Ha sido el primer artista afroamericano elegido para pintar el retrato oficial de un presidente de Estados Unidos (el de Barack Obama) y sus obras tienen lista de espera de compradores, pero la vida de Kehinde Wiley (Los Angeles, 1977) tuvo unos inicios ‘dickensianos’. Su padre, un estudiante nigeriano que había conocido a su madre en la Universidad de California, le abandonó con sus cinco hermanos, y la familia tuvo que salir adelante gracias a las ayudas sociales. Para evitar los peligros que le acechaban en el barrio, el violento South Central, la madre apuntó a Kehinde a unos talleres de fin de semana gratuitos en los que daban clases de arte. Como parte de las actividades, los alumnos hacían excursiones a museos como la Huntington Art Gallery, cuya solemne galería de retratos británicos de los siglos XVIII y XIX le llamó poderosamente la atención. “Me obnubilaron aquellos señores de pelucas empolvadas, damas enjoyadas y perritos falderos”. Fue contemplando estas pinturas donde tomó conciencia de la simbología oculta en el retrato tradicional, concebido para proyectar el privilegio, el poder y el elitismo del modelo. Asumió entonces el compromiso de denunciar a través de su obra la ausencia de personas de raza no blanca en las narrativas artísticas e históricas. [Kehinde Wiley. Retrato de Tuatini Manate III. Foto: Diane Arques. Cortesía Daniel Templon gallery]