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    Marina Abramovic, el mito que no quiere serlo

    Marina AbramovicSeductora, valiente y escandalosa, Marina Abramovic ha redefinido el arte en sus cuarenta años de carrera. Empleando su propio cuerpo como vehículo, desafiando sus propios límites mentales y físicos –y a veces arriesgando su propia vida– la artista serbia idea performances que desafían, desconciertan y conmueven.  Con ustedes, una de las creadoras más cautivadoras de nuestro tiempo.

    Leyenda de la performance, Marina Abramović (1946, Belgrado, Serbia) lleva en primera línea del arte desde la década de 1970 utilizando su propio cuerpo como objeto y como medio para crear su obra artística. Sus piezas son una exploración de sus propios límites físicos y mentales.

    Valeria Romagnini (VR): En su obra ha tratado de entender y descubrir el significado del dolor, y los límites de la resistencia tomando a menudo grandes riesgos. En la actualidad su percepción de la vida probablemente será diferente de cuando empezó pero ¿qué valor le concede a su vida ahora? ¿Cree que alguna vez la ha puesto en peligro?
    Al principio, muchas cosas las llevé a cabo por intuición, sin saber realmente adonde me conducían. Cuanto mayor me hago y más experiencias acumulo, asumo que tomar riesgos es importante; de hecho, es un paso crucial para llegar a un nuevo territorio y comprender los propios límites. Creo que cuando encuentras la manera de expresarte como artista y empiezas a repetirte para complacer al público o al mercado, entonces, en cierto modo, dejas de respetarte a ti misma. Por eso  para mi es esencial estar siempre a la busca de nuevos territorios. En estos momentos, por ejemplo, estoy coreografiando el ballet Bolero para la Opera Garnier de París que es un ámbito totalmente inédito para mí. Nunca antes había trabajado con bailarines, y menos aún con los del ballet clásico.  Pero lo que me atrae es ver cómo puedo aplicar a este campo –que es muy tradicional- mis ideas innovadoras. Me planteo “¿Puedo hacer una revolución aquí?”. Cuanto más soy yo misma, cuanto más tiempo pasa, más me arriesgo a ir a lugares en los que nunca he estado. No sólo en el arte, sino también en la vida.

    Karlyn De Jongh (KDJ): ¿Cómo recuerda la performance Lips of Thomas que hizo en 1975 y ‘repitió’ en 2005 en el Guggenheim de Nueva York. Al hacer una performance parecida, ¿sigue asumiendo riesgos en el sentido de ‘buscar nuevos territorios’?
    Lo de antes no era más que un ejemplo. Pretendía hablar de la gente que coge obras de la década de 1970 y las sitúa en otras categorías — ya sea moda, diseño, teatro, cine, danza- sin hacer ningún tipo de reconocimiento a las fuentes originales, a los artistas que las crearon. Si repito la misma pieza, ¿qué clase de ejemplo le doy a la gente que lo está haciendo? ¿Y cuál es la diferencia? La diferencia está en pedir permiso y pagar; comprender el material original y poner el nombre del artista del que procede en primer término y luego su nombre en segundo lugar; así es cómo deben hacerse las cosas. En cuanto a mi obra Lips of Thomas… La pieza original duraba una hora. Cuando la repetí la prolongué hasta las siete horas. Y yo tenía sesenta años. La gente me decía: ‘Oh, pero has hecho performances tan fuertes antes’. Pero nunca hubiera podido actuar siete horas seguidas cuando tenía 20 años porque carecía de esta concentración y conocimientos. Ahora, para esta pieza, solo he cambiado la duración. Así que sí, repetía la performance, pero no se trataba  realmente de ‘repetirla’ porque incorporé la dimensión del tiempo.

    KDJ: Parece que los límites que ha tratado de ‘explorar’ a lo largo de su vida, en realidad han cambiado y ya no se trata ‘simplemente’ de una cuestión de saber dónde están.
    Sí, han cambiado aunque sigo en una búsqueda constante. Acabo de pasar tres meses en Brasil trabajando con los chamanes y estudiando los espíritus y la energía… Me interesa aprender sobre ese tipo de energía, sobre el mundo invisible. Me gusta ir a lugares en la naturaleza que poseen esa energía y esa potencia, como cascadas, ciertas formaciones rocosas, etc, para exponerme a ellas y ver lo que puedo aprender… Porque he aprendido mucho sobre la energía, pero aún no lo suficiente. El arte de la performance trata de lo intangible y de las cosas que solo puedes sentir. Lo que sientes es energía. Y no puedes colgarla de la pared como si fuera un cuadro.  Cada día debes aprender cómo lidiar con ella, y me veo capaz de ir más allá de lo que he hecho hasta ahora.

