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    La cara oculta de las obras de arte

    En Las meninas, Velázquez nos mira desde detrás de un gran lienzo del que solo vemos la trasera y que ocupa buena parte de la superficie pictórica. Con esa tela clavada a un bastidor de madera el pintor nos habla de la imagen como artificio y nos abre una puerta hacia una dimensión secreta. Hasta hoy se han llevado a cabo numerosos estudios sobre obras individuales cuyas traseras resultan interesantes por una u otra razón, y algunos museos han explorado esta dimensión a través de pequeñas exposiciones en las que han dado la vuelta a algunas de las obras que poseen. Pero es el Museo del Prado, con la colaboración de la Fundación AXA, el que se adentra en ella con la ambición requerida, no solo haciendo una revisión integral del reverso de sus colecciones sino también localizando en algunos de los más importantes museos del mundo ejemplos de cómo se puede enriquecer la apreciación de las obras de arte cuando su contemplación no se limita al frente. Comisariada por el artista contemporáneo Miguel Ángel Blanco (Madrid, 1958), esta muestra plantea un acercamiento a la pintura dando la vuelta a las obras para propiciar en el visitante una relación nueva y más completa con los artistas que han creado las 98 obras seleccionadas. Es la ocasión de ver por primera vez en el Prado a creadores como Van Gogh, Magritte, Tàpies, Sophie Calle, Pablo Palazuelo o Lucio Fontana, entre otros muchos./p>

    La primera sección, El artista tras el lienzo, se centra en las representaciones de reversos de cuadros en los talleres de los pintores. Estos, a menudo, se autorretratan tras uno de ellos pero incluso cuando no aparecen asociados tan directamente al trabajo del artista, tienen una presencia muy destacada en ese entorno, como objetos de especial significación en los estudios de los pintores. El capítulo central de la exposición, Caras B, se dedica a las obras que pueden calificarse como “bifaces”. En ellas, el reverso tiene entidad artística y complementa la imagen principal en diversas modalidades. Puede mostrar la espalda de una figura que se veía de frente, un paisaje o una escena alegóricos que matizan el sentido de la representación principal, información heráldica, temas religiosos vinculados, retratos… En Más información al reverso se aborda un problema clásico en la pintura. A pesar de que palabra e imagen convivieron con cierta facilidad hasta la Edad Media, llegó el momento en que los artistas confiaron a la segunda todo el peso de la narración. Y cuando necesitaron transmitir datos, identificar temas o personajes, incluir textos accesorios o comentarios sobre la realización de la obra, lo hicieron casi siempre escribiendo en la trasera. La información puede haberse añadido posteriormente, en forma de etiquetas y sellos que ayudan a trazar la historia de las obras: las colecciones a las que pertenecieron, los palacios que decoraron, los viajes que realizaron, las intervenciones de conservación que sufrieron… Otras veces se descubren en los reversos historias contenidas en los propios materiales: telas que tuvieron usos domésticos o que dan cobijo a involuntarios fantasmas que aparecen al ser traspasadas por los aceites. Por último, la exposición también cuenta qué materiales más o menos inusuales han servido de soporte a la pintura a lo largo de los siglos y encontrando cobre, hojalata, pizarra, alabastro, corcho, ladrillo, porcelana o marfil. Y lo que siempre hay en las traseras es polvo. Se limpia regularmente pero las obras más grandes y pesadas se mueven con menor frecuencia. Hace poco, el Prado descolgó la Transfiguración del Señor de Giovanni Francesco Penni, ocasión aprovechada por Miguel Ángel Blanco para recoger el polvo acumulado, con el que ha confeccionado tres libros-caja para su Biblioteca del Bosque, que cierran el recorrido. [Rembrandt Harmensz. van Rijn, Artista en su estudio. Boston, Museum of Fine Arts]

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