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    La colección Casa de Indias

    En apenas un lustro, guiados por algunas corazonadas y movidos por el entusiasmo, César Jiménez y Lola Martínez han logrado dar forma a una singular colección de arte contemporáneo, rebautizada como Casa de Indias, que se sustancia con medio centenar de obras de destacados artistas internacionales. Pero los vínculos de esta pareja de mecenas con el arte no acaban aquí; forman parte del Comité de la feria Estampa, apoyan la creación emergente a través de un premio y acaban de hacer realidad su proyecto más ambicioso, un espacio artístico y cultural en el Puerto de Santa María (Cádiz). Mun-Jung Chang. Foto: Erea Azurmendi

    ¿Cómo llegaron al mundo del arte?
    César Jiménez (CJ) Somos empresarios, y no hemos recibido una educación artística propiamente dicha. Nos gusta el arte aunque no sabemos muy bien de dónde nos nace esta pasión. Durante años nuestra referencia fueron los museos, incluso los llamados “mainstream” como el Guggenheim de Bilbao, que es nuestro favorito. Nos sentimos a gusto también en el Whitney de Nueva York o el Stedelijk de Amsterdam antes que en otros de corte más intelectual como, por ejemplo, el MACBA. Pero es realmente en las ferias donde te pica “el veneno” del coleccionismo, donde te sientes libre para preguntar a las galerías, ver piezas a tu antojo y experimentar el deseo de comprar.

    ¿Cómo empezaron su colección?
    Lola Martínez (LM) Fue hacia 2015, en una feria que ya no existe, SUMA, que se celebraba en el Matadero de Madrid. Experimentamos un flechazo mutuo ante una obra que nos dejó sin habla. Fue en ese preciso instante en el que decidimos por primera vez preguntar “¿y esto cuánto cuesta?”. No imaginábamos dónde nos estábamos metiendo….
    CJ. Nuestra primera compra fue El huerto, un óleo monumental de Paco Pomet. Sigue siendo de las pocas obras figurativas de nuestra colección además de ser la más grande de todas. Mide casi 3 metros, una barbaridad para un piso, tuvimos que desmontarlo antes de subirlo a casa.
    LM. La última pieza que hemos adquirido ha sido una fotografía maravillosa de Vivian Maier. Nos fascina su historia personal y esa vida contada en reflejos. La compramos en Espacio Bernal, que la representan en España, y anteriormente le compramos otras dos al galerista Howard Greenberg de Nueva York.

    ¿Cuántas obras integran sus fondos? ¿cómo planifican sus adquisiciones?
    CJ. Nuestra colección es pequeña, no creemos en las que se guardan en almacenes, por lo que por ahora apenas superamos el medio centenar de piezas, todas ellas expuestas. Al principio comprábamos por impulso mientras que ahora, todo lo contrario. Estudiamos al artista, su trayectoria, su posible evolución, las galerías que lo llevan, las exposiciones en las que participa, las colecciones en las que tiene presencia… Aunque no adquirimos nada por motivos puramente de inversión, y por descontado nada que no nos guste, hemos decidido mantener un cierto criterio para que, en el futuro, nuestras hijas puedan disponer de una colección líquida que podrían vender en el supuesto de que lo necesitaran o no desearan continuar con ella.
    LM. A los nuevos coleccionistas les aconsejamos comparar, preguntar, no dejarse llevar por los “cantos de sirena” de los galeristas que siempre les dirán que lo suyo es lo mejor. No nos marcamos un número de obras determinado, pero sí un presupuesto anual. Las compras de arte se producen una vez que nuestras necesidades están cubiertas, no entendemos ese tipo de coleccionista que puede llegar a llevar una vida miserable destinando todo su dinero al arte… esto es una adicción, aunque sana, y como tal hay que controlarla.

