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    Guillermo Kuitca y los sueños cumplidos

    Guillermo Kuitca (Buenos Aires, 1961) nació en el emblemático barrio bonaerense de Belgrano y desde su más tierna infancia manifestó unas inquietudes creativas fuera de lo común. Comenzó su formación artística con la pintora surrealista Ahuva Szlimowicz mostrando desde muy niño tener conciencia de sí mismo como pintor. Con apenas trece años celebró su primera exposición en la Galería Lirolay de Buenos Aires, ciudad en la que hoy vive y trabaja y desde la que gestiona una carrera internacional. Inspirada en los mundos de la arquitectura, el teatro y la cartografía, su obra trasciende los límites geográficos y ha sido exhibida en museos y colecciones de todo el mundo. El artista, reacio a conceder entrevistas, nos atiende desde su estudio para hablar de su último proyecto, The Inhabitants, una espectacular instalación multisensorial con la que la Fondation Cartier de París celebra su trigésimo aniversario. [En imagen: Guillermo Kuitca. Foto: Aaron Schuman. Cortesía Guillermo Kuitca y Hauser & Wirth]. Vanessa García-Osuna

    Pinta desde los 6 años y tuvo su primera exposición a los 13. ¿Qué le motivó a coger los pinceles tan pequeño? ¿No le resultaba intimidante exponer? Todos los niños suelen pintar y dibujar. Les divierten los crayones y hacer marcas en los papeles, para ellos es como un juego. La pregunta sería, en realidad, por qué lo seguí haciendo de adulto [dice sonriendo]. En mi caso fue algo natural porque cuando de pequeño jugaba a dejar huellas en un papel me sentía más seguro, y a la vez me permitía dejar constancia de todos los actos de mi trabajo. Pintar y exponer eran para mi lo más normal del mundo. No me sentía intimidado, es más, de algún modo me atraía la idea. Hoy pienso que ojalá conservara la misma valentía que de- mostré en mi juventud.

    Su carrera es meteórica: a los 20 años expone en ferias como ARCO, con 30 celebra su primera individual en el MoMA y participa en la Documenta de Kassel y en 2007 representa a su país en la Bienal de Venecia. Al echar la vista atrás ¿cuál diría que ha sido su mayor logro? No sabría precisar qué exposición o qué museo han marcado un hito. He trabajado en tantos lugares que cada muestra es una historia distinta, algunas se viven como una victoria mientras que otras es como empezar de cero.

    ¿En qué está trabajando ahora? El año pasado trabajé en proyectos muy distintos pero ahora estoy haciendo algunas pinturas, y acabo de retomar mi trabajo más íntimo en el taller. Digamos que voy rumbo a lo desconocido. No sé todavía adonde me llevará todo esto.

    La Fondation Cartier le ha escogido para crear una espectacular instalación con la que conmemora su trigésimo aniversario. Usted propone al visitante adentrarse en un mundo de ilusiones ópticas donde los cielos estrellados de la artista Vija Celmins dialogan con pinturas de David Lynch y poemas musicalizados de Patti Smith. ¿Qué podría contarnos del proyecto? Ha sido un trabajo fascinante del que me siento muy satisfecho. Cuando Cartier me convocó para abordar los detalles del proyecto, propuse que al no ser yo un historiador del arte ni tampoco un curador, mi aportación sería estrictamente mi visión como artista. A partir de ahí me dejé llevar por una serie de intuiciones y también de aspectos personales. El punto de partida fue revisitar una obra que David Lynch había creado en 2007 y de algún modo, retomarla. Luego me sumergí en la historia de la Fondation Cartier y su universo creativo, y así fue como fueron apareciendo en mi camino estos compañeros de ruta junto a otros ‘habitantes’. Todos ellos contribuyeron a dar forma visual a la pieza. También sentí de forma poderosa la influencia de Francis Bacon. Al recurrir a estos creadores -Vija Celmins, Artavazd Pelechian, Patti Smith y David Lynch- quise poner en conexión la vida por elevación de otros mundos, producirla dentro del espacio sonoro y darle voz.

