El Mauritshuis, un edificio palaciego construido en 1640 como residencia de Johan Maurits, conde de Nassau-Siegen, gobernador del Brasil holandés, acogió la pinacoteca que el rey Guillermo V legó al museo en el siglo XVIII, y sus señoriales salas de paredes tapizadas con sugestivas telas de color sangre y centenarias lámparas de araña, han exhibido los cuadros de esta pareja, de trato extrovertido y sencillo, que contagia la emoción al relatar la historia de su colección formada por más de medio centenar de cuadros que convierten a su vivienda en su maravilloso museo privado. “En nuestra casa las marinas están en el comedor, que tiene amplias vistas al mar; los cuadros más pequeños están en mi despacho mientras que los de mayor tamaño están en el vestíbulo y la sala de estar. Reservamos para los dormitorios las pinturas más íntimas”, desvela la coleccionista.
“Nuestras primeras experiencias con el arte se remontan a nuestra época de estudiantes cuando visitábamos con nuestro instituto museos como el Rijksmuseum o el Schone Kunsten de Bruselas” nos cuenta Rose-Marie. Su marido evoca las excursiones al Rijksmuseum cuando era alumno del Liceo Montessori: “Aquellas visitas nos causaban gran impacto, incluso aunque no siempre entendiéramos las explicaciones acerca de diagonales, luces y sombras”. Eijk estudió Económicas en la Universidad de Ámsterdam y posteriormente se trasladó a los Estados Unidos para cursar un Máster en Dirección de Empresas en la Universidad de Harvard. En 1977 fundó una empresa de inversiones en Boston junto con otros dos socios (Grantham, Mayo, Van Otterloo & Co LLC, conocida como GMO), que cuenta con oficinas en Boston, San Francisco, Londres, Zurich, Sydney y Singapur.
En un tiempo récord, apenas diecisiete años, los De Mol han logrado conformar la que tal vez sea la más importante colección privada del mundo de pintura holandesa del siglo XVII que ahora cuenta con 67 obras.
Tendencias del Mercado del Arte charló con Rose-Marie quien declara “La colección no es nuestra, somos custodios temporales”, a lo que su marido repone “No sé si soy tan noble como Rose-Marie. Poseer las obras de arte no es importante, pero el mundo que rodea el arte si lo es. Haces nuevas amistades, conoces a gente extraordinaria. El veinte por ciento de nuestro tiempo lo dedicamos a la colección, ¡pero también nos gusta jugar al golf y a las cartas!”.
DE LOS CARRUAJES A LOS GRANDES MAESTROS
“Empezamos a coleccionar nada mas casarnos, en 1974. Como en aquella época vivíamos en una casa de campo en New Hampshire y dado que yo había crecido en una granja en Bélgica, al principio comprábamos carruajes antiguos; no eran caros y quedaban genial en nuestro granero. Cuando éste estuvo repleto nos interesamos por los grabados ingleses de escenas deportivas y por los carruajes en miniatura. Coleccionábamos cualquier cosa que tuviera que ver con los caballos y las granjas: utensilios, pinturas y objetos de arte en madera y plata. Pero cuando mi esposo empezó con sus negocios y nos mudamos a una ciudad en la costa de New England, aquellos grabados ‘desentonaban’ en nuestras paredes. Fue en aquella época cuando conocimos a Peter Sutton, conservador de Pintura Europea del Museum of Fine Arts de Boston. Él fue quien nos sugirió que coleccionáramos maestros flamencos y holandeses del siglo XVII. Además, ya que mi marido y yo hablamos holandés podríamos hacer las investigaciones en nuestra propia lengua…”
Gracias a Sutton los De Mol comenzaron a frecuentar los círculos de los coleccionistas, a visitar anticuarios y ferias de antigüedades de Europa y los Estados Unidos y, en definitiva, a familiarizarse con los cuadros que salían al mercado. La pareja se entregó a su nueva pasión con entusiasmo “Cuando nos interesa una obra que va a salir a pujas, pasamos noches en vela, tanto la víspera de la subasta como los días posteriores. Antes, porque la ilusión es tremenda y después, porque si hemos tenido éxito, ¡no logramos conciliar el sueño de la pura excitación!”.
