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    Katharina Grosse, la pintora sin límites

    “Una pintura puede aterrizar en cualquier lugar: sobre un huevo, el pliegue de un codo, la nieve, el hielo, o la playa” con este aforismo explica Katharina Grosse (1961, Friburgo/ Breisgau, Alemania), su proyecto centrado en la expansión de las fronteras del género pictórico, una idea en la que lleva trabajando tres décadas y que siente heredera de una tradición milenaria que se remonta a las pinturas rupestres. La artista crea sus explosivas pinturas in situ rociando directamente con esprays de colores edificios, interiores y paisajes pulverizando las diferencias entre pintura, escultura y arquitectura: “En mi pintura no hay límites. El interior y el exterior coexisten.” Entre sus acciones más efectistas figura aquella en la que recubrió con miles de litros de pintura naranja una granja de Nueva Orleans, pero también el río de colores con el que inundó las vías de un tren en Filadelfia o la restallante montaña de tierra que creó para la Bienal de Venecia de 2015. Siempre buscando la forma de trascender los límites físicos del soporte y ganar monumentalidad, a partir de los años 90 comenzó a utilizar el compresor que se convirtió desde entonces en su herramienta predilecta. En sus últimas creaciones incorpora además trozos de tela pintada que caen teatralmente desde los techos para desparramarse por el suelo potenciando el impacto de sus pinturas inmersivas. Considerada una de las pintoras más prestigiosas de la escena internacional, representada por Gagosian y, en España, por Helga de Alvear, conversamos con la artista con motivo de su primera exposición individual en China, en Shanghai, organizada por la K11 Art Foundation (KAF) y el Chi K11 Art Museum. [Foto: Jjyphoto. Cortesía K11 Art Foundation]. Vanessa García-Osuna

    ¿Cuándo empezó a pintar? Con 20 años pero de niña, me inventé un juego según el cual, cada mañana, antes de levantarme de la cama, tenía que borrar primero las sombras de la pared. Luego me imaginaba que tenía un pincel invisible con el que pintaba las sombras que se proyectaban en el alféizar de la ventana o de la lámpara o lo que sea que hubiera allí. Para mí, mirar al mundo siempre ha estado conectado con el hecho de hacer algo sobre él, o con él, al mismo tiempo.

    Estudió en la Kunstakademie de Düsseldorf, cuando allí daban clase fotógrafos como los Bechers, Thomas Struth, Thomas Ruff, Andreas Gursky, Gerhard Richter o el videoartista Nam June Paik. Empezó haciendo pequeñas películas y videos, ¿qué le hizo cambiar de rumbo y coger los pinceles? Me di cuenta de lo directo que era este medio. La pintura facilita de forma asombrosa la sincronización entre las acciones de actuar y pensar. No necesito una herramienta a base de algoritmos para conseguir, a través de este acto, una estética más o menos predeterminada. La fisicidad de la pintura, su relación con el cuerpo, es importantísima. No es sólo una imagen. Se relaciona con todos nuestros sentidos, de manera que se genera una empatía tremendamente compleja. Ésa es una de sus grandes ventajas. Otra razón de peso es que es un lenguaje no lineal. A diferencia de cualquier otro medio la pintura permite contemplar, en una misma pieza, diferentes momentos en el tiempo. Todas las capas que forman la superficie acaban generando un cúmulo de tiempo.

    Dice que su trabajo entronca con la pintura mural, que hunde sus raíces en las cuevas prehistóricas. Por cierto ¿ha estado en Altamira? ¿Qué artistas han sido un referente para usted?
    No, no he estado en Altamira pero me encantaría visitar las cuevas. En cuanto a las influencias… hablaría de la mezcla de humor y apremio en la pieza que mi compatriota Hito Steyerl creó para la Bienal de Venecia en 2015, también me dejó huella la propuesta de Anne Imhof para el Pabellón Alemán o la instalación para la Documenta de Pierre Huyghe que tenía una presencia casi impensada pero mágica y, en cierta forma, peligrosa. La semana pasada, por cierto, me pasé varias horas en la Capilla Sixtina y mis ojos se veían propulsados de una esquina a otra en un laberinto de mitos y claridad. También me influyeron desde el principio, las pinturas de Edvard Munch y sobre todo sus estudios al aire libre. Viajé incluso a Noruega para ver el color púrpura de sus sombras.

