gráficas del Museo Nacional de Arte Moderno.
    Los otros dos seleccionados reciben 2.500 euros cada uno.
    El jurado cambia todos los años, pero la comisión es la misma. Este premio es único en el mundo (diría yo modestamente) porque ha sido promovido por dos particulares y asocia instancias públicas y coleccionistas privados para mayor gozo de todo el mundo del arte.

    ¿Tienen competidores?
    FG: ¡Por supuesto!. En la feria Art Basel, por ejemplo, compramos un dibujo muy bonito de Andro Wekua, un artista georgiano, que muchos amigos nos envidian. También allí vimos una serie compuesta por veinte dibujos de Miquel Barceló, de quien elegimos un dibujo cada uno de nosotros. Regresamos al stand apenas veinte minutos más tarde ¡y ya solo quedaba uno!, el mío. En aquel caso, la competición fue entre mi marido y yo. Los dos dibujos eran tan sublimes que la única decepción fue no haber podido conseguir más de uno.

    ¿Han pasado alguna noche sin dormir antes de alguna compra decisiva?
    DG: ¡Jamás!. ¿Por qué no íbamos a dormir cuando todo esto se hace con la mayor alegría?.
    Para nosotros no es un juego muy peligroso. La verdad es que casi nunca compramos en subastas.

    ¿Qué artistas son los pilares de su colección?.
    FG: Not Vital, suizo, Jim Shaw, americano, Richard Prince, americano, Philippe Favier, francés, algunos rusos como Pepperstein, Ping, chino, Robert Longo, americano, cuya historia es parecida a la de Mark Tansey pero al revés.
    Primero compramos un dibujo y, meses más tarde, otro, porque seguíamos pensando en él. Tenía unas vistas al estilo de Hubert Robert absolutamente sublimes. ¡Aquel dibujo estaba destinado a mí!

    Muchos coleccionistas prefieren el anonimato. ¿Qué les motiva a dar a conocer su colección?
    DG: El compartirla con los demás, por eso creamos en 1996 nuestra Fundación, y el Premio de Dibujo en 2007.
    Y nuestro apellido, como sabe, no es anónimo. ¿Para qué ocultarlo?. Hemos sido afortunados de haber recibido un cierto número de cosas en la vida, y queremos que el mayor número de personas pueda disfrutar de ello y tenga deseos de mirar, mirar, mirar…. ahí es, efectivamente, donde se encuentra el centro de la vida.
    A fuerza de contemplar las obras, uno llega a familiarizarse con el arte y ello conduce a una mayor tolerancia. Además, cada vez hay más coleccionistas que aceptan mostrar sus colecciones y eso está muy bien. ¡Nos alegra mucho!.

    Retrato de una obsesión
    Los coleccionistas se lamentan de haber desaprovechado algunas oportunidades, y nos detallan las lagunas pendientes de su colección: “Sí, Kentridge, Schiele, Freud, Mark Tansey, entre otros.
    He aquí una anécdota que nos ocurrió con Tansey: descubrimos a este artista californiano en 1994 durante un viaje a Nueva York. Vacilamos en comprarlo cuando valía 70.000 francos. ¡Hoy vale millones y lo representa Gagosian!. Sin embargo, no es eso lo que nos perturba, sino el que no podamos quitárnoslo de la cabeza. No dejamos de lamentarnos por haber desperdiciado aquella ocasión por falta de valentía. Si hoy su obra no valiera nada sería igual de triste. Al no ser especuladores, lo que nos obsesiona es su ausencia en nuestra colección, sobre todo cuando le vemos en casas de amigos queridos (¡parece burlarse de nosotros!).”

    Deprisa, deprisa
    Según Florence Guerlain “El mercado se ha multiplicado porque actualmente existen artistas conocidos en todos los países y la proliferación de ferias facilita que se descubran talentos nuevos en todas partes.
    El dinero de los oligarcas rusos, de los emiratos, de los indios, de los chinos… evidencia un nuevo modo de coleccionar, deprisa, con las obras más caras posibles, incluso me atrevería decir que sin ‘discernimiento’ (lo que evidentemente no puede aplicarse a todo el mundo). No es el caso de los coleccionistas de obras sobre papel, que se sitúan en un registro diferente al de la especulación.”

    ¡Vive la différence!
    Los coleccionistas de dibujo son diferentes del resto explican. “En primer lugar porque la compra de la obra se hace directamente, haciendo caso omiso a las modas y a los gurús que dictan qué artistas hay que tener en una colección, el resultado es que en algunos países existan colecciones completamente asépticas e idénticas.
    El coleccionista de dibujos, antiguos o contemporáneos, compra con el corazón, sabe que tendrá que privarse a menudo de la contemplación de sus obras sobre papel pues éstas deben resguardarse de la luz. La mirada que se posa sobre un dibujo es cercana, muy íntima, casi sensual. No pueden apreciarse de lejos los detalles. Hace falta una proximidad casi mística para ciertas obras.”

    V. G-O

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