“Aunque trabajaron en diferentes medios y les separaba casi un siglo, Rodin y Bacon comparten una conexión inesperada pero poderosa. Unidos por una apreciación extraordinaria de la forma humana y un don para representarla como ningún otro artista había hecho antes, ambos forjaron caminos que modificaron el curso del arte occidental y siguen influyendo en los artistas actuales”, asegura Alex Branczik, responsable del área de Arte Moderno y Contemporáneo de Sotheby’s, que el 16 de octubre subasta en Londres un cuarteto de obras de ambos tasadas en conjunto en torno a 20 millones de euros. A través de su arte, Francis Bacon (1909-1992) y Auguste Rodin (1840-1917) investigaron temas parecidos como la distorsión física, la intensidad emocional y la lucha existencial. El británico reconoció su admiración por la capacidad de Rodin para transmitir movimiento y emoción cruda a través de la forma escultórica, y durante los años 50 y 60, el trabajo de Rodin fue una influencia crucial, influyendo en la manera en que abordaba el cuerpo no como un ideal estático, sino como un recipiente vulnerable y volátil de la experiencia psicológica. Preguntado por los grandes escultores de la historia, Bacon fue tajante: «Solo hay tres: Miguel Ángel, Rodin y Brancusi».

El primer encuentro de Bacon con Rodin data de mediados de la década de 1920, coincidiendo con su traslado a Londres. El propio Rodin había donado dieciocho esculturas al Museo Victoria & Albert en 1914, y se sabe que Bacon las visitaba regularmente, movido sin duda por curiosidad artística, pero también quizás porque su tío era director del museo. Una postal de El pensador colgaba en el estudio del artista en Cromwell Place. Bacon era también fue un francófilo confeso, que pasó mucho tiempo en París, llegando a tener un estudio-apartamento en el barrio del Marais desde 1974 hasta 1987. Aunque siempre se resistió a revelar sus fuentes pictóricas, es obvio que estuvo influido por el manejo del cuerpo de Rodin, como confirman las fotografías, notas manuscritas y monografías que llenaron su estudio. En esta época, también era visitante asiduo del Museo Rodin en Meudon. La influencia de Rodin puede observarse en la tensión y compresión de las figuras de Bacon, pues ambos artistas retratan a sus sujetos con un realismo atípico, a menudo inquietante, que revela una profunda complejidad psicológica.