    ¿Cuándo se dio cuenta de que una obra pintada posee varias dimensiones? ¿Qué le llevó a abandonar el lienzo y abarcar también el espacio circundante? Jamás pensé que una obra pintada estuviera limitada al lienzo. Para mi siempre ha sido multidimensional. Incluso cuando era estudiante, siempre pintaba sobre diferentes tipos de superficies y objetos de forma muy orgánica, y luego les añadía otros elementos. Es como la vida misma. Creo que una actividad no se detiene, sino que entra en otro ámbito de tu vida y se convierte en otra cosa. Cuando visitaba las galerías, no sólo miraba las pinturas, sino otros muchos detalles, y luego me di cuenta de que este tipo de observación se extiende durante la historia de la humanidad. Si vas a ver pinturas rupestres, por ejemplo, te das cuenta de que la cueva en sí misma era una parte fundamental de la imagen.

    ¿Cuándo pinta desconecta del aquí y el ahora? No, al contrario, soy plenamente consciente del momento. Pintura, pensamiento e imaginación coinciden.

    Cuando afirma que la pintura es anárquica y anti- narrativa, ¿qué quiere decir? Creo que permite soñar la realidad del mundo. Una pintura puede aterrizar y permanecer en cualquier lugar: en una bota de goma, en un brazo, en una estación de tren, en la nieve, en el hielo, o en la playa. Y si la pintura no está conectada a un lugar, entonces la imaginación no está conectada a un lugar; y como la imaginación es la realidad, la realidad también es intrascendente. Esto significa que siempre es posible ver y experimentar la realidad de manera diferente. No sólo ahí donde yo la muestro. En todas partes. Siempre. Aquí. Ahora. Con mi pintura, busco comprimir las emociones y causar una intensa agitación. Quiero que estemos tan perturbados, positiva o negativamente, que sintamos el deseo de transformar algo. Así es como surge la empatía más radical.

    ¿Qué es el color para usted? ¿cómo lo utiliza para provocar esos cambios en el entorno? El color es clave porque provoca una resonancia inmediata en el espectador. Antes de que te des cuenta, experimentas una reacción visceral, como, si en un concierto, una voz te golpeara antes siquiera de escuchar la música o la letra de una canción. La elección del color puede realzar un espacio o un objeto de infinitas maneras. ¡Puede condicionar totalmente la experiencia!. Por ejemplo, si un limón se pinta de azul, toda tu experiencia con los limones puede verse alterada por completo. Creo que el color es el elemento transformador de superficies más mágico que existe. No tiene la obligación de estar en un lugar concreto. Puede aparecer en cualquier parte.

    Usted usa todo tipo de herramientas, desde sus propias manos a pinceles diminutos pasando por rodillos y cepillos caseros. ¿Por qué la pistola se ha convertido en su utensilio favorito? Porque con ella puedo moverme mucho más rápido en un espacio que con un pincel. No sólo amplía mi radio de acción, sino que también me permite ser increíblemente veloz. Además, el bote contiene tal cantidad de color que puedo pintar mucho tiempo totalmente despreocupada… Y cuando te topas con los obstáculos de la superficie, puedes pasar sobre ellos sin detenerte porque no tienes que tocarla directamente.

    En España ha trabajado con la galerista germano-española Helga de Alvear. ¿Cuáles son sus mejores recuerdos de nuestro país? El Prado, el Prado y el Prado. Mis primeros recuerdos son una mezcla del aire caliente del verano, el asfalto y el olor a humo de cigarrillos.

    Este mes clausura su primera exposición individual en China, Mumbling Mud, una impactante instalación inmersiva de 1.500 metros cuadrados. ¿Qué significa el título? Se inspira en una expresión cantonesa que se traduce literalmente como “un fantasma comiendo barro”. Se refiere a alguien que está murmurando y lo que dice es audible e inaudible al mismo tiempo. He querido plantear una analogía con las cinco obras/ zonas de la exposición, que son visibles, pero no se pueden percibir en su totalidad a la vez. La abundancia de detalles, colores y formas impide que el público capte todas y cada una de las piezas de forma simultánea. Las obras exigen la implicación del espectador que tiene que moverse, literal y mentalmente, para apreciarlas.

    Por último, ¿ser mujer ha condicionado su carrera de alguna forma? ¿Ofrece el mundo del arte las mismas oportunidades a los artistas de ambos sexos?
    No soy una mujer que pinta. Soy una pintora. No me gusta ser confinada a un papel y, sin embargo, el mundo del arte es muy conservador. Las mujeres están en desventaja en todos los sectores de la sociedad. Pero las cosas han cambiado para mejor en los últimos 60 años. Y tiene que ser así porque hasta ahora las cosas no se han hecho demasiado bien. Pienso que el cambio es imparable, no sólo para las mujeres, sino también para los demás grupos sociales. Vivimos un momento emocionante para la sociedad.

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