“Un artista no debe aparecer en su obra más que Dios en la naturaleza. El hombre no es nada; el trabajo lo es todo”, eso pensaba Lucian Freud, uno de los artistas europeos más influyentes y controvertidos del siglo XX en cuya biografía nos sumergimos con motivo de su actual antológica en la National Gallery de Londres. El poeta Nanos Valaoritis lo describió como la combinación de un dramaturgo y un reflector: “Es una especie de espejo. Se inventa una personalidad para las personas, que les impone por la fuerza de la convicción y la concentración”. Freud escrutaba a sus modelos con el rigor y la precisión de un científico en su laboratorio. No solo plasmaba las manchas, cardenales e hinchazones del cuerpo, sino también los microscópicos detalles bajo los pliegues de la carne: la sensación, la emoción, la inteligencia, el esplendor y la inevitable decadencia. Su pintura subversiva estuvo siempre dedicada a la representación del cuerpo humano y a retratar al hombre contemporáneo. [Lucian Freud retratado por Cecil Beaton. Foto: Alpha/Cordon Press]