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    Lo bello y lo terrible

    Pablo Genovés

    El fotógrafo Pablo Genovés (Madrid, 1959) creció rodeado de arte (es hijo del pintor valenciano Juan Genovés) y comenzó su carrera en los años 90 consiguiendo su primer éxito con la serie Extravíos en la que se apropiaba de los rostros del Hollywood dorado para reflexionar sobre el paso del tiempo y la idea de felicidad. Sus imágenes reflejan el pulso entre lo sublime y lo terrible y el inmenso poder de la naturaleza que desafía los logros del hombre.

    ¿Cuáles son sus primeros recuerdos con el arte?
    Debía de tener cuatro o cinco años, me recuerdo pintando en grandes papeles blancos en la terraza de la casa de mis abuelos en Aravaca [barrio residencial al norte de Madrid]. Estaba en compañía de hijos de amigos de mis padres.

    ¿Qué obras de su padre, Juan Genovés, tienen para usted un significado especial?
    Quizás la serie con fondos blancos de mediados de los 70, entre los que se encuentra el cuadro de la amnistía, que se convirtió en el emblema de toda una época… Esa etapa es muy especial para mí, porque de algún modo, participé en el trabajo. En aquellos años empezó mi fascinación por la fotografía y, mi padre utilizaba como referencia imágenes fotográficas. Nos encargó a un amigo y a mí el trabajo y nos volcamos con más ilusión que sabiduría. Buscábamos modelos, iluminábamos, tomábamos las fotografías… fue muy estimulante.

    ¿Han pensado hacer algún proyecto juntos?
    Nunca nos hemos planteado una colaboración de obra física, aunque supongo que nuestros trabajos están, de algún modo, influidos por las opiniones que compartimos continuamente. Estamos muy unidos y siempre hemos mantenido una relación de amistad.

    Sus imágenes aúnan técnicas fotográfico-digitales y elementos pictóricos. ¿Qué podría contarnos de su proceso de trabajo?
    La combinación de foto y pintura protagonizó más el principio de mi obra. Siempre me ha parecido una mezcla muy interesante y quizás vuelva a ella algún día. Desde hace unos años, trabajo de otro modo. Me apropio de imágenes antiguas, fotografías de otra época que busco por todo el mundo. Las colecciono desde hace mucho y, de vez en cuando, una entre cientos despierta algo especial, me pide trabajar con ella y, es entonces cuando comienza un diálogo, una intervención tras otra con fotografías propias, tanto digitales como analógicas, hasta llegar a un mundo que no sé si busco, o me busca. Como herramienta, utilizo photoshop, pero siempre de una manera muy básica, casi exclusivamente como una tijera digital.

    ¿Qué importancia tiene el mundo natural en su imaginario?
    El agua, la inundación, el inmenso poder de la naturaleza sobre la obra del hombre. El cambio climático como consecuencia del divorcio del hombre con la naturaleza, y la huella efímera de los humanos en el planeta. El arte y la cultura, que pretenden perpetuar los logros humanos, y la fragilidad inevitable de todo.

    En su serie Precipitados recreaba atmósferas apocalípticas -palacios, bibliotecas o catedrales- que son tomadas sorpresivamente por elementos insólitos como olas monumentales. ¿Qué simbolizan estos espacios?
    Me gustaría dejar esas respuestas abiertas para el espectador. Yo creo imágenes, no soy escritor. La palabra y la imagen viven en mundos antagónicos. Las imágenes están siempre abiertas a preguntas y respuestas. Abiertas a interpretaciones infinitas, tantas como espectadores. Hay una coleccionista alemana que tiene varias obras mías. Es propietaria de un castillo espectacular en el centro de Alemania. Imagino que para ella, el simbolismo de mis interiores palaciegos en manos de la naturaleza sin control, será distinto al de otras personas. Emoción, interpretación y experiencia van siempre de la mano.

    En su último proyecto, Antropoceno es la maleza la que invade todo reivindicando su supremacía…¿el caos genera cosmos?
    Sí, me parece hermosa la idea de que el caos esconde una verdad suprema. Del orden caótico y perfecto. A menudo descubro en mis imágenes la presencia del concepto “Dios”. De lo rotundo por encima de lo superfluo. No soy en absoluto creyente, pero sí contemplo en mi discurso, reflexiones sobre el sentimiento de lo total, del silencio final que aplasta cualquier razonamiento, que apaga cualquier discurso, que llega siempre después para volver a demostrarnos la fragilidad de lo prescindible.

