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    Jeffrey Horvitz. Una vida en papel

    Jeffrey Horvitz posee la mejor colección privada de Norteamérica de dibujos de antiguos maestros franceses y del siglo XIX fruto de más de un cuarto de siglo coleccionando dibujos y pinturas.
    El público ha tenido ocasión de disfrutar de esta colección que ha sido exhibida bajo el título Maestría y Elegancia [Mastery and Elegance] en distintas exposiciones itinerantes que, entre el año 1998 y el 2000, han recalado en los museos de las universidades de Harvard y Cambridge, y que también ha viajado a Toronto, París, Edimburgo, Nueva York y Los Ángeles.
    Recientemente su valiosa colección de dibujos italianos fue dispersada entre diversas donaciones a museos y una subasta monográfica celebrada en Sotheby’s Nueva York que despertó un gran interés mediático. Lo curioso es que Jeffrey Horvitz se ha dedicado al arte contemporáneo como galerista, actividad que abandonó para dedicarse a las inversiones privadas.
    Crispian Riley-Smith, anticuario especializado en dibujos de maestros antiguos y modernos y organizador de la feria Master Drawings de Londres, ha entrevistado en exclusiva para nuestra revista al renombrado coleccionista.

    ¿Podría explicarnos en qué consiste su teoría del diagrama de Venn aplicado al coleccionismo?
    Usé por primera vez la teoría del diagrama de Venn cuando era un joven marchante en Los Ángeles especializado en arte del siglo XIX y contemporáneo, hasta los años setenta. Muchos de mis clientes acudían a mí en busca de orientaciones acerca de cómo coleccionar de manera adecuada y yo deseaba proporcionarles una fórmula que les ayudara a tomar sus decisiones.
    La teoría de Venn se basa en una formulación muy simple que no se reduce a puras conjeturas matemáticas.
    Imagine tres categorías: una comprende aquellas obras de arte que los expertos (comisarios, eruditos, etc…) consideran como muy buenas. La segunda está compuesta por aquellas obras que se venden en una feria a un precio razonable, mientras que la tercera incluye todas las obras de arte que le gustan a usted. Debería adquirir aquella que resulte de la intersección de estos tres campos. En otras palabras, compre obras que los expertos consideren muy buenas, que tengan un precio ajustado, y que usted aprecie. Es un consejo razonable que no requiere necesariamente del marco de una teoría para ser aceptado.

    Hace 10 años le preguntaron cómo intuía el desarrollo de su colección y usted respondió que, tal vez, se enfocara hacia el área de los manuscritos iluminados, que ya había abordado con anterioridad, y que también proseguiría con su colección de pintura francesa. ¿Ha sucedido tal como anticipaba?
    ¡Ah, los manuscritos iluminados! Los adoro. Son obra sobre papel pero al mismo tiempo también son pequeñas pinturas. De cualquier forma, fueron varios los factores que me impulsaron a abandonar el campo de los manuscritos. El primer empujón al estilo francés empezó a desarrollarse por influencia de los artistas italianos de Fontainebleau, allá por mediados del siglo XVI. Antes de ello, el arte francés destilaba una especie de ‘gusto internacional’, aunque detentaba una incuestionable esencia francesa. Pero contar la historia completa del dibujo francés hasta el siglo XIX no requiere hablar de los manuscritos iluminados aunque, realmente, serían una bonita adición.
    Además las obras de buena calidad, en buen estado de conservación, no son frecuentes y las grandes obras son extremadamente escasas lo que hace muy difícil cualquier incorporación significativa a mi colección. Por otro lado, existe un grupo muy reducido de anticuarios, distinto al que trata con dibujos. En definitiva, avanzar en esta dirección implicaría un compromiso especial de tiempo y dinero, con escasas perspectivas de poder añadir alguna obra relevante a mi colección. Así que he optado por no comprar nada y no lo lamento.

    Ahora que se ha desprendido de su colección de dibujos italianos ¿tiene algún remordimiento o está contento ante la perspectiva de que puedan ser disfrutados por otros coleccionistas y museos?
    Tengo sentimientos contradictorios acerca de mis dibujos italianos. Como aún conservo cerca de 1.400 dibujos franceses, no me era materialmente posible disfrutar de los que tenía con la frecuencia que me hubiera gustado; pero sigo adorando los dibujos italianos y conservo magníficos recuerdos de la mayoría de mis adquisiciones y de los anticuarios que me los vendieron. Evidentemente, no puedo reemplazar lo que vendí. Lo más gratificante [de la subasta celebrada en Sotheby’s Nueva York el año pasado] fue que la mayoría de los museos pudieron adquirir obras y lo que no se vendió (o lo que no estaba a la venta) se ha expuesto en museos como el Louvre, Boston, Los Ángeles, Washington.
    Algunos importantes coleccionistas pudieron comprar en aquella licitación y espero que su destino final sea una colección pública. Mi principal preocupación es que esos dibujos estén bien cuidados y no permanezcan ocultos para disfrute de unos pocos.