Los De Mol compraban tanto en las galerías como en las subastas – ocasionalmente ellos mismos pujaban por teléfono, aunque habitualmente solía ser su experto el que acudía a la sala y hacía una oferta hasta el precio tope previamente acordado-, y así, paulatinamente, fueron desarrollando un formidable ojo crítico.
UNA COLECCIÓN A MEDIDA
Su modelo a imitar era la exquisita colección de treinta y cinco cuadros de Edward y Hannah Carter, que ahora alberga el Los Angeles County Museum of Art.
Construir una colección de esta calidad, requiere no solo una abultada cartera, sino también de un cierto grado de experiencia y conocimiento. Con el propósito de guiarles por las procelosas aguas del mercado, desde octubre de 1995, Simon Levie, antiguo director del Rijksmuseum, se involucró personalmente en asesorar al matrimonio. Como cuenta Eijk “en aquella época nos ofrecían tantas obras que el bosque nos impedía ver los árboles. Y aún más, todo parecía igual de bello ante nuestros ojos. Como no queríamos cometer ninguna estupidez, necesitábamos ser asesorados”.
Los Van Otterloo no delegaron indolentemente en Levie, sino que querían saberlo todo: el tema de la pintura, la importancia del artista, el lugar que ocupaba la obra dentro de su producción, su rareza, procedencia, condición y, por descontado, el precio. Cuando adquirían un cuadro, escrutaban cuidadosamente el estado del lienzo o del panel. Algunas pinturas se hallaban en un excelente estado de conservación, pero otras tuvieron que ser restauradas. Con el objetivo de dotarla de la máxima coherencia, Levie confeccionó un plan para convertirla en una colección representativa de la Edad de Oro de la Pintura Holandesa. Elaboró una lista con 77 nombres, describiendo en detalle los géneros. Como cualquier otra actividad, ésta tiene sus reglas de oro.
Una es la de no comprar demasiado de un mismo artista, aunque los De Mol sienten debilidad por Jacob van Ruysdael del que atesoran tres cuadros. Es Rose-Marie quien tiene derecho de veto “no me gustan las calaveras ni los símbolos relacionados con la muerte”, además de encargarse de las negociaciones, los seguros y la administración.
“Yo entro en acción cuando una pintura llega a nuestra colección, cuando hay un préstamo a un museo o a una exposición –explica- Me encargo de los informes sobre el estado de conservación y las restauraciones.
Cuando prestamos una obra, me consumo de ansiedad hasta que el conservador me llama para anunciarme que ha llegado bien. Entonces ¡puedo volver a respirar tranquila!”.
Rose-Marie nos reconoce que la competencia se ha puesto muy dura debido a la pujanza de los millonarios chinos, japoneses y rusos. “Seguimos comprando obras de arte, pero no al mismo ritmo de hace diez años. Ahora mismo buscamos artistas muy concretos, como Pieter de Hooch, Judith Leyster, Ter Bruggen. Nuestra última adquisición fue una naturaleza muerta de Pieter Claeszoon.
El mercado ha cambiado mucho, los precios de los Antiguos Maestros ¡están por las nubes!. Las lagunas de nuestra colección son las pinturas caravaggistas, tenemos solo dos cuadros pintados por mujeres, y muy pocos del género histórico”.
EL FACTOR TIEMPO
Como coleccionistas particulares, los De Mol gozan de algunas ventajas sobre las instituciones. Los museos casi nunca disponen de los fondos necesarios y sus decisiones dependen de la opinión de distintos comités cuya burocracia demora el proceso. En cambio, los compradores particulares pueden tomar decisiones rápidas, por eso los anticuarios suelen acudir primero a ellos. Precisamente gracias a esta rápida capacidad de respuesta pudieron comprar una pequeña obra maestra sobre papel (una espléndida vista de Ámsterdam) del flamenco Hans Bol. El Rijksmuseum tenía el derecho de tanteo y retracto, pero al cabo de un año todavía no lo habían ejercido. “Esto nos alegro mucho porque inmediatamente prestamos la obra al Mauritshuis para la exposición Pride of Place”.