    ¿Marca esta exposición un punto de inflexión? Sin duda, es la primera muestra en la que mi rol no es sólo el de creador sino también, de alguna forma, curatorial. Obviamente cada historia personal habla de encuentros y desencuentros, de mirarse de frente, de costado… y me parece que trabajar en este proyecto de ese modo fue revelador y esclarecedor. No tengo ni idea de si volverán a ofrecerme algo parecido en el futuro, pero si así fuera, me encantaría aceptarlo.

    Cuándo está preparando una muestra, ¿se reserva para usted alguna pieza? Sí y no. Debo admitir que soy poco previsor con mi trabajo. Durante veinte años no me quedé con ninguna obra relevante de mis etapas más tempranas, tal vez por falta de visión. Diría que la obra que me resulta particularmente buena es aquella que deseo atesorar para mí, pero al mismo tiempo creo que no ofrecer lo mejor de uno, es contraproducente. Lamentablemente, hoy por hoy, no estoy en condiciones de organizar una exposición con obras mías pues dependo totalmente de los préstamos. En los últimos tiempos, sin embargo, he empezado a pensar que no sería mala idea ir quedándome con cosas de los proyectos que vaya realizando.

    Su relación con nuestro país viene de lejos. ¿Tiene amigos artistas españoles? Mi relación con España es muy grande. Cuando era niño Picasso era un héroe para mí. Con un año ya lo sentía como si fuera casi de la familia [dice sonriendo]. De joven conocí brevemente a Juan Muñoz y más tarde a Miquel Barceló, los tres éramos artistas de la misma generación. Barceló hizo una exposición en Buenos Aires hace más de quince años y vino a visitarme al taller. Estuvimos charlando durante horas y sentí una conexión inmediata con él, era como si nos conociéramos de toda la vida. Fue un encuentro muy cálido. Aprovecho desde aquí para mandarle saludos pues no nos hemos vuelto a ver desde entonces.

    Tanto Barceló como usted son los artistas vivos más cotizados de sus países. ¿Le condiciona la presión del mercado? Digamos que es complicado, pero nunca pienso en el mercado, sino me resultaría imposible trabajar. ¡No sabría cómo hacerlo!. La presión es real pero no me condiciona al crear.

    ¿Colabora con alguna galería española? No, en España no tengo galería ni representante, aunque sí se ofrecen trabajos míos en las subastas. Soy muy afortunado de poder trabajar con galerías estupendas como Hauser & Wirth, Sperone Westwater y, más recientemente, con Fortes Vilaça. En el futuro me gustaría colaborar con España, aunque desconozco la situación actual de su mercado [el artista muestra un vivo interés por conocer sus detalles y pregunta con curiosidad].

    ¿Cómo entiende la relación entre pintura y teatro? ¿Cómo ha sido la experiencia de realizar escenografías para óperas y piezas de teatro? Mi diálogo con el teatro ha sido siempre enormemente fluido. Desde niño sentí pasión por el universo teatral. Siendo muy joven hice un curso de dirección teatral y a los 20 años ya hice mis primeras puestas en escena. De algún modo percibía que las imágenes del teatro y de mi pintura se retroalimentaban. Entrar en contacto con el teatro cambió mi obra para siempre: se filtró en ella el concepto de espacio escénico, los planos del teatro, la visión del espectador. Cuando empecé con los escenarios, la idea era rotar mi obra y mostrarme yo en el lado del escenario, de cara al público. De algún modo, eso me llevó al mundo de la ópera, pero sus escenografías exageradamente técnicas no eran lo que yo buscaba, aún así, me sirvió para ampliar horizontes y fue una experiencia aleccionadora. Creé el telón del Teatro de la Ópera de Dallas, que fue un proyecto en el que trabajé mucho y en el que sentí como si finalmente hubiera encontrado mi lugar dentro del teatro. Y disfruté diseñando el nuevo telón del Teatro Colón de Buenos Aires porque me sirvió para dialogar con el pasado.

    ¿Se plantea explorar otros medios, otras tecnologías? He manejado algunos de los soportes más modernos pero me parece todo tan parecido… De todos modos, admito que tiene interés utilizar los nuevos medios que van surgiendo. En mi caso, prefiero el trabajo a mano, es mi vocación, aunque comprendo que las nuevas tecnologías pueden aportar algo a la hora de trabajar. Sin embargo, no veo que esa aportación sea tan evidente.

