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    Otras voces, otros ámbitos. La colección de Artur Walther

    artur walther

    Antiguo socio del banco americano Goldman Sachs y fundador de la filial alemana de esta entidad, el coleccionista Artur Walther, nacido en la ciudad alemana de Ulm, es una de las personalidades más relevantes de la escena internacional de la fotografía.
    Desde su retirada de Wall Street en 1994, el exfinanciero, que vive en Nueva York, es miembro de varios comités de fotografía de instituciones culturales y educativas de la ciudad, como el de Arquitectura y Diseño del MoMA, el del Whitney, y los de las universidades Vassar y Bard.
    Walther se graduó en la Universidad de Ratisbona y obtuvo su MBA en la Escuela de Negocios de Harvard en 1977.
    Durante más de veinte años, el empresario ha financiado altruistamente diversos programas de fotografía y becas en instituciones internacionales al tiempo que forjaba una soberbia colección fotográfica que incluye un extraordinario fondo de fotografía asiática y africana.
    “Me interesa mirar lo que no se conoce, lo que no se ha estudiado, lo que no se ha escrito, lo que no se ha institucionalizado ni comercializado” ha declarado.
    El pasado mes de noviembre la feria Paris Photo mostró al público una selección de las obras más significativas de su colección, compuesta por 1.200 fotografías y videos que datan del siglo XIX hasta nuestros días.
    Walther, también fotógrafo aficionado, inauguró hace dos años su propio museo, un ambicioso complejo integrado por cuatro edificios, situado en Burlafingen, un barrio residencial en las afueras de su ciudad natal. Sobre su museo, sus iniciativas filantrópicas y su colección ha hablado con Tendencias del Mercado del Arte.

    ¿Cómo nace su interés por la fotografía?
    Me desligué del mundo de los negocios en los 90 y empecé a estudiar fotografía en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York. Me apunté a clases magistrales y talleres, y fui alumno de artistas como Stephen Store, Mary Ellen Mark, Bruce Davidson y Bernd y Hilla Becher. Fue entonces cuando me di cuenta de que quería profundizar en todas las facetas de la fotografía, y no limitarme al aspecto puramente artesanal de tomar fotos y hacer revelados. Por eso me vinculé al Comité de Fotografía del Museo Whitney, a los Comités de las universidades de Bard y Vassar, y a la Junta directiva del ICP, donde en 2003 ayudé a poner en marcha la primera Trienal de Fotografía. Desde entonces he vivido volcado en la fotografía: ya sea coleccionándola, estudiándola o haciendo comisariados y exposiciones.

    ¿Se acuerda de sus primeras experiencias con la fotografía?
    Hice mis propias fotos durante un período relativamente corto de tiempo, pero la experiencia me causó un impacto enorme. Aprendí mucho sobre fotografía como artesanía y como forma de mirar.
    Haciendo fotos, he aprendido a observar deliberadamente y he desarrollado una cierta claridad visual y perspectiva.
    Nunca me olvidaré de una cena que tuve con los Bechers [Hilla y Bernd], en 1996, en la que Bernd analizó críticamente mis fotos, examinando cuidadosamente cada imagen, dándome respuestas perspicaces y palabras de aliento.

    Al principio su colección estuvo enfocada a la fotografía moderna alemana. ¿Qué le atraía de ese campo?
    El origen de mi colección está en el movimiento de la Neue Sachlichkeit alemana (Nueva Objetividad), al que pertenecían artistas como August Sander y Karl Blossfeldt. La labor de Bernd y Hilla Becher -su interés por la forma, el objeto y la función– estaba muy próxima a mi manera de ver y mirar el mundo y me resultaba muy atractiva como coleccionista.
    Mi primera adquisición fue la tipología [de edificios documentados por los Bechers en la categoría de] Elevadores de granos del medio oeste americano (1995).
    Las estructuras cubistas de ese grupo de fotografías me recordaban a las de Maquinaria de gravilla (1998-2001) que forman parte de mi colección, y que habían sido tomadas en los alrededores de los llanos del Danubio al sur de Alemania, donde crecí. Solo había un pequeño salto desde los Bechers a Karl Blossfeldt y su enfoque enciclopédico sobre las plantas y a August Sander que documentó toda la sociedad de su época.