    KDJ: Volver a abrir su vientre treinta años después debió tener un gran impacto en su cuerpo. ¿No tiene miedo a acortar su vida al someter su cuerpo a estos riesgos?
    Nunca me había sentido mejor en mi vida. Voy a cumplir 67 años. Mi cuerpo está perfecto y mi sistema inmunológico también. El otro día fui al medico para hacerme un chequeo de mi hígado, mi piel y mi corazón. El doctor me dijo: ‘tus órganos parecen veinte años más jovenes que tu edad!’. Pienso que mis performances me fortalecen. Cuando alguien piensa que su vida se acaba al cumplir 60 años y que debe entrar en una residencia tiene un riesgo de morir más alto que yo.

    KDJ: ¿Tiene miedo a morir?
    No, de hecho estoy todo el tiempo planeando mi propio funeral. Y ahora lo estoy interpretando en una obra de teatro de Robert Wilson titulada The Life & Death of Marina Abramović. He descubierto que no creo en la muerte. Es simplemente una transformación de la energía. Si trabajas con la energía y la comprendes, entonces entiendes que la muerte no existe. Otra cosa es la muerte física, pero eso es algo completamente diferente. No hay ninguna muerte espiritual. Así que cuando alcanzas a comprender esto y percibes esta otra realidad más allá del ahora — como acabo de hacer en Brasil- entonces tu propia muerte no es algo que te atemorice.

    KDJ: Usted ha apuntado que su obra trata principalmente sobre sus ideas, más de lo que parece. Con su Centro para la Conservación del Arte de la Performance parece estar transmitiendo sus ideas a otras personas. De esta manera, su trabajo, sus pensamientos, seguirán existiendo después de que haya muerto. ¿Desea que su trabajo y sus pensamientos vivan para siempre? ¿Cree que esta ‘energía’ seguirá existiendo?
    Bueno, no se trata de mí. No estoy tan centrada en mí misma, sino sólo en lo que aprendo y en cómo puedo transmitirlo a los demás para que puedan beneficiarse de ello. Lo realmente importante hoy en día, en nuestra sociedad occidental, es preguntarse ‘¿cómo podemos cambiar la conciencia?’ Tomemos como ejemplo Italia, lo que ocurre allí es un verdadero desastre. ¡Hay tantos problemas!. Si los italianos pudieran modificar la conciencia de sus dirigentes y aportar algún tipo de espiri-tualidad —al menos una visión diferente del mundo— entonces todo parecería distinto. Y si nadie lo hace, entonces los artistas deberían hacerlo. Cada viaje, también para mi, comienza con un gran paso. Es fácil criticar a la sociedad y decir lo que está mal, pero es más importante lo que puede aportar cada individuo. Trato de dar lo mejor de mi misma en mi trabajo, en mi propio arte. Si pudiera transformar a algunas personas, por ejemplo, a la gente con la que me relaciono en mi Instituto, eso me haría muy feliz. Es tan sencillo hinchar tu ego y pensar que tu nombre perdurará por siempre. No se trata de eso. La clave es que la gente se beneficie de lo que aprendo y, créame cuando le digo que he aprendido mis lecciones por las malas. He pasado años trabajando con las culturas indígenas, viviendo en medio de la naturaleza. Todo lo que he aprendido, en realidad, lo he experimentado yo misma. Mis conocimientos no son librescos. Vienen de la experiencia directa.

    KDJ: Cuando participó en nuestro simposio Personal Structures en la Bienal de Venecia de 2009 dijo que en sus actuaciones se entrega al cien por cien y que la presencia del público es fundamental. Además de darse a sí misma, ¿recibe algo a cambio?
    No, no lo veo así. Sólo pienso que como individuo tengo que darme al cien por cien y que los demás hagan lo que quieran con esto. En el momento en que entregas algo para obtener algo a cambio, la energía es mala. Tienes que dar incondicionalmente sin esperar nada. Si surge, es maravilloso, pero si no genera nada, es igualmente perfecto. Debes tener una meta en tu vida.  Yo siempre me he preguntado: ‘¿Cuál es mi propósito?’. Desde que era niña he tenido una idea muy clara de que soy una artista y mi objetivo es desarrollarme en este campo, y hacerlo tan bien como me sea posible.