    ¿Cómo le han ayudado ferias como Master Drawings Londres y Nueva York a encontrar material?
    Ninguno de estos eventos organizados, ni siquiera la Semana de Antiguos Maestros [Old Master Week] o las ferias de arte, son de mi agrado.
    Están bien para ver un montón de cosas en poco tiempo, pero soy de los que prefiere encontrarse con estos especialistas en un momento más tranquilo, en un contexto más relajado y con más tiempo por delante para hablar de los dibujos y alternar un poco en sociedad…
    Comprendo la necesidad de adaptarse a un mundo donde existe más dinero que tiempo, y las viejas fórmulas que implicaban largas conversaciones con el galerista, parecen ahora algo desfasadas.
    Pero es así como yo logré aprender mucho, y no hubiera podido construir mi colección si únicamente existieran ferias de arte y eventos similares.
    No tengo ningún problema para encontrar piezas en París, Londres o Nueva York al margen de estos eventos organizados que, aunque parezca mentira, parecen más adecuados para coleccionistas noveles y comisarios experimentados.

    ¿Cómo ha evolucionado el mercado en los últimos años?
    En términos generales se ha vuelto más caro y existe menos material en circulación. En el ámbito de los dibujos franceses, a excepción de un puñado de artistas, este cambio no ha sido tan radical como con los dibujos holandeses e italianos.
    Los anticuarios parecen dedicar más tiempo a viajar a las ferias de arte y a asistir a subastas que a buscar material para los coleccionistas privados.
    Algunos galeristas han logrado mantenerse exclusivamente especializados en dibujos de antiguos maestros pero muchos otros han abierto su campo hasta finales del siglo XIX y principios del XX.
    La prensa habla sin cesar del mundo del arte como mercado financiero e internet contribuye a reforzar esa impresión. Además, los galeristas especializados imitan la manera en la que el mercado moderno y contemporáneo ha trabajado durante décadas. La información sobre las transacciones se transmite a enorme velocidad. Los rumores se convierten en realidad.

    ¿Tiene algún remordimiento como comprador?
    Es extraño pero tengo varios remordimientos. Mi comisario, Alvin Clark, y yo debatimos con frecuencia este punto, y él se sorprende al comprobar cómo algunas cosas importantes parecen escapársenos permanentemente.
    A veces lamento haber gastado demasiado dinero en arte, en términos globales, pero raramente me arrepiento de haber realizado una compra en concreto.
    Mi filosofía es que uno es siempre feliz cuando intenta comprar arte porque si adquieres algo que deseas eres feliz, pero si no logras comprarlo, conservas el dinero y eres feliz de igual forma. Con esta mentalidad afronto las cosas.

    Si pudiera conocer a un artista de su colección ¿quién sería el elegido y qué le preguntaría?
    Elegiría a Hubert Robert (1733-1808) [pintor francés especializado en pinturas de ruinas y caprichos arquitectónicos]. Y le preguntaría quién trabajaba con él y cómo era dibujar en Roma en el siglo XVIII en la misma época que otros artistas, especialmente Fragonard. Hubiera tenido interesantes historias que contar.

    Si pudiera conocer a un coleccionista de su mismo campo ¿quién sería y qué le preguntaría?
    Eugene Thaw. Inexplicablemente, nunca hemos coincidido. ¿Qué le preguntaría? Bueno, “¡cuéntame todo lo que sabes sobre el coleccionismo!”; “¿Cómo decidiste lo que querías comprar?”; “¿Qué anécdotas recuerdas de tus compras privadas?”; “¿Cuáles son tus preferencias independientemente de su valor o rareza?”.

    ¿Qué es lo que motiva a la gente a coleccionar dibujos?
    El dibujo brinda la sensación más íntima e inmediata de estar en presencia del artista. Puedes ver su mano, cómo modifica la presión de la línea, puedes sentir su pulso y el ritmo. El papel es ligero, puedes sostenerlo en tus manos y acercarlo a tu cara. Desprende un aroma y una textura. Puedes sentir las certezas y las incertidumbres que asaltaban al artista al desarrollar la composición o la figura. Hay cambios y borrones. Incluso daños contemporáneos, como gotas de tinta o de óleo producidos en el estudio del artista, que nos proporcionan una conexión directa con el artista y el proceso artístico.

    Crispian Riley-Smith

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