    Usted posee uno de los fondos privados más importantes del mundo de fotografía africana y asiática. Cuéntenos cómo surgió su fascinación por esta fotografía…
    Le hablaré primero de la parte asiática de la colección: a finales de los 90 empecé a viajar a China y desde entonces he vuelto en muchas ocasiones. Allí descubrí a una generación de artistas jóvenes que rompían con las tendencias predominantes de realismo, simbolismo, heroísmo y propaganda.
    Sus obras tenían un enfoque conceptual y experimental y reflejaban las condiciones y limitaciones de la sociedad china. Sus fotografías evolucionaron de la pura imitación de los estilos occidentales hasta poseer un lenguaje original que se basaba en el uso de tecnología punta, afirmando su individualidad y propia identidad. Incorporaban, además, mensajes sociales y políticos nada ambiguos.
    En mi colección hay obras de Ai Weiwei, Yang Fudong, Zhang Huan, Lin Tianmiao, Wang Qingsong y Song Dong, entre otros. ¡Fue una época de mi vida emocionante!. Y en cuanto a los artistas africanos: mi primer encuentro con la fotografía africana fue el trabajo de Seydou Keïta, que me empujó a investigar sobre la Escuela de Bamako –ciudad en la que he estado varias veces- y los fotógrafos del África occidental incluyendo a Malick Sidibé y a J. D. ‘Okhai Ojeikere. Luego empecé a estudiar la fotografía que se hace en Sudáfrica y descubrí un grupo de artistas que hacían cosas notables pero desconocidas. En la habitación de un hotel en Ciudad del Cabo conocí al joven artista sudafricano Mikhael Subotzky, que me mostró obras de su tesis de licenciatura, un ensayo fotográfico sobre una cárcel de alta seguridad, llamado The Four Corners. Supe enseguida que tanto él como su obra eran muy especiales. Le encargué un proyecto multi-canal en colaboración con Patrick Waterhouse, Ponte City. He desarrollado relaciones similares con Jo Ractliffe, Guy Tillim y otros.

    ¿Ha perdido muchas oportunidades? ¿Se arrepiente de algunas adquisiciones?
    Como le decía, en mis elecciones como coleccionista no influye el mercado. Al principio me atraía la fotografía clásica alemana en blanco y negro, y más adelante –desde mediados a finales de los años 90- empecé a interesarme por la fotografía contemporánea china –eran imágenes en color, a gran escala y digitales. Fui uno de los primeros coleccionistas que prestaron atención a la fotografía que se hacía en China.

    ¿El arte que colecciona posee solo valor estético o también un significado intrínseco?
    Me he centrado en las prácticas fotográficas sobre la tipología, la taxonomía, la atribución y el ensayo. Raramente me atraen imágenes individuales, sino grupos y narrativas, por ejemplo los ensayos fotográficos de Jo Ractliffe, David Goldblatt y Santu Mofokeng. Durante mis viajes por China y África, con frecuencia entré en contacto con formas fotográficas totalmente novedosas y desafiantes. Me di cuenta de que el trabajo de estos artistas, teniendo en cuenta su contexto social y político, era singular. Para mí, el valor y significado de las fotografías se halla, no solo en su aspecto formal y estético, sino que también me permiten aprender algo nuevo, ir más allá de mis ideas preconcebidas y descubrir los impulsos artísticos a través de diferentes culturas.

    ¿Ha pasado alguna noche en vela antes de una subasta o adquisición importante? ¿Cuáles han sido las fotografías más difíciles de conseguir y por qué?
    No suelo comprar en subastas. Antes de hacer ninguna adquisición dedico mucho tiempo a investigar, a conversar con los creadores… Quiero conocer bien a los artistas, comprender el contexto de su trabajo, seguir su evolución y coleccionarlos en profundidad.
    Para nuestra primera exposición en el Project Space de Nueva York, encargué a Jo Ractliffe una edición única de impresiones en platino de su serie As Terras do Fim do Mundo (Las tierras del fin del mundo), un ensayo fotográfico sobre paisajes contemporáneos de Angola, marcados por huellas de una guerra civil de veintisiete años. David Goldblatt, por ejemplo, hizo una serie de fotografías en blanco y negro, que hemos mostrado en la exposición Appropriated Landscapes (Paisajes apropiados).

    ¿Qué fotografías considera las más significativas de su colección?
    Como le decía, no veo las fotografías como obras individuales. Lo más significativo de mi colección es la hermandad que hay entre ellas: la cohesión y el enfoque que les damos al presentarlas en exposiciones y publicaciones. Ahora estamos trabajando en un proyecto, al que dedicaremos tres años, para examinar fotografías de la colección realizadas por artistas africanos siguiendo una estructura temática: retratos, paisajes y fotografía histórica del siglo XIX.

