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    La entelequia de Allora & Calzadilla

    Conectar la historia, la ecología, la filosofía y hasta la geopolítica, a través de la escultura, la performance o el sonido, entre otros medios, es lo que hace el tándem formado por Jennifer Allora (1974, Filadelfia) y Guillermo Calzadilla (1971, La Habana. Desde el inicio de su carrera en 1995, Allora & Calzadilla han expuesto sus innovadoras propuestas en museos como el MoMA de Nueva York, el Stedelijk Museum de Ámsterdam, el Guggenheim de Bilbao, la Neue Nationalgalerie de Berlín o la Serpentine Gallery de Londres, además de representar a Estados Unidos en la 54ª Bienal de Venecia (2011). Ahora su trabajo puede verse en el Azkuna Zentroa – Alhóndiga Bilbao, en una exposición en la que han reunido algunas de sus piezas más recientes hilvanadas en torno a un concepto común, el de Klima, que procede de la Antigua Grecia y significa inclinación hacia el sol. “Las obras que componen esta cronología con final abierto se vinculan a la orientación hacia el sol, practicada por todas las formas de vida”, nos explican, “cada una de las cinco piezas instaladas puede pensarse como un clima único, pero todas en su conjunto generan una maraña cósmica que transita un tiempo comprendido entre hace cuatro mil millones de años y nuestros días.”

    Se conocieron mientras estudiaban arte en Florencia, y llevan trabajando juntos casi treinta años. ¿Cómo se complementan sus miradas artísticas?

    Jennifer Allora (JA): El lenguaje siempre ha sido un elemento esencial en nuestra práctica precisamente por su naturaleza colaborativa. Somos dos personas con historias, subjetividades e ideas distintas que tienen que encontrar la forma de comunicarse para trabajar juntas. De ahí que el lenguaje sea un lugar muy obvio con el que iniciar este diálogo.

    Guillermo Calzadilla (GC): Disfrutamos especialmente investigando los orígenes de las palabras, y esto amplía nuestra idea del lenguaje. Para nosotros es muy útil, a la vez que fascinante, descubrir los giros de sentido que las palabras han ido experimentando en su desplazamiento por épocas y culturas y, a la inversa, en qué lejano universo de sentido se originó una palabra y cómo esos inicios etimológicos aún persiguen el entendimiento de las mismas y su uso en el presente.

    JA: Al mismo tiempo nos interesan las ruinas del lenguaje, las palabras que escapan a sus significados previstos y que operan incluso en contra de ellos, que caen en el sinsentido, que llevan el lenguaje a su límite, el silencio, y más allá de él.

    Su base de operaciones está en Puerto Rico. ¿Qué ventajas tiene vivir alejados de los grandes núcleos artísticos?

    JA: Donde vivimos, el viento que procede del mar tiene una presencia constante y evidente. Es un fenómeno siempre en movimiento y con un dramatismo incesante, a veces amable y otras vigoroso, casi violento. El sonido resultante va definiendo el ambiente a lo largo del día, y nuestros pensamientos y grado de concentración dependen en parte de él.

    GC: Más que un lugar, nuestro estudio es un método. Está más relacionado con la concentración y la atención, con intentar articular un pensamiento o una idea. En nuestro caso, estar ambos presentes en todos los sentidos es lo más importante. Si uno de nosotros no tiene esa disposición o su cabeza anda en otro sitio, el trabajo no funciona.

    JA: Tampoco podemos vivir sin nuestra biblioteca, que no deja de crecer. Quizá hay algo aún más imprescindible, que es la posibilidad de investigar en colecciones y bibliotecas especiales de lugares a los que Internet no tiene acceso. Tuvimos la oportunidad de estudiar la colección del Museo del Hombre, que está en París, que en aquel momento estaba reformándose, así que todos los objetos estaban movidos de su lugar habitual. Después de revisar de arriba abajo series y más series de máscaras mortuorias de todo tipo, de reyes y personas guillotinadas, llegamos a la oficina provisional del director del museo. Se acercó al escritorio y abrió la puerta de un armario especial que tenía detrás para sacar dos cajas pequeñas. En la primera estaba el cráneo de Descartes y, en la segunda, ¡la Venus de Lespugue!.

    En su trabajo, en función del proyecto, pueden involucrar a profesionales de otros campos, como ingenieros o antropólogos. ¿Qué colaboraciones han sido las más estimulantes?

    GC: En el caso del vídeo The Great Silence (2014), llevábamos tiempo con la idea de hacer una película sobre el Observatorio de Arecibo, uno de los radiotelescopios de apertura única más grandes del mundo, situado en el límite de una aldea de Puerto Rico llamada Esperanza. En el cercano bosque de Río Abajo vive la última comunidad de cotorras puertorriqueñas, una especie muy abundante en otro tiempo y hoy en peligro crítico de extinción. Queríamos conectar las actividades del Observatorio de Arecibo con las de las cotorras. Nuestra idea era escribir, a modo de fábula, un guion de subtítulos –con un programa de traducción lingüística– para acompañar la película y que funcionara como una suerte de traducción interespecie. El texto subtitulado aparecería escrito desde el punto de vista de las aves, tomando la forma de observaciones acerca de la búsqueda contemporánea del Homo sapiens de formas de vida ajenas a este planeta. En él se acabarían admitiendo los intensos lazos y las brechas entre lo vivo, lo no vivo, lo humano, lo tecnológico y lo cósmico, planteando serias dudas sobre la visión antropocéntrica.

    JA: Habíamos conocido al escritor de ciencia ficción Ted Chiang en Granada en 2011, durante una conferencia, y también al neurocientífico Kazuo Okanoya, quien nos habló sobre Alex, el loro gris africano. Aquella historia se convirtió en uno de los pilares para el texto de la película. Nos encantaron los paralelismos entre este estudio científico tan original sobre las capacidades cognitivas y lingüísticas de las aves y nuestro proyecto cinematográfico de ficción. Entonces le pedimos a Ted, a quien admirábamos por su escritura, que creara los subtítulos, y él accedió a hacerlo, ayudándonos a volcar nuestros pensamientos en la película con un estilo extremadamente conciso, claro y elegante.

    GC: Ted dio con la clave para expresar algunas de esas ideas al mencionar al loro Alex y el aprendizaje vocal: tanto los loros como los humanos (además de otras especies) son aprendices vocales. Fue muy importante incluir la paradoja de Fermi (relacionada con una alta probabilidad de vida extraterrestre, pero sin pruebas), puesto que el primer mensaje enviado al espacio se realizó desde Arecibo en 1974. También nos interesaba mucho la relación entre la voz acusmática y la ventriloquía, el problema filosófico hombre/animal/continuidad/separación y su compleja relación con el cuestionamiento del ser. Nos planteamos, además, de qué manera aquel loro podía relacionarse con la antigua afirmación griega de que «nuestro pensamiento se ejecuta con los pulmones y no con el cerebro» (la esencia corporal del pensamiento) y con la compleja variedad de ruidos, música, sonidos, oído y escucha, transmisión y recepción, sensaciones y percepción que aparecen en nuestro montaje de ficción, siguiendo la búsqueda tanto de lenguajes extintos como de los que aún se conservan. [Detalle de la pieza Entelechy (2020), en la exposición Klima © Jennifer Allora, Guillermo Calzadilla. Cortesía Azkuna Zentroa]

     

     

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