    KDJ: Creo que se trata también de ‘compartir el momento’. Usted ha dicho que no siente tanto dolor cuando está frente a su público, pero que cuando se corta en su casa, llora.
    Para mi lo más importante es mostrarlo todo. No somos héroes, todos tenemos lados vulnerables. La pieza que hizo Robert Wilson desvela todas las facetas de mi misma: la heroica que desafía los límites, la frágil y llena de vanidad y, la tercera, espiritual y quiere convertirse en monje. Todas son verdad. Cada ser humano tiene sus propias contradicciones, pero solo unos pocos tienen el coraje de exhibirlas. La mayoría se avergüenza y trata de ocultarlas. Pero yo no. Ni siquiera tengo una cuenta de correo electrónico. ¡No la tengo!. Todo el mundo sabe todo de mi. No tengo secretos, y eso es muy liberador especialmente cuando muestras cosas de las que te avergüenzas.

    KDJ: Yo tampoco tengo secretos, siempre trato de hablar de forma abierta y honesta a todo el mundo. ¿Pero si siempre es la misma y vive su vida para el arte, podría verse su propia vida como una performance total?
    No lo sé. Todas las vidas son como performances de larga duración. Todo el mundo comienza con el nacimiento y cada día está más cerca de su muerte hasta que un día te mueres. Pero lo importante es que en esa vida, en cada momento, te sientas feliz y que estés realmente contento con lo que haces y que no hagas concesiones. Eso es lo esencial, no ceder ante la sociedad ni ante ti mismo.

    Sarah Gold: Todavía recuerdo la primera vez que la conocí. Fue en nuestro simposio Personal Structures en la Bienal de Venecia de 2009 y tuve la impresión de que “llenaba” el espacio con su sola presencia. ¿Qué significado tiene para usted el espacio dónde actúa?
    El espacio es muy importante. Prefiero los museos a los espacios privados o las galerías de arte, porque para mí el museo es un templo moderno. Son lugares donde el público viene a ver arte. Yo soy artista y me gusta el contexto. No me gustan otros sitios donde falta este contexto artístico. Cuando quise hacer Seven Easy Pieces (2005), me llevó doce años conseguir el lugar que quería, que era el Museo Guggenheim, porque fue construido con la idea de mostrar arte espiritual. Decidí que solo actuaría allí y en ningún otro sitio. Tuve que esperar doce años. Pero no quise hacerlo en cualquier otro lugar. Quiero un espacio particular, una arquitectura concreta.  Las personas que acuden a un museo, no son sólo un público de arte. Cuando hice mi performance en el MoMA vino mucha gente porque es un sitio turístico. Acudían a ver el museo pero cuando descubrieron mi trabajo, regresaban y se convirtieron en mi audiencia preferida. Estar en un museo te permite acceder a todo tipo de publicos, no solo al aficionado al arte.

    Carol Rolla: En una entrevista con Germano Celant admitió que las exigencias que se pone son muy diferentes a las que pone al público, que a usted le gustaría que éste se involucrara y participara en los cambios. ¿Se siente responsable de su público?
    Extremadamente. Para mí, mi público es… cada persona es importante y soy muy consciente de mi público. Me mantengo conectada a él, siempre. Mi público me ama. Siento su amor y eso me da mucha energía.

    KDJ: ¿No le asusta haberse convertido en un ídolo –algo que segun su propio manifesto, nunca debería ser un artista?
    No le temo a nada. Creo que ser o no ser un ídolo es un efecto secundario. Pero no es la razón por la que hago las cosas. Siempre vuelvo a mi misma. Mi motivación es cambiar las conciencias, elevar el espíritu humano. Ésa es mi razón principal. Lo que el público proyecte sobre mi trabajo, es su problema, no el mío.