    Configurar una colección “a dos manos” puede ser un reto… ¿están siempre de acuerdo?
    CJ. Nuestros gustos son complementarios, vivimos juntos y al final, ya se sabe “dos que duermen en un mismo colchón…”, no obstante, en ocasiones, no estamos de acuerdo y existe un derecho de veto “mutuo”. Lo que no nos encaje a los dos, no entra en la colección. Luego eso sí, vienen las venganzas si el tiempo demuestra que el otro se equivocó… [dice riendo]

    ¿Qué criterios han seguido al adquirir obras? ¿tiene su colección un hilo conductor?
    LM. El criterio es sencillo: que nos guste, es decir, que podamos vivir con la obra, que nos la podamos permitir y que cumpla con nuestros requisitos en cuanto a trayectoria y futuro del artista. Nos gustaría decir que la colección tiene un hilo conductor, pero no es así, al menos por ahora. De momento va “saltando”, como nuestra propia vida, reflejando nuestras experiencias, maneras de sentir y necesidades de cada momento. Envidiamos a esos coleccionistas que sólo coleccionan algo concreto… ¡qué alivio el poder descartar!.
    CJ. En cuanto a los medios, hemos limitado la compra de pintura, sinceramente, porque sus precios hoy son exagerados, y en cuanto a soportes, la fotografía y la escultura están ganando peso. Cada vez nos apasiona más el trabajo de artistas como Francesca Woodman, Olafur Eliasson, Damián Ortega, Maria Loboda, Cornelia Parker o Idriss Khan. En relación a los movimientos, diría que cada vez nos atrae más el arte conceptual, justo ése que hace que nuestros amigos nos miren raro… [sonríe].

    ¿Cómo han sido sus experiencias en el mercado secundario, en las subastas?
    CJ. Estupendas, nos gustan por su transparencia, pero también hay que tener cuidado pues es fácil dejarse llevar. Recuerdo que compramos una obra de Idriss Khan enorme, de 3 ó 4 metros de largo, cuya logística era compleja (el traslado, el peso, su ubicación…), además la adquirimos en un momento que tal vez no fuera el más idóneo pues nuestras empresas se hallaban en un proceso de transición… Admito que el responsable de esta compra fui yo…
    LM. Y yo me enfadé porque para adquirirla hubo que pedir un crédito… que aún seguimos pagando. Ha sido la única pieza en la que no ha habido un consenso absoluto.

    ¿Cuáles son algunas de las obras emblemáticas de su colección?
    CJ. Destacaría, por ejemplo, X for a Crucifixion, de John Baldessari, que es de las pocas obras que se libraron de ser quemadas en 1970 cuando el artista decidió aquello de “no more boring art”. La compramos en Nueva York, en Sotheby’s.
    LM. Otra muy especial para nosotros es El grito de Marina Abramovic, que compramos en Bernal Espacio. Es una fotografía de gran formato que aúna lo mejor de esta artista serbia y que además te permite vivir con ella … que tenemos cuatro hijas adolescentes… Conocimos a la propia Marina, que vino a desayunar a nuestra casa, y encima se quedó encerrada en el baño… ¡una mini-performance!
    CJ. Yo hablaría también de Elote Clasificado, una foto maravillosa de Damián Ortega que cuestiona la burocracia mexicana de una forma irónica. También ésta la compramos en subasta, en Nueva York, y luego conocimos al artista cuando visitó Madrid con ocasión de su exposición en la Fundación Banco Santander.
    LM. Por último, citaría dos piezas: Anima Mundi del artista alemán Imi Knoebel. ¿Qué nos cautivó? El color. El minimalismo es una de nuestras pasiones. Y de Olafur Eliasson tenemos una serie de cuatro fotos de formato medio, es una pieza única de los inicios de su carrera como fotógrafo.

    ¿Les gusta visitar los talleres de artistas?
    CJ. Si tengo que ser franco, hay obras que nos empezaron a gustar menos después de conocer al autor. Confieso que hay que pensarse mucho lo de tratar al artista porque, en ocasiones, se puede romper la magia.