    ¿No se siente tentado a seguir produciendo obras similares a las que le han granjeado el éxito? No, para nada. Nunca me planteo si una obra va a ser aceptada. Quisiera que mi trabajo tuviera una fuerte coherencia interna. Esto no quiere decir que me sea indiferente la aceptación que tengan mis creaciones, pero no me influye hasta el punto de alterar mi trabajo. Hoy me resultaría imposible volver a crear obras como las que hacía en 1992. ¡No sabría cómo dar marcha atrás en el tiempo! Cada obra es parte de mí, es una proyección mía, y responde al momento preciso en que fue creada.

    ¿Cómo es su día a día?¿Es lento trabajando o, por el contrario, es un creador prolífico? Quiero creer que no soy lento aunque lo que sí soy es bastante meticuloso. Además, para mí, es esencial tener la concentración necesaria a la hora de realizar la obra. Tengo periodos durante los que puedo producir bastantes obras y otras etapas en las que mi trabajo es más escaso. He expuesto muchos dibujos. La serie Diarios que comencé en 1994 y que acabo de presentar en la galería Fortes Vilaça de São Paulo ha sido un proyecto muy especial que me ha ocupado muchos años. [Esta muestra se compone de 18 obras datadas entre 2005 y 2012. Kuitca extendió un lienzo inacabado sobre una mesa de su taller y lo dejó allí durante meses mientras hacía sus actividades rutinarias. En la tela fue tomando notas, haciendo dibujos mientras hablaba por teléfono, y pergeñando ideas para nuevos proyectos. El resultado traspasa los límites de la pintura para incorporar el dibujo, la escritura y el assemblage. Estos dibujos son un testimonio de su vida cotidiana y al mismo tiempo una narrativa plástica de su intimidad].

    ¿Le cuesta dar por terminada una obra? ¿Vuelve a revisitarla para retocarla? En realidad se dan dos situaciones: hay obras que no logro acabar en un momento dado entonces lo que hago es guardarlas y a los dos o tres meses las retomo para ver si puedo avanzar. Pero cuando consigo dar por concluida una obra me resulta muy difícil volver a ella, pienso que debo dejarla tal como está.

    ¿Qué artistas le han influido más en su carrera? Valoro las obras de grandes maestros como Picasso y Bacon, aunque por desgracia no tengo obras de ninguno de los dos [dice con una sonrisa]. Pero no soy muy consciente de cuales son los artistas que me han influenciado a la hora de realizar mi trabajo.

    ¿Es complicado desarrollar una carrera internacional sin vivir en Nueva York o Londres? Para mí no es ni mucho menos un problema vivir en Buenos Aires, puesto que es el lugar donde trabajo. Ciertamente no es el centro del poder del mundo del arte, pero es donde realizo mis creaciones.

    ¿Colecciona?¿Ha hecho intercambios con sus colegas? Sí, algunos colegas me han hecho regalos y he hecho algunos intercambios… deudas pagadas con obras [dice sonriendo]. Pero no soy coleccionista.

    ¿Qué lee, qué escucha Guillermo Kuitca? Leo un poco de todo, porque la lectura es algo que necesito. La música me inspira mucho, escucho clásica, pop o me dejo llevar por las sugerencias de otras personas.

    ¿Cómo es su proceso de trabajo? [¿Hay muchos preliminares, hace bocetos ajustados de los lienzos, trabaja con asistentes…?] Sí, hay algo de trabajo previo, pero sobre todo posterior a cada obra. En algunos de los proyectos que he desarrollado he tenido que contar con uno o dos asistentes.

    ¿Cuanto tiempo puede llegar a invertir en una obra? ¿Simultanea trabajos? Suelo trabajar en distintos proyectos al mismo tiempo. Mientras comienzo unas obras retoco otras porque no están terminadas. Cada obra te exige un tiempo también mental, por lo que no se puede cuantificar con exactitud el tiempo que lleva un trabajo. Pero cuando todo está organizado, concentro toda mi energía en pintar.

    Guillermo Kuitca. Foto: Aaron Schuman. Cortesía Guillermo Kuitca y Hauser & Wirth
    Guillermo Kuitca. Foto: Aaron Schuman. Cortesía Guillermo Kuitca y Hauser & Wirth
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