    KDJ: En nuestra exposición Personal Structures celebrada en la Bienal de Venecia de 2011 proyectamos su película Confession (2010). En vez de seres humanos, ante usted se sentaba un burro. ¿Hay alguna diferencia en la experiencia de estar ‘aquí y ahora’, según ‘quién’ esté frente a usted? ¿O es por el hecho de no estar solo, de que ‘la vida’ o ‘algo vivo’ esté ahí con usted para compartir el momento?
    Necesito tener contacto real con gente real. Siempre creí que la performance se percibía como algo que involucraba a un grupo de personas, no como algo individual. Pero prefiero la idea de la experiencia individual, porque esta experiencia personal, uno frente a uno, es mucho más fuerte y profunda. ¿Podría añadir algo más sobre el tema del ‘ídolo’? Los artistas no deberían ser, ni convertirse en ídolos. Cuando un artista se vuelve un ídolo para el público, es una cosa. Pero un artista no debe creer que en realidad es un ídolo. Ahí está el problema. Ese es el peligro, porque si eso sucede, su ego sera un obstáculo para su trabajo. Pero ser idolatrado por su público es algo que no puede controlar. Pero él no debe creerse un ídolo. Yo nunca me he creído un ídolo.

    KDJ: Eso significa que usted debe criticarse todo el tiempo.
    Yo soy mi peor crítica, porque siempre –siempre– me exijo al 100% y mucho más. Y si no lo doy, soy muy infeliz.

    KDJ: Otro tema que parece importante en su arte es la duración. Hermann Nitsch, me dijo que cuando usted era una veinteañera participó en una de sus actuaciones. En 2010, yo misma fui una modelo pasiva en la Aktion 130º de Nitsch. La actuación duró siete horas en total. Para mí, una de las experiencias más interesantes de este evento era que no tenía sensación de duración. Es decir: el tiempo fue pasando y experimenté la secuencia de los eventos, pero no existía sensación de duración. En sus performances se esfuerza por transmitir esta sensación de estar en el ‘ahora’, de no sentir el paso del tiempo, de vivir el ‘presente’ tanto como sea posible. Algunas de sus performances han durado varios días. ¿Debo entender que emplea la ‘duración’ en su trabajo para no experimentar la duración en sí misma?
    Mis 40 años de experiencia haciendo performances avalan que la duración es clave, porque el intérprete debe entrar en un determinado estado de conciencia. Cuando entro en este estado, puedo hacer que el público llegue a ese estado también. Pero necesito tiempo y el público también. Por eso la duración es decisiva y por ello mi instituto en Hudson estará basado en la duración. El público tendrá que firmar un contrato para permanecer seis horas conmigo a fin de vivir la experiencia. Si hay algo de lo que carecemos en el siglo XXI es de tiempo. ¡No hay tiempo para nada!. Eso es lo que quiero: que me devuelvan mi tiempo.

    Valeria Romagnini: Cuando realiza sus performances en el “aquí y ahora”, el tiempo parece decisivo. ¿Qué significa el paso del tiempo para usted?
    Nada. Si logras estar en el presente, el tiempo no existe. Ése es el momento más hermoso y gratificante que puedes experimentar y espero  poder enseñar a mi público a estar cada vez más en ese momento. Aún cuando sabes que terminará porque ese sentimiento no puede mantenerse de forma indefinida. Luego tienes tiempo como todo el mundo y, en mi caso concreto, en mi vida real no tengo tiempo. ¡Tengo tantas cosas que hacer!. Me despierto a las 6 de la mañana. Soy como un soldado que trabaja a destajo, así que cuando realizo una performance, exijo mi tiempo.

    CR: Durante la obra Count on us, un coro de niños canta: “Todavía hay energía y hay esperanza”. ¿Cuáles son sus esperanzas de futuro ? ¿Y qué espera para el arte de la performance?
    He dejado de pensar en el arte de la performance. Ahora pienso en el futuro de la humanidad. Para mí, la performance es tan sólo una herramienta. Sólo desearía que el día tuviera 26 horas, para poder terminar todo lo que quiero hacer,  crear un legado e impulsar una plataforma donde las mentes realmente avanzadas de nuestro siglo se reunieran para crear algo significativo que pudiera cambiar o elevar el espíritu humano, pero también para modificar la conciencia de nuestra sociedad, que nos hicieran entender que lo que estamos haciendo en este planeta no está bien. ¡Tenemos que despertar!. Pienso que si reunimos a científicos, filósofos, arquitectos, artistas y expertos en nuevas tecnologías, tal vez seamos capaces de alumbrar nuevas soluciones. Esto es lo que espero que suceda en mi vida.

    Karlyn De Jongh, Sarah Gold, Carol Rolla y Valeria Romagnini
    Imágenes: The Global Art Affairs Foundation

     

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