    ¿Qué movimientos les interesan del arte actual?
    LM. Bueno, nos da la impresión de que no hay nada “nuevo bajo el sol”, al menos de momento, así que seguimos fieles a lo ya visto: minimalismo, performance, algo de conceptual…
    CJ. También hay tendencias, hace dos años estaba en boga el arte alemán, la Escuela de Düsseldorf, mientras que ahora el foco está en el arte femenino reivindicativo encarnado por figuras como Barbara Kruger o Mona Hatoum. Cuando hay modas los precios suben y creo que más adelante se moderarán un poco, como sucede con la economía. En la actualidad también despierta interés Oriente Medio con nombres como Shirin Neshat o Manal Al Dowayan. Hace tiempo también hubo movimiento en torno al arte africano pero nuestra sensación es que nunca llegó a cuajar del todo. Detecto que intrigan más los artistas afroamericanos que viven en Estados Unidos como Kerry James Marshall o Kehinde Wiley.

    ¿Han hecho algún “descubrimiento”?
    LM. Últimamente nos ha enamorado Manal Al Dowayan, una artista conceptual saudí que es un símbolo de la libertad femenina en Oriente Medio… búsquenla en Internet… La feria Estampa, con la que colaboramos, organiza los Encuentros Colecciona en los que un comisario charla con un artista. Nosotros la invitamos a participar pues, además de ser una de las creadoras más significativas de esa región, es una mujer encantadora.
    CJ. Aunque compramos más obra de artistas internacionales que nacionales, promovemos el arte español a través del Premio Casa de Indias, que ha distinguido a creadores como Tito Pérez Mora y Federico Miró. Nos sentimos muy comprometidos con nuestra generación y nuestro país. Tenemos muy buenos artistas.

    ¿Tienen la proyección internacional que merecen los artistas españoles?
    CJ. Para tenerla hace falta mucho sacrificio, y nos gustaría que fueran más conscientes de su profesión. Picasso dijo “Para ser artista no basta con ser pintor, también hay que vender”. Hay artistas que aún no han salido de España y que siguen inmersos en un círculo de becas y residencias. Es fundamental salir fuera, leer, estudiar, hablar idiomas…

    ¿Han realizado algún encargo?
    LM. Sólo una vez, y no sé si volveríamos a hacerlo, porque nunca sabes si la pieza te gustará o no. Fue una obra de Bosco Sodi. Tiempo después la sacamos a subasta, y, hasta la fecha, no nos planteamos repetir.

    ¿Qué colecciones privadas son un ejemplo para Casa de Indias?
    LM. A nivel internacional, sin duda la Teixeira de Freitas, pero también hay coleccionistas particulares a los que admiramos como la colección MER o la Meana Larrucea.

    ¿Qué les ha motivado a abrir un espacio?
    LM. Con Casa de Indias, que es un proyecto sin ánimo de lucro, queremos impulsar el arte contemporáneo de nuestro tiempo en un sitio tan estratégico como es Cádiz que ya cuenta con la Fundación NMAC. Nuestra sede es una casa- palacio del siglo XVIII (declarada Bien de Interés Turístico Nacional), que fue vivienda del escritor y dramaturgo Pedro Muñoz Seca. Queremos que quienes nos visiten se sientan cómodos, huimos de las casas “de revista”.
    CJ. Hemos escogido un nombre con resonancias históricas que evoca a los “cargadores a Indias” además, como es conocido, el Archivo de Indias estuvo en Cádiz. El edificio tiene 800 metros cuadrados distribuidos en tres plantas, dispone de sala para exposiciones temporales y la colección permanente se despliega por todas las estancias; en el último piso hay un apartamento independiente para los artistas becados; para esta primera edición hemos seleccionado a Salim Malla y Uxue Ruiz de Arkaute.
    LM. Y gracias al programa Emplea Cultura del Banco Santander contamos con una coordinadora que nos ayuda a promocionar el proyecto. Nuestro objetivo es acercar el arte al público y fomentar el coleccionismo, tan necesario. La gente debe saber que por una cantidad de dinero asequible pueden adquirir obras buenas con las que convivir.

