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    Me llamo Mariné y hago Marcas

    Una campaña para el vodka Absolut le cambió la vida a este diseñador gráfico que había empezado vendiendo camisetas. Tras ella se sucederían encargos tan codiciados como una portada para Bruce Springsteen, carteles para Almodóvar o la imagen del estudio Norman Foster.

    Nada humano parece ajeno al diseñador gráfico Óscar Mariné (Madrid, 1951), pues su versatilidad le ha llevado a tocar todos los palos: desde el cine y la música hasta la moda, la arquitectura y las letras –fue director artístico de la revista Madrid Me Mata, publicación de culto de la Movida madrileña. Distinguido con el Premio Nacional de Diseño en 2010, el creador madrileño ha elaborado campañas para importantes clientes nacionales y extranjeros y tiene obra en todas partes y en todos los soportes. El propio Mariné se reconoce un hijo de su tiempo que no atiende a fronteras disciplinares y se atreve con todo. Curioso, culto, amistoso, viajero y entrometido, forma parte del entramado cultural de nuestro país.

    Usted estuvo tentado de ser arquitecto, cineasta o fotógrafo. ¿Por qué se decantó por el diseño?
    Al final son profesiones mucho más cercanas de lo que parece. Empecé, como buen hijo de un director de fotografía, amando el cine y mirando el mundo desde el visor de una cámara. Mi trabajo como comunicador sigue siendo muy parecido, observar y reflexionar sobre la cultura visual.

    El diseño ya está en los museos y cotiza en el mercado del arte. ¿Cómo ha vivido la evolución de la profesión?
    Hay parte de nuestros trabajos que han sido considerados de interés arte por comisarios, museos y galerías. En la fotografía se ha producido un proceso similar. Piezas que fueron pensadas para otros usos han sido acogidas en la gran familia del arte. En la gráfica los pioneros (Lisitski, Rodchenko, Bayer, Cassandre) hace tiempo que vieron su trabajo expuesto en grandes museos. Obras que marcaron una época y la representaron con talento y pulsión artística. Otras muchas creaciones, ideadas para la cultura de consumo (libros, discos, catálogos y carteles), también están siendo reconocidas cada vez más. Esta secuencia la he vivido personalmente. Ver trabajos míos, comerciales, en museos, centros culturales y galerías ha sido, cuanto menos, muy interesante.

    ¿Recuerda con qué diseño captó por primera vez la atención del gran público y de la crítica?
    Por supuesto, fue realizando la Campaña de Absolut Vodka en Nueva York. Fue una campaña muy importante que se publicó en las grandes revistas de Estados Unidos. Absolut no hacía otra publicidad que no fuese en papel. Duró 7 años. En aquel momento tomé el relevo de otros artistas gráficos como Warhol, Haring, Ruscha, Scharf… Fue una gran oportunidad para mostrar una faceta de mi trabajo muy cercana a la cultura urbana. Aún quedan grandes murales pintados en las fachadas de algunas ciudades americanas. ¡Fue una época fantástica!.

    En 2010 recibió el Premio Nacional del Diseño. ¿Qué diseño cree que encarna mejor su espíritu?
    Creo que el texto del Premio hablaba de que lo había recibido por la importante versatilidad de mi trabajo. He diseñado muchas piezas diferentes: marcas, carteles, relojes, discos, libros, restaurantes, tiendas, exposiciones…. me gusta la iluminación de edificios, ayudar a que los trabajos superen la barrera del tiempo. La idea es hacer de cada trabajo una ocasión especial para conseguir que de ellos salga algo realmente importante y perdurable.

    Usted ha trabajado con grandes artistas, músicos como Bruce Springsteen (¿cómo surge el encargo de la portada de su disco?) Andrés Calamaro, Brian Eno, directores de cine como Almodóvar o Alex de la Iglesia. ¿Cómo recuerda estas colaboraciones?
    La colaboración con Bruce surgió porque su manager nos encargó la imagen de su primera gira en España. Fue una actuación inolvidable en el Estadio Vicente Calderón y en el Camp Nou. Hicimos un cartel que se llamaba Bruce Springsteen en Madrid y, tiempo después, Bruce contó en la radio que lo tenía colgado en la cocina de su casa.

    Con Andrés Calamaro hemos trabajado en Madrid y Nueva York y aún continúa siendo un buen amigo. Para Brian Eno hice la imagen de dos instalaciones, una en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y otra en La Alhóndiga de Bilbao.

    En el cine he trabajado, entre otros, para directores como Julio Medem, Albacete y Menkes, Agustín Díaz Yanes, Daniel Calparsoro, Fernando, David y Jonás Trueba, Vicente Aranda, con los que he disfrutado muchísimo. Hablar de Almodóvar y de Alex de la Iglesia es inevitable. Del primero porque hicimos un cartel maravilloso que, en contra de lo que suele ser habitual, fue elegido por la distribuidora como imagen oficial de la película en todos los países donde fue estrenada. El segundo, mi querido Alex, porque durante años hemos hecho muchas y muy exitosas colaboraciones.

    ¿Con quién le gustaría trabajar que aún no lo haya hecho?
    Me encantaría continuar trabajando para mi ciudad, Madrid. Matadero Madrid es un espacio vivo y cambiante al servicio de los procesos creativos, de la formación artística participativa y del diálogo entre las artes. Necesitamos que estos valores continúen, se hagan imprescindibles. Internacionalmente, me encantaría trabajar para mi país. Creo que España es uno de los países con más proyección y recursos propios del mundo; carácter hospitalario, buena gastronomía, buen clima, cultura, creatividad, dinamismo… Tenemos los mejores cocineros, los mejores deportistas, los mejores vinos…. Y mucho más. ¡Sólo hace falta comunicarlo.!

    Con una carga de trabajo tan fuerte, ¿cómo se organiza? ¿simultanea proyectos? ¿Cuánta gente trabaja con usted?
    Siempre he tenido un equipo de colaboradores multidisciplinar que, dependiendo del momento y de los distintos proyectos que han ido entrando en el estudio, se coordina para asumirlos. Hay excelentes expertos en comunicación, buenos diseñadores en todos los soportes, tipógrafos, arquitectos, interioristas, todos ellos muy experimentados, con los que resulta fácil abordar proyectos del más alto nivel internacional.

    Usted ha ganado importantes concursos internacionales, como por ejemplo, el de crear la imagen corporativa del estudio de Norman Foster. ¿Qué proyectos le plantearon un mayor reto y por qué?
    Todos los proyectos son un reto para mí. Cuando te planteas conseguir objetivos y esto, junto con las exigencias, gustos y limitaciones del cliente, es tu prioridad, te aseguro que no existe trabajo fácil, ni pequeño. Existe un nuevo reto. Creo que esto es uno de mis valores como comunicador: me llamo Mariné y hago Marcas.

    Por último ¿cuál sería su proyecto soñado?
    Mi próximo cliente. Dentro de una hora tengo una reunión. No se qué surgirá de ella pero siempre espero lo mejor.

    Raquel García-Osuna

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