    En 2010 abrió al público su colección. ¿Cómo surgió la idea de tener su propio museo?
    En 2005, la colección había crecido sustancialmente y estaba casi toda en almacenes, excepto los préstamos ocasionales que hacía a museos para exposiciones.
    En ese momento, decidí que quería mostrarla a un público más amplio y analizarla desde varias perspectivas temáticas y conceptuales. Aunque era un apasionado de la arquitectura y el diseño, nunca había construido un edificio. Era dueño de una propiedad familiar en el sur de Alemania, en la ciudad donde crecí, y por ahí surgió la idea de construir una ‘experiencia visual’ completa diseñando el espacio y las exposiciones para crear narraciones expositivas y editar una serie de publicaciones.
    El proceso de diseño y construcción se prolongó durante cinco años y culminó con la apertura de la colección en junio de 2010. El campus de cuatro edificios está circundado por jardines y viviendas residenciales de clase media y ya forma parte de la comunidad local. En tres de los edificios hemos conservado la fachada exterior original –arquitectura vernácula de los años 50 y 60-, mientras que los interiores se han transformado en salas de exposiciones. El edificio principal, lo llamamos The White Box, tiene una galería de 500 metros cuadrados situada bajo tierra para armonizar con el carácter residencial y la escala del vecindario.
    Cada espacio alberga diferentes escalas de fotografía y vídeo que suscitan emociones diferentes: The White Box es un recinto pensado para montar exposiciones temáticas en su galería principal y, en la segunda planta, para mostrar las nuevas adquisiciones o los proyectos encargados a un artista. The Green House tiene dos galerías pequeñas, íntimas, en cada piso, en las que se exhiben obras de pequeño formato, ya sea de un único artista o de dos artistas planteando una exposición comparativa.
    El tercer edificio, The Black Box, es un bungalow de una sola planta, y ahí se expone la fotografía más conceptual; por último, The Grey House alberga una oficina y una biblioteca.
    El otro espacio, The Project Space que está en Nueva York, lo abrí en abril de 2011, y ahí presentamos avances o reposiciones de exposiciones relacionadas con las que montamos en Alemania. Es, además, uno de los pocos espacios sin ánimo de lucro que existen en Nueva York y está dedicado a presentar el trabajo de artistas africanos y asiáticos.

    Háblenos de su faceta como filántropo. ¿Qué proyectos han sido los más especiales?
    Apoyo varios programas relacionados con la enseñanza, las exposiciones y el coleccionismo de fotografía a través de mi vinculación con los Comités de Fotografía de las universidades de Vassar y Bard, asesorando también en las adquisiciones de fotografía del Whitney Museum of American Art y el ICP. Pero me interesa sobre todo promover la investigación sobre la fotografía contemporánea en China y África, el establecimiento de la Trienal en el ICP y una serie sobre Jóvenes Fotógrafos. En mi colección, he trabajado para conceptualizar las principales exposiciones en Alemania y los programas en el Space Project de Nueva York. Más recientemente, he comisariado una exposición en Les Rencontres de Arles, el festival de fotografía que se celebra en el sur de Francia. Dos de los artistas que seleccioné, Mikhael Subotzky y Patrick Waterhouse, ganaron el Premio Revelación de 2011 con su proyecto Ponte City.

    Una casa-museo
    “En Nueva York, solía organizar exposiciones temáticas o conceptuales en mi propio apartamento. ¡Ahora en mi piso solo hay calma y paredes blancas y limpias!. Sin embargo, en Alemania, tengo mi casa en una de las galerías –The Black Box. 
    Cuando inauguramos la Events of the Self: Portraiture and Social Identity vivía con fotografías de los Bechers, J. D. ‘Okhai Okjeikere, Malick Sidibé y Santu Mofokeng. Y este año, durante la exposición Appropiated Landscapes, me rodeé de los paisajes angoleños en blanco y negro de Jo Ratcliffe.”

    Los tiempos están cambiando
    “Aunque no me interesan las tendencias mundiales del arte ni los remates en subasta, sí he notado que en las últimas dos décadas el mercado se ha abierto a artistas contemporáneos de zonas que antes estaban insuficientemente representadas –explica Artur Walther-. Hoy es normal encontrar una presencia significativa de fotógrafos de África, Asia y América Latina en las principales ferias de arte y bienales internacionales.
    Las galerías de estas regiones, además, están promoviendo colecciones públicas y privadas locales. Ciudades como São Paulo, Johannesburgo, Beijing, Shanghai y Estambul, se han consolidado como centros de arte emergente y en el futuro veremos aún más diversidad en la fotografía contemporánea, tanto geográfica como temática y conceptual.”

    V. G-O

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