    ¿Qué proyectos les gustaría desarrollar?
    LM. ¡Tenemos tantas ideas! Seguimos comprando piezas que se integrarán en la colección permanente y se exhibirán en los espacios de la casa; también continuaremos invitando artistas a la residencia. Nos ilusiona hacer buenas exposiciones y estrechar los lazos internacionales; en definitiva, aspiramos a despertar el interés cultural y poner nuestra sede en el mapa internacional.

    ¿Cómo valoran el coleccionismo privado en España?
    CJ. Nuestro mercado apenas representa el 1% del internacional. Creemos que todavía hay miedo a entrar a las galerías, porque, en su mayoría, son espacios fríos y hostiles que no invitan a quedarse, a comentar con libertad lo que uno piensa realmente. Las ferias se han revelado como una buena puerta de acceso a las galerías, aunque quizás los galeristas ayudarían siendo más cercanos con el visitante. También deberían ser más transparentes en cuanto a los precios. De hecho, si somos sinceros, los artistas emergentes son caros. Pondré un ejemplo. Hace tiempo compramos una obra única sobre papel de una de las artistas inglesas contemporáneas más respetadas, Cornelia Parker, era un trabajo de su serie Verso, ¡y era más barata que algunos artistas de carrera apenas incipiente!.
    LM. Por otra parte, echamos en falta en España un poco de “frescura” en el modelo de gestión de las asociaciones, las galerías e, incluso, del mercado. Hay que tener en cuenta que las nuevas generaciones tienen otras formas y canales de comunicación, todo con el objetivo de que el arte despierte interés y sea coleccionado. Es el momento de romper algunos moldes.

    ¿Cómo entienden su compromiso con el arte?
    LM. Más allá de que la gente asocie el arte con el “glamour”, lo cierto es que es algo más serio y duro de lo que parece. Los artistas que conocemos tienen un alto nivel de exigencia y nuestro compromiso es ser su altavoz.
    CJ. Ser mecenas en España no te ofrece ninguna ventaja. La Ley de Mecenazgo no está muy desarrollada y al contrario de lo que ocurre en Estados Unidos, por ejemplo, aquí ser mecenas no se entiende ni se agradece. Hemos decidido abrir nuestro centro en Cádiz porque fuera de las grandes capitales también hace falta promocionar el arte contemporáneo internacional.

    Si una colección es el retrato de sus artífices, ¿qué dice la suya?
    CJ. ¡Que somos impulsivos y apasionados!. Compramos obras de artistas de peso pero sobre todo de aquellos que nos cautivan. Al principio nos decantábamos por creadores de nuestra generación, porque nos atraía la idea de ir envejeciendo en paralelo a las obras, pero ahora vamos por otros derroteros…
    LM. De alguna manera la fotografía costumbrista, de autoras como Francesca Woodman o Diane Arbus, ha ido cogiendo protagonismo en nuestra colección. También hemos constatado que, de forma no premeditada, nos inclinamos por artistas mujeres y, en particular, por las de Oriente Medio.

    ¿De qué forma enriquece el arte sus vidas?
    LM. En todos los sentidos. Nuestra agenda se adapta a las inauguraciones, a las adquisiciones de obras… En nuestra familia planeamos los viajes en función de las exposiciones que nos interesan, de las ferias, del proyecto Casa de Indias… Vivimos rodeados de creaciones de artistas como Angela de la Cruz, Richard Long, Francesca Woodman, Imi Knoebel, Felipe Cohen o Tito Pérez Mora. ¡El arte es adictivo! pero no queremos obsesionarnos. Hemos visto colecciones increíbles guardadas en almacenes, nosotros, sin embargo, nos sentimos afortunados de poder disfrutarlas en nuestro día a día.
    CJ. Pero también hemos tenido que rebajar un poco la intensidad. Estos dos últimos años han sido agotadores, la puesta en marcha de Casa de Indias nos ha dejado exhaustos. Ahora que se ha inaugurado queremos empezar a respirar…

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