La primera de sus estrellas, Orfeo encantando a los animales de Aelbert Cuyp, llegaría en septiembre de 1997. El precio fue tan elevado que tuvieron que desprenderse de varios cuadros, y también intercambiar una naturaleza muerta de Willem van Aelst por otra que les pareció más atractiva. Poco a poco sus compras fueron espaciándose, aunque los precios seguían subiendo.
LLEGA REMBRANDT
En 2005 la colección dio un gran salto cualitativo gracias a la incorporación del Retrato de Aeltje Uylenburg de Rembrandt, procedente de la colección Rothschild. Este cuadro es, según Rose-Marie, “nuestra joya de la corona”. Este magnífico retrato salió a la venta en Christie’s Londres en 2000. La puja más alta la realizó el anticuario Robert Noortman, 29,5 millones de euros. Los De Mol adquirieron un significativo porcentaje de la pintura y, en la primavera de 2005, se convirtieron finalmente en sus únicos propietarios.
Cuatro años llevó el proceso de compra, cuyo astronómico precio les obligó a vender dieciocho de sus cuadros. Paradójicamente, los coleccionistas nunca han llegado a disfrutar en su propia casa de este cuadro, que siempre ha estado cedido a exposiciones en museos de todo el mundo.
En 2005, por ejemplo, se expuso en el Mauritshuis junto a la célebre Lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp, también pintado por Rembrandt en 1632.
“El Rembrandt lo vimos en Londres en una casa de subastas, durante los días previos de exposición. Eran las cinco de la tarde de un domingo y la sala estaba cerrada, y además llegábamos tarde, pero conseguimos que nos dejaran entrar. Las grandiosas puertas de madera se abrieron y allí estaba Aeltje.
Sentí frío y calor al mismo tiempo. Nunca antes había contemplado una pintura de esta belleza y calidad. ¡Tenía que ser nuestra!”, recuerda emocionada Rose-Marie.
Pero el Rembrandt no ha sido la única obra que han prestado nada más comprar. (“No se me ocurre ninguna pintura que no queramos prestar. Nos encanta compartir nuestra buena suerte con el gran público” nos dice Rose-Marie).
También Paisaje con río y un ferry de Salomón van Ruysdael fue al Rijksmuseum, que, como contrapartida, les prestó otra obra similar, datada en el mismo año.
Y cuando adquirieron en 2007 la obra maestra de Jan Both, un monumental paisaje, la cedieron inmediatamente al J. Paul Getty Museum de Los Ángeles, que de manera infructuosa ha tratado desde entonces de adquirírsela para su propia colección. Otro museo americano, la National Gallery of Art de Washington expone regularmente varias obras de suyas, entre ellas, Una compañía elegante en un jardín, de Esaias van de Velde.
EL FUTURO
“Pensamos constantemente en el futuro de nuestra colección. Nos gustaría constituir una fundación, o un centro de estudios sobre Pintura Holandesa o Flamenca, a la que pudieran recurrir museos de todo el mundo para pedir prestadas nuestras pinturas”.
Los De Mol están decididos a que la colección, el ‘opus magnum’ de sus vidas, permanezca intacta. Sus hijos saben que no heredarán los cuadros. Aunque todavía no saben dónde estará su ubicación definitiva confían en que la sede esté en los Estados Unidos, el país que hizo posible su sueño.
PAISAJES
El realismo de sus escenas nos hace a veces olvidar que los paisajes se pintaban en el estudio del pintor. No fue hasta el siglo XIX – con la producción de tubos de pintura al óleo- cuando los artistas empezaron a pintar al aire libre. Italia fue durante siglos la tierra soñada de los artistas del norte de Europa. Muchos pintores holandeses del siglo XVII cruzaron los Alpes para buscar los restos de antiguas civilizaciones o llevados por la curiosidad por el Renacimiento y el Barroco.