    Usted es de los pocos fotógrafos españoles cuya obra se expone en ferias internacionales como Paris Photo, Artissima o Abu Dhabi Art. ¿Qué opina de la proyección internacional de la fotografía española?
    Es triste. La situación del arte en España es de absoluto abandono. El pueblo que no valora, respeta y potencia el arte, está condenado a no evolucionar. Los artistas españoles, sencillamente, no existen en el extranjero. Es la triste consecuencia de una falta de cultura artística que ha de mimarse, cultivarse y potenciarse desde los primeros años de formación. Desde la enseñanza primaria, y sostenerse en el tiempo, hasta los asilos. La solución del problema hay que aplicarla a la raíz, no a las ramas, y confiar en que los frutos vendrán a largo plazo, pero mejorarán la vida de todos.

    Como artista ha estado presente en todas las ediciones de Arco desde 1995. ¿Cómo ha visto la evolución de la feria?
    Pienso que hoy por hoy, Arco es muy importante para la visibilidad y la economía de los artistas de este país. Siempre lo ha sido desde el principio porque, estés o no estés representado en Arco, el que el país tenga ese escaparate internacional, ese momento de existir fuera de aquí, repercute de uno u otro modo en todas las artes plásticas y en nuestros artistas. En tiempos tan difíciles como los actuales, hay que valorar muy positivamente el trabajo que Carlos Urroz y su equipo están desarrollando para salvar la feria de su decadencia. Han optado por internacionalizarla al máximo, entre otras cosas, subvencionando con invitaciones a coleccionistas extranjeros, que después devuelven ese dinero comprando y conociendo el arte español. Se esfuerzan por mantener un nivel artístico alto en las galerías admitidas y este año se ha notado que remontamos poco a poco.

    ¿Hay un coleccionismo de fotografía en España?
    La fotografía en España tiene muchos seguidores y bastantes coleccionistas, muchos más de los que cabría pensar en un principio. Son pequeñas colecciones pero sostenidas en el tiempo. El arte, engancha.

    ¿Por qué decidió abrir un estudio en Berlín? ¿Qué le aporta la ciudad?
    El cambio de aires fue muy bueno para mi trabajo. Me gusta ser un outsider. En cualquier caso, voy y vengo todo el tiempo. Creo que la provisionalidad es buena para la creación. Berlín me aporta una velocidad de vida más pausada y una distancia con mi cultura que me sumerge en el mundo creativo. La distancia te pone en estado de alerta. El cambio me permite no caer en la rutina. Me regala una sensación de nuevo y de pasajero, de no ser de ningún sitio, muy estimulante que, de alguna manera, acaba reflejándose en mi trabajo.

    ¿Visita galerías? ¿Que artistas le interesan?
    Veo muchísimas exposiciones, también asisto con frecuencia a las grandes Bienales, Documentas, etc. Veo todas las que puedo, ver arte me encanta. También estoy muy interesado por la fotografía clásica y disfruto redescubriendo algunos grandes nombres de la historia de la fotografía. Hace poco vi, por ejemplo, una exposición de Diane Arbus que me impresionó mucho. También he descubierto a un fotógrafo que me apasiona por lo cercano a mi trabajo, Hermann Claasen. Me interesan Joel Sternfeld, Olivo Barbieri, Richard Misrach, Georges Hugnet, Hannah Höch, y muchos más….

    ¿Es posible conocer a Pablo Genovés a través de sus fotografías?
    Pienso que esos dos mundos (la obra y la persona) no sólo están enormemente vinculados, sino que afirmaría incluso que no son entidades distintas. Por eso a veces me resulta artificial trazar una línea divisoria entre ellos y hablar de la relación que mantienen. El arte es un modo de explorar y llegar a lugares de uno que, de otro modo, nunca serían accesibles. El arte da voz al inconsciente y también el inconsciente mismo peleando su presencia “ahí fuera”.

    Raquel García-Osuna

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