«Los Principios de Washington han sido un fracaso», afirma rotundo Marc Masurovsky, uno de los tres cofundadores de HARP (Holocaust Art Research Project), asociación sin ánimo de lucro creada en 1997, un año antes de que se proclamaran estos principios que formulan directrices sobre la restitución de bienes del patrimonio cultural confiscados por los nazis desde 1933 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El problema es que, según Masurovsky, los Principios de Washington han quedado en un mero catálogo de buenas intenciones sin ninguna efectividad práctica. Lo cierto es que investigar la proveniencia de una obra de arte es adentrarse en un terreno pantanoso. La procedencia es la crónica documentada de un objeto, su biografía, la historia de las manos por las que ha pasado. En este artículo Noah Charney explica por qué las pesquisas sobre el origen de una obra pueden destapar oscuros secretos del pasado de un país.