UN FLECHAZO DE RÉCORD
La Edad de Oro de la Pintura Holandesa produjo un gran número de obras de gran calidad y ello explica que cuadros importantes de maestros como Rembrandt o Frans Hals sigan saliendo al mercado, aunque la oferta esté decreciendo.
Una de las piezas favoritas de la pareja es Perro descansando de Gerrit Dou, que se remató en subasta en 2005 por más de 3 millones de euros, convirtiéndose en la cifra más alta pagada jamás por un cuadro de este artista. Los De Mol reconocieron haber sentido “un amor a primera vista” por esta tierna composición de un entrañable perrito de color canela, de apenas 17 por 22 centímetros.
NATURALEZAS MUERTAS
El término “naturaleza muerta” surge hacia 1650 y no fue hasta mucho después que se convirtió en la expresión general para definir esta categoría. Los mercaderes y exploradores traían desde el extranjero a la República de Holanda objetos, productos, y plantas exóticas. Un ejemplo es el tulipán, uno de los artículos de exportación más importantes en la actualidad, que se importó de Turquía en 1593. Muy pronto Holanda vivió una auténtica “tulipán-manía”, no solo se invirtieron fortunas en el cultivo de las nuevas especies de tulipanes sino que también los particulares invertían en bulbos, lo que muchas veces les llevaba a la ruina económica. El interés por las plantas y las flores originó un boom en las naturalezas muertas de flores. “La flor es un espejo de la vida, florece pero muere con el viento” decía el grabador Jacob Kemperer en 1604. “La naturaleza muerta de flores de Ambrossius Bosschaert es una pintura muy querida por mi, ya que fue el regalo de cumpleaños con el que me obsequió mi esposo en mi 50° cumpleaños”, nos confiesa Rose-Marie sobre una preciosa Naturaleza muerta con rosas y jarrón de cristal, fechada en 1619.
RETRATOS
El retrato en la Edad de Oro Holandesa es un fenómeno fascinante. Nunca antes se habían pintado tantos retratos, al mismo tiempo, de personas de todos los ámbitos de la vida. Estos trabajos se caracterizaban por un pronunciado realismo, su gran diversidad, y, sobre todo, su soberbia calidad. Aunque durante el siglo XVII el retrato era uno de los géneros más comunes –junto con los paisajes-, los críticos de arte de la época lo desdeñaban. En 1604, el pintor y teórico del arte Karel van Mander hablaba de ellos como “las orillas de las artes” con los que los pintores trataban únicamente de asegurarse ingresos.
ESPAÑA
“Hemos estado varias veces en España y siempre visitamos el Prado y el Thyssen, y lo mejor de todo es que nuestro hijo está casado con una andaluza, de Jaén, y nuestro nieto Eric, que pasa varios meses al año con sus padres en España, habla ya con fluidez español e inglés..¡solo con dos años y medio! –cuenta Rose-Marie- Nuestros nietos adoran nuestros cuadros, les gusta hablar sobre ellos e incluso intentan copiarlos, lo que suele resultar tremendamente divertido. Llaman a sus dibujos: Obras Maestras”.
DESAYUNOS DE ARTE
La coleccionista nos descubre que “En el área de Boston existe un nutrido grupo de coleccionistas de Antiguos Maestros, y solemos reunirnos algún domingo por la mañana para hacer un ‘brunch’; mientras disfrutamos de un bagel con salmón ahumado charlamos sobre arte, nos contamos nuestros últimos descubrimientos, y nuestras expectativas para las próximas subastas.
Lo más excitante es que conocemos gente de todo el mundo, hay grandes coleccionistas en Alemania, Suiza, Inglaterra e incluso en Argentina. Nos invitan a sus casas, tenemos charlas sumamente interesantes y visitamos museos”.
Vanessa García-Osuna